Celebrar lo pasado

jueves, 14 de enero de 2010
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30/12/2009 – Nosotros no somos vividos. Vivimos. Nosotros no solo permanecemos, duramos. Estamos llamados a hacer con el tiempo una obra de arte. El tiempo es el don más grande que se nos ha concedido. Una porción de la eternidad nos es concedida a cada uno de nosotros, y dentro de esa porción cada uno de nosotros va ordenando los pedacitos de tiempo que transitamos. Y lo hemos ordenado de esta manera: por años. Para hacerlo de esa manera hay fundamentos cósmicos, naturales, cíclicos de la naturaleza.

    En estos tiempos post-modernos de desacralización continua de la vida, me interesa ver  la importancia que van adquiriendo los ritos. El hombre pre-industrial y pre-moderno vivió mucho tiempo de rito en rito. Después que la modernidad desarticulara los fundamentos y las creencias de todos esos ritos, hoy los hombres están buscando por todos lados nuevos ritos, nuevas formas de sacralizar la vida y de conectarse con la trascendencia.  Esto se lo ve en distintos planos de la civilización y de la cultura. Por ejemplo, la apretura de los juegos olímpicos es un rito, la ‘cita con el fútbol de los domingos’ es un rito –similar en algún sentido a ciertos ritos sociales que tenían las comunidades trivales-.
    
    No obstante todo el racionalismo, toda la desacralización de muchos eventos de la vida, el hombre sigue necesitando de los ritos. Los sigue creando y tienen una fuerza convocante, catalizadora,  a veces una fuerza revolucionaria, otras pacificadora.

    Hay un “rito de transición”, estamos justamente ante uno de ellos. Algunos dirán que es una cuestión de almanaque, una cuestión puramente convencional o arbitraria. Yo digo que no lo es tanto, y aunque lo fuera, siempre tiene ecos y repercusiones en nuestra psiquis.
    Estamos frente a la transición de un año a otro. Todo el ambiente, la atmósfera,  carteles de feliz año nuevo, brindis, ruidos, fuegos artificiales, solo para poner el ejemplo de lo que mas se ve. Hay también otras formas de hacer esa transición.
    
    Los ritos de transición hablan de un paso de una circunstancia a otra, de un estadío a otro estadío. Décadas atrás había un ‘rito de transición a la vida adulta’, hoy se podría hablar de un rito de transición cuando egresan los chicos, un ‘rito de transición a la vida profesional’. Y estos ritos graban en la memoria desde todos los sentidos momentos de cambio.
    Y las distintas clases de ritos –de transición, de celebración, etc- tienen un valor muy grande. Dadas las características de nuestra alma, nos ayudan, con nuestros sentidos a muchas cosas. Por eso te invito a generar un rito de transición de este 2009 al 2010 que de alguna manera exprese para vos mismo y para tu propia vida un modo de “cerrar la puerta” al año que se va, y un modo de “abrir otra”. Es un modo de muerte y nacimiento, como el día y la noche, como la diferencia entre el tiempo de trabajo y el tiempo del ocio. De esa manera, ayudarnos a nosotros mismos a despedirnos
    
    El día va a seguir marcando transiciones. El atardecer va a seguir marcando el paso hacia la noche y el amanecer la transición hacia el día, el otoño va a seguir marcando la necesidad del desprendimiento de lo que es follaje en nuestra vida, y el invierno  esa transición hacia irse hacia el interior, hacia las raíces, hacia el subsuelo de nuestra vida, la primavera va a seguir marcando la esperanza del renacimiento el  reinicio de la vida,

    Los ritos también ahondan las relaciones. Son personales en cuanto al impacto que tienen en nosotros por ejemplo recordar un cumpleaños, mirar fotos. Pero son muy pocos los ritos estrictamente individuales. Los ritos son también sociales, vinculares. Casi se diría que es condición del rito su repercusión social. Quien hace un rito es generalmente visto por otro, y emite un mensaje. Y quienes recibimos ese mensaje de alguna manera lo procesamos, y esto también marca direcciones y sentidos para nuestras relaciones. Los que son vistos, tanto como los que ven, también celebramos, y surgen en nosotros cosas nuevas.
    El rito también funda –o al menos ayuda a formar- una identidad, porque en los ritos nos sentimos a nosotros mismos. El rito siempre abre un espacio de vivencia. No es abstracto. No es intelectual, No solamente involucra el ámbito social o de la familia, sino que generalmente también involucra el cuerpo y eso es buenísimo. Y por eso los antiguos decían que nuestra vida es una fiesta continua y por eso la celebramos con ritos.
    Finalmente, creo que los ritos también abren un espacio para lo sagrado. En este sentido, nos sacan de la rutina de la cotidianeidad, de esa visión profana del mundo, con todas sus exigencias. Los griegos decían que lo sagrado era capaz de curar. También decían “música para educar el alma y danza para educar el cuerpo”.
    Los tiempos sagrados son tiempos que nos pertenecen, porque se sustraen al imperio del tiempo profano que es dominado generalmente desde afuera: hay que levantarse, hacer el desayuno, ir a trabajar, llevar al chico a la escuela…. Pero el tiempo sagrado es totalmente libre, que le pertenece a Dios y solo El es dueño de ese tiempo. En ese tiempo sagrado que nos pertenece, el mundo no tiene acceso y no puede disponer de los demás. Es lo mismo que en los espacios sagrados. Ahí nadie manda sobre nadie.
    Los ritos nos abren un espacio sagrado donde nadie manda sobre mi. Y realizamos ese rito en medio de nuestro tiempo común, viviendo un tiempo sagrado que se sustrae al control de ese tiempo mensurable, valorado desde el punto de vista de la utilidad. Y entonces llegamos a un tiempo de descanso, a un tiempo de estar nosotros con el tiempo y el tiempo con nosotros.
    El “kronos”, ese tiempo marcado, según el mito antiguo pretende engullirme (porque Kronos es el dios del tiempo que se comió a todos sus hijos). El “cairos” es el tiempo regalado, el tiempo de gracia, el tiempo agradable, el tiempo sagrado en el que entro en contacto con el núcleo intacto que hay en mi, invulnerable, espiritual. En ese tiempo, te invito a introducirte para celebrar lo vivido

ABRIENDO CAMINOS Diego Torres
Voy abriendo caminos para dejarte
Las cosas buenas que aprendo mientras camino mis calles
Me llevare las buenas luces que tiene la gente
Que me iluminan la vida y me regalan mi suerte [Como un rio que camina hacia el mar]

Quiero ver la risa del sol por las mañanas
Que venga siempre a golpearnos la ventana
Yo quiero un sol, yo quiero un sol que me acompañe
Hablando siempre de frente, tirando todo lo malo

Voy abriendo caminos para encontrarte
En este mundo perdido también hay buenos amigos
Y me llevare las buenas luces que tiene la gente
Y cuando me sienta solo me cuidaran para siempre [Como un rio que camina hacia el mar]

Quiero ver la risa del sol por las mañanas
Que venga siempre a golpearnos la ventana
Yo quiero un sol, yo quiero un sol que siempre me acompañe
Hablando siempre de frente, tirando todo lo malo [Como un rio que camina hacia el mar]

Saca el dolor afuera, y no te quedes a esperar [Como un rio que camina hacia el mar]
Ríe, llora, que aun queda mucho por andar.
Y aunque en el mundo hay personas tan grises
Hay otras que no paran de brillar.
En esta vida que se me termina, No quiero ya dejarte de cantar [Como un rio que camina hacia el mar]

Ojala que llueva cafe en el campo [Como un rio que camina hacia el mar]
Saber que se puede, querer que se pueda, sacarlo todo pa’ fuera. [Como un rio que camina hacia el mar]
Cuando tu cantas conmigo Juan Luis, ay me sube la bilirrubina a mi [Como un rio que camina hacia el mar]
Pero deja Diego que tus sueños sean olas que vienen y van [Como un rio que camina hacia el mar]
Quisiera ser un pez y no perderme en este mar [Como un rio que camina hacia el mar]
Y a pesar de los errores tratare de estar mejor [Como un rio que camina hacia el mar

    Dijo Jesús “El reino de Dios pertenecen a los que son como niños. El que no recibe al Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Yo diría que el pensamiento de Jesús oscila como un péndulo entre dos extremos y en cada uno de los extremos está la imagen del Reino en una relación mutua. El reino que llega como una propuesta que podemos aceptar o rechazar. El que podamos llegar un día al reino está condicionado a la acogida que prestemos a ese Reino que viene a nosotros por un lado, y a recibirlo como si fuéramos niños por otro. Es esta una linda imagen para celebrar lo vivido en el 2009: recibir lo que el 2009 tuvo de reino, acogerlo, y acogerlo como un niño. Y recibir el 2010 como un niño. Interesante mirarlos en este tiempo de natividad. Me pregunto ¿no hay un poco de exageración en esto de recibir al reino como los niños? No. Porque esto no significa ‘infantilismo’ ni tampoco autoriza la puerilidad. Santa Teresita nos ha dejado una doctrina bellísima sobre la infancia espiritual. Muchas veces están las exageraciones de esa doctrina que llevan a un infantilismo dulzarrón, meloso, de la infancia de Jesús.
    Esta infancia espiritual tiene que ver fundamentalmente con la fe, con la capacidad de sencillez, con la confianza sin restricciones, con la entrega total y con la decisión generosa.
    Los adultos se podría decir que estamos llenos de complicaciones, pretensiones, sospechosos compromisos, de pliegues en el alma, de reservas mentales. Y por eso en general, frente a la propuesta evangélica, los adultos “nos defendemos” del reino: decir ‘sí, pero…’, o agregar ‘fe de erratas: ¿no te habrás equivocado en esto?’ El adulto se considera ya ‘hecho’. El niño se considera ‘por hacer’.
    Frente al refrán “solo se vive una vez”, Jesús le viene a decir a Nicodemo  que se puede vivir dos veces –hablando metafóricamente-. El cristiano tiene el deber ineludible de nacer una vez mas: dar media vuelta y volver a recorrer el camino que lleva hacia la infancia. ¡Ay de los que se refugian en la seguridad de la prudencia, porque el reino es de los que arriesgan!
    “No hay en el hombre nada tan odioso como su pretendida prudencia. Ese germen que permanece estéril, ese huevo de piedra que los viejos van guardando de generación en generación, esforzándose por calentarlo de vez en cuando bajo sus flancos helados. En vano intenta Dios convencerles y rogarles con dulzura que abandonen ese ridículo objeto para buscar el oro vivo de las bienaventuranzas. Ellos lo miran tiritando de miedo y con horribles suspiros. Si es verdad, como dice el evangelio, que la prudencia es locura, ¿por qué entre tantas locuras escoger precisamente esa antiguaya. Pero la prudencia es el vicio de los viejos, y los viejos no sobreviven a sus vicios y se llevan consigo su secreto.”
    Los cristianos viejos, los hombres viejos, son incapaces de seguir el pequeño sendero de la infancia. Pretenden presentarle a Dios un programa bien trazado, con todos los detalles. Les gustaría que El estampase allí su firma. Y Dios se ve incapaz de agregarle a ese programa tan bien definido, la más mínima sorpresa, la más mínima propuesta. Y menos aún una propuesta que pudiera trastornar todos sus proyectos. Los adultos viejos nos hemos construido una coraza donde no existe el más mínimo agujero a través del cual Dios pueda hacer penetrar su germen de novedad. Y esto es lo que llamamos muchas veces ‘experiencia’. Y también muchas veces llamamos ‘religión’ a la suma de esfuerzos que hacemos por llegar a Dios. Patrañas. Doctrinas. Ideas. Moralinas. Sacrificios. Buenas obras. Y todos los eslabones y escalones de esta gran escalera que van subiendo con fatiga los hombres religiosos seguros de alcanzar la meta. No se dan cuenta de que, por el contrario, la religión –al menos la cristiana- consiste en esforzarse en permitirle a El llegar hasta nosotros. Dios quiere llegar hasta nosotros, quiere poner su dedo en nuestra lista del 2009, y señalar la mirada de niño que es necesario tener para celebrar lo vivido.
    
EL NIÑO QUE FUI Nelson John
Estuve buscando en mi arca interior la que guardo en mi los recuerdos
Estuve mirando el niño que fui . Aquel que soñaba despierto
Trajín de la vida me trajo hasta aquí de tanto correr nunca vi
Estaba llorando el niño que fui , que siempre me hablo y nunca oí..
Donde han quedado los sueños? En que ruta los perdí?
Quien ha cerrado las puertas que me llevan a mi jardín…?
Donde han quedado los sueños? pregunto al niño que fui
Quizás el tenga la llave del cofre… que no puedo abrir…
 
Estuve buscando en mi arca interior,  en un rincón lo encontré                                                                                  Corriendo a abrazarme, llego y me dijo ¿Porque te alejaste de mí?
Te pido perdón, conteste , Estaba tratando de huir,  
De ser lo que todos querían de mí. Así fui olvidando quien fui 

La invitación es a buscar un rito personal, un lugar tranquilo, un tiempo tranquilo si es posible, donde podamos dejar que el espíritu se relaje, que nuestra alma emerja, un tiempo para aquietarse y experimentar la vida como regalo. Porque a veces lo más simple, lo más directo, lo más a mano para llenarnos de gozo o de paz espiritual es sencillamente detenerse, rodearse de una atmósfera de quietud, de vida. A veces no somos concientes ni de nuestra propia respiración ni de los latidos de nuestro corazón, que son dos pulsos básicos en la vida. Es tomar contacto con esa vida subterránea que continuamente nos sostiene por debajo de nuestras complejidades, de nuestros intelectualismos, de nuestras preocupaciones, de nuestras angustias, de nuestras pasiones, de nuestros deseos, de nuestras ambiciones… la vida va, la vida sigue, la vida continúa, la vida apuesta. La vida continuamente está dejando atrás y vendiendo todo lo que tiene para seguir el camino de la vida (como le decía Jesús al joven rico: ve y vende todo lo que tienes).
    Se nos regala un nuevo tiempo, íntegro, intacto, a total disponibilidad nuestra para hacer con él lo que nosotros queramos, podamos, elijamos, decidamos. Es necesario salir a su encuentro y ver qué es lo que trae ese tiempo para nosotros como novedad. ¿no es una buena noticia? Sustraigámonos del mundo un poquito entonces, con ojos de niños, a evaluar estos tiempos que han pasado. Cuando el resultado no nos gusta, lo último que nos cuestionamos son las ilusiones que nos hicimos. Y esas ilusiones tienen que entrar a formar parte de nuestro cuestionamiento. Si bien es cierto que ‘de ilusiones también se vive’, hay una cuota de desilusiones que acompaña la vida, y también acompaña casi siempre las satisfacciones reales. Con esto quiero decir que vivir sin sufrir no es posible. Es interesante, a la hora de repasar el año que se va, darse permiso para saber que no existe ningún mapa para recorrer la vida, ningún manual que nos señale el camino de la felicidad, que es inevitable pasar por dolores y sufrimientos, pero de ellos tenemos que hacer aprendizajes. Y el peor de los pensamientos es pensar que cuando uno acumula muchos sufrimientos tiene derechos adquiridos a una nueva ilusión o a una nueva felicidad o derecho al bienestar mágicamente. Mucha gente se aferra a los sufrimientos porque cree que de esa manera acumula capital de un premio futuro que va a venir no sé de dónde, y se resiste a hacer los cambios, es decir, a ‘vender’ los sufrimientos, es decir, a dejarlos ir.
 Muchas veces decimos “¡esto no es vida!”, y muchas veces esto es verdad. Lo que no es verdad es que la vida se encuentre en otros, donde proyectamos un gozo imaginario, producto de nuestro deseo proyectado sobre eso, que no tiene ningún tipo de concreción. Si entramos por ahí, perdimos el rumbo. Lo que no es verdadero es que la verdadera vida está en otras cosas. Y ahí le abrimos la puerta a la envidia por ejemplo. Mi verdadera vida no puede estar ni en las cosas ni en otros. No podemos construir nuestra verdadera vida sobre la base de la satisfacción ajena. Es lo más seguro para garantizarnos el sufrimiento.
Lo óptimo no siempre es lo mucho. En esto, los niños son maestros. No siempre son ‘los muchos’ juguetes.  Es ‘ese’ juguete el que da la capacidad de disfrutar.
Por eso, es necesario aligerar la carga para hacer un buen camino. Es necesario saber qué vamos a transportar hacia el año próximo, qué vamos a cuidar, y qué vamos a soltar. Y esto vale para todo: ara los vínculos, para el trabajo, para esos constantes patrones que a veces repetimos de una manera casi automática. Y aunque deseamos feliz y próspero año nuevo, no hacemos otra cosa que volver a sembrar las mismas semillas que nos produjeron enormes frustraciones durante el año que acaba. A cernir, pues, la semilla buena de la mala. Todas deben celebrarse. Creció el trigo junto con la cizaña: en hora buena, porque hemos aprendido a distinguir lo uno de lo otro.

No, permanecer y transcurrir no es perdurar, no es existir, ni honrar la vida.
Hay tantas maneras de no ser, tanta conciencia, sin saber, adormecida.
Merecer la vida no es callar y consentir tantas injusticias repetidas.
Es una virtud, es dignidad, y es la actitud de identidad más definida.
Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir
porque no es lo mismo que vivir honrar la vida
No, permanecer y transcurrir no siempre quiere sugerir honrar la vida.
Hay tanta pequeña vanidad en nuestra tonta humanidad enceguecida…
Merecer la vida es erguirse vertical más allá del mal de las caídas.
Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida.
Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir
Porque no es lo mismo que vivir honrar la vida

Busquemos alguna imagen que evoque en nuestro corazón la esperanza, la pureza, la limpieza de corazón y de mirada, una imagen que nos vuelva a lo mejor de ese niño interior que todos tenemos. Busquemos un símbolo de luz, esa luz que necesitamos ilumine nuestros corazones y el de nuestros seres queridos. Una luz que pretende indicarnos quiénes somos en el fondo. Una mezcla de luces y oscuridades, de tinieblas y de brillos. Cristo quiere encender esa luz del amor, la esperanza y la sabiduría para que resplandezca e ilumine nuestras tinieblas. Que esa luz llegue con su brillo a los lugares más oscuros de este año que termina y que ilumine con su calidez el año que comienza. Que esa luz entibie la frialdad de nuestro corazón, de nuestros vínculos, de nuestro mundo. Y confiemos en que el calor del amor de Dios puede vencer esa frialdad. Con este sencillo rito, pidamos al Señor que amanezca sobre nuestra vida y que prometa un buen año. Un año de aprendizaje, un año de santidad, un año de amor. Pidamos que esa luz penetre incluso en los ámbitos de nuestra alma que están cerrados, donde yacen las cosas reprimidas, donde están nuestras tristezas, nuestros miedos, nuestras dudas, nuestros vacíos, nuestras inseguridades. Imaginemos que así Dios lo hace, que todo en nosotros queda iluminado por esa luz delicada, cálida y tenue. Y que así como la luz penetra aunque sea de manera tenue en todos los rincones de nuestro ambiente, lo haga también en nuestra alma para que todo quede transformado por su luz y por su amor.

Celebrar la vida es ser sabio, no iluso. Por eso muchas veces, cuando las cosas no salen como deseábamos, lo último que examinamos son nuestras ilusiones –que no son las metas ni los sueños: son fantasías-.Justamente porque no se convirtieron en meta, vagan como un barco a la deriva.
Los acontecimientos placenteros, tanto como los displacenteros, no se suceden ordenadamente. Es importante poder llorar en las rachas de momentos feos como saber reír en las rachas de momentos lindos. Así como la lluvia fertiliza el suelo, así también las lágrimas ante las pérdidas nos permiten reagrupar las fuerzas y reorientar la vida. Es posible inventariar de laguna manera los daños, entonces, superando el infortunio, subsiste ese resto, esa memoria, ese aprendizaje. Así también, ese buen humor de lo que podemos aceptar y lo que podemos sonreír después que ha pasado la tormenta. Es necesario comprender en los momentos de infortunio que más allá de la tormenta hay un sol. Y es necesario comprender en los momentos de calme que puede venir un temporal. Eso es ser sabios. Y cuando el mar y la tormenta son muy duros, el objetivo es flotar, solo gobernar el timón. ¿pudimos solo sobrevivir? ¡celebremos entonces! ¡no es poca cosa! El premio de haber vencido sobre la muerte, la delicia de insistir, la importancia de la magnitud de los acontecimientos que vivimos y el solo hecho de haber podido campear una tormenta contra viento y marea enfrentando con decisión la adversidad es para celebrar.
Es importante entonces distinguir los sufrimientos que son inútiles de aquellos otros que su producto vale la pena. También es importante, mirando el año que acaba, saber en qué momentos es necesario ‘atarme’, porque sé y por experiencia me hago sabio, que no voy a poder resistir el canto de sirenas que debe escucharse atado.
Es necesario hacer un balance del año y conservar un corazón agradecido. Llorar por lo que se ha perdido, vender lo que ya no sirve, aligerar la carga, y no dudar, sobre todo en aquellas cosas vividas que se pueden modificar, en cambiar de rumbo, No dudar en dejarlo atrás y rápidamente a la renuncia de lo que ya en definitiva está perdido.

Siento un vacio que va ahogándome una vez mas
te quema el aire en la piel y vivir me da igual.

Me duele tanto saber Me duele solo pensar
que moriremos asi y de igual forma te vas
tus palabras me pueden mentir, tu mirada jamas.

Contra viento y marea y tal vez contra el mundo
luchare con quien sea sin dudar un segundo
con todo el corazón, a matar o morir
Contra viento y marea por estar junto a ti.

Llevo un silencio que da la sensacion de gritar
tengo la mente en tu voz que pide nunca olvidar
tus palabras me pueden mentir, tu mirada jamas

Contra viento y marea y tal vez contra el mundo
luchare con quien sea sin dudar un segundo
con todo el corazon a matar o morir
"CONTRA VIENTO Y MAREA POR ESTAR JUNTO A TI"
CON UN SUEÑO QUE PIDE , CON MI FE QUE TE SIGUE
Y CON TODO EL AMOR