15/03/19.-
Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.»
Mt. 5, 20-26
El Evangelio de hoy es la continuidad del gran discurso que Jesús da en el Monte donde comienza diciendo Bienaventurados y al ir concluyendo va retomando las Palabra de Moisés pero le va dando un nuevo significado y también le va pidiendo a sus discípulos ampliar la mirada hacia el hermano, salir de la ley del talión; que ponía distancia, violencia en los vínculos, para comenzar a forjar y a sembrar la cultura del encuentro, donde el hermano es prioridad y se hace camino de santidad.
Y hoy Jesús nos invita a vivir una clave de la santidad. La clave de la comunidad, esa comunidad que tiene rostros concretos de hermanos y hermanas. Toda esta semana vinimos hablando de nuestro vínculo con Dios pero no hay verdadera amistad con Dios si mis manos y mi corazón no están abiertos al hermano.
En el camino del discipulado es muy difícil caminar solos, en al cultural actual es tal el bombardeo que nos seduce que, si estamos demasiado solos, fácilmente perdemos el sentido de la realidad, la claridad interior, y sucumbimos.
La santificación es un camino comunitario, de dos en dos. Vivir o trabajar con otros es sin duda un camino de desarrollo espiritual.
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