15/06/2019 – Héctor David Gatica es un enorme poeta y escritor riojano, con sus 83 años a cuestas y mucha sabiduría en su corazón. Gatica nació en Villa Nidia, al sur de la provincia de La Rioja, donde creció en contacto con el paisaje agreste de los Llanos a la par que asistía a la escuela de su pueblo natal. Allí tomo contacto con los innumerables paisajes y personajes que habrían de poblar la mayoría de sus obras. “Mi afición al estudio chocó con la prescripción médica de suspender la escuela por ciertos problemas de visión que me aquejaron desde niño. Este hecho no impidió que mi educación siguiera adelante de manera autodidacta, ya que era un lector voraz y amante de los clásicos. Siendo adulto hice la carrera docente y me recibió de maestro en 1968, año en el que contraje matrimonio con Noelia”, sostuvo.
Gatica destacó que junto a su esposa “nos instalamos en una villa muy pobre de Mendoza, en el barrio San Martín. Pero contrario a los que muchos pensaban, vivimos una enriquecedora experiencia de vida en comunidad junto al padre José María Llorens, al que le decíamos ´Macucda. Era un cura de una intensa actividad social y solidaria. Al año siguiente regresamos a Villa Nidia, donde yo me desempeñaba como docente”.
“Luego comenzó a cursar Ciencias de la Educación en la Universidad de La Rioja, carrera que debió abandonar con la instauración de la dictadura militar en 1976. La angustia de aquel período quedó plasmada en las páginas de ´Los días insólitos`”, dijo el escritor riojajo. “Cuando estaba en Mendoza, el padre Llorens me comentó de la obra de monseñor Enrique Angelelli en La Rioja. Y yo en el poema ´Tu grito` denunciaba los ataques que los grandes terratenientes de mi provincia hacían a los pequeños productores. En ese contexto lo conocí a monseñor Angelelli. Mi hijo David Gabriel fue bautizado por él. También le regalé mi libro ´Himnos farisaicos`. Pero nunca, en su enorme humildad, él me contó que también era poeta. Eso lo descubrí después”, relató y agregó: “Angelelli tenía un grabador pequeño y lo usaba para grabar el canto de los arroyos y de los pájaros, el sonido del viento. En cuanto a la oración, decía que había que gastar los pantalones en las rodillas. Yo estuve en el momento que lo mataron, como tantos riojanos lloramos su partida. Como lloramos a tanta gente amiga que partió al exilio y no volvió”.
Gatica destacó que “un artista debe dar testimonio de su tiempo. Y en ese tiempo hubiera sido mejor escribirle a la naturaleza, pero durante la dictadura militar estaba el horror y había que denunciar ese horror”. Gatica es también el autor de la Cantata riojana, con música de Ramón Navarro y glosas de Ariel Ferraro.
Finalmente, compartió el poema “Edificación del tiempo” de su libro “Himnos farisaicos”, donde voy contando como la arena va tomando distintas dimensiones hasta convertirse en un templo dedicado a Dios”. Este es el poema:
Esta arena que rompe nuestros pasos y los pasos de estas mulas,
adivina un amanecer que ya la está nombrando.
Como si oliera en sus lechos permeables el sostén a nivel que ha de formarla.
El sonido, separado del agua, arena. Como de un coro, como de un armonio.
En la cara que te rompo a paladas
tienes retratado un Cristo de sudor fino y de palabras pesadas.
Estás limpia, no me ensucias la camisa.
Estás limpia como para entrar en el Reino de los Cielos.
Quiero que me ayuden a llenar el carro hasta el sol
y asistir después al culto del descanso reconstruido de pan.
No ves si tu cuerpo va tomando altura .
Ahora arena, no caminas por los declives del sur mojada de luna;
además se te cayó el viento de los hombros.
Una raíz de cal te ha construido el alma y lo tienes a Dios por habitante.
Arena de la acequia, arena: te suena el corazón como una campana,
llamándonos a orar.
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