La Esperanza

jueves, 13 de mayo de 2010
image_pdfimage_print




Entrevista a Carlos Díaz, Doctor en Filosofía, Licenciado en Derecho, Magister en Sociología Política, Profesor en la Universidad Complutense de Madrid en las cátedras de Filosofía de la Religión, Fenomenología de la Religión e Historia comparada de las religiones, Rector y fundador de los Institutos Emmanuel Mounier de España, México, Paraguay y Argentina. Es autor de más de 160 obras de filosofía, educación y sociología, entre ellas hay un libro que se llama “Decir el credo” Ed. Desclé –española-, y hay una edición mas pequeña que se llama ‘10 palabras claves para decir el credo’, “Preguntarse por Dios es razonable”

 

GL:  muchas veces asociamos la esperanza mas bien a una virtud bastante volátil, ¿es así?

 

CD: La raíz etimológica de la palabra esperanza, es la de tener los pies en la tierra de tal manera bien puestos que sea posible ir mas lejos”. Hay mucha gente tan desestructurada que no puede tener esperanza porque no tiene presente. Carece de realidad.

 

GL: Y hay otra gente tan desestructurada que piensa que tiene mucha  esperanza porque ensueña mucho

 

CD: Ese es el tipo de esperanza que necesita el ser humano, pero que no le es dado a quien no tiene los pies en la tierra. La esperanza trabajada, elaborada, es distinta a la esperanza necesitada, soñada, desesperada. Hay una esperanza desesperada, que entonces pide lo imposible, y que normalmente es trágica. Entonces recurre a invocaciones trascendentes, de otro mundo, porque no tiene los pies en este mundo

 

GL: Es trágica sobre todo cuando las personas invierten un gran capital emocional, afectivo, volitivo, detrás de esas esperanza que nunca van a ser presente.

 

CD: esa es una esperanza de tipo ‘mágico’, que no se concreta, y que por otra parte sería innecesario recurrir a ella si se fuera responsable en la vida.

 

            Y hay otro tipo de esperanza que son de suyo imposibles. No toda esperanza es legítima. Por ejemplo: yo no puedo esperar morirme. La realidad es tozuda frente a la esperanza. Yo puedo aceptar la muerte, pero no puedo esperar morirme ni esperar vivir 500 años.

 

            Cuando se confunden todas estas dimensiones, vienen fáciles caídas en la desesperanza.

 

GL: ¿quién, cómo o con qué criterios se marca la diferencia entre lo posible y lo imposible? Porque es cierto que no podemos esperar no morirnos, pero en realidad, si uno se remonta a la historia, mucho de lo que hoy son realidades, en algún momento fueron absolutamente imposibles (pensar en volar, llegar a la luna por ejemplo). Y si alguno hubiera deseado tal conquista se lo hubiera tildado de loco. La historia pareciera haber avanzado –si se puede ver al avance como desarrollo del conocimiento- detrás de sueños bastante locos que parecían imposibles.

 

CD: hay ciertamente un límite desplazatorio, que es lo que le pasa a la utopía. Y en ese horizonte, uno puede desear lo imposible cuando ha realizado lo posible. Pero también hay desmesuras que hacen sufrir. Hay algunos referentes de utopías que son falsos e inalcanzables para siempre.

            No sé ahí si entonces decir en esta “indefinibilidad del límite” o “ilimitación de lo definible”. No se yo si podríamos decir que una esperanza tiene que ser primero posible para que sea deseable. Yo diría eso: lo imposible, es indeseable. Ahora ¿qué es lo posible? Justamente éste es el punto móvil. Yo he visto en mi vida que he hecho posibles que parecían imposibles

 

GL: ¿qué fuerza te impulsó –seguramente mas allá de la razón- a largarte detrás de esos aparentes imposibles? La esperanza ¿tiene el límite de la razón o va más allá?

 

CD: Tal vez me impulsó el deseo de ser mas querido de lo que yo me sentía cuando era pequeño. Eso me forzó a hacer hazañas, a alcanzar lugares o puestos que merecían reconocimiento para el que yo en principio no me hubiera visto posibilitado por el mero hecho de contemplarme en mis fuerzas, en lo que soy. Entonces la esperanza surge en este caso de un deseo o de un dolor por lo ‘no sido’. La persona que no siente dolor por lo que no es, no tiene esperanza. Tiene complacencia por lo que es. La persona que se complace por lo que es, no busca lo difícil o lo imposible o el mas allá.

            Creo que si alguna abundancia hay en mi, son producto de las carencias. Platón decía que ‘el hombre es hijo de necesidad y de abundancia’. Las personas que he visto progresar en el sentido humano, siempre han sido aquellas a las que les ha dolido la realidad, no aquellas que han deseado más realidad de la que tenían, sino aquellas que habían sido tocadas por la gracia del dolor, del deseo, de la querencia, de la voluntad, del no ser, del sentirse pequeño.

            Los maestros precisamente han sido maestros porque han inducido a la esperanza de ‘ser mas’. Todos han tenido algún sufrimiento por algo, alguna búsqueda, y sobre todo, porque les ha dolido el tú. Es decir, la esperanza, cuando es meramente subjetiva, es un fraude

 

GL: Jesús se da cuenta de que son los insatisfechos los que mejor comprenden la esperanza del Reino de los cielos.

            Seguramente más de uno se estará preguntando en este momento: ‘mi esperanza ¿es posible o imposible?

 

       ¿qué es lo imposible?

       ¿qué quiere decir ‘tener los pies sobre la tierra’?

       ¿es incorrecto esperar el milagro de sanación de un enfermo por ejemplote cáncer?

 

GL: Vos hablaste de una “esperanza hija de la desesperación”. Probablemente sea la situación  de la persona que se hace esta última pregunta. ¿cómo es una esperanza desesperada,  que se confunde con la auténtica esperanza?

 

CD: la desesperación en lo humano, o sea, que ya no se puede hacer nada. Entonces viene este tipo de esperanza que consiste en el milagro. El milagro es la sanación de la desesperación. Milagros, si Dios existe y quiere hacerlos, puede. Yo no veo inconveniente en que Dios sane, que haga ese milagro. Pero al pedir ese milagro, también se le pide a Dios que actúe contra su creación. Esto es duro para la persona que solo y exclusivamente y obsesivamente desea que determinada persona sane del cáncer incurable. Pero si Dios ha creado la naturaleza, que es finita, donde nos tenemos que morir, pedirle a dios el milagro de no morirnos, en el fondo, ¿qué significa sino un ‘revelarse contra la creación’? esto, y otras cosas, la gente no lo ve. Yo puedo pedirle a Dios, sí. Y puedo pedirle cualquier cosa, sobre todo si estoy desesperado. Pero que un creyente haga esto… El creyente mas bien debiera desear que se haga la voluntad de Dios y no la suya, que es lo que Cristo le pide al Padre al pie de la cruz. Por eso el cristianismo está tan desformado con este tipo de cosas, (sin burlarme de ello y con todo respeto): la gente en la calle pide y pide ‘que me curen, que me sanen, que me..que me…’
entonces yo digo: primero hazlo tú, inténtalo, y si habiendo hecho todo ya no es posible hacer más y te ha llegado la hora, por lo que sea, eso es cosa de Dios.

            En general, yo no le pido nada a Dios para mi cuando rezo. Solo le pido que se haga su voluntad. A veces surge la tentación de pedir esas sanaciones. Pero en los momentos de tranquilidad en la fe uno confía en Dios y que se haga su voluntad. Querer contra el querer de Dios, es forzar el milagro. Y es entrar en una esperanza que puede traer consecuencias perversas, como por ejemplo grandes crisis de fe. Por ejemplo, es muy frecuente escuchar: ‘le pedí a Dios que sanara a tal persona, No la sanó. No creo en Dios’. Y eso es perverso en muchos sentidos: Primero, en el sentido de Dios tiene que ponerse a hacer lo que yo quiera. Soy yo el dios verdadero que obliga a Dios a que haga lo que yo desee, quiera, necesite, etc. Después, la fe en el milagro significa también que el milagro es que Dios nos haya creado y que existamos, y que Dios exista y nos quiera, y no que se cumpla nuestro deseo de cumplir 800 años. Es otra perversión olvidar el verdadero milagro de existir y de que Dios existe y es Amor, y es amor también para mí que confío en El. Esa es la esencia de la religión y no de la superstición. La persona supersticiosa muchas veces aunque crea que habla como persona religiosa, se acoge a aquello que los romanos llamaban ‘amistad útil’: te doy tantas raciones para que Tu me hagas tantas curaciones. Hay ahí un elemento de impureza, de profanación (en el sentido etimológico de esa palabra: ‘fanum’ significa ‘sagrado’) Al acercarnos a lo sagrado buscando nuestro interés, lo profanamos. Esta es la profanación mas profunda que puede hacerse en el trato con Dios.

            La esperanza profunda de un creyente no está en que Dios lo sane, sino en que Dios sea el que ha dicho que es para nosotros: Amor incondicional, Perdón absoluto. La esperanza, al igual que la fe y la caridad, son virtudes teologales: nacen de Dios no de mi deseo. Las otras virtudes : prudencia, justicia, fortaleza, templanza, etc. , surgen del músculo humano.

 

GL: Se hace difícil y serio convivir con un Dios que puede tan frecuentemente ser contrario a nuestros deseos. Vivimos poblados de grandes deseos, incluyendo el de inmortalidad, el de no querer ver sufrir a sus seres queridos, de tener una vida placentera donde poder disfrutar de cobijo, comida, trabajo, creatividad, afectos.¿de dónde le vienen al hombre estos grandes deseos? Cuando esos grandes deseos se ven cortados, se apela a Dios –que se supone nos ama-, para que cuide, proteja, desarrolle, lleve a su plenitud esos deseos. Y difícilmente el alma vaya a encontrar paz hasta que no satisfaga esos deseos. Entonces ¿cómo puede tener esperanza –si se tiene esperanza en Dios, en un Padre que nos ama, que no está siempre dispuesto a complacer ni siquiera los deseos mas profundos del alma humana?

 

CD: Hay deseos que son connaturales al ser humano: nuestra finitud, paradójicamente,  demanda infinitud. La pequeñez de lo humano es la pequeñez de lo absoluto, no la pequeñez de las cosas. Es una ‘finita infinitud’. El ser humano es lo mas pequeño y lo mas grande, tan grande que el salmista se asombra. “¿qué es el ser humano, por qué lo has creado, es que acaso se merece ser?” Hay una finitud que embota, y una finitud que lanza a lo infinito. Esto provoca en cualquiera que lo contemple una enorme fascinación: ¡qué fascinante es el ser humano, tocado por la gracia de buscar lo Absoluto! Es fascinante y misterioso que Dios haya creado una criatura como esta! De ahí vienen las ansias de absoluto, de lo eterno, del milagro… La pregunta es: este ansia de infinitud que hay en toda persona y en mí, ¿corresponde a la realidad o es un engaño?. Puesto que yo siento sed de agua ¿hay agua? Mi sed de absoluto remite al Absoluto, ¿hay Absoluto? ¿o simplemente es un deseo vano como el que puede tener alguien que cruza la calle y no desea que lo pise un coche y lo pisa?

            Dentro de eso, a su vez, el ser humano tiene deseos buenos y deseos malos. El deseo de lo absoluto es también un deseo del bien y del mal. Dejando ya lo absoluto en el terreno moral, el hombre ya se define por el arbol de la ciencia del bien y del mal. La ciencia verdadera es la de aceptar elegir entre el bien y el mal. Y ahí a veces surgen problemas enormes. Por ejemplo: en el amor, la persona que se enamora de alguien que es su pareja pero a la que ya no ama ¿qué hace? ¿permanece por costumbre con la pareja no amada o rompe con esa relación de tantos años y tantas cosas y se lanza a vivir un amor nuevo? Eso siempre se da. Lo que no debiera darse es la mentira: hacer como que se mantiene el amor viejo y luego tener todo el deseo puesto en el amor nuevo dañando el amor viejo. Todo ese tipo de cuestiones forman parte de la vida humana, del horizonte moral, del mal, del pecado, de la bondad, de la gracia, que es lo que lo hace al ser humano vivir en este mundo como un drama personal. Y el drama aquí en la tierra es la lucha entre la esperanza y el no ser. Así como había una relación con lo Absoluto que era la absoluta confianza en un ser Absoluto, aquí en este mundo hay una relación de confianza-desconfianza en el drama humano de tener que elegir o de tener que hacer un proyecto vital o no hacerlo…

 

GL: ¿cuál es el motivo, la razón de nuestra esperanza, de la que habla el Evangelio? Si las leyes de la naturaleza ya de alguna manera marcan, pautan y determinan los tiempos de vida y de muerte… Yo con mi deseo a cuestas de ir más allá de lo pautado, de lo que la naturaleza y todas sus leyes determinan ¿qué nos es dado esperar todavía?

 

CD: La razón de nuestra esperanza como cristianos no puede ser distinta en el fondo a la razón de la esperanza de cualquier ser humano. Nosotros no tenemos un privilegio por ser cristianos. Dios ama a todo el mundo. El privilegio nuestro es disfrutar con el amor que El nos tiene, amando nosotros a los demás y a nosotros mismos. Los cristianos no somos cristianos para salvarnos haciendo prácticas, contratos… Los cristianos nos diferenciamos de los demás en que reconocemos el amor de Dios entre nosotros y así lo manifestamos y lo vivimos y trabajamos con y para los demás, especialmente para los menos amados. El privilegio es disfrutar, no actuar por obligación sino actuar porque hemos ido viviendo de la gracia de Dios para eso: a partir del amor de Dios, para seguir amando. ¿qué significa eso? En mi caso, hablar, escribir, alentar comunidades, escrutar los corazones, también dejarme querer… en definitiva, todo eso significa vivir la vocación de ser persona. Nuestra especificidad no es distinta a la de los demás, ni siquiera a la de los ateos. Lo propio de nuestra naturaleza es desarrollarnos como personas, y en el caso de ser cristianos, bajo el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Somos como un diamante en bruto, que hay que pulir. Nuestra esperanza cristiana consiste en que quien pule ese diamante sea Dios, para que ese diamante resplandezca en la vida cada vez mas, para ser mas luz para los demás. Esa es la esperanza de todo cristiano: desarrollar todos los dones que sea posible, crecer, hacer crecer en humanidad, disfrutar humanizando y agradecérselo a Dios como fundamento de ese amor interpersonal. En definitiva: amar al prójimo como a uno mismo, pero no como mandato sino como realización optimizante de la condición humana. Estamos llamados a lo infinito.

 

GL: No es fácil asumir que en el fondo la propuesta de nuestra fe no es una propuesta de cómo vamos a torcer la voluntad de Dios para acomodarla a nuestros deseos, sino acomodar nuestros deseos a la voluntad de Dios

 

– ¿por qué Dios dice entonces ‘pidan y se les dará’?

CD: Dios nos dice ‘pedid y se os dará’, pero ¿nos dice solo eso? ¿y lo dice antes o después de amar? Entonces la respuesta es: Dad, y entenderéis el pedir. Solo se entiende eso cuando se comienza dándose. El que da entiende el sentido del pedir. El que pide y no da, no entiende qué es ser cristiano. “Vuestro Padre conoce lo que necesitais antes de que se lo pidáis”. Dios sabe nuestras necesidades. Lo que nosotros olvidamos es que una de las necesidades prioritarias de nuestra fe es dar, no solo pedir. Para el alma desarrollada religiosamente, cristianamente, el dar es condición de posibilidad de pedir, y no al revés.

 

– ¿y las cadenas de oración por los enfermos?

CD: yo no sé qué significan eso de las cadenas ¿es que al pedir eso uno se encadena?

 

– aferrarse a la religión como a un áncora de salvación, ¿no molesta a Dios?

CD: a Dios no le molesta nada, porque si le molestara algo, no nos habría creado. Eso, simplemente es ‘antiestético’: manifiesta un poco lo tosco de nuestra vida, el egocentrismo primario y otros antiesteticismos.

 

– ¿ud pasó alguna vez por una situación límite? Y si es así ¿pidió un milagro?

CD: para ser sincero, he estado 20 años loco, con una locura absolutamente perversa, y nunca me he soltado de la mano de Dios. Mejor dicho: Dios nunca ha soltado mi mano. Me dolía, sí, pero tuve la gracia del dolor ¿qué es eso de pedir milagros? Yo a la vez que estaba muy enfermo no me soltaba de la mano de Dios

 

GL: ¿qué aprendizaje te dejó la locura? Me impactó mucho esta expresión: “la gracia del dolor”: es muy fuerte, y profundamente cristiana ¿en qué te bendijo la locura?

CD: es un dolor que no es masoquista, es lo que corresponde a la realidad en que la vida lo situó a uno. Me enseñó a no tener miedo a Dios. Quizá mi locura estuvo vinculada a eso: al miedo a Dios, al miedo a no salvarme, al pecado, a la condenación. Entonces me vi tan pobre que dije: aquí, mi única salvación es que Dios me ame. Dejarme sanar, no pedírselo. Sí, uno se lo pide, pero no con esa angustia milagrera del ‘¿cómo es posible este sufrimiento etc etc? Eso me ayudó a sanar, y unas pastillas, porque todo en la vida no es cuestión de fe y de no fe. Si tienes un componente químico en tu cerebro que no te funciona tienes que ir al médico y ya está.

GL: La desesperación, la angustia, la ansiedad, estos sentimientos tan agudos que hacen intolerable al dolor en situaciones límite, ¿se van domesticando a fuerza de tolerarlos, de no querer erradicarlos compulsivamente?

CD: Lo primero que hace alguien al cual le duele algo, es luchar contra el dolor. Es un proceso que se llamaría ‘la lógica del mal’: alguien me ataca, yo le contra-ataco y así hasta el exterminio. Y hay que cortar con eso. Yo soy muy polémico, debato mucho, pero…con Dios no. Muchas veces yo no lo entiendo a Dios, pero confío en El. Esto no evita el dolor. Pero desde luego, sería mayor si estuviera yo luchando contra Dios.

 

GL: Esto significa que no va por la lógica del entendimiento, sino por la lógica del amor. Esto es amar a Dios por Dios mismo y no por lo que Dios me puede llegar a dar. Es una invitación a pasar a una dimensión de profundidad que va mucho mas allá de nuestro narcisismo y de nuestro egocentrismo. Es una crucifixión de nuestro narcisismo esto de creer en Dios, confiar en El y que se haga su voluntad.

 

– si venimos de relación con lo Absoluto, queremos volver, no crear polaridad

CD: si lo que nos constituye como humanos desde el hecho mismo de la creación es la relación, no podemos dejar perder de vista la relación permanente con Dios desde el principio hasta el final. Quedarnos en nosotros mismos, o quedarse solo en Dios desapareciendo yo,  sería la polaridad. Así como yo no soy Dios y tampoco soy yo sin Dios, me atrevo a decir que tampoco el Dios en el que yo creo es Dios sin mi. Dios, sin mi, sin ti, sin la creación, no es Dios. Eso es connatural a un Dios que ame. Naturalmente, no le es connatural al motor inmóvil de Aristóteles

GL: si es que se puede hablar desde este plano, ¿cuánto me necesitará Dios? Hay que escapar de ciertas metafísicas para afirmar estas cosas

CD: y si no ¿cómo entiendes a la oveja perdida y el Buen Pastor? Si el Buen pastor cuida a todas sus ovejas y se arriesga al máximo por cada oveja, corre el riesgo por cada una, incluso puede perderse El mismo. Y Dios es un Buen pastor. Así se explica por qué Dios es Dios por amor a nosotros y no se deben crear polaridades o disociaciones. Esto de que Dios nos ama de tal manera que da por nosotros a su Hijo no nos lo creemos, pero es otra forma de manifestar lo que estoy diciendo.  Dios está expuesto al absoluto don que es su Hijo, por nosotros mismos y por nuestra salvación. ¿no es esa una manifestación de que Dios nos ama y de que no es Dios sin nosotros? Si me ama de tal manera que me rescata de la muerte para siempre ¿acaso puede vivir sin mi?

 

GL: además, un Dios que puede vivir sin mi es un Dios que de alguna manera prescinde de mi y eso es extraño a la experiencia del amor que nosotros tenemos

 

CD: Al prescindir de uno, Dios convierte la creación en un accidente. De ahí la responsabilidad de Dios. Alguien me puede decir ‘¿quién eres tú para pedir responsabilidades a Dios?’. Es porque El ha sido responsable y quiere serlo, yo le digo Dios mio, hágase tu voluntad.  Porque El quiere amarme, El quiere ser con nosotros. El nos ha entregado a su Hijo. Esa es su responsabilidad. No es una palabra sin respuesta: es una Palabra, es una respuesta al amor que el mismo ha lanzado, y en esa Palabra respuesta responsabilidad consiste la condición divinal del amor de Dios

 

-qué sentido tendría pedir un milagro para la beatificación de una persona?

CD: para mi el milagro no consiste en que yo le pongo una velita a la Virgen para que me toque la lotería. El milagro es el milagro del amor de Dios en nosotros, y desde ahí El puede hacer cualquier cosa en nosotros según su voluntad

 

– me sucede permanentemente que en realidad no se si creo o no en los milagros. Lo que si , me siento bien creyendo que lo que sucede en la vida es su voluntad. Pero después me cuestiono que mi posición es cómoda: no quiero pensar mas allá. Es decir: creer porque tengo fe, es porque no quiero pensar mas allá para responderme desde la filosofía otras situaciones.Entonces me perturba, me siento mal al decir creo por creer nada mas. Mi espíritu me dice que está bien creer porque quiero creer y no hay que cuestionar, y después vuelvo al otro cuestionamiento y me siento mal

GL: creo que has logrado describir tu sentimiento de ansiedad acerca de lo que vas enfocando: la fe puede ser una actitud muy cómoda para no cuestionarse nada mas, y la molestia de percibir esta identificación de la comodidad con la creencia

CD: creo que el ser humano va creciendo y si se aferra a una fe de infancia, a una creencia que no quiere desarrollar por miedo, esa es una forma de no tener fe. Ocurre con mucha frecuencia que somos personas destacadas intelectualmente pero tenemos una fe muy infantil. Yo recomendaría no tener miedo de seguir explorando la vida. Se van a presentar dificultades. Confiar en Dios como un bebé confía en su papá es buenísimo. Pero esa confianza necesita un ámbito de exploración y de compromiso con la realidad, no solo en la propia sino con los demás. Hay un mundo fuera de nosotros que está esperándonos, de dolor, de injusticia, y todo ese mundo es el mundo que a un creyente con fe adulta que reflexiona y que explora la realidad se le pide.

 

GL: no encuentro nada mas desestabilizante y movilizante  como fuerza movilizadota de la historia que la fe. Si nosotros basamos nuestra fe en el testimonio, los gestos, la vida y la obra de Jesús, evidentemente poco hay de seguridad y de comodidad en ella

 

CD: En realidad, estas formas de aparente conformismo: Creo en Dios y eso está bien, es un techo pobre debajo del cual yo pongo mis problemas. Es un conformismo lleno de miedo

 

-qué sentido tendría pedir un milagro para la beatificación de una persona?

CD: Yo no voy a pedir ese milagro, en primer lugar, porque creo en la comunión de los santos. Esta es otra de las cosas que convendría reflexionar como cristianos. La comunión de los santos es que todo el que ha sido creado es santo por el hecho de haber sido creado. Desde los primeros siglos, la comunión de los santos significaba que cuando un creyente moría iba al campo santo. El Santo es Dios, y el seguidor del Santo es santo. No hay ningún santo que no sea pecador (si hay alguno, que me lo presenten). Todos los seres humanos hemos pecado. Si ser santo consistiera en no pecar, no habría ningún santo. Ser santo consiste en amar mucho, confiar mucho, y vivir el riesgo de la vida. Muchas veces, las beatificaciones cristianas y católicas tienen un sesgo de inamovilidad, de tristeza o de perfeccionismos. Son santos tristes, nunca han roto un plato, son gente muy aburrida. Ese tipo de santos yo no los quiero beatificar. Yo quiero santos de verdad, de los seguidores de Jesús, no aburridos.

            En mi opinión, la Iglesia beatifica demasiado, y tendría que atender mas a la santificación, que consiste en el seguimiento de Cristo. Menos beatos y mas santos, es decir, mas seguidores de Jesús.

 

– ¿qué pasa cuando la persona tiene miedo y no puede tener una esperanza?

CD: en 1 Cor 13 la Palabra de Dios nos dice que “El amor es incompatible con el temor”. Donde abunda el miedo sobreabunda el amor. Entonces la pregunta es ¿cómo puedo yo amar para perder el miedo? Y la respuesta a esa pregunta es: dejándote amar por Dios. Si eres amada, podrás amar. Yo le recomiendo practicar aquello que se llama la ‘intención paradójica’: que se sitúe delante de todo aquello que le produzca miedo, es decir, que no huya ni mire para otro lado, sino que , por ejemplo,  provocativamente salga a la calle y, si tiene miedo de pasar por tal lugar y ver a tal persona, pase y se quede allí aguardando. Le podrá dar un infarto, pero ¿para qué quiere vivir con miedo? Ese es el peor infarto que hay. Y además, no le va a dar un infarto

 

– la palabra ‘voluntad de Dios’ se puede decir que es la correcta cuando pasamos por un dolor. Nosotros los cristianos tenemos la palabra del Señor que trae vida y por eso , cuando sucede algo doloroso que no ‘esperamos’ ese término suena tan chocante. Para mi esa palabra no es la correcta para usar la voluntad de Dios o como se debería nombrar

 

– Mi sentir con respecto a la esperanza, con respecto a la posibilidad del milagro: el verdadero milagro está en nuestra propia creación, y también en nuestra auto-creación, es decir, en lo que nosotros hacemos cada día para ‘ser’. Creo en el milagro a partir de mi nacimiento y de mi auto-creación