El sentido del humor y la vida espiritual

domingo, 4 de julio de 2010
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Espiritualidad para el siglo XXI (Cuarto y último ciclo)
Programa 13: El sentido del humor y la vida espiritual

Eduardo Casas

Texto 1.

 Ante las dificultades de la vida, el sentido del humor ayuda a la aceptación de la realidad con otros ojos. El humor no está reñido con la seriedad y la profundidad de la vida y sirve como válvula para liberar tensiones, disipar preocupaciones y relajarnos. Las emociones estresantes -el enojo, la depresión, la angustia y la ansiedad- ocasionan un impacto negativo en la salud. La risa provoca una estimulación fisiológica descontracturante. Es una poderosa arma para utilizar en los momentos difíciles.
 
 El humor es un  modo de asumir la vida, es una cualidad de la dimensión espiritual y creativa, un rasgo distintivo y único de la singularidad de ser humano. La tristeza, el llanto y el dolor los compartimos con el mundo animal. La risa y el sentido del humor son –en cambio- características típicamente humanas más evolucionadas que corresponden a la capacidad de observación, análisis e interpretación de la realidad. Sin actividad intelectual y espiritual no puede haber humor. El sentido del humor es un sentido propiamente humano.

 Es bueno saber reírse, sobre todo de uno mismo, tiene que ver con la salud emocional, psicológica y espiritual. No hay que ser tan pomposo, estructurado, ceremonioso, rígido y solemne que no nos permitamos un escape de humor. Un poco de frescura y ocurrencia no vienen mal. A veces nos posicionamos en un cierto envanecimiento veleidoso cercano a la soberbia. Una seriedad rígida no es necesariamente profundidad. Se puede ser alguien de mucha profundidad y calidad espiritual y –sin embargo- tener calidez y sentido de humor, el cual siempre es como salir a flote a respirar después de un chapuzón en lo profundo. Una irrupción no prevista que desarma y nos saca del lugar común. Nos sacude y nos mueve sorpresiva y gratamente. Nos avisa que seguimos vivos. Es una forma de autoconocimiento que nos ubica de una nueva manera frente a nuestra propia indigencia y límites, sin engañarnos, ni avergonzándonos sino riéndonos, des-dramatizando y des-estresándonos, alimentando una actitud esperanzada de vida, con capacidad de resistir y rehacernos frente a los embates, fomentando la creatividad.

El sentido del humor se puede desarrollar y educar pero también desvirtuar e, incluso, perder. Por eso hay que cuidarlo y cultivarlo ya que rescata lo más sabroso de la vida. Nos ayuda no sólo a disfrutar, sino de vivir sofocados por un excesivo sentido de seriedad. El humor hace que se vuelva a confiar en la vida. Otorga confianza. Es energético. Hace fácil el aprender de los errores. Nos comunica un estado profunda de comprensión de la realidad. Es un verdadero sentido existencial, una actitud, un modo de mirar e interpretar. No hace falta ser humorista de profesión sino tener una nueva disposición interior.

 El humor es variado, asume muchas formas. Existen diversos géneros de humor: el chiste, el cuento, la broma, la ironía y el sarcasmo.

 El chiste -al igual que el cuento- son narraciones. El chiste es corto y muestra el remate de una situación con una salida graciosa. El cuento –en cambio- es un poco más largo, un relato pormenorizado de una situación que intenta llevarnos a una cierta reflexión. El chiste es contado generalmente por un humorista. El cuento o la anécdota son relatados por un narrador.

 El chiste también es diferente de la ironía. En ambos hay paradoja. En el chiste se observa un sentido oculto; mientras en la ironía aparece la paradoja, la mordacidad, la agudeza y la picardía. La ironía nos hace sonreír pero no reír como un chiste cuya función es quitar importancia, desacralizar, desarticular y despojar la reacción excesivamente racional o lógica. El chiste derriba tabúes, resulta irreverente y arremete contra lo que no se nombra socialmente, saca a lucir lo prohibido, burlándose, tomándolo a broma.

 El sarcasmo -que también utiliza la burla- hace que el destinatario experimente un ataque a su autoestima, una minusvaloración, denigra, ofende y humilla. Es cruel y mordaz., portador de desprecio y de una cierta venganza. Es agresivo y cínico. No consiste en un reírse “con” alguien sino reírse “de” alguien. Es arrogancia, torpeza y prepotencia.

No hay que ser sarcásticos. Hay que saber reírse de los defectos –propios y ajenos- con delicadeza, bondad, respeto y cariño. Para tener humor no es obligatorio recurrir al chiste, a la ironía o a la broma. El chiste, la ironía y la broma son productos del humor y no al revés.

 El humor propicia que surja un nuevo y más profundo sentido de las realidades, alude a la posibilidad de discernir y de resignificar una situación. Recupera algo de donde todo parecía perdido, señala lo que está oculto o inadvertido. Es un fruto de la inteligencia, un tipo de perspectiva, un punto de vista desde el cual se perciben y se sienten las cosas. Se origina "ahí" donde surge la manera de percibir, organizar y estructurar la mirada con la que enfocamos lo real.

El humor nos ayuda sobretodo a aceptar la condición de precariedad de las cosas y al conjunto de los límites que aparecen. Nos hace indulgentes con la vida. Nuestra calidad humana se forja reconociendo y aceptando la propia indigencia. El humor juega un papel fundamental en la tarea de aceptarnos.

 El hecho de que los niños sean verdaderas fuentes de alegría, se rían espontáneamente, se muestren ocurrentes y creativos, mientras los adultos –al contrario- seamos cautelosos y circunspectos, es debido a que nos manejamos con distintas perspectivas. Los niños son expertos en humorismo. Lo que pide el Evangelio a los adultos, la condición para entrar en el Reino de los Cielos, consiste en "volverse como niños" (Cf. Mt 18, 3;  19, 14; Lc 18, 16), provocar un cambio de perspectiva. El niño y la persona psicológicamente saludable no están interesados en cambiar las cosas o las personas. Las toman como realmente son.
 ¿Vos cuánto humor tenés?; ¿qué cosas te hacen reír?; ¿te reís de vos mismo?; ¿ser “como niños” no será acaso volver a jugar el juego de la vida, disfrutar y reírnos un poco más?; ¿no tenemos que aprender de los locos y los niños que están siempre dispuestos –inocentemente- a reírse?

Texto 2.

 El sentido del humor se ejercita a partir de la capacidad de reconciliarse con la defectibilidad y la precariedad de la vida generando un pacto de tolerancia con la realidad. El sentido del humor sino se trabaja también se pierde. El perfeccionismo es lo más antagónico al sentido del humor porque nunca admite la defectibilidad. El perfeccionista vive el “deber ser” de las  cosas y no cómo son en realidad. Las cosas nunca son correctas, sin fallas, impecables, intachables.
El perfeccionista vive en pugna consigo mismo, con los demás y con el entorno. No puede relajarse. Nunca goza, ni disfruta. Todo lo que hace –él o los demás- es siempre insuficiente. Aborta la posibilidad del humor y de humanidad. Los perfeccionistas – igual que los autoritarios- no pueden reírse de sí mismos.
El humor –al contrario del perfeccionismo- percibe que la realidad tiene derecho a ser defectuosa. El humorismo y la compasión se vuelven hermanos ya que los dos aceptan las cosas tal como son. La compasión ante la desgracia, el error y  el fracaso es una forma elevada, aguda e ingeniosa de fino y sutil humor. La benevolencia, la tolerancia, la esperanza son esenciales al sentido del humor porque desdramatizan.
El humor es un arte sabio, un hábito bueno y saludable, una verdadera virtud, una actitud básica de la vida: hace que nos reconozcamos frágiles y limitados. Hay que rodearse de personas esperanzadas y con sentido del humor que nos contagien las ganas de vivir. Reírnos nos da seguridad y libertad. Dios ha  comunicado a los hombres -como contrapeso a tantas preocupaciones- la  esperanza, el sueño y la risa.
 El humor demuele la pomposidad y la arrogancia. Un niño, un adolescente o un adulto inmaduro no logran reírse de sí mismos, ni permiten que otros lo hagan: se sienten demasiado inseguros y expuestos, tienen miedo de reconocer sus límites o que otros los pongan de relieve. El humor es una especie de humildad y de profunda seguridad contra el miedo y la debilidad. 

El sencillo y sabio papa Juan XXIII decía: “sé suficientemente humilde para no tomarte demasiado en serio, para no dramatizar sin razón, para saber bromear de tus límites, debilidades y manías, y las de los demás y, no obstante, continuar amándote y amándoles”.

 No sólo en la vida sino también en el arte aparecen continuamente las paradojas de la realidad con un manifiesto humor. De ellas se nutre el verdadero artista. La Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, ¿no es una fantástica prueba del sentido del humor de Dios que un hombre creyente y solitario, de mal genio y sordo, haya compuesto esta obra musical inigualable, con un final lleno de esperanza en donde se escucha el inconfundible “Himno a la alegría”?; también Jorge Luís Borges ya estaba completamente ciego cuando llegó a ser Director de la Biblioteca Nacional y es, en esa etapa, cuando ya no puede leer, ni escribir por sí sólo que comienza su obra más madura. Él mismo inmortalizó este hecho como una de las “ironías de Dios” para con él:

“Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche”.

(Del Libro “El Hacedor”, 1960).

Igualmente uno de los pintores más caros de la actualidad –Vincent Van Gogh- no pudo en su vida vender ningún cuadro, muriendo en la absoluta miseria y desamparo. 

Nosotros no hace falta que seamos ningún genio para descubrir alguna “paradoja” de Dios en nuestro camino: ¿vos podés captar alguna fina ironía de Dios en tu vida?; ¿existe alguna paradoja que te haga pensar en el humor de Dios para con tu realidad?; ¿no te parece que Dios trabaja incansablemente en su taller mientras vos vas remendando tu vida?

Texto 3.

 Dios tiene un infinito sentido del humor –maneja la paradoja y la ironía- para hacernos interpretar sus sorpresivos caminos. El humor de Dios es iluminador, redentor y saludable. Hay un salmo que dice: “el Señor se ríe del malvado porque  ve que le llega su hora” (Sal 37,13). Hay también una frase del libro de los  Proverbios (17,22) que afirma: "un corazón alegre es la mejor medicina;  un espíritu abatido termina por secar los huesos”.  El humor es la “medicina” de Dios. En la resurrección de Jesús definitivamente Dios se “sonríe” ante la supuesta pretensión absoluta de la muerte por devorarlo todo.

 A menudo tenemos la tentación de hacer un Jesús sin humanidad y sin sentido del humor. Que en los Evangelios no aparezca Jesús riendo, no significa que no lo haya hecho. Por lo general, tenemos una imagen tan poco humana de Jesús que nos cuesta imaginarlo con una sonrisa, mucho menos riéndose o diciendo algún chiste. No vemos el humor que hay escondido en los Evangelios. Hay muchos ejemplos, sólo hay que buscarlos. Jesús no era frívolo, ni superficial pero -a veces-  decía cosas bastante ocurrentes, con mucho sentido del humor y con una sagaz ironía.

 Pensemos -por ejemplo- en la famosa frase de "pasar un camello por el ojo de una aguja" (Mt 19,24). Jesús utiliza una figura bien cómica en esta frase; o "guías ciegos, que cuelan el mosquito y tragan el camello" (Mt 23,24-25). ¡Imagínese la epiglotis que necesitamos en la laringe para que pase un camello por la garganta! Otra figura simpática: "echar perlas a los cerdos" (Mt 7,6). ¿Se imaginan canchitos barrosos vestidos con deslumbrantes perlas? O aquella imagen que emplea afirmando que los fariseos son "lobos vestidos de oveja" (Mt 7,15). ¡Hay que imaginarse el disfraz de un lobo enmascarado con una inocente ovejita!  Una hay fina ironía de Jesús cuando dice: "si tu ojo derecho te es ocasión de caída, sácalo.  Si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtala” (Mt 5,29). ¡Si tomáramos literalmente esta frase, los basureros estarían llenos de órganos extirpados y el mundo, lleno de tuertos y mancos!

 Hay una alusión fisiológica que utiliza Jesús que sorprende por su franqueza y su naturalidad: "Todo lo de fuera que entra en el hombre, no lo puede contaminar, porque no entra en el corazón sino en el vientre y sale" (Mc 7,14-15,18-19). Nosotros decimos lo mismo pero con otras palabras.

 En otra parte, Jesús afirma: "si un dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, estaría pendiente para no dejarlo forzar la entrada"(Lc 12, 39). Ciertamente ningún ladrón avisa a los dueños de la casa que va a hacerles una “visita” y que le dejen la puerta sin llave.

Las palabras de Jesús, "no anden con cara triste, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que todos noten que están ayunando" es un directa  alusión a los escribas y fariseos. A los letrados de su tiempo les hace burla, recitándoles los versos que decían los niños en las plazas: "hemos tocado el arpa y no han cantado, la cítara y no han bailado”. Jesús les reprocha que sean unos inmaduros e inconformistas. A uno de sus principales discípulos –a Simón-  lo llama “Piedra” que luego utilizamos como Pedro, tal vez aludiendo –con cierto humor- a lo “cabeza dura” y a la terquedad de su amigo. 

.  Es simpático el comentario de Jesús sobre Juan el Bautista (Cf. Lc 7,24-26), que podríamos parafrasear: "¿Qué esperaban encontrar ustedes en pleno desierto, un predicador con saco y corbata?". No falta un cierta  acidez en el comentario sobre la mujer "que había sufrido mucho por los médicos, gastando todo lo que tenía, sin haber aprovechado nada, estando incluso peor"(Mc 5,26). Cuando dialoga con Nicodemo –un respetable y anciano rabino- Jesús utiliza la paradoja desconcertándolo ante la propuesta de "nacer de nuevo". La figura de Zaqueo también tiene claros ribetes cómicos (Cf. Lc 19,1-10). Cobrador de impuestos, funcionario del imperio romano, rico y socialmente importante, con cierto prestigio. Como era petiso, tuvo que treparse a un árbol para ver a Jesús. El pobre Zaqueo perdió toda la compostura de su oficio y -como un fanático más que quiere ver a su ídolo popular-  se trepó –como un chico- al primer árbol que encontró en el camino por donde iba a pasar Jesús. Seguramente, ver a un funcionario público, colgado y trepado en la copa de un árbol, era –tanto ayer como hoy- una situación muy cómica.

 Incluso hasta en los milagros se manifiesta el sentido del humor. El Evangelio de Marcos dice que Jesús estaba solo, en tierra y viendo cómo se cansaban sus discípulos remando en contra del viento y fue hacia ellos, caminando sobre el agua como si quisiera pasar de largo. No le parece suficiente andar sobre el agua sino que también hace ademán de pasar de largo. Como si tal cosa. ¡Vaya susto el de los discípulos!, ¡Cómo se habrán reído después -todos juntos- una vez que Jesús subió a la barca y se calmó el viento!

         En otra ocasión, en el milagro de la multiplicación de los panes, Jesús les dice previamente a los Apóstoles que ellos mismos den de comer al gentio. Debieron quedarse con la boca abierta. ¡Dar de comer a cinco mil hombres sin contar a las mujeres y los niños! Tal vez Jesús sonreía al ver la cara de asombro de los suyos.

 Alusiones de estas picardías del Señor hay muchas: ¿las Bienaventuranzas no son acaso felicidades irreverentes, transgresoras y  paradójicas?; ¿no tiene su ironía que el primer milagro se hiciera en una fiesta para tener más vino y no fuera –en cambio- solemnemente realizado, por ejemplo, en el Templo de Jerusalén en un oficio religioso (Cf. Jn 2,1-12)?;  ¿acaso Jesús no era más humano y alegre que su primo Juan Bautista, su austero pariente? El Señor comía y bebía, y algunos lo criticaban diciendo que era “un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores” (Mt 11,18-19).  ¿No advertimos el humor que hay en la parábola del fariseo que ridículamente se alaba a sí mismo al lado del publicano despreciado? (Cf. Lc 18,9-14); ¿y cuando los hijos de Zebedeo, aprovechándose de su madre, pretenden los primeros puestos en el Reino y los demás reaccionan como niños indignados porqué seguramente querían lo mismo (Cf. Mt 20,20-28)?; ¿y cuando Jesús  invita a arrojar la primera piedra a la adúltera a quien esté sin pecado, no es acaso una burla a los acusadores que se creían irreprochables? (Cf. Jn 8,1-11)?…

El Evangelio es una “buena” noticia, una noticia “alegre”, gozosa, exultante. Jesús –después de su Resurrección- tampoco perdió su agudo sentido del humor irónico. Como quien no está enterado de nada, en el camino a Emaús, con cara de inocente, les pregunta a los discípulos qué pasó en esos días. Ellos cándidamente le contestan (Cf. Lc 24,19) y ni se dan cuenta que es Jesús. Afirman que algunos discípulos fueron al sepulcro, "pero a él no lo vieron" (24,24), ¡cuando ellos mismos lo estaban viendo con sus propios ojos en ese momento! Quizás –aquí también- Jesús, sonreía por dentro.

¿Vos te lo imaginás a Jesús sonriente, alegre, irónico, disfrutando de la vida, gozoso, con sentido del humor y disfrutando de la fiesta?; ¿qué cosas de tu persona y de tu vida creés que le arrancan a Jesús una pícara sonrisa?; ¿acaso no es bueno pensar que –de vez en cuando- Dios y la vida nos sonríen un poco?

Texto 4.

 A veces imaginamos los santos como seres celestiales, inalcanzables, impolutos, que están más allá de todo alcance, sin defectos humanos. Sin embargo, la santidad no es perfección, ni sometimiento al sufrimiento.

 San Francisco de Sales, testigo de la alegría y la afabilidad, decía “un santo triste es un triste santo”. Don Bosco era muy bromista. Santa Teresa de Ávila resultó una especialista en poner cariñosos apodos. San Felipe Neri lo llamaban “el bufón de Dios” por su costumbre de divertir con sus ocurrencias a los cardenales de Roma. San Bernardino de Siena nunca cesaba de reír y bromear. Santo Tomás Moro no admitía a nadie a compartir una comida con él si no sabía contar chistes.  Este último santo tiene una historia particular. Un sentido del humor inglés no exento de dificultades. 
 
 Tomás Moro (1478-1535) era abogado. Una de las figuras más brillantes del Renacimiento.  Su enorme cultura le valió el cargo de canciller del rey Enrique VIII, cuando éste rompió con la Iglesia Católica proclamándose Jefe Supremo de la Iglesia de Inglaterra, se deshizo de él. Lo acusó injustamente a través de calumnias y fue arrestado y encarcelado, cuando el rey mandó a que lo decapitaran, al pie del cadalso, agotado por los tres meses de prisión, cuando tuvo que subir los escalones para que le cortaran la cabeza,  Tomás Moro, no pudo con su genio y su último acto público fue un acto de humor, le dijo a su verdugo: “le ruego, señor teniente, ayúdeme a subir; en cuanto a bajar, deje que ruede por mí mismo”.

 Fue canonizado en 1935 y en el año 2000, Juan Pablo II lo proclamó patrono de los políticos ya que se empeñó por el bien común sin importarle sus intereses personales siendo coherente hasta el fin. Su humor fue parte de la virtud de la fortaleza, llena de caridad.

 Esta es la conocida oración de Santo Tomás Moro pidiendo, entre otras, cosas el don del sentido del humor. ¿Nosotros, alguna vez, pedimos este don?:

«Señor, dame una buena digestión y -naturalmente-  algo para  digerir.
Dame la salud del cuerpo y el buen humor necesario para mantenerla.
Dame un alma sana  que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro,
de manera que frente al pecado no me escandalice
sino que sepa encontrar la forma de ponerle remedio.

Dame un corazón que no conozca el aburrimiento, las quejas, los suspiros y los lamentos.
No permitas que me tome demasiado en serio,
ni que me invada mi propio ego.

Dame el sentido del humor,
dame el don de saber reírme,
a fin de que sepa traer un poco de alegría a la vida
 haciendo partícipe a los otros.
Amén».

Santo Tomás Moro.

  El sentido del humor se puede cultivar. También puede degradarse y volverse superficial,  vulgar, arrogante,  dañino  y humillante. La espiritualidad no tiene que ser triste y acongojada. Al contrario, está asociada al humor sano y a las virtudes. Tanto la espiritualidad como el sentido del humor nos cambian la mirada de las cosas y nos ayudan para generar otra actitud.

La calidad de vida y la salud dependen -en gran medida- del humor. Existen terapias de risa. Todas las realidades, hasta las más crudas y dramáticas, pueden ser asumidas -con respeto- desde el humor. El padre del psicoanálisis Sigmund Freud (1856- 1939) decía que "todo chiste en el fondo encubre una verdad".

 Hay quienes hacen del humor su profesión. Los humoristas son  profesionales del humor para los adultos y los payasos son profesionales del humor para los niños. El misterio de los payasos está en el candor,  la pureza, la ingenuidad, la inocencia, la ternura que transmiten. Cada payaso con su cara pintada y su ropa multicolor nos enseña que la vida es hermosa. Nos descubren que reír es un don y una sabiduría elemental y profunda: ¿alguna vez te imaginaste la cara de Jesús pintada como un payaso, haciéndonos reír y diciéndonos que no olvidemos el secreto de la música del alma que está en cada risa y en cada sonora carcajada?