10/10/2018 Siguiendo el camino de la Silvia Munne, Psicopedagoga y prof. en psicopedagogía, abrió el espacio de este miércoles con una fábula para reflexionar sobre las relaciones intergeneracionales:
La fábula del Puerco-espín: Durante la era glaciar, muchos animales morían por causa del frío. Los puerco-espines, percibiendo la situación, resolvieron juntarse en grupos, así se abrigaban y se protegían mutuamente, más las espinas de cada uno herían a los compañeros más próximos, justamente los que ofrecían más calor. Por eso decidieron alejarse unos de otros y comenzaron de nuevo a morir congelados. Entonces precisaron hacer una elección: o desaparecían de la Tierra o aceptaban las espinas de los compañeros. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. Aprendieron así a convivir con las pequeñas heridas que la relación con un semejante muy próximo puede causar, ya que lo más importante era el calor del otro. Y así sobrevivieron….
“El gran desafío en torno a las relaciones entre las diferentes generaciones dentro de la familia, es el preguntarnos como hacemos los seres humanos para vivir juntos sin pelearnos ni desatendernos. Este historia nos invita a acompañarnos, pensar juntos, como lograr este justo equilibrio como aprendieron a hacer los puercos espines”, expresó Silvia dando paso a la reflexión y a la pregunta dentro de la familia como camino para nuevas respuestas posibles.
En la búsqueda de encuentros en los distintos niveles generacionales, Silvia nos invitó a tener presente las necesidades de cada etapa de la vida, las tareas propias que tenemos en cada momento; haciendo hincapié en que no todas ellas son iguales y que es vital hablar y detenerse en cada etapa.
Cada una de estas etapas lleva presente un valor a desarrollar y un compromiso en la tarea que influye a todo el núcleo familiar “Tiempo, gratitud, respeto, autoridad”: “Cada una de estas etapas está relacionada a un valor determinante, el tiempo por ejemplo es una perla, algo valioso que se le regala a otro; sentarse para escuchar lo que los demás tienen para decirme, tiempo para permanecer al lado; como aquella frase que expresa: te quiero tanto que me detengo por un rato a tu lado, aunque mi vida me lleve por otro camino, basta permanecer en la encrucijada donde se dan estos encuentros”.
Se trata de acompañar a otros, “el tiempo que en estos encuentros generacionales nos haga falta, el valor tiempo en la primera niñez y en la ancianidad es el mejor regalo que podemos hacerles”, enfatizó Silvia centrándose en una de las perlas valiosas.
El respeto y la autonomía, otros dos valores que vienen de la mano a medida que recorremos etapas como las de la adolescencia: “la relación entre la proximidad y la distancia tan difícil de lograr, reconocer a la otra persona como tal, como alguien distinto. En la vida no cuenta lo que es fácil o difícil de hacer, sino lo que tiene sentido y hay que hacer en el momento justo como poner un límite, decir que no, explicitar lo que es el respeto para mí, todo ser humano tiene un gran valor potencial por eso se merece respeto, lo que corregimos los papas, profes y abuelos son las conductas en sí, no se pone en juego el amor”.
Para cerrar Silvia nos ponía de frente con un ejercicio y una conciencia familiar en nuestras acciones: “La propuesta es obsequiar respeto que conlleva volver sobre nuestros pasos y que lo dicho sea claro, evidente, y con respeto”.
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