¡Que descienda la paz!

jueves, 4 de octubre de 2018
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04/10/18 – En el día de San Francisco de Asís, Jesús nos invita a centrar la mirada en la paz. Francisco, mensajero de la paz, la vive y es testigo de ella desde su vínculo con la pascua de Cristo. Que la Paz, símbolo de la vida franciscana, gane nuestro corazón y nos haga testigos del Evangelio de Jesucristo.

Catequesis en un minuto

El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: ‘El Reino de Dios está cerca de ustedes’.”
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
‘¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca’.
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.

Lc 10,1-12

Dios nos ofrece una paz que puede permanecer, incluso, en medio de los conflictos. Aunque los vientos de la adversidad soplen furiosamente, podemos descansar en paz, porque no estamos solos.

San Agustín afirma que muchas personas basan su paz y su alegría en poseer las cosas que quieren, y caen en la tristeza por no alcanzar lo que anhelan. Para conservar la paz interior es de gran ayuda aprender a mirar todo lo que nos rodea, con la mirada sencilla, pura y profunda de Jesús, nuestro Maestro.

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