“Cuando pasás por situaciones difíciles te aferrás a la fe”, dijo Tuti Medina de la comunidad gitana

sábado, 18 de enero de 2020

18/01/2020 – Beatriz Medina es una fiel oyente de Radio María en Morón Sur, en el conurbano bonaerense. Su apodo es Tuti y forma parte de la comunidad gitana del barrio Blanco. Junto a su comunidad parroquial de Sagrada Familia, y más puntualmente de la comunidad Natividad de María, conduce un programa de radio evangelizador llamado “Con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”, en la 95.7 FM Express de barrio Texalar de Morón Sur. La familia de Beatriz se completa con dos hijos y un nieto.

“Pertenezco a la pastoral de comunicación de mi parroquia. Contamos con un programa radial que va los sábados de 9 a 10 horas y este programa lleva 28 años al aire”, relató en el inicio. Al momento de compartirnos su historia de vida, Tuti dijo: “Nací en el paraje San Lorenzo, cerca de Villa Berthet, en el Chaco. Cuando era bebé tuve un problema junto a mi mamá por la coqueluche. A mí me trasladaron al hospital de Resistencia y gracias a Dios y a la Virgen de Itatí, a la que mi papa rezó tanto, estoy acá. Cuando tenía dos años, mi padre buscó trabajo en Buenos Aires y fue así como llegamos a Morón”.

“En mi familia de origen somos seis mujeres y dos varones, una de ellas fallecida, Desde los dos años que estoy acá viviendo en el barrio texalar. Amis 4 años me bautizaron en la parroquia Sagrada Familia, fui una de las primeras bautizadas en la sede de la comunidad. Fue algo muy emotivo porque el sacerdote sin saber nada dijo: ´Bendito sea Dios por el regalo de estas dos vidas porque son dos luchadoras`. De esa forma hizo referencia a mí y a mi mamá y lo que pasamos con la coqueluche. Nadie le había contado nada. En ese momento, mi mamá y mi papá se emocionaron mucho. Creemos que el Espíritu Santo inspiró el corazón de ese sacerdote. Mi padre era un hombre de pocas palabras pero muchísima devoción por la virgen de Itatí. Mi mamá era analfabeta pero recitaba el rosario de una manera hermosísima, con una gran dulzura. Mis padrinos Daniel y Sara ayudaron a mis padres para que tengamos nuestra casa en el barrio Texalar de Morón Sur. Mi papá se iba a trabajar cuando amanecía y volvía cuando anochecía. De esa forma forjó una hermosa familia, nos dio una buena educación, aún cuando tuvimos la desgracia de perder a mamá de muy chicos”, expresó Medina.

“Cuando era adolescente iba camino al colegio, al secundario, y pasaba por una calle donde vivían los gitanos. Una tarde por esas causalidades de la vida, me acompañaron al colegio Hugo, quien es hoy mi esposo, y su primo que era conocido mio. Después me invito a comer un helado y acompañaba al colegio. Desde el primer momento que lo conocí me inspiró confianza. Todo empezó a mis 15 años como un juego y terminó muy en serio. Caí en una familia bendecida. Mi suegro me decía que yo era el clavel para su ojal. Mi suegra es una persona maravillosa. Hasta el día de hoy, mis hermanos siguen queriendo mucho a mis suegros. Y mi cuñada tiene un rol fundamental en mi vida. Cuando yo quedé embarazada le conté a mi hermana, me encontré en la verdulería a mi cuñada y me preguntó: ´¿Qué pasó?`. Entonces le conté. Ella me cuido de entrada”, dijo.

Sobre su familia gitana compartió: “En nuestra comunidad si uno anda mal el resto trabaja para ayudarlo y colaborarle. Si uno tiene un enfermo, cada familia tiene el deber moral de ir y acompañarlo, ofrecerle lo que necesite. Tenemos una liturgia muy bonita, yo lo aprendí gracias a mis suegros. Jesús y María están muy presentes en nuestro matrimonio, nosotros pasamos por muchas cosas. Mi marido tuvo problemas de salud y ahí la fe abrió el camino. Cuando uno tiene esas situaciones límites tiene dos caminos: O aferrarse a la fe o dejar pasar la vida y perderla. Yo le doy gracias a Jesús que nunca nos soltó la mano y a Maria que, con su ternura de madre, nos da todo. En los momentos difíciles no son muchas las personas que están a tu lado. Pero los que están son porque Dios los pone. Cuando mi nene tenía tres años y medio yo había quedado embarazada. Tenía un embarazo avanzado pero lo perdí. Y a raíz de eso estuve muy mal. Me costó salir. Me acompañó mucho la fe. Mi marido le prometió a la Virgen salir caminando todos los 8 de diciembre hasta el santuario de Luján. Y así fue que caminamos agarraditos de la mano. Dos años después volví a quedar embarazada. Los médicos me decían que no lo intente más, que no lo iba a poder lograr. Pero gracias a dios vino Débora. Mi esposo le pidió esa gracia a la Madre de Luján. Él vive agradeciendo eso”.

Finalmente, Tuti compartió esta oración misionera:

Lo inmensidad del mar que Tú creaste

no alcanzaría para darte gracias hoy

mi Padre Bueno.

Tu incondicional Amor entregado por mí en la Cruz

renueva la esperanza solo puesta en Ti,

mi amado Jesús.

La fuerza de tu aliento, el Espíritu Santo,

anima mis pasos

y me lleva para que así siga caminando.

Amén.