Pentecostés

viernes, 28 de mayo de 2010
image_pdfimage_print

Hoy vamos a ver como el Señor después de haberse aparecido a sus discípulos, se presentó en medio de ellos, los saludó, sopló sobre ellos y les dijo “reciban el Espíritu, como mi Padre me lo ha dado yo se los doy a ustedes, como el Padre me envió yo los envío a ustedes”. Este gesto que queremos recordar en esta vigilia del Espíritu Santo, en esta gran fiesta, no es algo que recordamos sí no algo que vivimos. Nuestro recuerdo es también nuestra vivencia, la gracia propia de hoy, de este tiempo porque Dios es inagotable en el aquí y en el ahora no solo hacemos presente el pasado sí no que en este presente encontramos una nueva fidelidad de Dios a sus hijos. Este Espíritu Santo dador de gracias también nos invita a nosotros a dar con generosidad. Que sabiduría la del Señor cuando nos habla y nos muestra el camino, que sabiduría la que le dio a Pablo para toda su iglesia para que el don de Pablo llegue a toda la historia, la atraviese y la fecunde con la enseñanza de la revelación divina.

Lo que el hombre necesita esencialmente es saber esto, que la vida se realiza por la acción del Espíritu y que el Espíritu viene en ayuda de nuestra necesidad porque grande es nuestro deseo pero poca nuestra posibilidad. Solo con la presencia del espíritu con su don, el soplo que Jesús hace sobre sus discípulos puede la iglesia y el hombre ser el pueblo de Dios y el hombre nuevo, la nueva creación. Dios dándose al hombre, dándose con generosidad, con una fidelidad atrapante, es una fidelidad que supera los códigos humanos, que asusta de a ratos, es una fidelidad que deslumbra, que seduce y que aterra a la vez. Dios es como suave brisa pero de a ratos es viento, es como calorcito tierno pero de a ratos es un fuego y esto es toda la acción del Espíritu Santo en nuestra vida. Dios se manifiesta con el rostro de la misericordia como no decir en este día Dios es abundante, y yo te quiero invitar en esta fiesta que nos pongamos en el corazón de la Santísima Virgen María, nuestra mamá, la mamá de Jesús, la mamá de la historia, la mamá de la iglesia y del hombre

La mujer que sueña y que cree porque tiene la seguridad del obrar de Dios en su propia vida. Nosotros hoy también, viendo lo que el Señor ha ido obrando en nuestras comunidades, en cada uno de nosotros, en nuestro interior podemos decir con ella “mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador”. Ahora vamos a pedir la ayuda del Espíritu Santo para que nosotros también obremos con generosidad, que se vaya moldeando nuestro dar, nuestro espíritu, porque si damos con generosidad, en lugar de despojarnos nos enriquecemos. Como se va a derramar el Espíritu hoy, yo ya lo estoy sintiendo y lo estoy soñando también y en todas las comunidades tienen que soñarlo. Yo me lo imagino derramándose sobre el Papa, los obispos, sacerdotes y todos los fieles. El Señor está soplando ese ruaj divino sobre la iglesia, ese reciban el Espíritu. Como no creer en Dios cuando uno siente la acción del Espíritu y como no desearlo y pedirlo para los demás.

Dar con generosidad, ser y obrar conforme a la identidad del Espíritu. No tengamos miedo, no nos vaciamos sí no que nos vamos llenando de una riqueza superior que no se ve con los ojos del cuerpo, no se mide con los grados de la sensación humana, de la sensibilidad humana. Hay más alegría en el dar que en el recibir, decía la carta de los Hechos de los Apóstoles en el cap. 20. Y tenemos que creer en estas cosas, hacerla carne porque cuando somos generosos y sinceros somos de Jesús. Y el Espíritu Santo quiere lograr eso mismo en nosotros, así que vamos a ser nosotros mismos los sorprendidos. Cuantos grandes y jóvenes voluntarios o misioneros en esa entrega generosa que hacen se dan cuenta que es más lo que reciben que lo que dan. Esa es la obra de la generosidad que actúa y manifiesta el Espíritu en nuestra vida. Invoquemos ahora al Espíritu
Ven Espíritu Santo y envía desde el cielo un rayo de tu luz
Ven Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz
Consolador, lleno de bondad, dulce huésped del alma
Penetra con tu luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles
Sin tu ayuda Divina nada hay en el hombre, nada que sea inocente
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas. Amen

Te invito a abrir el libro de los Hechos de los Apóstoles cap 2 del principio hasta el versículo 11 es la lectura que en esta solemnidad corresponde a la liturgia de Pentecostés “al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto vino del cielo un ruido semejante a una fuerte ráfaga de viento que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido se congregó la multitud y se llenó de asombro porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con admiración y estupor decían, ¿acaso estos hombres que hablan no son todos galileos, como es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, Medos y Elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, los peregrinos de Roma, judíos y Prosélitos, Cretenses y Árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios” Palabra de Dios

Cada año hacemos esta proclamación. Que bendición que en este día de Pentecostés, en estos 200 años de la existencia de nuestra patria querida que no dejan de ser 200 años de nuestra iglesia querida, de nuestra identidad argentina y cristiana y también fundamentalmente católica porque en el proyecto del Padre estaba este llamado a la Argentina a ser parte y porción de su pueblo en unidad y comunión con toda su obra en el mundo entero, en unidad y comunión en el misterio de la cruz, la muerte y la resurrección de su hijo el Señor. Pentecostés, que regalo de Dios estar juntos escuchando esta proclamación del evangelio y revivir e intentar hacer presente en el hoy y en la historia Argentina esta venida del Espíritu y recordar es decir, mirar y percibir con el Corazón memorioso y agradecido, que a pesar de todos los males y los límites el Espíritu ha estado obrando en nosotros con una fidelidad incalculable. No tenemos metro para poder dar alcance y comprensión a lo que el Padre ha ido obrando en nuestra historia o sea en nuestras vidas.

Pensar cuanto le deberemos a estos 200 años, a tanta gente, al cruce de tantas razas para llegar a este momento donde estamos insertados, encarnados en un caudal de vidas que se han ofrendado, se han entregado en un proceso misterioso en que el amor de Dios ha ido trabajando en esas vidas, en esas historias que tienen que ver con las miserias humanas y con la capacidad de grandeza de cada corazón. Ver como en este crisol de razas, gracias a su entrega y generosidad, cuantas cosas estamos viviendo hoy. Nuestra historia y la historia de nuestra iglesia se fue construyendo con la generosidad, la audacia, el deseo de vivir, la capacidad de soñar, el amor a la tierra, el agradecimiento, la entrega, el aporte cultural de las distintas inmigraciones. Nuestra iglesia argentina tiene una riqueza impresionante, nuestra historia. Nosotros animados por el Espíritu tenemos que saber leer nuestra historia y no quedarnos en los simples acontecimientos sí no leer más hondo. Esta palabra hoy nos va a mostrar también un poco la historia

Porque lo que celebraron los apóstoles en Pentecostés tuvo una memoriosa historia, una recordación. Pentecostés había sido una fiesta agrícola llamada también fiesta de la recolección por celebrarla 7 semanas después de Pascua. Se agradecía a Yahvé la recolección del grano. Fiesta de Pentecostés, fiesta del agradecimiento a Dios. Mirá la historia, a veces nosotros miramos la historia y vemos todo negro sin embargo en nuestra historia hay mucho para agradecer. Juan Pablo II decía “mirar el pasado con agradecimiento” yo voy a insistir mucho en esto porque es algo típico de la mirada de la fe. Es una mirada de reconocimiento en que el bien es más grande que el mal. Y eso es lo que proclamamos con alegría, que Jesús ha vencido al pecado y la muerte, pues aunque todo se caiga todo eso no es nada al lado de Jesús, nada al lado del proyecto del Padre. Tenemos que aprender a aceptar el designio de Dios en nuestras vidas. La revelación cristiana va iluminando nuestra existencia y nos va dando una manera de vivir

Nuestra fe nos enseña que hemos de vivir sembrando y confiando, dejando las cosas en manos de Dios y Pentecostés un agradecimiento para educar nuestro corazón para una cultura nueva. Un corazón que necesita empezar a ser agradecido, empezar a recordar, a gustar, a saborear, empezar a palpitar nuevamente y empezar a mirar distinto. Dejar de mirar a sí mismo para empezar a mirar alrededor porque se da cuenta que ha recibido mucho y todo aquel que descubre sentimientos de agradecimiento empieza a mirar afuera, a darse cuenta, empieza a poder conectarse con los demás, a superar el cansancio, el agobio. Pentecostés, fiesta de la gratitud. Se agradecía a Yahvé la recolección de granos y de los cereales 50 días después de haber puesto la hoz en el trigo. Más tarde se conmemoró en este día la alianza de Dios con su pueblo y el don de la ley en el Sinaí. Todo es como un proceso. Los discípulos de Jesús viven una experiencia nueva que les cambiaría la vida y aquella gran fiesta que reunía al pueblo de Israel para el agradecimiento por el trabajo ahora se vivía como una gran fiesta que también reuniría a sus apóstoles para que por el don del Espíritu se comprendiera el misterio de la vida

El Espíritu de Dios irrumpe en medio de ellos con una fuerza impetuosa que los cambia pero por adentro y hay un montón de signos que lo expresan, lenguas, gestos, viento, forma de lenguas de fuego, el Espíritu se va a manifestar pero el tema está adentro, la gratitud es algo de adentro. La experiencia del encuentro de Pentecostés con el misterio de la gracia está adentro, está en el corazón. No hay sensibilidad, no hay canción, no hay sensibilidad, no hay liturgia que lo promueva por fuera sí no esta adentro. Pentecostés es una fiesta del corazón, no hay ninguna duda. El Espíritu hace nuevas las cosas, las transforma, fiesta del agradecimiento decíamos y digamos se cumple aquello del grano de trigo, “si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda solo pero si muere da muchos frutos” Uno se va dando cuenta de la riqueza del obrar del Señor, la sabiduría y este modo que uno se siente superado de poder vivirlo y está bien que lo sintamos así. Me parece correcto y me parece adecuado sentir que el modo de obrar de Dios supera nuestro comprender y nuestro manejar la cosa

Esta es la fiesta que nos llena de gratitud y nos dispone a una nueva sabiduría, a obrar con docilidad, a dejarnos actuar por Dios. Saber que el verdadero trabajo y la verdadera transformación la obra el Espíritu en el corazón y en la historia humana. Que la verdadera historia de la transformación del corazón la realiza el Espíritu y no por saber esto el cristiano se sienta y se cruza de brazos a tomar un terere o una cervecita helada, no, de ninguna manera porque Dios hace nuevas las cosas y porque las hace en el corazón del hombre que es capaz de lo nuevo es que el hombre se pone a trabajar, pone a disponerse, a vivir, una capacidad de correspondencia, de vida nueva. Nunca estamos satisfechos los seres humanos, siempre necesitamos descubrir la vida. Fiesta del Espíritu, fiesta de la iglesia, fiesta de los dones, fiesta de la cosecha, del agradecimiento por los dones. Esto es en buena medida Pentecostés también hoy para nosotros. Recordar como recordamos la historia anterior a los apóstoles, del origen de Pentecostés, el sentido

Ver el acontecer de Pentecostés en ellos, verlo en la iglesia y verlo en el hoy de nuestra existencia. Hoy también el Señor se derrama sobre su iglesia, el misterio cristiano va delante, la evangelización, la santidad de vida del cristiano, de cada uno de nosotros va adelante por la acción del Espíritu y sería absolutamente impensable para nosotros querer vivir el proyecto de Dios sí no fuera porque el Señor sopla el Espíritu. Lo que más tenemos que hacer en esta fiesta es aprender a que hay que disponerse a la acción del espíritu, que El tiene la fuerza conveniente, adecuada, el calor, la luz la sabiduría necesaria para cada corazón, para cada comunidad. Por eso cada corazón en esta noche, en este día cada comunidad se va a reunir para celebrar una vigilia en oración, como los discípulos estuvieron en torno a María, allí escondidos, un poco temerosos, débiles y hasta asustados de sus debilidades y fragilidades pero en espera. Que lindo que estemos en espera en este día. Una espera gozosa, cierta y dichosa.

Saber que el Señor va a cumplir su promesa soplando el Espíritu sobre nosotros. Ese Ruaj divino, ese viento, que se ha soplado es el neuma, viento y espíritu o espíritu que es viento que viene a sacudir nuestros miedos a despojarnos y a despertarnos. No es un aire común. Todos vivimos gracias al aire, a ese oxígeno que nos incorpora al cuerpo y nos moviliza, nos transforma el organismo, la sangre y va dando vida a todo el cuerpo. En el organismo espiritual pasa lo mismo, respira porque el oxígeno es ese espíritu que Jesús ha soplado sobre nosotros. La iglesia en su dimensión temporal vive y celebra Pentecostés como un acontecimiento de alabanza, de admiración y de agradecimiento porque la manera que tiene Dios de hacer las cosas es algo atrapante y maravilloso. El Señor se ha dado vuelta a sí mismo, ha dado vuelta su propia tierra para eso se hizo hombre, para morirse de amor por el hombre y después de morirse recién regaló el Espíritu, después de morirse recién sopló y sopló un hálito que salió de sus propias entrañas

Nuestra identidad, nuestra realidad está allí somos partícipes de la naturaleza, de la relación ínter trinitaria, del ser íntimo de Dios. Cualquier cosa la iglesia y no es cualquier cosa un cristiano, es algo maravilloso, un misterio. Vos, que por el bautismo, sos miembro del pueblo de Dios y sos un misterio en la historia de los días. Por eso tu ser tiene que estar provocado permanentemente y tiene que ser provocante permanentemente, tiene que ser movido por el Espíritu tu ser, tu presencia tiene que ser algo profético, tiene que ser como un viento que despierta pero no que impone, que exige, que critica, que simplemente denuncia y señala con el dedo a los demás sí no una provocación porque tu fidelidad y tu disponibilidad a dejarte dar vuelta por el Espíritu de Dios debe ser como un testimonio para el mundo. Por algo la palabra dice “matemos al justo porque se opone a nuestra manera de pensar” como diciendo demos vuelta esta tierra, no nos gusta como está, nos molesta. No asustarnos de esto, el Espíritu nos dará todo lo que es necesario para vivir nuestra identidad

No nos olvidemos, nuestra identidad es a partir de ese soplo, de eso hondo que sale de la garganta de Dios que se derrama sobre el mundo, de esa Ruaj que tiene una dimensión femenina. Nosotros con nuestra mentalidad occidental hemos perdido esa dimensión, ese rostro de Dios. Pero en los originales tiene una dimensión femenina, es una expresión de lo femenino, esa Ruaj de Dios. Por eso me anime a decir hoy, es un parto de Dios la iglesia. Esto es algo maravilloso ¿Cómo vamos a concebir la iglesia nosotros? Sí no ejerciendo nuestra actitud en clave de parto, en clave de nacimiento, de engendramiento, de estar disponibles de ser fecundados por el Espíritu. Esto lo hace Dios. Sí no estamos dispuestos a dejar que Dios nos llame, nos mueva y nos  fecunde ¿Cómo vamos a hacer la iglesia? La iglesia no se puede construir simplemente como un poder, como una cosa temporal, como una cosa moral, como algo de cosas buenas, no, es mucho más que eso. Nosotros somos partícipes del misterio de Dios, del plan del Padre que supera infinitamente todos los lenguajes y las imágenes de la temporalidad de la iglesia

Nosotros estamos en las manos de Dios, es algo maravilloso lo que el Señor ha hecho por nosotros. Hoy estamos en esta celebración de Pentecostés justamente para darnos cuenta de donde venimos, cual es el origen nuestro, cual es nuestra identidad, cual ha sido el sueño de Dios. Hoy el Espíritu quiere enseñarnos cual ha sido ese sueño, quiere volvernos a motivar y a fortalecer para que volvamos a querer ser su iglesia. La Ruaj es la otorgación del Espíritu de vida del espíritu creador. Y esa misma expresión de la creación primera se usa también en el otorgamiento del Espíritu Santo en el tiempo de la gracia, en el tiempo de la iglesia luego de la muerte y resurrección del Señor. El Señor siempre está dando su Ruaj, está haciendo su parto, su nacimiento, está otorgando la vida nueva. De toda esta acción de Dios somos producto nosotros, la historia. Muchas veces no nos damos cuenta lo que el Señor está haciendo por nosotros. El Señor nos invita a la confianza en el proyecto del Padre y que nos demos cuenta que el Espíritu Santo tiene todo que hacer en el todo nuestro

Cuando invocamos el Espíritu Santo decimos “ven padre de los pobres” y eso es lo que necesitamos para invocar al Espíritu. No hace falta un estado especial, preferencial, de logros, de éxitos para hacer la invocación del Espíritu. Simplemente tenemos que ser pobres, esto es lo que hay hermano, esto es lo que soy y aquí estoy. A los que tienen alma de pobres Dios no les niega su gracia. Vamos a invocar al Padre de los pobres, hagámoslo con pobreza de corazón, reconocer la necesidad absoluta de la gracia. Saber que con El estamos seguros, llenos de confianza y yo diría de arrojo, de audacia, de esa necesidad de darse, de no medir. El que tiene un corazón pobre no se le ocurriría enorgullecerse por esta audacia, por este arrojo. Al contrario, sabe que todo lo debe al auxilio del Espíritu Santo. Y también invocar al consolador, al dulce huésped del alma. El Señor quiere que nosotros seamos su casa. Animate a ser la casa del Señor

                                                                                                          Padre Mario José Taborda