La misión universal de los Apóstoles

viernes, 29 de enero de 2010
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“Entonces les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
 Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán”.

                                                                            Marcos 16,15-18

Ayer, en el evangelio del Domingo, meditábamos cómo Jesús en la sinagoga de Nazaret, en medio de sus conciudadanos, después de proclamar aquel texto del profeta Isaías, “el espíritu del Señor está sobre mí, Él me envía a evangelizar, a llevar la buena noticia a los pobres, a los oprimidos…, Jesús luego cierra el libro de la palabra de Dios y dice esta frase que inicia un nuevo período, una nueva época. Hoy este texto, esta palabra se cumple aquí, y a partir de esto, nosotros recibimos a Cristo que es la Buena Noticia de Dios, porque el viene a decirnos que está cerca nuestro, inmediatamente terminado este Domingo, tercero durante el año, la iglesia celebra la fiesta de la conversión de San Pablo, es la única fiesta en donde se celebra la conversión de un Apóstol o de un cristiano porque para nosotros, una fiesta muy antigua en la tradición cristiana, nos relata este acontecimiento de encuentro con Cristo, que llevó a este judío fariseo a convertirse en un celoso predicador de Cristo, este encuentro generó en el apóstol algunos elementos que después fueron clave en toda su predicación, algunas experiencias de vida que después fueron necesarias para su predicación tan fuerte, tan comprometida, tan de corazón, que llevaba hasta lo profundo de su ser, que lo hacía no sólo trasmisor de lo que Cristo le había dicho a él, sino que comprometido con eso que Cristo le había manifestado.
La conversión de San Pablo aparece narrada en reiteradas oportunidades, especialmente en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas dedica en dos o tres lugares referencia a este acontecimiento de la conversión de San Pablo, y sobre todo destaca esto, a Pablo, a Saulo de Tarso, el Señor le confía la evangelización de las naciones. El libro de los Hechos de los Apóstoles, presentan  estos dos polos, es Jerusalén, que es el lugar donde están los apóstoles dirigidos por Pedro y la Diáspora, es decir la tierra de los Gentiles, que está dirigido por Pablo, allí va a actuar él, allí es enviado por el Espíritu para poder evangelizar el mundo entero. Y proclamar el Reino y manifestar con signos que esa proclamación es verdadera y auténtica, es fruto de la coherencia que Pablo llevó en su vida, de pronto también tiene que ser la coherencia de todo misionero cuando recibe esta invitación de Cristo a poder llevar el evangelio a todo el mundo. Hoy también el mundo necesita signos que acompañen nuestra predicación, como los signos que acompañaron a Pablo, y como los signos que nos habla el evangelio de hoy, de nada vale la palabra si la vida no expresa lo que se dice, de allí que se lee en este día, este texto del evangelio de San Marcos, que es el texto propio de la ascensión de Jesús a los cielos, Jesús se aparece a los once y antes de ser llevado a los cielos, deja el envío, vayan por todo el mundo, anuncien el evangelio a toda la creación, el que cree y se bautice se salvará, deja este mandato. Este mandato que después va a cautivarlo a San Pablo, porque va a tomarlo como una premisa de vida, un mandato que él lo experimenta como exigencia, va a llegar a decir, ay de mi si no evangelizo, si no llevo este evangelio a toda la creación. Y este mandato que tanto lo urgió a Pablo, que no solo se quedó en el ambiente en el que Él estaba, sino que al contrario, se sintió impulsado para ir a todas partes para llevarlo hasta los confines del mundo conocido, porque el evangelio de Cristo y la salvación que Él nos trae, es un evangelio y una salvación que es cósmica, está dirigida al mundo entero, a toda la creación, de tal forma que nosotros somos concientes que la resurrección de Cristo, esto que cautivó a Pablo y lo llevó a predicar los lugares más insólitos en su misión y que por esto recibió castigos, azotes, cárceles, desentendimientos, expulsiones, tanto lo cautivó la resurrección de Cristo que él se encargó de hacerla conocer a todo el mundo de aquel momento, a toda esa situación mundial que uno puede experimentar que está dirigida a todo el cosmos, a todo lo creado, a todo lo que ha salido del amor de Dios. Todo tiene que ser envuelto por la resurrección de Cristo. Cuando San Lucas narra este hecho de la conversión de San Pablo, en el capítulo 22, hay una pregunta que va a ser la consigna de este día. Después del hecho del encuentro con Cristo, narrado en ese capítulo 22, Jesús le pregunta a Pablo, ¿Porqué me persigues?  y el Señor le responde en esa voz misteriosa que envuelve y cautiva el corazón de Pablo, “Yo soy Jesús, a quién tu persigues”. Esa pregunta de Pablo recibe por parte del mismo Cristo esta claridad, “Yo soy Jesús a quien tú persigues”, porque perseguir a los cristianos era perseguirlo al mismo Jesús. Inmediatamente dice el apóstol en este texto, yo le pregunté, ¿que debo hacer Señor? que hermosa pregunta la de un apóstol.
Cuando nosotros hemos recibido esta buena noticia y la hemos recibido en lo concreto de nuestra vida, cuando también nosotros nos sentimos necesitados de conversión, vaya si no, cada día tiene que ser una llamada a la conversión en nuestra existencia. Cuando nosotros nos sentimos metidos en una historia, en un mundo, en una realidad concreta, que es la nuestra de todos los días, que es lo que nos toca hacer y obrar, quizás también en un apostolado iniciado, en una comunidad, en un movimiento, en una parroquia. Cuando a veces traemos la rutina del apostolado, de lo que tenemos que hacer, esa rutina que le quita brillo a nuestras acciones, la rutina que le quita encanto, entusiasmo, fervor a lo que tenemos que hacer, desde la fe, poder preguntarle al Señor hoy, como Pablo, ¿Qué debo hacer?, marca en nuestras vida un signo real de conversión. Cuando tomando el ejemplo de Pablo, hoy nosotros nos proponemos a hacer un parate para ver nuestra vida cristiana y para no tener miedo y ser valientes en preguntarnos qué debo hacer, es el desafío del evangelizador, porque me hace entrar en un clima de intimidad con el Señor, de discernimiento y de aceptación de su voluntad que muchas veces pueda reorientar mi vida y mis acciones. La fuerza del Espíritu es lo que va a soplar en mí aquello que Jesús hoy quiere que yo haga. La consigna de hoy ¿Qué debo hacer Señor? Esta pregunta implica que el Señor te está necesitando y Él te quiere decir lo que tenés que hacer.
La presencia de Jesús resucitado tiene dimensiones cósmicas, es decir la resurrección de Cristo y la Buena Noticia que Cristo nos ha traído, no es solamente para el mundo y para el hombre, es para toda creación, y de hecho, Cristo cuando envía sus apóstoles a bautizar, envía a toda la creación, toda la creación tiene que estar envuelta por el amor de Dios manifestado en Jesucristo. Y de hecho, si en algún momento la ciencia pueda encontrar vida en otro lado, también a esas instancias el amor de Dios ha llegado por la redención de Cristo. Todo el universo goza de la presencia luminosa. De hecho este texto del evangelio de hoy, quiere mostrar que la resurrección de Jesús debe transfigurar todo lo creado, pero sobre todo, debe llevarnos a nosotros a un nuevo mundo y a un nuevo modo de relacionarnos con la creación. Es el que viene a restablecer el equilibrio porque es el equilibrio del amor de Dios. Este texto del evangelio que parece demasiado maravilloso  al lado de la cruda realidad que vivimos, está tomado de profecías antiguas que anunciaban la llegada de un tiempo mesiánico, como una época maravillosa de armonía y de paz. Y nosotros somos conciente de esto porque en la medida en que podamos desterrar el pecado de la humanidad y demos más espacios a la acción del Señor el mundo irá alcanzando una mayor armonía y así podremos entonces vivir lo que San Marcos dice en el evangelio, tomar serpientes en nuestras manos, beber veneno, librarnos de la enfermedad y del dolor, es el signo mesiánico del equilibrio, de esa armonía que ya existía al inicio de la creación, cuando Dios crea toda las cosas y se las ofrece al hombre para que el hombre sea Señor y centro de la creación. Allí existía una armonía total, el hombre era amigo de Dios, señor de las cosas, era hermano de los demás hombres. El pecado produjo es desarmonía, por eso el signo mesiánico que anuncian los profetas era volver a poner en armonía toda la obra creada. De hecho cuando San Marco en el evangelio nos dice, “En mi nombre ustedes podrán tomar serpientes en las manos, beber veneno y no les hará ningún daño”, todas aquellas cosas que nos parecen insólitas, está diciéndonos esto, con la Buena Noticia que Cristo nos ha traído vuelve la armonía a toda la creación y que con la Buena Noticia que Cristo hace con su propia resurrección se establece este equilibrio de vida nueva. El hombre vuelve a ser hijo de Dios, vuelve a ser Señor de las cosas y el hombre vuelve a vivir la fraternidad con los demás hombres que ahora en Cristo son sus hermanos. Este envío que Cristo hace de Pablo para su obra misionera tiene este desafío, anunciar un nuevo modo de vida en la creación, es el nuevo modo establecido por el equilibrio de la gracia, porque el hombre había rechazado aquello que es la acción de Dios entre nosotros los hombres, entonces, el poder de Cristo presente en el mundo no puede desplegarse plenamente si sufrimos en medio de la desarmonía y las angustias. Pablo es el que va a comunicar esto, es el que va a predicar hasta el cansancio, esa frase “Hay de mí si no evangelizara” va a ser la consigna de su vida. Pablo es el que tiene que salir a predicar Esta armonía dada por la gracia traída por Cristo. Es por eso podemos preguntarnos como lo hacían los judíos, “Si el Mesías ya llegó, en qué se nota, que ha cambiado en el mundo”, y respondemos como el evangelio nos dice, Jesús es el que está, podemos decirlo, Él está entre nosotros, y está ofreciendo su amistad, su fuerza, su luz para que podamos mejorar este mundo. Jesús está y esta es la renovación total de este mundo, porque sólo se realizará plenamente cuando Él vuelva al final de los tiempos, pero mientras tanto su presencia viva de resucitado nos ayuda a tener esta fuerza, este ánimo interior como Pablo lo tuvo para que podamos hacer lo que Él quiere hacer en medio de nuestra historia, para que podamos hacer y vivir como Pablo lo vivió en medio de la historia. Que hermosa pregunta le hace Jesús a Pablo, “¿Porqué me persigues?” y qué hermosa pregunta le hace Pablo “¿Qué debo hacer?”. Es la pregunta que debemos hacernos todos los días al comenzar la jornada, al comenzar una obra de apostolado, al comenzar una obra misionera. ¿Qué debo hacer?, nos pone en sintonía con el envío que Jesús hace de sus apóstoles, nos pone en sintonía con la fuerza del Espíritu, nos pone en sintonía con lo que Jesús quiere hoy y aquí para vos y para mí y en definitiva eso es lo mejor que nos puede pasar, entender lo que debemos hacer, en el criterio de conversión que Pablo nos lo dice y entender lo que debemos hacer bajo la fuerza del Espíritu en esta línea de enviados por Cristo, es lo mejor que le puede pasar a nuestra vida. ¿Qué sentís que Jesús hoy te está pidiendo? En este camino de conversión que nosotros hacemos cada día, en tu vida de fe, en el estado en que estés, en tu vida de hijo de Dios, ¿Que experimento que el espíritu me está pidiendo en este momento? ¿Qué debo hacer aquí y ahora? Eso es lo mejor que me puede pasar ahora.
Ponernos frente a Jesús, el Señor de la historia y preguntarle ¿Maestro qué debo hacer hoy?
Sin duda que la conversión de San Pablo no fue de un día para el otro o una varita que toco e inmediatamente transformó toda su vida, precisamente El tuvo que asumir lo anterior, aquí está la primera actitud y que nos hace bien reflexionarla para nosotros, asumir lo que el fue.
El asume con mucha crudeza, pero también con mucho amor, porque él cuando se presentaba a los lugares que iba decía: “yo he perseguido a cristianos, yo he matado a cristianos, he enviado a la cárcel a cristianos y él asumió esto desde su propia historia, porque al asumir lo que nosotros estamos viviendo, estamos descubriendo que todo lo que nos toca vivir se va transformando en historia de salvación, no es una historia negativa o una historia sin rumbo,  no es una historia que está desquiciada, no, todo lo que nosotros vivimos, aún aquello que nos puede resultar doloroso, el primer paso de la conversión es asumir lo que somos.
Y que significa asumir, significa hacer nuestro, esta es la historia, esta es tu historia, esta fue la historia de Pablo, esta fue mi historia, yo tengo que asumir todo lo que he vivido, como los hilos para que Dios siga tramando la historia de la salvación.
Solo cuando uno asume, es decir hace suyo esta realidad que es nuestra propia historia, a veces marcada por dolores, por pérdidas, por angustias, por situaciones críticas, como así también por situaciones positivas, por que no, Dios no nos deja faltar. Solo cuando yo abrazo esto, lo amo, hago de esta historia mia, una historia de salvación.
Allí Dios sigue tejiendo la historia de salvación y es allí donde entro esta pregunta, que debo hacer, porque me pone en sintonía con la gracia y la voluntad de Dios y me pone disponible para que yo le pueda decir, a pesar de esto que yo amo, porque ha sido lo que yo he podido hacer, yo necesito que tu Señor, me vayas diciendo lo que tengo que hacer para que mi historia se transforme.
Como no acordarnos en esto, indudablemente que la misma vida de San Pablo, cuya conversión hoy celebramos y él tuvo una historia de perseguidor y cuando le pregunta al Señor que debo hacer, asumió lo anterior y se transformó en un enamorado de Cristo.
Cuantas otras historias podemos experimentar que tienen este mismo proceso, se asumió lo que se era, pero se cambió de óptica porque nos pusimos en las manos de Dios y El empezó a tejer un entramado nuevo.
En el fondo es el gran desafío, ponernos en las manos de Dios, para que El teja un entramado nuevo, con hilos nuevos en nuestra vida.
La vida de San Agustín, que fue también una vida de conversión, la vida de San Francisco de Asís, la vida de tantísimo santos que hoy uno puede ir recordando, aquellos que son parte de nuestra propia devoción.
La vida de San Pío de Petrelchina, santo de nuestro tiempo, la vida de la beata Teresa de Calcuta, la vida de tantos otros que pueden formar parte de nuestra propia devoción y que uno experimenta esto, le han dicho al Señor, bueno esto es lo que yo hice, con luces y sombras, que debo hacer ahora para que vos seas el que teja este entramado nuevo, ahí entra el discernimiento de ir experimentando que el Señor paso a paso va tejiendo una nueva historia en nuestra vida.
Esta realidad que el Concilio Vaticano 2 en ese hermoso documento, la Gaudium Et Expes, el gozo y la esperanza en medio del mundo, cuando habla de la Iglesia, habla de esto y dice en medio de los gozos y las esperanzas, las dificultades y las tristezas, los aciertos y desaciertos, los errores y las conquistas, la Iglesia en medio del mundo se pregunta que debe hacer para ser fiel al mandato del Señor.
Es bueno recordar esto también, porque lo que viene para nosotros en forma personal, está dirigido también para la Iglesia que tiene que ser comunidad de creyentes y que debe responder a este mandato que el Señor le da.
Evangelizar en el modo y en la forma en que El quiera hacerlo en nuestro mundo de hoy.
Gran desafío de nuestro tiempo y mientras meditamos en este día de fiesta de la conversión de San Pablo, volvemos nuestra mirada en la catequesis a un comentario que hace un grande de la iglesia, San Juan Crisóstomo, al respecto a este tema de la conversión de San Pablo, dice que es el hombre, cuan grande es su nobleza y cuanta su capacidad de virtud, lo podemos experimentar sobre todo en la persona de Pablo, cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y frente a los peligros que lo acechaban era cada vez mayor su empuje, como lo atestiguan sus propias palabras, olvidando lo que queda atrás y lanzándome por lo que veo por delante y al presentir la inminencia de su muerte, invitaba a los demás a compartir su gozo diciendo, alégrense y congratúlense conmigo, al pensar en sus peligros y oprobios se alegra también y dice escribiendo a los Corintios, vivo contento en medio de mi debilidad, de los insultos y de las persecuciones, incluso llama a estas cosas, armas de justicia, significando con ello que le sirven de gran provecho y sigue diciendo San Juan Crisóstomo, lo que era para él lo más importante de todo, gozaba del amor de Cristo, con esto se consideraba el más dichoso de todos, sin esto le era indiferente asociarse a los poderosos y a los príncipes, prefería ser con este amor y prefería ser el último de todos, incluso del numero de los condenados, que formar parte sin Cristo de los más encumbrados y honorables, para él el tormento mas grande y extraordinario era verse privado de este amor y para él su privación significaba el infierno, el único sufrimiento, el suplicio infinito e intolerable.
Gozar del amor de Cristo significaba para él la vida, el mundo, la compañía de los ángeles, los bienes presentes, los futuros, el reino, las promesas, el conjunto de todo bien.
Sin este amor nunca catalogaba como triste o alegre, las cosas de este mundo no las consideraba en si mismas ni duras ni suaves, las realidades presentes las despreciaba como hierbas ya podrida, a los mismos gobernantes y al pueblo, enfurecido contra él, les daba el mismo valor que a un insignificante mosquito, consideraba como un juego de niños la muerte y la mas variada clase de tormentos y suplicios con tal de poder sufrir algo por Cristo, esto lo ha escrito un grande de la Iglesia, San Juan Crisóstomo, cuando nos habla de Pablo y su conversión, aquel que después de verlo a Jesús, se animó a preguntarle que debo hacer y asumiendo su vida pasada, desde el amor de Cristo, entendió que el que trama nuestra vida, entre luces y sombras, es solo Dios.
Hoy te animas a preguntarle a Jesús, maestro, Señor, amigo, ¿que debo hacer? y abrazando lo que sos, deja que la gracia de Dios vaya tejiendo una nueva historia, como lo hizo en Pablo, por eso hoy celebramos su conversión.
Nosotros hoy queremos tener este encuentro con el Señor, sabiendo que la mano da San Pablo nos lleva hasta Él ha sido un instrumento con su vida, antes de su conversión y por su vida después de convertido. Ambas realidades en la vida de Pablo, nos centran en Cristo porque forma parte de este signo que la providencia de Dios pone para que también nosotros no nos sintamos ningunos desposeídos del amor de Dios, sino que también podemos cargar y abrazar este amor de Dios en nuestra vida.
En una catequesis del Papa Benedicto XVI, nos habla también de este proceso de conversión de San Pablo. Mirando a Pablo podemos formular así el interrogante de fondo, cómo sucede el encuentro de un humano con Cristo y en que consiste la relación que de ellos se deriva.
La respuesta dada por Pablo puede ser comprendida en 2 momentos, en primer lugar Pablo nos enseña  a aprender el valor absolutamente fundante e insustituible de la fe, veamos lo que escribe en la Carta a los Romanos: Porque nosotros estimamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley y asi también en la Carta a los Gálatas: Como sabemos que el hombre no es justificado por las obras e la ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído en El, para ser justificados por fe en Cristo y no por las obras de la ley, nadie será justificado en virtud de las obras de la ley.
Ser justificados significa ser hechos justos, esto es ser acogidos por la justicia misericordiosa de Dios y entrar en comunión con El y en consecuencia poder establecer una relación mucho mas autentica con todos nuestros hermanos y estos son la base del perdón total de nuestros pecados y bien Pablo expresa con toda claridad esta condición de vida, no depende de nuestras eventuales obras buenas, sino que es pura gracia de Dios, así lo dice en su Carta a los Romanos: Son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús, con estas palabras San Pablo expresa el contenido fundamental de su conversión, la nueva dirección de su vida, como resultado de su encuentro con Cristo resucitado.
Pablo antes de su conversión no había sido un hombre alejado de Cristo y e su ley, al contrario era observante, con una observancia fiel hasta el fanatismo, pero a la luz del encuentro con Cristo comprendió que con eso habia buscado construir el mismo su propia justicia y que con toda esa justicia había vivido para él mismo.
Comprendió que era absolutamente necesaria una nueva orientación de su vida y esta nueva orientación la encontramos expresada en sus palabras: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe del hijo de Dios que me amo y se entregó por mi.
Pablo, entonces no vive mas para él por su propia justicia, vive de Cristo y con Cristo, dándose a si mismo y ya no buscándose y construyendo por el mismo.
Esta es la nueva justicia, la nueva orientación que nos ha dado el Señor y que se nos ha dado con la fe.
El nos enseña hoy, yo solo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quién el mundo esta crucificado para mi, como yo lo estoy para el mundo, que hermoso texto este, fue una catequesis del Papa Benedicto XVI, en el año Paulino que había finalizado el año pasado,
Lo que nos esta diciendo es convertirnos como San Pablo, significa no negar ni amargarnos por nuestro pasado, significa asumirlo y asumirlo con este deseo, un deseo de mirar hacia delante, de futuro.
San Pablo dice me lanzo hacia el futuro.
No tengas miedo de hacerte esta pregunta, la que Pablo le hizo a Jesús: Que debo hacer Jesús y no tengas dudas de que muchas circunstancias, el mismo Jesús te va a ir diciendo aquello que va a llevar a plenitud su obra en cada uno de nosotros, su obra en tu vida .

Padre Daniel Cavallo