22/02/2020 – Leonardo García es seminarista de la diócesis de Gregorio de Laferrere en el Gran Buenos Aires. “Tengo 25 años. Nací en el barrio de Flores, en el sur de la Capital Federal, pero me crié en el Gran Buenos Aires, en Laferrere. Mi papá es Ricardo Garcia y mi mamá se llama Andrea Roda, ellos están separados. Tengo un hermano mayor que es Kevin. Al poco tiempo del nacimiento de mi hermano, tanto mi papá como mi mamá formalizan sus nuevas parejas de las cuales por parte de mi mamá tengo 6 hermanos más y por parte de mi papá 2. Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia con mi familia. Realicé la primaria en Laferrere, en una escuela pública. Hice la primera comunión en la parroquia del barrio del Luján. Ahí conocí muchos jóvenes que hoy continúan siendo mis amigos”, sostuvo Leo.
“Yo tomé la comunion un 20 de noviembre del año 2004, un sábado. Lo tengo muy presente a ese día porque para mí fue un momento fundante en mi camino de fe. Fue la semilla que se plantó en mi corazón. Recuerdo que volví con lágrimas de emoción a mi banco. En ese momento no lo entendí, eso ocurrió recién unos años más tarde. Mis papás no son practicantes en la fe, ellos no se congregan en la parroquia. Asi que después de haber recibido la primera comunión tue un vacío en la presencia de la Iglesia en mí, pero no así de Dios”, recordó y agregó: “Al secundario lo hice en Ramos Mejía, tenía una hora de viaje desde Laferrere. Para ese entonces estaba viviendo en la casa de mi abuela que me quedaba más cerca ir al colegio”.
“El Señor se vale de tantas cosas para engancharlos para despertar algo y más en los jóvenes muy creativo, en mi caso fue por curiosidad en los tantos problemas existenciales que tienen los adolescentes. Cerca de la casa de mi abuela tenía una parroquia, Santa Teresita. Un día me brotó de por qué no ir a misa, mi abuela había recibido la Virgencita y se quedó unos días en casa. Me acerqué a la parroquia y comencé a asistir a la misa de los sábados por la tarde. Yo era de los pocos jóvenes que había en la comunidad: eso explicaba los mimos tratando de acompañar mi fe. También enganché enseguida en el grupo parroquial y después de un año de servir en el ministerio empiezo a querer formar mi fe como querer completar lo que comenzaron padres con la comunión, un poco alentado por la comunidad”, dijo Leonardo.
García también relató: “El señor se encarga de llamar a quien quiere y como quiere, aunque algunos no recibimos como herencia la fe de nuestros padres pero si lo hacemos a través del Pueblo de Dios”. Y también expresó: “Nuestro obispo, monseñor Gabriel Barba, es el presidente de la comisión episcopal de Comunicación Social. Así que la producción audiovisual que se pueda utilizar a través de los medios digitales y canales virtuales me parece muy interesante. A través de él, yo me engancho en todo lo que tiene que ver con la comunicación”.
Respecto de su vocación, dijo: “Poco a poco comenzó a vislumbrarse lo de ser sacerdote. Comencé a hacer mi camino de fe, me invitaron a dar catequesis en la parroquia Santa Teresita: fue una experiencia muy linda. Terminé el secundario y comencé a hacer el cursillo para ingresar a la facultad de Derecho. Hago dos años y medio de formación, hasta que pasé por un momento doloroso en mi familia que tiene que ver con la mujer de mi papá, Verónica, ella fallece luego de una enfermedad muy dura. Entonces decidí volví al barrio y me quedaba más cerca mi parroquia de origen, Nuestra Señora de Luján. Allí me encontré con una realidad juvenil dentro de la comunidad. Participamos en el primer encuentro de la Jornada Regional de Jóvenes en la ciudad de Buenos Aires. Ahí me surgió la pregunta de por qué no ser sacerdote. Mi viejo me cuestionaba. Me decía: ´Che Leo, vos te la pasás más en la parroquia que en la facultad. ¿Qué estás haciendo de tu vida?`. Todo eso me hizo dar cuenta, poco a poco, que el Señor me iba tomando el corazón. Bueno, así me surgió la pregunta de por qué no ser sacerdote. Las primeras reacciones eran esquivar, pensaba que eran delirios místicos. Con el tiempo me di cuenta que se trataba de los primeros miedos. No fue para nada fácil decirlo en mi familia y más para ellos que no frecuentaban una vida parroquial. Mis amigos de la parroquia fueron personas con las que fui caminando con el crecimiento de la fe y fue un hermoso momento para compartir con ellos el camino que estaba haciendo.
Finalmente, Leo compartió esta oración:
Corazón manso y humilde,
Te encomiendo la vida y
la vocación de tantos jóvenes
que buscan callejear la vida cerca tuyo.
Bendice a nuestras comunidades,
para que continúen siendo
Iglesias madres, de puertas abiertas
que alberguen el ahora de Dios.
Madre de Luján, misionera y peregrina;
condúcenos al Corazón Sagrado de tu Hijo.
¡Bendito seas Señor!
Amen.
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