El ministerio de la escucha

lunes, 15 de febrero de 2010
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Para iniciar este camino te pido a que prestes atención en el siguiente relato.

Una semana después del nacimiento de nuestra hija Valentina, mi esposa Ana y yo estábamos completamente  exhaustos. Valentina nos despertaba todas las noches, Ana se había desgarrado en el parto y estaba tomando calmantes, apenas podía caminar. Después de quedarme cinco días en casa para ayudar volví al trabajo. Ella parecía estar mejorando. En mi ausencia se quedó sin pastillas, en lugar de llamarme a la oficina  le pidió a uno de mis hermanos que estaba de visita que le comprara más. Sin embargo mi hermano no regresó con las pastillas por consiguiente pasó todo el día con dolor encargándose de la recién nacida. Yo no tenía idea que su día había sido tan espantoso. Cuando regresé a casa estaba muy trastornada, malinterpreté la causa de su aflicción y pensé que me estaba culpando.
-Me sentí dolorida todo el día, me quedé sin pastillas estuve  tirada en cama y a nadie le importa.
Entonces dije en forma defensiva:
– ¿Y por qué no me llamaste?
– Le pedí a tu hermano pero se olvidó lo  estuve esperando todo el día, que se supone que tengo que hacer, apenas puedo caminar, me siento abandonada Lucas.
En ese momento exploté, no tenía mucha paciencia ese día. Estaba enojado porque no me había llamado estaba furioso de que me echara la culpa sin que yo ni siquiera supiera que estaba dolorida. Después de intercambiar algunas palabras duras me dirigí hacia la puerta, me sentía cansado, irritado y no estaba dispuesto a seguir escuchando. Ambos habíamos alcanzado el límite. Entonces comenzó a suceder algo que cambiaría mi vida.

– Esperá por favor no te vayas, este es el momento que más te necesito, estoy dolorida no ves, hace días que no duermo, por favor escuchame
Me detuve un instante para escuchar
 
– Lucas, sos un interesado, mientras soy dulce y afectuosa te quedás acá conmigo, pero en cuando   dejo de serlo te vas por esa puerta.

Hizo una pausa y sus ojos se llenaron de lágrimas, su tono cambió y dijo:

– En este mismo momento estoy dolorida, no tengo nada para dar ahora.  Ahora es cuando más te necesito. Por favor acercate, abrazame no digas nada no hace falta, solo necesito que tus brazos me rodeen, por favor no te vayas.

Me acerqué y la abracé en silencio. Lloró en mis brazos, después de unos minutos me agradeció por no haberme ido. Me dijo que solo necesita sentir que la abrazara.
En ese momento comencé a darme cuenta del significado del amor, del amor incondicional. Siempre pensé que yo era una persona afectuosa, pero ella tenía razón, había sido un amigo interesado. En la medida que ella se mostraba feliz y agradable yo demostraba amor, pero si ella no estaba feliz o estaba enojada, me sentía agredido discutía o tomaba distancia. Ese día por primera vez no la abandoné, me quedé y fue muy bueno, pude brindarme a ella cuando realmente lo necesitaba. Parecía amor verdadero, preocuparme por el otro, confiar en nuestro  amor, estar allí  en el momento en  que ella lo necesitaba. 
Me maravillé de lo fácil que me resultaba apoyarla  cuando se me mostraba el camino. ¿Cómo no había podido verlo? Ella solo necesitaba que me acercara y la abrazara, como hombre no sabía que el hecho de tocarla,  abrazarla y escucharla era algo tan importante para ella. Al descubrirlo comencé a aprender  una nueva manera de relacionarme con mi esposa, una nueva manera de escucharnos mutuamente.

Te habrá pasado alguna vez. No se puede entender la vida humana sino es desde el amor. El amor es el que nos permite abrirnos para entendernos. Esta palabra que expresa como horizonte una experiencia para toda la humanidad, que trasciende los credos, las razas, las naciones, nos permite el encuentro con el otro. Supone entonces dos actitudes básicas que nos permite comprendernos y comunicarnos verdaderamente. La de recibir al otro y la de escuchar.

Te invitamos a que nos describas ¿en qué situaciones te has sentido verdaderamente escuchado y con quién? 

Bajo el cartel Te escucho de la plaza del barrio  de Shibuya, de Tokio , el señor Van Dame de 30 años de edad realiza una tarea que el mismo denomina , escuchador, brindando su servicio gratuitamente. Van Dame ofrece sus oídos a unas cien personas por semana y recibe confidencias de hombres de negocios, pastores, docentes, profesionales que quieren acercarse para narrar simplemente lo que les sucede, aunque sepan que no tendrán más respuestas que la amabilidad de esta atenta escucha. 

Sobre el tema, la socióloga japonesa Kawaniski opina que una de las características de sus compatriotas es que no se deciden a manifestar sus dificultades y conflictos a otras personas cercanas para evitar ser molestas. Por eso dice ella: facilita contar los problemas al escuchador ya que este no tiene vínculo alguno con su vida privada.
Verificamos también que aparece la necesidad cada vez más imperiosa de ser escuchado. Habrás percibido esta expresión: prestame una oreja. Expresión que indica que estamos en la búsqueda de la oportunidad y la persona apropiada para poder contar algo importante. A su vez, está la superficialidad para enfrentar las dificultades resumidas en esta frase ‘está todo bien’, y esto nos lleva a acumular la tensión  que tarde o temprano va a requerir a este atento confidente o escuchador.

En nuestro mundo hay mucho ruido, muchas palabras, poco silencio. Mucho menos escucha. Percibimos también  que los medios de comunicación son muy efectivos, televisión interactiva, Internet, telefonía celular, el SMS que desde cualquier lugar nos podemos estar conectando, pero a su vez paradójicamente nunca como ahora, hemos experimentado tantos problemas de soledad, de aislamiento. En  realidad una falta de escucha real.
Entonces frente a esta realidad, situación  y circunstancia ¿cómo podemos ir haciendo ese caminito de tener las cosas que hacemos cotidianamente y  darle paso y espacio a la otra persona en mi vida? ¿Cómo nos dejamos sorprender por la presencia del otro muy distinta a la mía?  Esta es una pregunta que nos hacemos muchas veces, es una realidad que tiene una doble respuesta. Nos  están  faltando dos actitudes, la de recibir y escuchar al otro. Esto requiere en primera instancia un silencio del propio yo. Eclesiástico 20 versículo 7, dice: ”el sabio guarda el silencio hasta el momento oportuno, el insensato siempre se adelanta”.
Este silencio del propio yo, nos puede llevar a ir descubriendo cual es el sendero para poder abrir el corazón. Martín Heidegeer nos muestra que todos, cuando vamos a hablar con otro, tenemos preguntas previas, porque tenemos un proyecto personal, y cuando escuchamos algo nos preguntamos que tiene que ver eso con nuestro propio proyecto. Si nuestro proyecto es amar y comunicarnos, vamos a escuchar atenta y desinteresadamente al otro, vamos a poder recibirlo sin condicionamientos, sin invadir al otro, a estar claramente en una actitud de contemplación amantiva, porque nuestro proyecto es amar y comunicarnos. Si no es  nuestro proyecto, vamos a estar interesados sólo con lo que tenga que ver con nuestros intereses y con las preguntas que nosotros nos hacemos. ¿Cómo salir? Sería bueno pensar que podemos salir y comunicarnos bien con el otro encontrando algún proyecto que tengamos en común. Este proyecto de amar puede sumarnos al otro, que puede permitirnos recibirlo al otro tal cual es.

Este silencio interior para poder escuchar al otro sin ruidos en el corazón y en la mente.  ¿Qué significa esto? No estar pendiente en lo yo tenga que decir, pensando que le voy a responder o estoy atento, atrincherado cubriéndome ante cualquier posible ataque o mala intención o error en lo que el otro me dice. Así no se puede vivir. Es importante tener esta capacidad para recibir al otro, este acto repetitivo que se transforma en hábito de estar atento al otro para poder interpretarlo,  atención llena de amor valorando su persona.
Nos gusta que nos escuchen. Mi hermano también lo necesita, el que subió conmigo el ascensor, el pasajero que subió a mi taxi. Si soy abogado,  el cliente que viene hablar conmigo

La consigna es: ¿en que situaciones te has sentido verdaderamente escuchado y con quién?

Es un aprendizaje el de escuchar. Muchas veces nos paramos en nosotros mismos. Cuando creemos que nos bastamos  a nosotros mismos es cuando nos damos cuenta que estamos encerrados y nos quedamos aislados. Hay una sola verdad, la mía, un solo evangelio, el evangelio de san yo. Escuchar es más que prestar la oreja, significa una actitud de atención esmerada y de interés comprometido por lo que la otra persona me va a manifestar y a la que según mis posibilidades voy a poder responder.  Atención esmerada y con interés si el otro me interesa. El otro me va a interesar en la medida que  yo me de cuenta que no soy autosuficiente, el otro es un don para mí y tiene una riqueza que yo no tengo. Nadie es tan pobre que no pueda ofrecer lo que tiene  y nadie es tan rico que no necesite de los demás.
Es importante el silencio de nuestro propio yo, hacer silencio de nuestro interior para poder escuchar sin ruidos. Debemos tener el hábito de estar atentos. Un hábito se logra si lo repetimos, al principio nos va a costar pero luego va a ser un hábito, va a ser una actitud, una manera de estar en la vida y vamos a descubrir otro mundo, que la vida es otra cosa,  ya no estoy tan vulnerable,  las cosas no me molestan tanto como antes,  porque  no estoy parado sobre mi mismo, estoy abierto al otro.
 Otro punto es la amplitud mental al momento de escuchar para no encerrarme obsesivamente en unas pocas ideas que tengo y que las defiendo a muerte. Con esa flexibilidad puedo modificar y completar mis opiniones porque me abro a lo que el otro me está compartiendo.
Otro punto es liberarnos de los preconceptos. No creer que ya se lo que el otro me puede  decir o me quiere decir. Tengo que evitar todo tipo de generalización que surgen a partir de las malas experiencias que hemos tenido antes. Hay que tener en cuenta estos elementos al momento del encuentro con el hermano.
Es  bueno descubrir también que cuando estoy conversado y escuchando al otro, no sólo tengo que intentar captar las ideas de  lo que dice, sino que debemos  tratar de profundizar más y captar sus sentimientos, la pasión que él pone, porque allí vamos a descubrir algo más allá  de las palabras. Vamos a poder interpretarlo mejor, lo que él quiere decir cuando nos habla, no solamente el contenido intelectual sino interpretar qué  me está queriendo acercar con su propia manera de ser. Estamos poco atentos para descubrir lo que el otro nos quiere comunicar,  que intenta trasmitirnos, lo que él lleva adentro. Estamos más atentos al sentido que eso pueda tener para nosotros a la utilidad que podemos obtener de lo que el otro está diciendo.
Por ejemplo si alguien me dice que tiene un problema económico ¿qué es lo primero que pensamos?  Pienso  que  me va a pedir plata. Si me habla de una necesidad afectiva, lo primero que pienso es que está tratando de seducirme. Si me habla de sus planes, me da envidia que yo no pueda planear lo mismo.
El centro soy yo y mis cosas personales, no tengo espacio para darle al otro.

Esta costumbre, este hábito de estar atento al otro sólo se va a dar cuando yo salga de mi mismo y   me pueda abrirme al encuentro con el otro y cuando pueda prestar mi oreja de manera verdaderamente desinteresada.  Abrirme me da la posibilidad de ponerme en el lugar del otro para entender  lo que le preocupa en el fondo de su corazón
Lo principal no es el concepto de lo que me dice,  debemos acompañar lo que él me está queriendo trasmitir detrás de las palabras. Pueden ser palabras  con euforia,  depresión o alegría. Esto me permite encontrar las claves de interpretación de este lenguaje tan complejo que tenemos los seres humanos que trasciende claramente las palabras y está lleno de gestos, de aquello que no podemos escuchar con nuestros oídos, pero podemos percibir si tenemos un corazón abierto y dispuesto.

En los barrios,  en las familias  existen personas a las que  se les reconoce la cualidad de ser  escuchadores. Pensemos en las abuelas o en los abuelos, escuchadores con mayúsculas. En distintas profesiones también hemos encontrado profesionales de la escucha, trabajadores de la salud que no sólo están diagnosticando y tratando  enfermedades, sino que ellos saben que van a dedicar un tiempo de la consulta o de la atención, a poder escuchar atentamente situaciones personales o familiares de sus pacientes.
Otros escuchadores son los directivos de establecimientos educativos, profesores, maestros que tienen la experiencia de la preguntita fuera de la hora de clase y que significa disponerse verdaderamente. La revelación extensa de una tensa situación que está afectando al alumno. Abogados, contadores, administradores que no sólo se dedican a la resolución de problemas legales, económicos de sus clientes, que andan entre papeles sino que más de una vez tienen que estar dispuestos a escuchar las dimensiones fuertes de densidad humana que están allí detrás de su labor.
Los taxistas, remiseros, choferes de colectivo que son verdaderos confesores urbanos y se convierten en receptores de temas y de secretos de pasajeros que van revelando su intimidad amparados en el anonimato de esta persona que los escucha. Son mucho los profesionales de la escucha.

Compartimos el testimonio  junto a Elías Curi de  profesión escribano

C.R.: ¿Cómo se da esta realidad de la escucha?

Elías Curi: La realidad parte de dos situaciones. Primero  que nada la persona  se acerca por la profesión que  uno ejerce. Es muy difícil que se de en la primera vez que se acerca pero en las siguientes veces si  sos una persona dispuesta, ella lentamente va adquiriendo confianza y de allí surge justamente la escucha. Cuando uno  está  con una  disposición de escucha,  la persona que está necesitada que alguien la oiga, se abre. Al abrirse si uno le va dando eco, la persona va confiando y cada vez te va diciendo  más. Parte del hecho que haya un acto de  disposición de parte del profesional hacia el cliente.

C.R.: En estos 26 años de profesión tendrás alguna anécdota para compartir

E.C.: Hay muchísimas anécdotas hasta para escribir un libro. Una señora viuda tenía un hijo en edad de casarse, el hijo se casa y por la situación económica imperante se queda a vivir junto a su esposa con la madre. Al tiempo tiene hijos y lógicamente necesita más espacio físico y va ocupando la casa.   El tiempo pasa y la madre va resignando  más espacio físico a tal punto que va  a parar al galpón de la casa. Llega el momento que me necesita para  hacerle la donación al hijo. Después de varias charlas me comenta su situación. A mi criterio no veo justa la situación, seguimos charlando sobre esta situación  hasta que le hice la donación. Para mi fue una clienta más. Pasó el tiempo y a los seis o siete años esta señora vuelve a la escribanía y comienza agradecerme. No sabía de que me estaba hablando. A medida que la charla continua me doy cuenta quien era. El agradecimiento  tenía que ver con la última charla que tuvimos. Me cuenta que le  planteó al hijo lo que me había planteado a mi. Tomó el coraje suficiente,  lo maduró, no fue enseguida, fue  luego de unos meses. La charla que tuvo con el hijo,  que  no se había atrevido a hacerla, le abrió el corazón al hijo, el hijo entendió el problema se puso en campaña para vivir en otro lado, alquiló y cedió  nuevamente la casa a la madre. Esta señora pensó que gracias a la charla que tuvimos surgió este desenlace.
La señora ordenó sus pensamientos gracias a la charla que tuvimos. En realidad fueron muchas charlas, la confianza se va ganando con el tiempo, difícilmente la persona se de cómo con un sacerdote,  es uno el que le brinda esa confianza y eso requiere de tiempo

C.R.:¿A partir de cuando percibiste que esta profesión incluía algo más que la propia tarea de la escribanía?

E.C.:  En el camino,  porque al principio cuando uno sale de la facultad cree que su profesión es todo lo que uno estudió, pero a los tres o cuatro años me di  cuenta que la gente quería algo más y en ese querer algo más, forman parte  las creencias de uno, yo soy católico practicante y lo que veía  en la palabra de Dios lo podía aplicar sin mayores esfuerzos, solamente resignando parte de mi tiempo en función y vista del otro. Empecé a aplicar primero la escucha, con el tiempo me di cuenta que no era suficiente la escucha que también era necesario comprometerse y opinar sin entrar demasiado. A medida que opinaba percibía que la persona tenía más confianza, comentaba más porque la persona no da toda la información, uno la debe ir ganando. Esto nos permite ubicarnos mejor y con la cantidad de casos similares nuestra opinión es más acertada

C.R.: Que lindo eso que decías ‘descubrir que  la gente quería algo más’. Elías con su corazón y preparación, gracias a Dios  con  criterios parados en el encuentro con  el Señor, podía brindarle la escucha y luego el compromiso que parte desde la misma  escucha

E.C.: La escucha sola no alcanza se necesita un poco de lo otro, te diría que no totalmente sino parcialmente, el gran problema que está detrás de eso, es la falta de Dios, eso es lo otro que uno va descubriendo y en la medida que el cliente te  permita meterte en esa rama te resulta más fácil porque si descubrís que el cliente que está siendo escuchado por vos tiene religión, tiene un  Dios, es mucho más fácil llegar para darle soluciones

C.R.: En el fondo es producto de la verdadera  escucha y donde vas descubriendo el motivo final de esa necesidad que tiene la persona. Vas descubriendo que en el fondo están necesitando la presencia de Dios en sus vidas. Has podo abrir el corazón y eso se logra con tiempo, dedicación e interés.
¿Qué frutos has podido  recoger a lo largo de los años en esta experiencia?

E.C.:   En lo personal el fruto más grande fue  primero una paz conmigo mismo, tranquilidad, darle seguridad y luz al que te está escuchando y eso hace que te sientas recompensado el ciento por uno. Recibís  muchísimo más de lo que das. Lo recibís en tranquilidad y  seguridad  delante de los otros

C.R.: Esta experiencia  de morir a uno para poder escuchar lo que trae el otro.

E.C.: No morir  en uno, crecés en uno.

C.R.: Morir a uno en el proyecto  de la semilla, si el grano de trigo no cae en tierra y  muere, se queda solo.  ¿ Qué le dirías a todos aquellos que tienen esta posibilidad de escucha, a los taxistas , profesionales de la salud?

E.C.: Le diría que si tienen la posibilidad, que no la pierdan porque  no sabemos nunca si la oportunidad golpea dos veces a la puerta de nosotros. Cuando tenemos la posibilidad de escuchar que no es ningún gasto y que le estás haciendo mucho bien a alguien  en alguna medida estás cumpliendo la misión por la cual estás acá.  Nuestra misión es pasajera todo lo que podamos hacer acá  nos puede servir en el otro, lo bueno y lo malo.

C.R.: Muchas gracias Elías por tu compartir.

Seguimos caminando y la pregunta que me hago es : Jesús, ¿se sentirá escuchado por mi? , la Virgen ¿se sentirá escuchado por mi? En la medida que yo no sepa escuchar a quien veo difícilmente pueda escuchar a quien no veo.
El amor es el que  nos va a llevar a recibir y a contemplar el misterio del otro como persona particular, pero también, desde la mirada de la fe algo que tenemos que aprender a hacer, recibirlo al otro como sagrario del Señor que está presente allí. No es un simple recibir humano, hay algo más  en este lugar, es encontrarnos y tener esta mirada contemplativa amando y descubriendo que en el otro está presente el Señor. El otro se presenta como un don, un don para el que Dios ha creado, pero también un don con sus riquezas para nosotros. A la vez nos lleva a tener un compromiso con este don que es el de abrirnos al otro y aprender a entablar relaciones sanas. No siempre tenemos este compromiso, no nos sale como quisiéramos. Tenemos defectos o actitudes que tendríamos que  examinar y cambiar  ya que no nos ayudan cuando somos  receptores del otro. Por eso te invito a que revisemos algunas.
• La manía de hacer una valoración del otro, diciendo  ‘pobrecito, siempre el mismo’, este preconcepto, lo veo venir y ya se con que me va a salir.¿Por qué no me abro a que el otro pude traer algo distinto? ¿Por qué no me dejo sorprender por la presencia del otro?
• Distraerme como si no me interesara lo que me dice   y luego hacer creer que entendí.
• Escuchar y emitir  juicios mientras el otro está hablando sin dejarlo terminar de expresarse. Yo me adelanto creyendo que se lo que me va a decir sin dejarlo terminar
• Escuchar solo buscando lo que me es útil, de esta manera lo estoy usando al otro porque lo tomo como el emisor de aquello  que necesito sin importarme que trae y que quiere compartirme de verdad
Sería interesante también tener un gesto de afecto mostrando al otro que es importante para mí.
Percibir la presencia del otro como presencia de Dios que me está queriendo decir algo. Por ejemplo el trabajar mi propia naturaleza, purificar, convertir, transformar estas actitudes.
A veces me molesta mucho lo que el otro me comparte, porque quizás yo también lo tengo y está tocando aquello que está herido en mi corazón. Entonces  me cierro automáticamente a lo que el otro me va a compartir. Es  un momento para descubrir una posibilidad de conversión

Te propongo que podamos ir descubriendo en el encuentro con el otro y en el recibirlo al otro, recibirlo como aquel que se viene a entregar y que también Dios me va a hablar. Dios se va a encontrar conmigo a través del otro.
Cuando yo me voy a encontrar con el otro también me voy a encontrar con el Señor. Lo  recibo  y Dios habla y ofrece su amor allí en medio de la gente. La gente que Él nos está enviando. Hay cosas que El me está queriendo decir en esta  circunstancia y lo hace a través de mi hermano lo cual requiere  de una sensibilidad especial para poder captar.
Tratemos de descubrir en aquellas personas que nos han sabido escuchar algo del modelo que nosotros podríamos aplicar para poder escuchar a otros, la paciencia, la apertura, la disponibilidad y el tiempo porque esto está dentro de un proceso.