28/09/2019 – Sebastián Vega Bulacios es diácono en camino al sacerdocio. Catamarqueño de cuna, es diácono del Movimiento Fasta y su formación la realiza en la ciudad de Buenos Aires. “Mi familia está integrada por mi papá Mario, mi mamá Teresa y mis tres hermanos Cristian, Mariano y Enzo, pero tengo casi 70 primos. La fe me llegó desde mis padres. Todas las noches, mi papá me leía un pasaje de la biblia para niños. Desde allí, la Palabra de Dios me alimenta”, recordó Sebastián.
Realizó sus estudios en el colegio Fasta de Catamarca, donde egresó en el año 2007: “Vivimos como ideales el amor a Dios, la Iglesia y la patria. El carisma y espiritualidad proviene del fundador, el fraile dominico Aníbal Fosbery”. También compartió: “Cuando era chico conocí al movimiento Ruca del Valle en honor a la Virgen Morena y así pude insertarme y vivir la fe en un lugar más fuerte y en comunidad. A mis 10 años comencé a hacer gimnasia artística junto a mi hermano Cristian. Ahí me formé en valores y disciplina”.
Respecto de su vocación dijo: “Cuando hacia las catequesis sentí el primer pequeño llamado de Jesús. Él quería que yo esté más tiempo en su presencia. Cuando comenzó mis estudios universitarios, empecé a darme cuenta que mi gran prioridad era el Señor. Visitaba a la Virgen del Valle para pedirle consejos, pedía la gracia para poder discernir cual era la voluntad de Dios en torno a esto que me sucedía. Y participando de un encuentro con jóvenes universitarios, durante un espacio de oración, pude descubrir el llamado que Dios me estaba haciendo. Él quería que me entregase completamente, Jesús me expresó que del resto se encargaría Él. Ese proceso duró 2 años. Al finalizar un campamento pude hablar con el rector del seminario que me propuso hacer una experiencia de 15 días. Y así pude ingresar”.
Vega Bulacios agregó: “Fui ordenado como diácono el 30 de marzo pasado junto a Tomás La Rosa por monseñor Alejandro Giorgi en la basílica Santo Domingo de Bueos Aires”. Asimismo destacó que “la obra de Fasta nace con los jóvenes en una carpa, en un campamento. Nuestra riqueza es ayudar a los jóvenes desde los jóvenes”. Y también añadió: “En marzo del año que viene, junto a Tomás, es posible que sea nuestra ordenación sacerdotal. Yo creo que el sacerdote es para la comunidad, debe derramar el amor y la misericordia que Dios ha tenido con nosotros y transmitirla a los demás”.
Por último, Sebastián rezó la oración de abandono de Charles de Foucauld:
Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras: sea lo que sea que hagas de mí, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus creaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi vida, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme a tí, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. Amén.
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