La vida cristiana, un combate permanente

lunes, 28 de enero de 2019
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2019/01/28 – La semana pasada eran los fariseos los que estaban mirando que hacía y que decía Jesús y sus discípulos. En el Evangelio de hoy aparecen los escribas, quienes se habían dedicado a al estudio de las escrituras, podríamos decir que eran los teólogos biblistas de la época de Jesús y vienen desde Jerusalén para hacer un juicio valorativo sobe la persona de Jesús, sacan sus propias conclusiones, conclusiones que terminan descalificando a Jesús diciendo que  “está endemoniado…”.

“Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: «Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los demonios.» 

Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: «¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre.  

Jesús dijo esto porque ellos decían: «Está poseído por un espíritu impuro».” (Evangelio según San Marcos  3, 22-30)

Jesús escucha esto y no lo deja pasar por alto sino que los llama y por medio de comparaciones les explica, acá nuevamente aparece la pedagogía de Jesús; esa pedagogía que se hace cercana, que no tiene en cuenta el mal, sino que tiene paciencia y vuelve a explicar. Por medio de una parábola, Jesús plantea la lucha; entre el bien y el mal, entre la unidad y la división, entre el reino de los cielos y el maligno.

Y a todos los que están escuchando Jesús los pone ante una opción personal, y hoy nos interpela también a nosotros y nos pone de frente ante una opción.

Jesús es más fuerte y vence en nuestra vida

El mal se mete entre los que nos queremos: las peleas en familia, la infidelidad entre los que se prometieron amor… El Maligno no tiene necesidad de poseernos. Nos envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios, los celos. Y así, mientras reducimos las defensas (y nos negamos a ponerle nombre personal y a enfrentarlo como la persona que es y lo dejamos en el “anonimato”) él aprovecha para destruir nuestra vida, la de nuestras familias y la de nuestras comunidades, porque “como león rugiente ronda buscando a quien devorar” ” (1 Pe 5, 8)”.

En el capítulo V de su Exhortación apostólica Alégrense y exulten Francisco nos da una clave muy útil y concreta para desenmascarar al Demonio y hacernos ver su rostro real, actualizado! Dice el Papa: “La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida” (GE 159).

En el pasaje de hoy vemos cómo la táctica del Maligno consiste en desacreditar a Jesús, publica y familiarmente, de modo tal que su Evangelio salvador, el que nos pone en contacto con el Padre de la Misericordia, pierda poder salvador al entrar en conflicto con estas dudas que siembran en la gente.

La lógica de los escribas es aparentemente sutil y entradora: ellos tratan de hacer pensar a la gente que Jesús sigue el camino de los estafadores, que es un vendedor de humo, que te regalan algo para robarte o la lógica del enemigo que te salva de un peligro menor para hacerte un mal mayor.

Y Jesús les dice que si el demonio sigue la lógica que ellos proponen, entonces está perdido. Si usa su poder contra sí mismo entonces es que ha llegado su fin.

El Señor propone otra lógica más simple: si hay personas que realmente son libradas del mal y curadas, es señal de que “vino uno más fuerte”.