02/07/2018 – Cada lunes al Padre Mateo Bautista, sacerdote Camilo, Master en pastoral de la salud y Licenciado en teología moral y espiritual, nos acompaña en el ciclo: “Te cuento un cuento para sanar”, con relatos que nos ayudan a sanar diversos aspectos de la persona. El nombre del cuento en esta oportunidad fue: “Un pez sin samaritano”.
El cuento relata lo siguiente:
He aquí que un pez es arrojado a la playa por una ola. El mar está muy picado. Por más intentos que hace no puede volver al agua. Un señor muy bien vestido portando un maletín pasa por allí. Es un ejecutivo.
–¡Eh, oiga! Por favor, un momento, ¿me podría ayudar? Estoy fuera del agua y…
–Sí, quisiera ayudarte, pero voy rápido a buscar un crédito para la asociación. Lo siento.
–La verdad es que eso suena como a causa noble evidentemente, y no puede perder tiempo –lo quiere justificar el pez.
Alguien se acerca. Es un varón.
–¡Oiga, oiga! A ver si éste me echa una mano. ¡Oiga! Por favor, ¿puede devolverme al agua?
–Es que, es que yo, yo no sé, si yo tuviera…
–No importa, utilice un palo o cualquier cosa o empújeme con el pie –le precisa el pez.
–A ver, si lo tiro al agua, él puede… pero también si no lo tiro, probablemente… Pues… Yo no sé.
–¡Vaya! Es un hombre que mira demasiado los pro y los contra. Quiso ayudarme, es obvio. Si se hubiera dado cuenta de que se me está haciendo un poco difícil respirar –musita el pez que sigue buscando ayuda.
Una mujer se avecina…
–¡Señora! Perdóneme, pero… estoy en apuros porque… aquí fuera del agua… y yo necesito cuanto antes volver, volver al mar. Es más, tiene que ser cuanto antes porque comienzo a tener dificultad, dificultad para respirar.
–¡Oye! ¿Me puedes contar algo de lo que te pasa, así puedo entender tu situación mejor? Cuéntame.
El pez le empieza a hablar de su familia y de cómo sus hijos necesitan de él. Y que es muy importante para él volver al agua. La mujer parece comprender el problema.
–¡Oye!, pero antes de echarte una mano, ¿has pensado si tienes tú alguna culpa en esto que te está pasando? Porque claro, una vez que vuelvas al agua, ¿qué vas a hacer para que esto no te suceda de nuevo? Pues no vas a estar dependiendo siempre de los demás, porque sería perjudicial. Y, claro, ¿has pensado también qué puedes hacer para ayudarte a ti mismo? Mira, yo volveré dentro de un rato para saber qué has pensado de todo esto.
–¡Claro, es que yo tengo la culpa! No había caído en eso. Me parece que esta señora sabe muchísimo más que yo –se dice el pobre pez.
Pero, aunque el tiempo juega en su contra, ¡no hay que desesperar! Un hombre entrado en años se aproxima. El pez sumamente angustiado mendiga de nuevo la ayuda vital.
–¡Ay, ay!, me siento…, si no puedo pensar, si no veo, si no veo nada a mi alrededor! ¡Auxilio, auxilio, señor, ayúdeme, por favor!
Pero el hombre no oye nada. Mira al mar y piensa:
–¡El mar es cruel cuando se pone bravo!
Y el pez lo ve alejarse y muere.
La playa se queda en silencio durante un buen rato. Al subir la marea, una ola amigable lleva al pez otra vez al mar.
Y la mujer que prometió volver, vuelve.
–¡Bueno, hombre, ya sabía yo que cuando a uno lo necesitan se las arreglan solos!
El Padre Mateo explicó que en la relación de ayuda siempre tenemos que tener presente dos puntos de vista: el ayudante y el ayudado.
En el cuento hubo muchos potenciales ayudantes pero ninguno ayudó como Dios nos invita a que lo hagamos.
“Ayudar es ayudarse bien para ayudar bien, a ayudarse bien”, definió el especialista.
El sacerdote camilo destacó que no se trata sólo de buena voluntad e intención, hay que ir más allá:“La relación de ayuda es un arte. No basta querer ayudar, hay que saber ayudar .Nunca ayudar sin una sana relación de ayuda, nunca ayudar sin un sano encuentro.”
¿Es fácil dejarse ayudar, pedir ayuda, dejarse ayudar, abrirse para pedir ayuda, somos humildes para pedir ayuda? . La respuesta es no, no es fácil. “A veces hasta nos quejamos: “nadie me ayuda”, “nadie me escucha”, dijo.
Hay ciertas actitudes que podemos rescatar del “ayudado”. “El pez hizo todo lo posible para volver al mar por sí mismo, y al darse cuenta que no podía solo, pidió ayuda. El pez además supo escuchar. Fue paciente, no tuvo malas intenciones ni agresividad con quienes le pidió ayuda.”
Muchas veces cuando necesitamos ayuda estamos en una situación de angustia. “No debemos olvidar que angustia viene de “angosto”, “estrechez”; precisamente para poder ayudar a los demás tenemos que salir de nuestra estrechez, de nuestra angustia. Y para ser ayudados no nos podemos quedar en nuestra angustia, porque la angustia paraliza; para ayudar y para ser ayudado. La angustia nos bloquea, nos limita, nos mete en un callejón sin salida. Es muy importante la serenidad tanto en el ayudante como en el ayudado.”
“Yo ayudo cuando me lo piden”; “Yo ayudo cuando la gente insiste”, se suele escuchar. Pero para un cristiano también esta el arte de saber ofrecerse a ayudar.
Hay un relato en el Evangelio que es un hermoso modelo de relación de ayuda. Es el pasaje del paralítico ayudado por sus amigos (Mc 2, 1-12). “¿Cuantas veces dejamos de ayudar porque somos egoístas y no sabemos trabajar en equipo y no sabemos dar continuidad?”, interrogó el Padre Mateo.
Para finalizar el Padre Mateo resaltó que la relación de ayuda es medicina, es salud, es pedagogía, nos abre a la cosmovisión. “Por eso la relación de ayuda es sanación”. Y la tarea para esta semana es: “Si estoy bloqueado en mi vida o por alguien, ¿me voy a animar a pedir ayuda para salir de este bloqueo? ; además voy a hacer un gesto con alguien que me cueste ayudar para que mi espíritu crezca e imitemos al Señor Jesús quien es nuestro pedagogo en la relación de ayuda”, finalizó.
Te invitamos a escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.
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