24/04/2019.-
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Cuando llegaron cerca del pueblo a donde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante pero ellos le insistieron: “quédate con nosotros que ya es tarde y el día se acaba. El entro y se quedo con ellos.
(Lc 24, 13-25. 28-29)
Oración por la glorificación de estos “testigos de la Iglesia riojana”:
Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Él y por Él manifestaste bienaventurados a los que tienen hambre y sed de justicia, y a los perseguidos y ultrajados por causa suya, te imploramos que la Iglesia en Argentina recoja y siga haciendo fecunda la siembra evangélica de los Siervos de Dios Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera. Te pedimos la gracia de ver proclamados sus nombres entre los mártires de tu Iglesia. Que sus vidas y muertes, como testigos de la fe en Jesús, afiancen por tu Espíritu la esperanza en el corazón de tu pueblo, para que, peregrinando hacia el Tinkunaco final, construya la paz en la justicia y el amor. Amén.
La palabra Tinkunaco, esa expresión que esta en el alma y en las raíces de la razón de ser en estas tierras, son las que impactaron fuertemente en el corazón de este buen pastor que fue Enrique Angelelli. Buscaba cada momento de su peregrinar incansable de sus tierras riojanas el espíritu del Tinkunacu, el espíritu del encuentro, el abrazo fraterno, al posibilidad de decirnos de muchas maneras que somo hermanos.
Enrique fue un buen padre, ademas de un buen pastor, porque en el intento de ir entrelazando las historias y entrelazándose en las historia de su pueblo descubrió y revelo desde su ser pastor, que había mas lazos de comunión que distancia y enfrentamientos. Y cuando se paró de cara a la distancia de los enfrentamientos, se enfrento con lo que verdaderamente viene a romper todo vinculo de comunión que es el odio, al que venció con la entrega de su vida junto con sus hermanos. Entendieron como en el entrelazar las vida, una cuerda de existencia fraterna se hace mas fuerte que el odio y que la misma muerte.
El cielo se acerco por aquí y les regalo en ese pastor tres hermanos más, que son testigos y que dan un testamento. No venimos aquí para, honrarlos solamente, sino para recibir la posta. El testamento no es sencillamente para mirarlo y admirarnos. Estos testigos viene a querer despertar el corazón y el alma de nuestro pueblo para seguir adelante. Hay que seguir andando porque hay esperanza, hay que seguir andando porque hay horizonte, y porque en la comunión atraemos a la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ellos son el modelo de ser familia, de ser casa, de ser pueblo, de ser experiencia comunitaria. Y allí es donde Enrique ancló con su pastoreo la decisión de llevar hasta las ultimas consecuencias el anuncio del Evangelio.
“Hay que mirar el futuro con serenidad, con coraje, con firmeza, con esperanza y con los mejores sentimientos para seguir construyendo juntos” (Misa Radial- 31/03/1974). “Mirémonos los rostros nuevamente y sepamos descubrir todo aquello que nos impulsa a caminar juntos, a construir juntos. Dejemos de lado todo aquello que nos empequeñece en el alma y en la mente y en el corazón”. (Homilía en el Funeral del día 02/07/1974) Lo llamativo es que lo dice en un funeral, le han matado dos curas, y el es padre. Mirémonos los rostros y sepamos descubrir aquello que nos permite caminar juntos, le han matado dos hijos. Dejemos de lado todo aquello que nos empequeñece el alma, las mezquindades, el miedo, las rivalidades, las ideologías cerradas, los discursos de barricada, las mentiras, dejémonos de embromar. Dejemos de lado aquello que nos achica el corazón, que nos empequeñece el alama y la mente. “Estamos convocados, ante la urgencia de la hora y ante los evidentes signos de los tiempos en que vivimos, como ciudadanos y como cristianos a seguir modelando una Rioja en la que la ley fundamental sea: “todo hombre es mi hermano”; en la que el hombre sea señor de las cosas y no esclavo de las mismas; un nuevo tipo de relaciones fundadas, no en el egoísmo, sino en el amor fraterno”. (Clausura de la Fiesta de San Nicolas-1971). El decir de Enrique y sus compañeros mártires, ha sido un decir de lo que habita en el alma de esta tierra. Por lo tanto ninguno de los riojanos, ni ninguno de los visitante puede criticar a alguien. Asumimos el compromiso del testamento, que nos deja la tierra y los testigo de la tierra regada con sus propia sangre.
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