Las pérdidas, el duelo: cómo elaborar positivamente las pérdidas.

lunes, 15 de febrero de 2010
image_pdfimage_print

Muchas veces en el caminar te habrá pasado cuando vas distraído que vamos avanzando y van quedando cosas atrás y nos vamos separando del paisaje anterior, pero ya no podemos volver para atrás, porque tenemos que seguir hacia delante. Es como experimentar lo que se vive con el crecimiento igual que ver nuestros hijos, cómo la ropa le queda chica porque ya van creciendo y van dejando de tener esa estatura, esa dimensión pequeña y van encontrándose con otra realidad.
Crecer implica ir dejando algunas cosas y a la vez ir incorporando otras y como decíamos recién en este proceso se van produciendo separaciones. Estas separaciones muchas veces nos ocasionan sufrimientos. Por eso claro aunque nos cuesta vivirlo, que no se puede crecer sin sufrir. El sufrimiento tiene variadísimos rostros, lo experimentamos a diario, puede ser causado por irresponsabilidad humana o por circunstancias que están fuera de nuestras manos, circunstancias imprevisibles, es como que está escrito,  en nuestra misma naturaleza esta realidad, esta dinámica de la separación y así se presenta constante en nuestra vida humana.
Crecemos entonces, en la medida que vayamos aceptando esta realidad de la separación que es inevitable pero de una manera creativa. Este principio de separación lo podemos ir aceptando de una manera creativa,  esta pérdida que se nos va apareciendo en el camino de la vida lo podamos ir aceptando de manera creativa y podremos decir, hasta como una condición necesaria, para poder vivir mejor.
Es claro, te pasa a vos, me pasa a mí, se estudia poco, se discute menos todavía  esta experiencia del sufrimiento y es claro que tenemos que reconocer que no vamos a poder dar un paso para adelante, no vamos a poder resolver los problemas que nos van acuciando a cada momento si no hablamos de ello. Es más, se complica el trabajo,  es importante descubrir que las separaciones, que las pérdidas, forman parte y formarán siempre parte de nuestra vida
En este programa, vamos a tratar de hacer una pequeña introducción, porque el tiempo que tenemos no es mucho, a uno de estos temas fundamentales de la vida humana. Las pérdidas, el duelo y de cómo elaborar positivamente las pérdidas.
Para esto hemos querido compartir este programa con vos y con el Padre Tomás Pastorino, él es párroco de la parroquia San Francisco de Asís del barrio Las Flores de la ciudad de Córdoba, egresado también de la Escuela  para Formadores, María Madre de los Consagrados, cuya misión es la de ayudar a los formadores de personas, él es asesor diocesano de la Liga de Madres de Familia  en Córdoba y consiliario de la provincia sur de los equipos de Nuestra Señora, un grupo de matrimonios, que con un sacerdote, profundizan las gracias sacramental del matrimonio y del orden sagrado .

C.R.: -Muy buenas noches padre Tomás: ¿Cómo estás?

Padre Tomás: – Buenas noches Cristian. Buenas noches a toda la audiencia.

C.R.: -Recordamos padre que contigo habíamos estado compartiendo el camino de la dirección espiritual.
P.T: -Exactamente, allí surgieron como algunas cosas y temitas que eran necesario trabajarlo. Uno era este tema de las separaciones, las pérdidas, el duelo. Conversando dijimos que íbamos a hacer un programa especial. Queremos comentarle a toda la audiencia que todo lo que vamos a comentar, lo hemos tomado prestado de autores que se han puesto a estudiar específicamente esto. Uno de los que ha trabajado mucho este tema, es el padre Arnaldo Pangrazzi, él tiene un libro que se llama El Duelo, como elaborar positivamente las pérdidas humanas, (Editorial San Pablo) en dónde nosotros vamos a sacar de allí y otros autores. Autores que él cita, también algunas líneas claves para que podamos escuchar qué nos dicen los que saben y después cómo podemos hacer para llevarlo a nuestra vida. Como vos bien decías recién, estas cosas que no se hablan, nos van a complicar el trabajo después en la vida y eso lo veíamos en el tema de la dirección espiritual y por eso era la necesidad de tocarlo específicamente.

C. R: -Padre, vamos a dejar puesta una pregunta, para que en el próximo bloque comencemos a transitar. La consigna que queremos compartir con vos que nos estás escuchando es una consigna que va con compromiso: ¿Qué pérdida necesito hoy, que el Señor me ayude a elaborar positivamente? 

P.T : -Todo trabajo humano maduro, necesariamente tiene un compromiso, sino vamos a quedar a mitad de camino y nos vamos a quedar sentado el borde del camino mirando pasar la vida. Este planteo que hacemos, esta consigna es muy clara y  gráfica, de lo que Dios nos propone para poder superarla, levantarnos y poder caminar hacia aquella felicidad que el Señor nos propone a cada uno.

C. R: -No es entonces solamente largar la pérdida sino que  me estoy comprometiendo.

P.T: -La estoy elaborando

C.R.: -Dios la está tomando en esta noche  y sabemos cuáles son las pérdidas que necesitamos  que hoy el Señor te ayude a elaborarlas positivamente,  porque la tarea va a ser de los dos; del Señor con su gracia que es la que prima

P.T: -Y la tarea humana que una sin la otra, no anda. Necesariamente hacen falta las dos cosas para que uno pueda dar ese paso adelante y ponerse de pie. Nosotros solos sin la gracia de Dios no hacemos nada y la gracia de Dios por más que Dios quiera, sin nuestra voluntad y sin nuestra libertad que decimos sí, y lo hacemos junto de la mano de Dios.

C.R: -Estamos compartiendo ¿Cómo elaborar positivamente las pérdidas? Recién hablábamos que perder, esta separación es parte del crecer, es algo inevitable. La primera pérdida es la que se da en el nacimiento. Podríamos decir que es la primera y la más dolorosa. El impacto del nacimiento, esta separación, donde  cambio de la seguridad materna a la incertidumbre externa. Esta pérdida de la protección del vientre, donde estábamos muy a gusto, con nuestra madre. Obviamente que no somos concientes en primera instancia. Pero ocurre una separación, una pérdida. También hay una pérdida en los padres porque la llegada de un hijo comienza a suscitar cambios, adaptaciones. Estos nuevos padres, tienen la experiencia de esta inadaptación inicial, porque no han sido nunca padres, van a ser padres por primera vez. Van a encontrase con una criatura frágil y dependiente.
 Aparece la pérdida del sueño, se despierta a media noche. ‘ Levantate vos, no que levantate vos , que te toca a vos , que hay que darle la mamadera, que puede ser que esté enfermito, que tiene que estar allí al lado acompañándolo. Que no sabe por qué llora y hay que aprender.
Son parte del camino. Hay también que redistribuir los afectos. Ya no está la libertad de salir y volver a cualquier hora como matrimonio y quedarnos en la casa de nuestros amigos durante tanto tiempo. El que va determinando los horarios es el hijo, es el bebé de alguna manera. Ya no podemos ir a dónde queremos porque tenemos que volver temprano, porque hace mucho frío, porque es muy lejos. Hay muchas pérdidas que se van dando entorno a la entrega como padres.
Me pasa en lo personal, en el camino de acompañar unos hermosos niños como hijos del corazón que también hemos empezado a encontrarnos con estas pérdidas, pero nos vamos dando cuenta cómo nos permiten ir creciendo cada vez más.

P.T: -En esto que decías recién, estaba pensando el hecho del nacimiento, lo que es el parto.
El niño dentro del vientre de la madre tiene todo, no le falta absolutamente nada y tener que dejar ese mundo placentero, muy lindo, se va a enfrentar a un mundo hostil en el cual tiene que empezar a trabajar por si mismo porque ya no va a depender de la madre y la primera pérdida que tiene el hombre es especialmente el nacimiento, dejar eso, algo bueno, pero para buscar y adquirir algo mucho mejor porque le va a permitir el crecer, el desarrollarse, el realizarse como persona, para llegar un día al encuentro definitivo con Dios. Eso es un elemento clave que de algún modo va a marcar toda nuestra vida.
Yo dejo algo bueno, a veces no son buenas las cosas que hemos adquirido, pero para buscar algo siempre mejor. Es una perspectiva positiva que debemos ver en todo este tema de las pérdidas porque muchas veces nos quedamos encerrados ay yo dejé eso, o perdí esto, o no encuentro esto … y nos quedamos encerrados como mirándonos el ombligo y no terminamos de ver que el árbol me está tapando el bosque, el universo, es esa basurita que no me deja abrir el ojo y mirar toda la creación que Dios me ofrece para disfrutar y planificar la vida. Frente a eso tenemos las perdidas del crecimiento. ¿A qué hace referencia esto?: a las distintas cosas que nosotros vamos a ir viviendo, en todas las etapas de nuestra vida. Voy a dejar una cosa atrás para adquirir otra que tengo adelante mucho mejor. De bebé paso a la niñez, de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud, de la juventud a personas maduras, de personas maduras a personas ancianas, la tercera edad hasta que nos llegue el momento en el cual Dios nos llama a su encuentro y cada una de esas etapas tiene un dejar algo para adquirir otra cosa que debería, eso que nos dice las sagrada escrituras, dejar el hombre viejo para adquirir el hombre nuevo, dejar la inmadurez para buscar la madurez, dejar la inconsistencia para buscar la consistencia, buscando qué cosa: ese proyecto primero original que Dios ha querido para cada uno de nosotros, y permíteme que te lo recuerde porque creo que es algo que hay que marcarlo , que tiene la vida.
Le vamos a pedir a alguien que sabe mucho del tema, a San Ignacio de Loyola, que nos diga qué es y para qué está hecho el hombre, él lo dice muy claramente, como primer elemento del mes de ejercicios espirituales, el principio fundamento: el hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su alma y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre y para que lo ayuden a conseguir el fin para el que es creado; de donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas cuanto le ayudan para su fin; tanto debe privarse de ellas cuanto para ello le impidan. Entonces, somos creados para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor. Ahí está lo más pleno que Dios quiere para el hombre. Porque en eso el hombre va a encontrar ese verdadero sentido y yo debo usar tanto cuanto las cosas.
Y ahí la pregunta. ¿Donde tengo puesto el corazón? Como dice en otra parte del evangelio, donde esté tu tesoro, estará tu corazón. ¿A qué cosas me estoy aferrando? ¿A qué cosas estoy poniendo el corazón? ¿Por cuáles cosas voy a llorar, voy a hacer duelo, voy a sufrir esta pérdida? A lo mejor no es una persona, un ser querido por lo que voy a hacer duelo. Se me perdió una medallita, se me perdió una lapicera, se me perdió la llave de la casa, y para mi se me terminó el mundo.
Donde ponga el corazón allí  estará el tesoro. Entonces, en esto del crecimiento, es la tarea que debemos ir desarrollando a lo largo de toda la vida. Tenemos que crecer para poder realizar plenamente todas esas capacidades, dones, talentos que Dios ha puesto en nuestras manos.

C. R.: -La pérdida, Padre, sería parte de un proceso, mirado desde un proyecto.

P.T.: -Exactamente. El ejemplo de la semilla: si la semilla no muere, no puede nacer la planta, no puede crecer, no puede dar frutos. Si nosotros no morimos a ciertas cosas, si nosotros no dejamos ciertas cosas de lado tampoco vamos a poder dar frutos, tampoco vamos a poder plenificarnos, tampoco vamos a poder crecer, madurar, llegar a esa plenitud que Dios nos está proponiendo. En eso es claro y clave este proceso que tengo que ir haciendo de acompañar este proceso de crecimiento, este proceso de maduración que Dios me va proponiendo cada instante de mi día. No así al pasar, Señor te ofrezco el día y se acabó el partido. No, cada momento, cada segundo, cada milésima de segundo para Dios cuenta. A lo mejor para nosotros se nos pasa y se pasó volando, pero Dios se fijó en todo eso, al punto tal que Dios ha puesto algunos elementos de nuestra vida humana, corazón, respiración, circulación, una serie de cosas en un lugar donde nuestra libertad no lo puede tocar porque si dependiera de nosotros, que nos acordáramos de respirar y que el corazón funcionara, seguramente nos hubiéramos olvidado de un montón de cosas. Entonces, Dios en esa infinita sabiduría ha puesto eso y nos invita a este proceso de crecimiento para que nosotros podamos ir acompañando, en el ritmo de vida todos estos pacitos que tenemos que ir dando, como vos decías al principio, la gracia de Dios está y hace falta necesariamente nuestro aporte personal para poder crecer.

C. R: Padre, tomo lo que vos decías recién respecto a lo que estamos aferrados, porque estamos como inclinados o apegados  a objetos externos que  absorben  constantemente nuestras energías emotivas; ropas, libros y ni hablar del deseo, el cual nos atrapa,  de querer obtenerlo. Para muchos la pérdida más difícil es la de la propia casa, que obviamente representa mucho, el propio pasado y el entorno donde hemos tenido mucho lo afectivo. Cada lugar, cada espacio, realmente es muy duro. Mucha gente manifiesta la pérdida cuando pierde su casa por ejemplo por algún tipo de deuda y es como que se derrumba todo el mundo. Creo que tiene un poco de relación con lo que vos decías padre, porque también están dadas allí la fuerza y la intensidad de estos lazos afectivos con los cuales nosotros nos tomamos de las cosas.

P.T.: Esto es un proceso que hay que tener en cuenta, no lo voy a resolver de un día para el otro. Esto lleva mucho tiempo y mucha paciencia en cada uno de nosotros. Este proceso está hecho de separaciones y de encuentros. Algunas cosas que voy a dejar a un costado para encontrarme con otra que me van ayudar a crecer, a madurar, a poder ir desarrollándome. Lo importante en esto es  poner el corazón y dónde poner el corazón. Si yo pongo el corazón en Dios y le pido a Él que me vaya llevando adelante en este proyecto que Él tiene para mí, el proceso va a ser mucho más alentador, mucho más lleno de esperanza. Ayudados por la gracia de Dios que siempre está, porque yo le estoy abriendo el corazón. Distinto es cuando yo me cierro y me pongo a llorar por las cosas que yo quiero y me encapricho con eso. De algún modo, si bien las comparaciones son odiosas, permíteme que ponga el tema de Judas, después de la traición a Jesús lloró amargamente y fue para otro lado. En cambio Pedro llora por haber traicionado a Jesús pero se abre a la gracia de Dios y Dios lo transforma: Sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia. Tenemos dos ejemplos de separaciones, de duelo, de encontrarse con una amargura en la vida, pero con dos caminos distintos. ¿Qué quiero hacer yo? ¿Cuál es el camino que quiero seguir yo? ¿Cuál es el sentido que le quiero dar a la vida? Depende de eso los elementos que voy a tomar para un lado u otro. Dios nos llama siempre a algo mejor: a la vida Eterna.

C. R: Padre, podríamos decir que siempre que hay una pérdida, aparece un nuevo encuentro.

P.T.: Exactamente

C. R:  Me quedo tan focalizado en la pérdida, que ni me doy cuenta del nuevo encuentro que se me avecina.

P.T.: Muchas veces ese es el problema. Me quedo encerrado, enceguecido, encaprichado con aquello que dejé y no me estoy abriendo a aquello que viene que puede ser mucho mejor. Lo que dice San Pablo en una de sus cartas: “donde abundó el pecado, sobreabundó mucho más aún la gracia de Dios”. Aún en ese caso, que hayamos caído en el pecado, Dios nos abre la posibilidad de una transformación tan grande, con la conversión, con la gracia, el seguir el camino del Señor. va a ser mucho más grande lo que Dios nos está proponiendo ahí está donde estoy parado. ¿Qué quiero hacer? ¿Por dónde quiero caminar? ¿Hacia dónde me quiere dirigir? Es allí donde fallamos porque nos encerramos en nosotros mismos, quiero hacer lo que yo quiero y ahí desdibujamos el proyecto amoroso y misericordioso de Dios sobre cada uno de nosotros.

C. R: Es como hacer foco sobre algo pequeñito, como decíamos recién del árbol y olvidarnos del inmenso bosque, el  paraíso que se nos está proponiendo hacia delante como proyecto. No es que ese árbol no tenga valor, tiene valor, pero no es todo el valor de ese lugar.

P.T: Tiene un valor relativo. Es más, uno dice dos valores importantes, el amor y la vida; pero hay uno que tiene más fuerza que el otro. La vida está por debajo del valor del amor. El amor va a permanecer para siempre. La vida humana terrenal es por un tiempo después eso se termina, vamos a la vida eterna, se va a transformar y el amor va a ser mucho más pleno. Allí está la escala de valores que nosotros vamos a ir construyendo. ¿Dónde pongo mi corazón, donde esté el tesoro? ¿Qué elijo? ¿Cuál es mi escala de valores? ¿Hacia dónde voy caminando?

C. R: Padre Tomás, habíamos dejado planteado la realidad de los lazos afectivos, por separaciones,  divorcio, por la relación entre los padres y los hijos, aquellos quienes han perdido un ser querido que no está más físicamente entre ellos.

P.T: Toda nuestra vida está marcada, por adioses vividos más o menos intensamente. ¿De qué depende eso? Según la profundidad que nosotros ponemos en la relación lo vamos a sentir más cuando hemos puesto mayor profundidad en el amor, en la entrega en ese compartir y lo vamos a sentir menos cuando hemos puesto menos profundidad. Existe el adiós causado por la necesidad de la circunstancia, como cuando un amigo se traslada a otra parte por razones de estudio, de trabajo; cómo no mencionar también el sentido de fracaso que acompaña la ruptura de una relación sentimental. A veces se trata de una relación cultivada durante muchos años y queda la consecuencia de la desilusión. El temor a confiar en nuevas relaciones, cómo voy a confiar de nuevo si ya vengo de un fracaso.
Otra ruptura es la del drama de los padres e hijos que ya no se comunican. De los ancianos que se lamentan porque son olvidados por la generaciones más jóvenes. Pero tal vez la pérdida más dramática es el divorcio ya que incluye elementos de posible responsabilidad personal por la disolución. Por ahí los padres sólo piensan en ellos y no preguntan a los hijos qué quieren ellos o la necesidad de los hijos; el hijo va a necesitar siempre a papá y a mamá juntos.
Otra de las pérdidas de los lazos afectivos es la de un ser querido. Ahí va a depender de la profundidad que pongamos en la relación. Ese grado de familiaridad que tenemos con la persona que ha fallecido, esposo, esposa, hijo, hermana, hermano, padres, el grado de dependencia sicológica respecto del difunto. A lo mejor yo he hecho depender ciertas cosas de mi vida en esa persona que parte, entonces, lo voy a sentir mucho.
El grado de dependencia económica social a lo mejor es un allegado pero que me ha ayudado me ha mantenido en sociedad. Claro, con la pérdida se me viene el mundo abajo, todo se termina. Puede ser también un sentimiento de culpa, una infidelidad a la persona que ha fallecido, una dificultad de comunicación, no le pude decir esto, no terminé de arreglar las cosas con esta persona. Puede ser también un factor, el tema del sexo del sobreviviente la clase social, la presencia o no de otras experiencias de pérdidas que yo he podido tener antes. Presencia o no, de factores culturales que no permiten la expresión del dolor. Muchas veces se dice por allí, no, no tenés que llorar, tenés que ser fuerte, cuando Dios ha puesto en nuestra naturaleza el hecho del llanto, el poder llorar para poder sacar toda esa emoción, todo eso que voy viviendo adentro. Muchas veces sepultamos eso y nos va a salir mal por otro lado. Necesitamos expresar también todo eso que voy viviendo interiormente, no me lo puedo guardar, todo eso lo debo expresar, vivir, llevarlo adelante en una actitud madura, en una actitud responsable, con esa gracia de Dios que vos decías al principio, pero también poniendo de mi parte, lo que yo necesito para poder crecer para no quedarme encerrado en eso que he dejado.
Muchas veces incluso yo lo comentaba con motivo de la conmemoración de los fieles difuntos en la homilía, hablábamos de la pérdida. ¿El cristiano puede hablar de pérdida de un ser querido cuando el ser querido se va junto a Dios cuando se encuentra con la felicidad plena para siempre, donde no va a tener ninguna dificultad, nada que lo vaya a perturbar?

C. R:  Lo que pasa es que pienso desde mí, padre.

P.T: Fijate esto Cristian: para que yo no sufra, que el otro se quede acá sufriendo y privándose de la gracia de Dios. Hasta dónde llega nuestro egoísmo, esto en lo que estoy encerrado en mi mismo, sobre todo con respecto a las personas que fallecen. Le estamos privando al otro del bien mayor que es la presencia de Dios, la felicidad eterna que es el cielo, que Dios nos propone a todos. Lo que decía San Ignacio en los ejercicios espirituales: Ahí hace falta un trabajo de conversión, de maduración personal para poder ir despacito cambiando. Nos cuesta, evidentemente que nos va a costar. Voy a dejar eso que estoy tan cómodo, como decíamos con respecto al tema del nacimiento, ese mundo en el cual he estado viviendo, dejo eso para asumir otra cosa distinta. Pero ¿tengo la capacidad para hacerlo? Sí, porque Dios me ha dado la capacidad, me acompaña y va a poner las personas a mi lado para que me ayuden a poder lograr ese crecimiento, ese paso, esa elaboración del duelo de la pérdida, que va a ser lo que me va a ayudar a crecer como persona.

C. R.: Otra de las pérdidas es la salud. Puede ser a través de un incidente, un descuido,  una caída o también costumbres alimenticias perjudiciales, que nos van llevando poco a poco a desarrollar trastornos en la salud, en el trabajo o en el futuro. Estas pérdidas de la salud, también están presentes.
Otra de las pérdidas,  es la  pérdida de lo que nunca se ha tenido, por ejemplo: la pérdida de un sueño o la expectativa que tenía sobre alguien o sobre algo: yo esperaba que mi jefe me reconociera este mes.

P.T.: O de los padres con respecto de los hijos: yo quiero que mi hijo sea tal cosa.

C. R.: Cuantos que han entrado en el seminario, le ha costado al padre encontrar el proceso de que el joven pudiera llevar su vida hacia delante y decidir algo distinto a lo que él quería para su propio hijo.

P.T.: Ahí está la pérdida de ese sueño que él había fabricado. Me animaría a decir casi injustamente, porque el chico tiene libertad de elegir lo que Dios le ha propuesto. Y yo papá me he fabricado este sueño para que él haga lo que yo quiera.

C. R.: No nos damos cuenta de eso. Igual que con mi esposa o con quien tengo al lado mío, con quien vamos caminando en la vida. Yo esperaba que él me responda de tal manera o de tal forma, o esperaba que también esperara lo mismo que yo.

P.T.: Ahí estamos encerrados en lo mío. El quinto evangelio según san yo: Yo digo, yo quiero, yo dispongo, yo hago. ¿Y lo que Dios me propone? ¿Lo que el otro en su libertad quiere elegir?

C. R.: Dos puntitos más dentro de las pérdidas de lo que no se ha tenido. El caso de las personas que por varias razones, tuvieron que renunciar a una carrera o un proyecto de vida. Una mamá que para poder cuidar a sus hijos, hace la opción feliz contenta de no ejercer esa carrera para la cual estudió y dedicarse a la familia. La pregunta es: ¿Ha podido elaborar positivamente esa pequeña pérdida?

P.T.: Ha optado por lo mejor de la vida por esa vocación que Dios le ha puesto al ser mamá, al darle vida a una criatura, a un ser humano. Esa mamá está colaborando con Dios en la formación de la persona, de ese corazón, de la personalidad de ese hijo, esa hija, para que esa persona pueda responder a Dios en todo lo que Dios le pida. Como si fuera un artesano que va a hacer una estatua. Tiene que esculpir la piedra, darle un golpe al cincel con el martillo para ir sacando de la piedra, lo que la piedra está ocultando, que no se vea esa figura que Dios quiere para él. Una tarea ardua porque la piedra se va a quejar al sacarle una parte. La mamá tiene que hacer un esfuerzo, en el martillo, en el golpe del cincel contra la piedra para poder sacar eso. Pero la obra la va a poder ver terminada al final, allí la podrá contemplar. En el camino solamente suele aparecer el esfuerzo que hay que hacer, que es lo que nos suele pasar cuando tengo que elaborar las pérdidas, el duelo. Nos fijamos más en el esfuerzo que tengo que hacer, que en el fin al cual yo voy tendiendo a alcanzar. En la medida que podamos ver más el fin que los medios, entonces ahí, ese medio, ese esfuerzo que tengo que hacer va a ser muchísimo más llevadero.
C.R.: El tema de la esterilidad que sufren tantas parejas y que se sienten probadas respecto del derecho de realizar este sueño tan profundamente humano de ser padres, aquí se está experimentando la pérdida de ser padres biológicamente hablando.

P.T.:  Esa esterilidad sería la  esterilidad física. La pregunta a los papás que no pueden físicamente  concebir un hijo sería ésta: ¿El hijo dónde se lo concibe?  ¿En el seno materno o en el corazón de papá y mamá? Si el hijo no se concibe en el seno del  corazón de papá y mamá puedo llegar a tener una cría. El perro y la perra tienen cría, pero no tienen hijo. El ser humano puede tener  hijos y también puede tener cría. Cuidado con todo lo que estoy haciendo, ¿dónde lo estoy generando? Si lo genero desde el  corazón, entonces será un hijo. Este hijo puede ser un biológico o en adopción ya que lo engendré desde el corazón. La paternidad, la maternidad se  vive plenamente porque está engendrado en el corazón.

C.R.: Eso sería el nuevo encuentro. Esta pérdida de la esterilidad física nos invita quizás, a muchos, a un nuevo encuentro de la mirada de la paternidad querida por Dios.

P.T.: Exactamente, mirarlo no con los ojos del cuerpo sino mirarlo desde el corazón. Hacer pasar esa mirada desde el corazón como hizo Jesús en su vida. Todo lo hizo mirando desde el corazón, con  misericordia.

C.R.: Cuántos santos con sus pérdidas asumidas, aceptadas, quizás no terminadas de cerrar nunca, pero trabajadas pudieron ser motivo de encuentro para otros.

P.T.: Yo pensaba como muchas veces el hombre siempre se preocupa por el hacer en vez de preocuparse por el ser y me llegaba a la mente la imagen de una vela que se va consumiendo. A la vela la puedo colocar en un lado, en otro,  la vela se consume, no va a preguntar porque me pusieron aquí, porque me pusieron allá. Al ser humano lo ponen aquí, allá y vivimos chillando y pataleando por esto y por lo otro.
El testimonio de Juliana, allí donde ella está, le entrega su vida a Dios y eso es lo que hace que tenga esta esperanza fuerte que nos transmitía a todos, este ánimo de vida que se notaba en su voz, en su expresión que es muy importante. Eso es muy lindo y que lo pueda compartir, no solamente se queda en ella, lo comparte con nosotros, lo comparte con cada oyente y eso va dejando algo distinto en el corazón, distinto en la persona. ¿Y eso qué es? Esta hermana nuestra que se abre a la gracia de Dios, deja que Dios la transforme y esa gracia a través ella, está llegando a un montón de gente. Y Dios nos está diciendo algo a cada uno de nosotros. Cuando uno se abre, esa gracia de Dios se puede extender por lugares insospechados y de formas insospechadas y por otro lado cuando nos encerramos nos terminamos destruyendo a nosotros mismos.

C.R.: Seguimos para adelante y te animo a que te preguntes: ¿De qué querés ser parte?
¿Hacia dónde querés remar? si me quiero quedar en la pérdida o quiero darme cuenta y descubrir cuál es el nuevo encuentro que el Señor me invita. ¿Qué quiero buscar? ¿Dónde buscarlo? Tus miedos, tus pérdidas ¿te continúan deteniendo? ¿Dónde los vas a dejar? Te invito a que veas que en vos, están las respuestas, sólo hace falta que te pongas en marcha haciendo lo más pequeño, aunque creas que sea insignificante, porque en la fidelidad de las pequeñas cosas vamos a poder llegar a aquello grande que soñamos.
Padre,. ¿Qué es el duelo y qué es el luto? ¿Qué diferencia hay?

P.T.: El término duelo, viene del latín dŏlus, dolor y sería la respuesta emotiva y natural a la pérdida de algo o de alguien y se va manifestar en el proceso de reacciones personales que siguen a una separación. El término luto del latín luyere, llorar, es la aflicción por la muerte de una persona querida. ¿En qué signos se va a manifestar? En signos visibles externos, en comportamientos sociales, en ritos religiosos.

C.R.: ¿El luto es siempre por la muerte de alguien o puedo hacer luto por alguna otra pérdida?

P.T.: Fuertemente es por la muerte de una persona querida.

C.R.:  El luto me recuerda al  color negro

P.T.: Antiguamente había que llevar luto, todo de negro por tanto tiempo después pasado ese tiempo, medio luto, tenían que llevar algo negro, pero no tanto como la otra vez y después casi al final, algún signo que manifestara que había tenido la pérdida de algún ser querido. Entonces así se veía visiblemente que esa persona había perdido un ser querido. Sería como un rito, un comportamiento social que había en esa época. Sobre todo a principio del siglo pasado, casi a mediados del siglo pasado; socialmente se manifestaba de esa manera.

C.R.: El duelo por la muerte y el dolor por otras pérdidas. ¿Hay alguna diferencia?

P.T.: El duelo es la matriz que reúne la respuesta a las separaciones de ambientes, bienes materiales, roles sociales, valores religiosos, lazos afectivos, la salud y la separación de las personas queridas. Hay dos características que diferencian el duelo por la muerte, del dolor por otras pérdidas.
¿Cuales son? Primero, la intensidad de los sentimientos. La muerte de una persona querida generalmente causa una reacción más profunda y prolongada en el tiempo. Y lo definitivo de la pérdida es que con la muerte de alguien concluye la experiencia de un contacto directo.
En cambio para otras pérdidas queda siempre la posibilidad de recuperar lo que se ha perdido. Perdí la birome que me regaló una persona querida, yo tengo la posibilidad y no pierdo la esperanza de volver a encontrarla en algún momento. Mientras que cuando se muere alguien, eso concluye la experiencia de un contacto directo porque se terminó esa relación humana.
Ahora, murió la persona, dejo de tener contacto directo, este modo de relacionarme persona a persona, Dios desde la esperanza de la fe, me abre una posibilidad distinta de la comunicación que es la comunicación espiritual desde corazón en el amor. Muchas veces nos quedamos encerrados con esta pérdida física y no terminamos de descubrir que la fe, la esperanza, el amor, nos posibilita esta otra realidad de contacto espiritual que muchas veces no la conocemos y por no conocerla no la utilizamos. Ahí estamos perdiendo esa riqueza que Dios nos regala porque muchas veces nos quedamos encerrados en esa pérdida física.

C.R.: Este dolor como respuesta emotiva a las pérdidas  tiene características concretas. El duelo ante las pérdidas es inevitable. Estar sanos no implica que estemos constantemente sumergidos en la experiencia del duelo.

P.T.: No puedo no hacerlo, sería antihumano tratar de sepultarlo, hacer que  esta pérdida no existió. Sucedió y lo tengo que asumir. Nos va a costar, lo vamos a sepultar porque no me quiero enfrentar con esa realidad. Es inevitable, está allí y naturalmente algo va a surgir en mí frente a esa pérdida que he tenido.

C.R.: Es inevitable, porque si quiero crecer, tengo que aceptar que esta es una condición indispensable porque el crecimiento, implica cambio y el cambio no se puede dar si no hay separaciones. Toda separación produce estas reacciones más o menos atenuadas de duelo.

P.T.: El cambio debería ser para el bien, nunca para el mal. Si es un cambio verdadero, maduro de la persona, va a ser para el bien, me va ayudar a crecer, a encontrar el verdadero sentido de la vida

C.R.: Por ese camino es el que hablamos. Este cambio de nuestra vida para el crecimiento invita a que podamos hacer el duelo pero también conlleva al sufrimiento.

P.T.: Para entender esto que estamos trabajando en este punto, podemos comparar el duelo con un túnel. ¿Cómo se sale de un túnel? ¿Cómo hacemos para salir de él? Entramos por un lado y tenemos que salir por el otro no me puedo quedar en el medio en la oscuridad ni volverme por el camino que había hecho necesariamente tengo que salir por el otro lado y eso me va ayudar a entender cómo se va a elaborar el duelo. El único modo de salir de ese túnel es atravesarlo, es decir, aceptar su oscuridad como condición para acercarse gradualmente a la luz. Todos hemos hecho la experiencia que cuando estamos a oscuras y encendemos la luz de noche como que las pupilas se tienen que acomodar y ajustar. De la misma forma lo tenemos que hacer humanamente frente al duelo. Ese túnel hay que atravesarlo y gradualmente vamos ir encontrando la luz. Gradualmente en un proceso, cuidado con esto, tenemos que tener paciencia. Esto es un proceso y lleva tiempo, nos tenemos que regalar el tiempo que Dios nos regala para elaborar el duelo, para trabajarlo. No lo podemos hacer de hoy para mañana ni para la semana pasada.

C.R.: No hay proceso si no hay inicio.

P.T.: Eso va a llevar a un paso y después el otro. Yo no puedo subir y pasar del primer peldaño al último en un solo salto. Un escalón me lleva al otro, al que sigue, al que sigue, hasta que llegue al final de la escalera. Quien evita entrar en ese túnel, quien evita tratar, trabajar, elaborar ese tema, quien vuelve atrás, elude el itinerario necesario para volver a entrar en la vida. Nos quedamos a mitad de camino, es como si nos cortamos los pies, no podemos andar y necesitamos caminar, no nos podemos quedar quietos. En la vida Dios me invita a vivir la vida, a amar, a plenificarme cuando yo postergo o prolongo ese dolor en la elaboración del duelo, la palabra clave va a ser el proceso. No me puedo quedar estancado. No va haber progreso ni mejoría si me quedo quieto, es un camino que se debe transitar, no le tenemos que tener miedo. ¿Por qué muchas veces no lo hacemos? Porque no conocemos que pasa al final del túnel. Porque no sabemos qué vamos a encontrar al final del túnel, qué va a pasar después, porque es una experiencia que no hemos vivido antes. Ahí es dónde tenemos que tener paciencia, mirar que es un proceso, que esto me va a llevar tiempo, esfuerzo, voy a tener que poner toda mi vida, todo mi corazón, no hay nada de mi ser que no lo vaya a tener que poner para trabajar eso, para transitar ese túnel, para elaborar ese duelo, esa pérdida. Dios me llama a poner todo mis ser, todo mi amor, toda mi vida para ir al encuentro de esa luz.

C.R.: Si hablamos de proceso, de camino a recorrer, hay etapas.

P.T.: Kubel Ross ha estudiado más a fondo esas etapas que las sintetiza con varias palabritas. La primera es la negación como rechazo de la verdad. En esta etapa es el mecanismo por la cual la persona rechaza la idea de pérdida, muestra incredulidad, es lo que nos lleva a decir ‘no puede ser que se haya muerto, lo ví ayer por la calle’  cuando inesperadamente recibimos la noticia de la muerte de un amigo, aunque sepamos que hay muchas formas de morir en pocas horas. Esto es negar el hecho.
Después viene la rabia frente a lo que me ha pasado. Es el reconocimiento de la verdad y nos podemos plantear. ¿Por qué me pasó a mí? ¿Por qué Dios me pasó a mí esto?. Frente a la muerte buscamos culpar al creador de la Vida en vez de  preguntarnos: Señor, ¿esto para qué?, ¿qué querés conmigo?
Después vendría el pacto, se da el compromiso sobre la verdad pero con condicionamientos por la falta.
Después habla de la depresión, se da el abatimiento ante la verdad como que todo se nos termina, que el mundo se nos vino arriba. No tengo fuerzas, no me puedo levantar y muchas veces nos tiramos a la cama. Dios nos invita a pasar por esto sí, pero a levantarnos, a no quedarnos echados.
Por último en esta etapa viene la aceptación, se da la reconciliación con la verdad, afirmamos la verdad y estamos listos.

C.R.: Decimos esto ocurrió, esto me pasó a mí.  Acá estoy con esto y sé que puedo seguir adelante .

P.T.: Y con esto voy a seguir adelante. ¿Por qué? Porque la gracia de Dios me ayuda y este hermano mío que ha partido a la casa del Padre me está esperando donde yo un día quiero llegar y eso nos abre las puertas de la esperanza, nos hace ver la luz al final del túnel entonces sigo avanzando, sigo caminando, me lleva a un crecimiento interior y es lo que todo duelo es portador de crecimiento. Es decir que no se puede crecer sin sufrir, si la semilla que yo pongo en tierra no muere no da frutos.

C.R.: es interesante hacer hincapié en lo del  portador de crecimiento, en esos nuevos encuentros. Las pérdidas nos permiten encontrarnos.

P.T.: Por eso decíamos que la vida es una sucesión de adioses, de separaciones y de encuentros. No es simplemente yo me separé y  listo, no, me separo hoy físicamente y el día de mañana me voy a volver a encontrar. También tener esa paciencia, tener esa esperanza, confiar en Dios que nos a invitado  vivir la vida, la alegría del amor que tiene tiempos distintos para uno  y para otros.

C.R.: He escuchado decir, se adelantó. Me espera allá

P.T.: Exactamente, donde nosotros vamos caminando, por eso es lindo pensarlo, él ya tiene ese bien mayor, ese bien inmenso que es Dios al cual yo quiero llegar un día y alcanzarlo.

C.R.: Si él se va a encontrar con el Señor, yo también quiero encontrarme con el Señor. Puede ser un buen motivo de decir, tengo que llevar una vida como corresponde para poder encontrarme con el Señor y con mis seres queridos  que van a estar con él también

P.T.: Es algo que todo cristiano debería ir preparándose para la muerte de los seres queridos, pero también para nuestra propia muerte. Casi siempre la tiramos para atrás para que no la veamos, no la pensemos y es lo único que tenemos cuando lo hacemos

C.R.: ¿Armaste alguna vez tu testamento?

P.T.: parte de la tarea espiritual, no. En retiro si. Me queda todavía como deuda conmigo mismo poder escribirlo completo de una sola leída para tenerlo como más gráficamente y poder desde allí  ir trabajando algunos elementos que me van a ir ayudando también al encuentro definitivo con Dios y a poner los valores donde realmente corresponde.

C.R.: ¿Qué sentiste al momento de decir? estoy escribiendo mi testamento. ¿Te sentiste cercano a la muerte? En el sentido de como anticipándote.

P.T.: No cercano a la muerte sino cercano a  Dios y donde Dios me ponga .Cuando Dios me llamó a ser sacerdote yo le dije que si  a la propuesta que El me hacía, donde me ponga es problema de El no mío. Que El me de su gracia y que me ayude a decirle que si y a vivirlo con plenitud. Por ahí voy a complicar un poco la vida a nuestros oyentes.  Analicemos  este razonamiento: la muerte ¿es una actividad del hombre? ¿El hombre vive la muerte? ¿Todo acto del hombre es libre?. La muerte por ser un acto del hombre es un acto libre que el hombre hace. En definitiva cuando Dios me venga a buscar frente a ese llamado que me hace Dios para estar con el, también lo tengo que aceptar.

C.R.: Tengo que estar disponible. Cuando vos quieras Señor

P.T.: Ir en lo de cada día, de cada momento, preparando aquel momento. ¿Cómo y de qué forma?
¿Qué es lo que voy hacer? ¿Qué es lo que voy a vivir?  Lo que yo quiero o lo que Jesús me invita a vivir desde el evangelio, desde las bienaventuranzas, desde los mandamientos. Yo quisiera estar en tal lugar haciendo tal cosa. Muero a eso para resucitar a esto que Jesús me propone con las bienaventuranzas. En la medida que yo vaya viviendo el misterio pascual que en definitiva es lo que Dios nos propone con su vida como camino de obediencia al Padre yo voy preparando aquel momento y cuando Dios me venga a buscar en esa última llamada si logré poder  hacerlo cada día, me va hacer mucho más fácil responderle que sí. Decirle que si a ese proyecto y a esa última invitación que Dios me hace para estar con él para siempre.

C.R.: Sería como  la parábola del ladrón que va a la casa de este hombre  o el de las vírgenes que están con las velas encendidas

P.T.: Debo estar con las lámparas preparadas con el aceite de reserva. Va a venir en cualquier momento, me tiene que encontrar preparado. Por ejemplo: si yo tuviera la posibilidad de regalarte diez millones de dólares ahora. ¿Vos que me dirías si o no?

C.R.: Si

P.T.: El estar con Dios en  el cielo ¿vale diez millones de dólares o mucho más?

C.R.: No tiene valor.

P.T.: Es mucho más grande ese valor que Dios nos propone. Si Dios me viene a proponer eso ¿vamos a ser capaces de decirle que no, de renunciar a eso? Es muy grande el amor , es muy grande el estar con Dios y por eso uno lo ve en la vida de los santos en el momento culmen de su vida , en la muerte, como se han entregado a Dios y eso también nos ayuda a nosotros a vivir y a tratar de pedirle a Dios la gracia de la buena muerte, como nos enseñaban en el catecismo para que ese momento sea un momento de paz , como hizo el buen ladrón en el último momento de su vida ”Señor acuérdate de mi cuando estés en Tu reino”
Y Jesús que le respondió? “Hoy mismo estarás conmigo en el paraiso”

C.R.: ¿Cómo de ahora en más yo doy respuesta a esto que recibo a esta situación que estoy viviendo? ¿Cómo camino de acá en más?

P.T.: La tarea  como cristianos, como hijos de Dios tenemos que ir haciendo cada día, es ir aceptando esas pequeñas cosas y poder trabajarlas. En la medida que la trabajemos positivamente, maduramente nos van a plenificar, en la medida que nosotros nos quedemos en estos pasos que decíamos recién, en la negación, nos vamos a quedar en el primer paso, nos vamos a perder la alegría de ver la luz, me he quedado en el medio del túnel, no veo nada y estoy eligiendo quedarme acá sufriendo por el sufrimiento. Dios no nos pide el sufrir por sufrimiento,  eso sería masoquismo, Dios nos invita a morir a nosotros mismos pero para resucitar, que en definitiva es el misterio de la Pascua. Jesús nos muestra  como hacer para llegar a la casa del Padre, Jesús nos muestra como hacer en lo cotidiano.
En el huerto de los olivos Jesús  le dijo al Padre: Padre yo no quiero la muerte, el sufrimiento, el dolor , yo no quiero la cruz . “Padre aparta de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuy”a. Padre yo acepto la Cruz porque a través de esto vamos  a salvar a la humanidad y vamos a dar Vida a la humanidad y ese es el sentido que tenemos que darle a todo este proceso. El proceso de la pascua, el proceso de la pasión, de la muerte de la resurrección de Jesús. Es el proceso que tenemos que hacer en cada uno de nosotros. La negación, la rabia, el pacto, la depresión,  la aceptación para que esto sea crecimiento para que esto me traiga luz para que pueda llegar a la luz. ¿Y quién es la Luz? Jesús, el Padre, el espíritu, ellos nos están mostrando el camino y  por donde tenemos que andar. Jesús ya anduvo primero el camino acá en la tierra. A él le toco vivir la muerte de su amigo Lázaro. San Juan en el evangelio nos dice: ”Jesús lloró”  y nos muestra profundamente, humanamente lo que vivió con la muerte de su amigo Lázaro. Jesús hizo duelo, hizo ese proceso, evidentemente porque tenía las cosas ordenadas en su corazón , en su mente porque era el hijo de Dios lo hizo como corresponde , lo hizo maduramente, lo hizo en el camino que debe ser , ese camino de la verdad que él nos propone. Allí nos está mostrando cual es el camino que nosotros tenemos que hacer. Jesús es el camino, la verdad y la vida. ¿Adonde quiero llegar? ¿Quiero llegar a la vida? Tengo que hacer el camino de Jesús.

C.R.: Pensaba que en muchas corrientes de autoayuda todo esto encajaría  perfecto, la única diferencia es que no aparece la presencia de la gracia y  del misterio pascual, que es lo más importante de todo esto. Es lo que va a permitir que nosotros en el Señor y con la gracia de El podamos encontrar la Vida que le hace falta a nuestra vida para salir de este lugar.

P.T.: Lo importante allí es que la persona esté abierta. A lo mejor hay una persona que no cree del todo en Dios pero el sabe que hay un ser superior, que alguien por arriba que es más grande y ese hermano, esa hermana, esta abierta a la gracia de Dios. Como dice el Concilio Vaticano 2do. : hay caminos de salvación solo por Dios conocido, entonces ese hermano ya está abierto, esa persona ya está abierta a la gracia de Dios, ya está recibiendo la gracia de Dios. No lo sabrá en plenitud, concientemente tal vez como uno lo puede vivenciar, pero está abierto y Dios se va a manifestar en todos sin distinción porque no hace distinción, nosotros los seres humanos hacemos la distinción, Él no, en su misericordia mira desde el corazón al hombre y no ve lo bueno, lo malo que hayamos hecho. Ve que hay una persona, va que hay un hijo de Dios y ahí se entrega para amarlo totalmente.

C.R.:   Me quedó una pregunta que podría cambiar  el punto de equilibrio ¿cual es el nuevo encuentro que me propone Dios con esta pérdida?

P.T.: Hay un modo distinto en el cual yo con la persona que ha partido a la casa del Padre puedo llegar a entrar en relación. Antes estaba acostumbrado a verlo físicamente, abrazarlo, besarlo, que me besara que me abrazara, charlar con la persona y demás. Hoy después de su muerte física no lo tengo más y Dios me propone, me ofrece, me da la posibilidad de que lo pueda hacer desde la parte espiritual como decimos en el credo al final creo en la comunión de los santos, creo en la resurrección de los muertos. El modo es distinto, evidentemente tengo que aprender a comunicarme con ese ser querido que ya está junto a Dios de un modo distinto. Cuando empezamos a caminar, nos costó mucho, cuando éramos chiquitos, nos ayudaron, no teníamos tanta conciencia, hasta que aprendimos a caminar. En esto DIOS nos invita a que lo hagamos concientemente, libremente, que yo vaya eligiendo este ponerme en camino para aprender este modo distinto de comunicarme con este ser querido. Que es también un modo de comunicarme con Dios porque si yo me comunico con el ser que está junto a Dios me estoy comunicando con Dios, me está ayudando a trascender a vivir la trascendencia a no quedarme encerrado en las cuatro paredes del mundo. Allí está el desafío que Dios nos plantea a cada uno de nosotros.

Oración de abandono de  Carlos De Foucauld :
Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas las criaturas.
No deseo más, Padre.
Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz.
Porque te amo y necesito darme a tí, ponerme en tus manos, sin limitación, sin medida, con una confianza infinita, porque tú eres mi Padre.
AMEN.
Para comunicarse con el Padre Tomas Pastorino el correo electrónico es : [email protected]