El proceso de crecimiento de nuestra fe

lunes, 1 de febrero de 2010
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Jesús decía a sus discípulos: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha". También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". Y con muchas parábolas como éstas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
Palabra del Señor.

Esta Palabra de Dios nos permite coronar lo que hemos estado reflexionando s
acerca de éste proyecto e  ilusión  de Dios cuando Jesús la hace presente en nuestra vida en la Parábola del sembrador. Hemos meditado como ésta Palabra encierra una fuerza, una poten
cia germen en si misma. Una potencia que actualiza en nosotros esa ilusión y el proyecto de Dios para que podamos ir desentrañándolo, desmenusándolo en cada día de nuestra existencia. Allí estamos llamados a descubrir éste proyecto que Dios ti para con cada uno de nosotros y para no apartarnos de su voluntad porque nuestra vida de fe apunta a sujetarnos y a vivir con total disponibilidad la voluntad de Dios. Jesús es el que se encarga de mostrarnos que ésta Palabra de Dios que se realiza en nuestra vida que en el fondo es el Reino de Dios en nosotros tiene una clave, un estilo de crecimiento que el mismo Dios da, que no  lo imponemos nosotros. De allí que en estos días vamos a escuchar estas parábolas de crecimiento porque van a darnos la perspectiva, la clave de como tenemos que asumir el Evangelio de Jesús en nuestra vida a modo de crecimiento misterioso que solo la Gracia de Dios va haciendo en nuestro propio interior. Que no imponemos nosotros como hombres nuestra estructura propia, nuestro deseo por más que tengamos un deseo alocado de que crezca en nosotros la fe, el deseo del Reino que solo Dios da tiempo y crecimiento según su      voluntad en cada uno de nosotros a su Palabra sembrada y es cierto que esto es importante aceptarlo de ésta forma no solo porque suscita en nosotros como hijos de Dios otras actitudes, responsabilidades sino también porque suscita en nosotros la confianza con la que tenemos que recibir el modo en el que Dios quiere ir obrando en nosotros. Eso no lo podemos imponer nosotros. Es algo que Dios nuestro Señor va haciendo de acuerdo a lo que cada uno de nosotros podemos comprender y vivir. Estos últimos versículos del Evangelio de hoy marcan ésta sintonía, ésta clave con la que nosotros vivimos nuestro proceso de fe. Que hermoso es haber escuchado hoy como discípulos que con muchas parábolas Jesús anunciaba el Reino de Dios haciendo cercano ese misterio de Dios al hoy de nuestra vida con ejemplos concretos propios de la vida de ese momento que también nosotros lo entendemos y se entenderán en todas las épocas. La Palabra de Dios es viva y eficáz y podrán cambiar las modas, las costumbres pero la esencia de la Palabra siempre va a permanecer y va a ser entendida por el hombre en el momento y en el modo en que Dios la siembra en cada uno de nosotros Hay dos situaciones o actitudes con las que el Evangelio de hoy culmina. El la enseñaba en la medida que podían comprenderla, primera actitud de crecimiento. Si decimos que Cristo es nuestro maestro estamos diciendo que El es el que se encarga de darnos a cada uno la enseñanza en la medida en que nosotros podemos comprender que no es igual en todos y a esto tenemos que sujetarnos y acatar esa limitación propia de nuestra naturaleza humana. Cada uno de nosotros tiene nuestros modos de aprender. San Pablo utiliza un ejemplo grafico. El dice: yo les procuré a cada uno de ustedes la Palabra de Dios a modo de alimento en la medida que cada uno pudiera recibirla. Algunos la estarán recibiendo como papilla y otros como alimento sólido pero yo  me preocupé que cada uno pudiera  recibirla en el modo que cada uno podía recibirla y esto es lo que Jesús hace con nosotros.    La Palabra sembrada es dada a nuestra vida no en masa. Dios es el primero que siembra en nosotros y va esperando como aquel sembrador sueña con el campo lleno de frutos, sueña con ésta semilla que la está poniendo en gérmen ya sueña con ese árbol lleno de frutos, con ese campo lleno de una mies madura Dios conoce lo que cada uno de nosotros necesita y también el Evangelio nos decía a sus propios discípulos Jesús en privado les explicaba todo. Que hermosa experiencia de intimidad con Jesús nos ofrece éste versículo y también de pronto que llamada de atención nos hace porque en privado Jesús a sus discíplulos les explica todo y nosotros nos consideramos discípulos si cuantas veces hemos insistido que por nuestro propio bautismo somos discípulos y misioneros más aún en ésta realidad tenemos que aplicarnos éste tener una experiencia íntima
a con Jesús donde El viene a explicarnos ésta Palabra a nuestro propio tiempo con nuestras propias limitaciones. Solo Cristo puede explicarnos a cada uno éste misterio que se desarrolla en nuestro interior. El Señor viene a explicarnos tantos para que de nuestra vida y esto es personal. Hay un tu a tu que tiene que descubrirse cuando yo me siento frente a la Palabra de Dios y voy necesitando que Cristo me la explique, me ayude a aplicarla a mi vida, que yo destierre de mi interior la ansiedad propia de querer estar en igualdad de condiciones a todos los que me rodean sino que mate esa ansiedad y me sujete al modo en el que va creciendo en mi ésta semilla que el mismo Cristo ha sembrado en mi interior. A esto lo llamamos proceso de fe y si Cristo es maestro El para con cada uno de nosotros va teniendo un camino pedagógico, un proceso de fe que no se aplica de manera masiva y global sino que mira la necesidad, la realidad de cada uno de nosotros, En èste proceso pedagógico de la fe el Señor no solo siembra en nosotros la semilla de su Palabra sino que también va esperando de acuerdo a la necesidad y posibilidad de cada uno que ésta semilla crezca en el misterio en el que Dios la quiera ir hacer creciendo en nuestro interior. Ese proceso lo llamamos proceso de fe, proceso pedagógico porque Cristo lo va aplicando según la necesidad de cada uno de nosotros. Les invito a compartir una consigna ¿ que estás haciendo por el crecimiento de tu fe? ¿ que actitudes, medios, hechos concretos podes descubrir en tu vida con los que Cristo va modelando éste crecimiento en tu interior? ¿ quecosas hay en tu interior que impiden el desarrollo de Dios en tu vida? Que pueden ser los obstáculos que uno descubre: la ansiedad, la falta de confianza o el deseo de querer manejarlo todo y no dejarnos librado a ésta obra de Dios
Nos imaginamos éste Evangelio sentado entre campesinos habla en comparación  del Reino de Dios es semilla de trigo, es grano de mostaza, germen pequeño sembrado en tierra ahí escondido muere primero luego nace y crece. Jesús nos está haciendo pensar en èstas realidades propias de una semilla, morir, crecer, desarrollarse, dar fruto o sombra. Todo lo hace la semilla por su propia vida y poder, nadie se lo tiene que decir. Dios se siembra en el corazón del hombre a veces sin darse cuenta el hombre mismo y ahí va trabajando en lo secreto día y noche mientras el hombre vela o duerme y el Dios sembrado crece y fructifica en la vida del hombre con obras de amor y de bondad. Este modo que Dios ha elegido para sembrarse en cada uno de nosotros es tan amoroso porque nos permite mirar y respetar lo que cada uno de nosotros es y nos hace entender que ésta maravilla del Reino de Dios no prescinde de lo que nosotros somos, al contrario, abraza lo que cada uno de nosotros es y aún respetando nuestros propios tiempos esa semilla del Reino va creciendo lentamente,pacientemente, silenciosamente, misteriosamente aun sin que nosotros nos demos cuenta Dios está trabajando en nuestro interior. El Evangelio de hoy nos dice que Dios es el dueño de éste campo que se sienta a mirar la semilla que ya está sembrada que va creciendo sin que el dueño del campo se de cuenta porque tiene crecimiento en si. Así pasa en nuestro interior, la fe nunca deja de crecer. Lo hace de manera silenciosa, misteriosa. Lo cierto es que Dios va haciendo ese trabajo en el interior y sabe como y para que  hacerlo Esta acción de Dios que es imperceptible, silenciosa, misteriosa necesita de una actitud por parte nuestra que somos el campo donde está sembrada la semilla. Necesita de la actitud de la confianza que hace que renuncie a mis criterios, a mis ansiedades, al propio estilo que yo quisiera tener para ponerle el pecho a tal situación o creer tenerlo todo ya sabido o asumido y hace que sea coniado en el modo en que el Señor vaya obrando en mi. Eso nos hace descubrir que el  Señor está tan cerca nuestro. Es tan importante el criterio que Jesús enseña hoy en éste Evangelio que solo se puede asumir cuando  vivimos ésta última parte del Evangelio El en privado le explicaba todo porque en definitiva si no nos enamoramos, si no asumimos ésta forma que Cristo tiene para hacer crecer el Reino en nuestro interior morimos en las ansiedades, morimos en los proyectos que uno tiene porque no se cumplen del modo que yo quería es como que todo está frustrado, nada sirve y no las que supone la confianza en el Señor que va modelando y asumiendo éste modo en hacer crecer el Reino en nuestro interior.
Este texto es una invitación a la espiritualidad de la confianza que nos lleva a suplicar al Señor que actúe con su Gracia en el secreto de nuestra vida, que sea El el que vaya realizando la obra. Estamos confiando la obra más grande, más sublime que es tallar nuestro interior, modelar nuestra alma, dar forma a lo más íntimo nuestro, aquello que salió de Dios que es nuestra alma, aquello que va a volver a Dios en el tiempo que Dios le haya puesto a nuestra vida y es El el que tiene que darle forma modelando en nosotros de acuerdo a lo que cada uno de nosotros puede dar. Esta espiritualidad de la confianza que nos hace descubrir esa Gracia en lo secreto de nuestra vida más alla de lo que nosotros podamos comprender o planificar´Aquí está la clave de la obra pedagógica de Dios por encima de lo que nosotros podemos planificar, la obra la va haciendo El en el secreto de nuestro interior. Su Gracia divina nos sostiene y se anticipa a nuestras decisiones y esfuerzos y donde podamos encontrar algo bueno si agudizamos nuestra mirada podremos descubrir que allí está actuando la Gracia de Dios. Busca algo bueno y encontrarás Gracia. Miremos nuestro interior y en aquello bueno que se está realizando ahí está la Gracia de Dios que está realizando su obra, realizando la manera en la que Dios quiere instaurar el Reino entre nosotros.Porqué importante ésta forma? Por 2 motivos:primero porque Dios que es Padre. Cristo que es maestro y el Espíritu Santo que es quien realiza la obra actúan en el interior del corazón de cada hombre tratándolo de manera personal. Esta es la instancia que nos decía el Evangelio en privado El les explicaba las parábolas a sus discípulos. Esta espiritualidad de la confianza en el modo que el Señor trabaja en nosotros es la forma privada en que la Santísima Trinidad va realizando la obra en el corazón, en el alma de cada uno de sus hijos. Es ésta ejecución misteriosa y secreta que en privado hace que nosotros seamos dóciles a la acción de la Trinidad que modela en éste camino pedagógico el camino de la fe. En segundo lugar quien lleva adelante el Reino de Dios precisamente es Dios mismo. No son nuestras estructuras, nuestros caprichos, nuestros deseos alocados por más buenos que sean. La historia, el Reino, es de Dios y tanto la historia de los hombres como el Reino lo va realizando Dios de acuerdo a su proyecto y cuando aparezca en nosotros o en la  vida comunitaria, de familia, amigos o cercanos situaciones que nos resulten  misteriosas, dolorosas, incomprensibles a nuestra capacidad humana o intelectual de asumir mucho más ahí tendremos que aplicar éste proceso interior en el que Dios nos está haciendo crecer y mucho más ahí tendremos que aplicar ésta espiritualidad de la confianza que supera nuestras limitaciones, que excede nuestros propios caprichos y proyectos personales que tiene que exceder nuestros propios planes y hacernos ver que en esto el que está llevando adelante su Reino es Dios porque es de El, porque El lo ha proyectado, porque en su amor infinito y misericordioso y en su poder omnipotente es Dios y El es el que proyectó ésta historia para que sea historia de amor y misericordia e historia de salvación. Asumir ésta espiritualidad de confianza es todo un camino para nuestra fe. Que mirada distinta podríamos tener de las cosas que nos han sucedido o sucederán si aprendemos en la pedagogía divina éste modo en el que El tiene de actuar. Si nos dejamos de poner ansiedades y ponerles forma personal a las cosas y nos dedicamos a pensar que Dios tiene derecho porque El es el que nos creó y hacia El vamos El tiene el derecho en su amor paterno de ir gestando en nosotros éste camino y crecimiento en la fe asi como un padre, una madre sobre el niñito suyo tiene el derecho de enseñarle a caminar a pesar de los golpes, ilusionando que alguna vez corra. Así también Dios con nosotros. En la vida nuestra tiene el derecho de Padre, de Creador, de ir enseñándonos los pasos aunque a veces nos caigamos para que alguna vez corramos en la vida de fe. Allí está la pedagogía que Dios quiere para con cada uno de nosotros y esto lo vivimos no solo de manera personal sino también como Iglesia quien tiene que estar confiada en las manos de Dios porque El es el que a lo largo de la historia entre luces y sombras va siendo la madre Iglesia en medio de la comunidad humana como se realiza el Reino de Dios en medio de los hombres socialmente, universalmente
En el Documento de Aparecida los Obispos latinoamericanos en el número 534 nos dicen:
La Iglesia tiene que animar a cada pueblo para construir en su
patria una casa de hermanos donde todos tengan una morada
para vivir y convivir con dignidad. Esa vocación requiere la alegría
de querer ser y hacer una nación, un proyecto histórico sugerente
de vida en común. La Iglesia ha de educar y conducir cada vez
más a la reconciliación con Dios y los hermanos. Hay que sumar
y no dividir. Importa cicatrizar heridas, evitar maniqueísmos, peligrosas
exasperaciones y polarizaciones. Los dinamismos de integración
digna, justa y equitativa en el seno de cada uno de los
países favorece la integración regional y, a la vez, es incentivada
por ella. Es decir en éste camino del Reino de Dios que se instaura entre nosotros los hombres la misión de la Iglesia como madre y maestra en humanidad es hacernos descubrir lo que la parábola nos aplicó a nosotros mismos. Es hacernos ver que en el vasto campo del mundo Dios es el sembrador y El es el que va en el silencio en el misterio e intimidad de la historia de éste mundo que a veces externamente parece tan bulliciosa, tan tironeada y explosiva sin embargo en su interior guarda éste misterio de Dios infinito de su amor de Aquel que sembró ésta realidad y que va modelando haciendo posible una transformación y un cambio como solo Dios puede posibilitarlo entre nosotros  También en el mundo y en la historia tiene que existir ésta espiritualidad de la confianza porque si nosotros pensamos que cada uno vamos a ser redentores de la historia nos estamos aplicando un lugar que no nos corresponde. El único Redentor de la historia ha sido Cristo El transforma la historia porque se ha metido en la intimidad de la historia y allí como sembrador es el que va trabajando misteriosa y silenciosamente para gestar como va a decirnos San Juan en el Apocalipsis un cielo nuevo y una tierra nueva  que todos añoramos.

                                                                                                           Padre Daniel Cavallo