Aceptar la realidad para provocar el cambio

lunes, 19 de julio de 2010
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Los tiempos de las ilusiones son muy cortos, y a veces tienen costos muy altos.

Todas las vicisitudes que el pueblo judío pasa en su recorrido hacia la tierra prometida, narradas en el E

Éxodo, son una metáfora de la propia vida. Ellos también tenían, como nosotros hoy,  la dificultad para aceptar la realidad tal cual era. Habían imaginado muchas cosas fuera de la realidad, tenían muchas ilusiones, encantamientos respecto de lo que iba a ser la conquista de la libertad, y después se desilusionan, se frustran terriblemente, y adoptan distintas actitudes frente a esa desilusión. En muchos casos le echan la culpa a Moisés, lo culpan de haberlos sacados de la esclavitud. En otros casos se desaniman y se deprimen. En otros casos tejen nuevas ilusiones (como cuando construyen el becerro: es tan grande la desilusión que experimentan que a través de una percepción deformada de la realidad pretenden ilusionarse o compensar de alguna manera las desilusiones de la vida o de la situación que en este caso es el desierto, entonces juegan al ‘dale que’: ¿dale que nos hacemos un dios?)

                Podemos también hoy nosotros recorrer este camino de la realidad a la tierra prometida: cómo partimos y caminamos hacia nuestros sueños? ¿cómo construimos el cambio, pero parados realmente en la realidad? Es muy difícil en este tiempo que vivimos en una sociedad de ilusiones, de quimeras, que tiene toda una disciplina, un arte, una estrategia, y los mejores profesionales de toda índole para crear ilusiones y bombardear permanentemente la mente de la gente con ilusiones, con fantasías, que a veces tienen una trayectoria muy breve, y otras tiene costos muy altos.

                Me preocupa particularmente en los jóvenes, porque los veo todavía más expuestos a este tipo de ilusiones a las cuales le entregan todo, y no reciben nunca nada porque no son mas que fantasías o fantasmas.

 

Es fundamental entonces reconocer el lugar donde uno está parado cuando uno quiere alcanzar una tierra prometida, cualquiera sea ésta. Al pueblo judío le costó mucho darse cuenta de que “estaba parado en un desierto, y no había otra”. Y que la tierra prometida, no estaba ‘a la vuelta de la esquina’: no solo que estaba lejos y había que enfrentar los desafíos del camino en el desierto, sino que además había que conquistarla. Para muchos esto fue ‘salir de Guatemala y meterse en guatepeor’.

 Y es que en realidad tenemos esta fantasía permanentemente, que brota de un cierto pensamiento mágico cuando la realidad es difícil, trabajosa, exigente, y nos demanda poner en juego inteligencia, voluntad y creatividad. Emerge este recurso de cierto pensamiento mágico que con algún ‘abracadabra’ que compramos en alguna santería, por Internet, en algún vidente de la zona, con algún fetiche o lo que fuera, vamos a lograr que ese esfuerzo, inteligencia y creatividad que requiere conquistar esa ‘tierra prometida’ no sea tal y la cosa sea mucho más fácil.

 

TIERRA VENDRÁ  (Alberto Plaza)

Navegando, navegando  tanto azul en el azul  días, noches de deriva  océanos de esclavitud,  
 Barcas contra la corriente  mar movido, estrella al sur  
y en la oscuridad no hay nada  es la vida que me llama  
a dónde no sé,  
 Tierra vendrá, tierra veré  para besarla, sembrarla y amarla  la conquistaré.  
Tierra vendrá, vendrá, lo sé,  grito en silencio una sorda plegaria  Dios mío que hacer.  
 Grandes olas que impresionan  que impresión que tu me das  
yo remando ruego al cielo  pero es sordo y no me escucha  
lo rompería.   
Luchare con la tormenta  bajo el cielo avanzare  
con granizo entre mis ojos  y el celeste entre los mares  
lo lograré.  
Tierra vendrá, tierra veré  para besarla, sembrarla y amarla  la conquistaré.  
Tierra vendrá, porque siento que  nunca naufraga el que no desespera  y mantiene la fe.  
Resistiendo, arriesgando sin descansar  sé que al alba del alba tu tierra vendrás.  
Tierra vendrá, tierra veré  para besarla, sembrarla y amarla  la conquistaré.  
Tierra vendrá, porque siento que  nunca naufraga el que no desespera  y mantiene la fe  

Para el diccionario de la Real Academia, el término ACEPTAR tiene distintas acepciones: recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, ofrece o encarga. Aprobar, dar por bueno, acceder a algo, recibir o dar entrada. Asumir resignadamente un sacrificio, molestia o privación.

Esto nos lleva a una idea muy interesante sobre la aceptación. Por un lado tenemos el hecho de aprobar, de decir sí, y por el otro lado tenemos que recibir algo del afuera que está pidiendo entrada. Es la vida la que nos da algo, (en el caso del pueblo judío, el desierto), la que nos ha puesto en una circunstancia no es consecuencia de mi acción o de mi obrar sino que es algo que viene de afuera y nosotros le tenemos que dar cabida. Todo ocurre dentro de uno mismo. Aceptar una situación es decirle sí, reconocer que estamos parados en este lugar exacto y no en otro, es aceptar que lo que es, es. Es imposible ningún cambio, es imposible cualquier forma de conquista si no se acepta que lo que es, es y que estamos aquí y ahora parados en este lugar.

Especialmente para los cristianos, esto nos recuerda el “sea” de María, y el de Jesús.

Aceptar la realidad no es resignación. Hay que tener un corazón muy sencillo y al mismo tiempo muy maduro y muy sabio para vivir con ese nivel de prontitud al cambio con el que vivían María y Jesús: aceptar rápidamente el fracaso y ser capaz de dar una respuesta creativa, una apuesta superadora. Aceptar rápidamente la voluntad de Dios aunque no se la entienda, sumergirse en ella con todo el ser. Son estas actitudes que podemos leer claramente en la vida de Jesús y María. No tanto así por ejemplo en los Apóstoles, en los que en varias oportunidades vemos la resistencia a aceptar la realidad, la lucha con lo que es, o esa tardanza en poder verla.

Una de las manifestaciones de la ‘no aceptación’ es ‘la negación’ de la realidad.

Muy frecuentemente se confunde ‘aceptación’ con ‘resignación’. Esta confusión hace que muchas personas entiendan mal cuando se habla de aceptar algo. Ejemplo: ‘¿cómo me dice que soy alcohólico? Yo domino el alcohol perfectamente’  ‘¿cómo se le ocurre pensar que soy yo el que provoco situaciones de despido? Son mis jefes los que me echan…’  ‘estos profesores la tienen contra mí, la mala nota no es culpa mia. ¿no se dan cuenta de que soy inteligente? Algún día van a cambiar y me van a aprobar’. Estas y otras frases han sido pronunciadas por personas en algún momento especial de su vida. La no aceptación pone disfraces, algunos muy difíciles de descubrir. La no aceptación es muy  astuta y consigue muchas veces que le creamos algo que parece lógico y que simplemente es una situación que no queremos, no sabemos o no podemos aceptar.

Hay algunas formas privilegiadas de no aceptar.

              Una es pelearse con el problema.

Otra es la ilusión.

Y otra es jugar al ‘dale que’ –es parecida a la ilusión pero con otras características, porque la ilusión es una percepción deformada de un objeto real, en cambio el juego del ‘dale que’, tan común como el negar una situación o un problema, es jugar mentalmente a que estamos en una posición diametralmente opuesta a la que nos encontramos: yo estoy del otro lado del problema: “Dale que…yo he superado este problema” Y nos lo creemos.

Cuando alguien nos devuelve como en un espejo una imagen real de lo que ocurre y lo que es, habitualmente para defendernos de la aceptación de la realidad, rompemos el espejo

 

ESTO QUE SOY, ESTO TE DOY  Eduardo Meana
A veces me pregunto: "¿por qué yo?" y sólo me respondes: "porque quiero".
Es un misterio grande que nos llames así, tal como somos, a Tu encuentro.
 
Entonces redescubro una verdad: mi vida, nuestra vida es Tu tesoro.
Se trata entonces sólo de ofrecerte con todo nuestro amor, esto que somos.
 
¿Qué te daré?, ¿qué te daremos?, ¡Si todo, todo, es Tu regalo!
Te ofreceré, te ofreceremos esto que somos...
Esto que soy, ¡eso te doy!
 
Esto que soy, esto es lo que te doy. Esto que somos es lo que te damos
Tú no desprecias nuestra vida humilde se trata de poner todo en tus manos.
 
Aquí van mis trabajos y mi fe, mi canto, mis bajones y mis sueños;
y todas las personas que me diste desde mi corazon te las ofrezco.
 
¿Qué te daré?, ¿qué te daremos?, ¡Si todo, todo, es Tu regalo!
Te ofreceré, te ofreceremos esto que somos...
Esto que soy, ¡eso te doy!
 
Vi tanta gente un domingo de sol. Me conmovió el latir de tantas vidas...
y adiviné tu brazo gigantesco y sé que sus historias recibías.
 
Por eso tu altar luce vino y pan: Son signo y homenaje de la vida.
Misterio de ofrecerte y recibirnos, Humanidad que Cristo diviniza.
 
¿Qué te daré?, ¿qué te daremos?, ¡Si todo, todo, es Tu regalo!
Te ofreceré, te ofreceremos esto que somos...
Esto que soy, ¡eso te doy!.

 

                Hay situaciones muy difíciles de aceptar. Hay otras que quiebran el alma. Pero “El Señor no apagará la mecha humeante y no quebrará la caña doblada”. El Señor se especializa en levantarnos, no en hacer leña del árbol caído, como muchas veces hace la vida por lógica propia.

                Hay distintas formas de no aceptar, de ponerle trajes, argumentos.

                Han sido “Alcohólicos anónimos” los que particularmente han realzado el enorme poder que tiene la aceptación. Ellos hablan de ‘tocar fondo’. No se hace el proceso de aceptación que es básico, hasta que no se toca fondo. Porque es propio, entre otras distorsiones de la realidad, el negar.

                El mecanismo de la negación se ha hecho un vicio.

 

            Hay algunas formas privilegiadas de no aceptar.

              Una es pelearse con el problema.  Ejemplo: si estamos en medio de una montaña y nos sentamos a esperar las olas, estamos haciendo un gran show de ilusiones y no aceptamos que esto es lo que es: la montaña. Decimos ‘debería ser el mar’, pero eso es una ilusión y por mucho que lo deseemos, no logramos construirlo. Hay una diferencia entre la realidad y nuestras ilusiones: esto es lo que es: la montaña.  Y seguimos actuando como si la ola estuviera por cubrirlo todo. Esperamos. Todavía no es, pero ya va a ser. ¡cuántas veces, en cuántas situaciones, nos encontramos esperando una ola que jamás llega!

                Si uno se pelea con la situación en vez de tratar de modificarla, el cambio no es posible. Porque estamos en otro lado: en la playa, no en la montaña Si nos peleamos con la realidad, seguimos esperando que la ola llegue. Estamos esperando que la realidad cambie, porque la culpa está en la realidad, o en los demás, o en las circunstancias. No soy yo, sino ‘el afuera’ el que se confundió. Nosotros creemos encontrarnos en otra situación en la que realmente no estamos.

                Pelearse con la situación es la mejor forma de no avanzar nunca.

                Quien está cerca de una persona adicta –sea al alcohol, a la droga, al juego, a cualquier tipo de adicción- sabe perfectamente que mientras la persona no reconozca que tiene un problema con una situación determinada, no va a existir posibilidad de curación o salida. Es el costo de la caída de las ilusiones, de las fantasías.  Escucharlo de afuera, como no pone en marcha las defensas que tenemos para no aceptar las cosas, que son a veces automáticas, espontáneas, muchas veces involuntarias, la mayoría de las veces son resortes que saltan solos, son mecanismos que se desatan para que el corazón no sufra. Y en este evitar el sufrimiento, automáticamente ponen en marcha una película en nuestra mente que nosotros creemos que es la realidad, pero que no lo es. Y a veces hay que tocar fondo para que nos podamos dar cuenta y se caigan los velos que están cubriendo la realidad. Lo deseable entonces es que no tenga que acarrear tantas pérdidas nuestro engaño y nuestra fantasía.

                Es una posibilidad de nuestras elecciones el no aceptar nunca. Como aceptar es decir sí a una situación-problema, sólo en el momento de tocar fondo empezamos a cambiar de verdad. Todo lo que digamos antes es puro maquillaje, es un cambio pequeño que no lleva a ninguna transformación de fondo de la situación que nos agobia. Es como una rueda empantanada que da vueltas y cada vez se empantana mas.

               

En general, cuando estamos frente a un paisaje, lo aceptamos tal como es: nos puede gustar o no, pero sería raro que alguien niegue que tal paisaje es como es. Los paisajes únicos e irrepetibles son lo que hacen variado, hermoso y rico nuestro planeta

 Las personas, en lo que a paisajes se refiere, aceptamos en forma inmediata lo que vemos. Si aceptamos los paisajes tal como son ¿por qué no consideramos a cada persona como si fuera un paisaje? ¿Por qué no pensamos que cada persona es un paisaje único e irrepetible? ¡y porqué no pensamos en nosotros mismos como un paisaje único? Nos enganchamos patológicamente con la idea de cambiar al otro o cambiarnos a nosotros mismos antes de aceptar que somos y el otro es un paisaje único e irrepetible. ¿por qué no nos aceptamos y aceptamos a las otras personas tal como somos y son?

Aceptar no es resignarse. Es decir: esto es lo que es.

 

LE HE PRESTADO LA MANO A JESUS, EL QUERIA ESCRIBIR DE SU LUZ
Y ES POR ESO ME OLVIDO DE MI, Y LO DEJO QUE ESCRIBA
ME HAGO A UN LADO Y LO DEJO ESCRIBIR, ES HERMOSO MIRARLO ESCRIBIR
Y ME NIEGO A MI MISMO, Y CONVIENE QUE GUARDE SILENCIO

PORQUE PUEDO APRENDER DE LAS COSAS QUE TIENEN SENTIDO
Y NOS SIRVEN DE MUCHA EXPERIENCIA QUE UNO A VIVIDO
OH SEÑOR PON TU LETRA EN TU SON, PON TUS DICHOS EN ESTA CANCION
HACE FALTA ESCUCHARTE OTRAVEZ, PARA SENTIRSE VIVO

Y ME SIGO DEJANDO LLEVAR, NO QUERIA QUE HUBIESE UN FINAL
Y ES QUE CADA PALABRA QUE ESCRIBE, ME LLENA LA VIDA
EL
JESUS QUE UNA VEZ CONOCI, SE QUEDO CONMIGO A VIVIR
YO NOCAMBIO PORNADA DEL MUNDO, ESTA GRAN ALEGRIA

PORQUE PUEDO APRENDER DE LAS COSAS, QUE TIENEN SENTIDO
Y NOS SIRVEN DE MUCHA EXPERIENCIA, QUE UNO HA VIVIDO..
OH SEÑOR PON TU LETRA EN TU SON. PON TUS DICHOS EN ESTA CANCION
HACE FALTA ESCUCHARTE OTRAVEZ, PARA SENTIRSE VIVO..

Hazme un corazón de barro, rompe el corazón de piedra,
dale las vueltas que sean, pero hazlo a tu manera.
Dame un corazón sencillo, hazme un corazón como el tuyo,
usa la forma que quieras, pero hazlo igualito que el tuyo.
 
Como quieras Señor, ¿cómo quieres que sea?
Dale la forma Jesús, hazlo a tu manera.
Que tenga tu paciencia, tu amor, que tenga tu voluntad,
que tenga tu libertad, que reine esa paz con Dios,
que tenga lo que me falta, que sobre lo que no tengo,
hazme un corazón de barro, es todo lo que yo quiero.
Que tenga tu sencillez siempre tan lleno de luz,
perdonar como perdonas, mira que bien lo haces tu,
hazme un corazón de niño un corazón limpio y puro,
dale las vueltas con tus manos y hazme un corazón como el tuyo.
 

¿Cómo detectamos que nos estamos peleando con la situación y que no las estamos aceptando? Frases como ¿por qué a mí? ¡Esto no es justo! ¿Qué hice yo para merecer esto?, están expresando una pelea con la situación problema.

¿Y qué problema hay que me pelee con la situación problema? Que perdemos mucha energía. Hay personas que pasan la vida peleando con una situación que ocurrió 30 años atrás, y toda la vida todas las energías son empleadas tal vez inconcientemente, peleando con el problema.

Cuando decimos que ‘tenemos un problema que no deberíamos tener’, sobreviene el enojo, porque lo que nuestra mente registra es “injusticia”. Y la injusticia, obviamente, pide justicia. Y ahí es donde nos enganchamos con una lucha absolutamente quimérica, porque la cosa ya ocurrió y es inamovible, no tiene cambio, o si lo tiene no lo puedo ver básicamente porque no lo acepto: para poder cambiar algo, primero tengo que aceptar que esto es lo que es.

Si la esposa golpeada dice ‘dale que mi marido es bueno pero a veces se enoja muchísimo’, se entiende que ante una golpiza queda tan perpleja y sacudida emocionalmente que es muy posible que después de una paliza diga eso.

Otro ejemplo claro de no aceptación de la situación es el típico caso de las mujeres que se vinculan con un hombre equivocado y creen que ellas lo van a cambiar. Están jugando al ‘dale que’, que en el fondo esta viendo algo distinto a lo que se ve. Y esta situación inevitablemente genera un conflicto a futuro, porque lo mas probable es que su pareja no cambie y que ella espere por años un cambio que nunca va a llegar. La ‘esperanza’ tiene que ser ‘razonable’: si te vinculaste con un Fiat –como amigo, esposo,etc- eso no significa que podamos hacer que ese Fiat se convierta en una Ferrari. Sin embargo, muchas veces hacemos eso.

               

Otra es la ilusión. La ilusión es otro mecanismo para no aceptar una situación determinada. Es una percepción deformada. El ejemplo típico es cuando miramos el cielo y vemos conejos en una nube. Es un error de nuestros sentidos, o de nuestro entendimiento: lo que creemos ver, no existe, y lo sabemos. Un mago profesional nos crea la ilusión de que hace magia de verdad, pero sabemos que en realidad hace trucos. Nuestra percepción –no nuestra mente- así lo cree.  No es malo ilusionarse con la magia del mago. Lo terrible es ilusionarnos con las demás personas.

Cuando uno llega a un nivel de ilusión extremo, todo lo que se intente decir en contra de esa ilusión que se vive como realidad, es inútil. Si una persona confunde un teléfono con una pava, decimos que está loca, y desistimos de tratar de hacerle cambiar de opinión. Sin embargo muchas veces nos topamos una y otra vez con la intentona de hacer que una persona cambie de opinión, nos damos cuenta de que no logramos ningún efecto y sin embargo seguimos con la ilusión de que vamos a cambiar su percepción del hecho.

El problema entonces no está en la realidad, sino en cómo vemos esa realidad. Hay situaciones que son modificables. Y si es así, nos tenemos que preguntar ¿lo queremos o no hacer? Si lo queremos hacer, tenemos que preguntarnos si lo elegimos o si no lo elegimos. Una cosa es: ‘puedo’ hacer algo, otra es ‘quiero’ hacer algo, y otra es ‘elijo’ hacer algo

Y si el tema no tiene solución, allí sí entonces lo que cabe es la RESIGNACIÓN, es decir, la conformidad, la tolerancia y la paciencia en la adversidad. Estas cosas que no puedo cambiar y a veces duelen mucho, cuando nos resignamos, iniciamos un proceso de duelo que muchas veces conduce a un camino de mucha sabiduría, de mucha espiritualidad y de resurrección.

YO NO ME DOY POR VENCIDO Luis Fonsi

Me quedo callado. Soy como un niño dormido que puede despertarse con apenas sólo un ruido
Cuando menos te lo esperas, cuando menos lo imagino, sé que un día no me aguanto y voy y te miro

Y te lo digo a los gritos. Y te ríes y me tomas por un loco atrevido
Pues no sabes cuanto tiempo en mis sueños has vivido
Ni sospechas cuando te nombré

 

Yo, yo no me doy por vencido. Yo quiero un mundo contigo
Juro que vale la pena esperar, y esperar y esperar un suspiro, una señal del destino
No me canso, no me rindo, no me doy por vencido

 

Tengo una flor de bolsillo, marchita de buscar a una mujer que me quiera, y reciba su perfume hasta traer la primavera.

Y me enseñe lo que no aprendí de la vida que brilla más cada día,
Porque estoy tan sólo a un paso de ganarme la alegría, porque el corazón levanta una tormenta enfurecida
Desde aquel momento en que te ví…

 

Yo, yo no me doy por vencido, yo quiero un mundo contigo
Juro que vale la pena esperar, y esperar y esperar un suspiro, una señal del destino
No me canso, no me rindo, no me doy por vencido

Este silencio esconde demasiadas palabras. No me detengo, pase lo que pase seguiré

 

Otra actitud que muchas veces adoptamos al enfrentar una situación adversa o problemática, o también la vida misma,  es echar la culpa. Así es como funcionamos por falta de formación, y desencadenamos procesos a veces en nuestras relaciones y en nuestra vida  también muy desviados: perdemos mucho tiempo y energía echándole la culpa a los demás de nuestros sentimientos, angustias.

La desilusión, el desencanto, son bastante frecuentes. Cuando ponemos muchas expectativas en algo –una pareja, un vínculo- suele sobrevenir la desilusión, y hacemos responsable de la depresión a esa persona o situación. ¡Cuántas veces funciona dentro nuestro este mecanismo: los otros son culpables de mi depresión, de mi angustia, etc. Ahora, fijémonos:

Acá hay un estímulo: la desilusión, que produce una respuesta: la depresión. La depresión ¿es la única respuesta a la desilusión?

Un ejemplo concreto: una persona que se separa de su pareja porque dice que se convirtió en un jugador, o mujeriego, o cualquier otra cosa que la desilusionó. La única respuesta ¡es la depresión?

Algunos dirían: ‘yo haría una fiesta: menos mal que te pudiste separar y ver con quién estabas viviendo tu vida. Celebremos el darse cuenta.’ Otros responderían: ‘yo no me deprimiría, lo odiaría toda mi vida’. Otros dirían ‘me suicido’. Otros ‘busco ayuda terapéutica’. Otro ‘hablo con él de manera adulta’. Otro ‘hago un viaje’. Otro ‘insisto en volver con él porque creo que lo voy a poder cambiar’. Otro lo denuncia en el trabajo, entre los amigos. Otro se venga. Otro se siente culpable. Otro se enferma físicamente. Otro es indiferente. Otro ejerce violencia contra sí mismo. Otro se queja todo el tiempo.

Es decir: el abanico de respuestas a este mismo estímulo que es la desilusión es muy grande. Entonces el otro, no es ‘culpable’. En todo caso el otro ‘generó un estímulo’. Pero frente a un estímulo hay muchísimas respuestas posibles, y cada uno elige una. Y esto hay que tenerlo en cuenta para no reprochar al otro la respuesta que nosotros elegimos. Las opciones son distintas formas de responder a un mismo estímulo. Ante un estímulo determinado, no hay una respuesta única en la gran mayoría de los casos.

Sí hay una respuesta única en ciertos casos. Por ejemplo: si meto los dedos en el enchufe hay una respuesta única. Es causa-consecuencia. Por tanto si yo conozco esa respuesta única soy responsable y culpable de generar esa respuesta.

Es elección de cada uno vivir un episodio doloroso o triste de nuestra vida de una forma o de otra. Hay quién dirá ‘no, no es elección, porque no es voluntaria’, pero si no lo elegimos nosotros ¿quién lo está eligiendo?. Hay elecciones concientes y las hay inconcientes, hay elecciones voluntarias, que brotan de la inteligencia y de la voluntad, y hay elecciones reflejas, es decir, que brotan de patrones aprendidos o adquiridos o genéticos. Pero siempre el que elige es uno mismo. El estímulo es uno solo  y por lo tanto totalmente independiente de lo que nosotros elijamos como forma de respuesta a él.

 

 ‘CARTA URGENTE’ Rosana

Hay cosas que te escribo en cartas para no decirlas

Hay cosas que escribo en canciones para repetirlas

Hay cosas que están en mi alma

y quedaran contigo cuando me haya ido…

En todas acabo diciendo cuanto te he querido…

 

Hay cosas que escribo en la cama. Hay cosas que escribo en el aire

Hay cosas que siento tan mías…. que no son de nadie

Hay cosas que escribo contigo. Hay cosas que sin ti no valen

Hay cosas y cosas… que acaban llegando tan tarde..

 

Hay cosas que se lleva el tiempo sabe Dios a donde

Hay cosas que siguen ancladas cuando el tiempo corre

Hay cosas que están en mi alma

Y quedaran conmigo cuando me haya ido…

Y en todas acabo sabiendo cuanto me has querido…

 

Hay cosas que escribo en la cama…

Hay cartas urgentes que llegan cuando ya no hay nadie…

 

Hay una frase oriental muy sabia: AQUELLO EN LO QUE UNO PIENSA, CRECE. Envueltos en una situación conflictiva que no terminamos de aceptar, porque no terminamos de ver, porque estamos perturbados por algunos de estos mecanismos con que el alma quiere defenderse del sufrimiento, muchas veces lo único que hace es una verdadera levadura de los problemas que probablemente tendrían resolución -cuando no solución-, un desenlace para tranquilidad de todos nosotros, más pronto y más sencillo, si no estuviéramos pensando todo el día en el problema.

La aceptación no es un proceso que se da en forma inmediata. Cuando la pérdida o el dolor o la adversidad que ha venido de afuera es muy fuerte no se puede pretender la aceptación de forma inmediata. Aunque hay quienes ya han adquirido cierta sabiduría de vida justamente porque ya han elaborado alguna pérdida y han adquirido una postura frente a la vida en la que le han tomado el pulso y se han dado cuenta de que nada está garantizado, que verdaderamente la vida tiene fin, que las cosas nacen, crecen se desarrollan y mueren. Han aprendido a mirar a los ojos a la muerte o al fracaso, han entendido las leyes básicas de la vida, han aprendido su mensaje, y entonces cuando llega una adversidad están mas preparados. Pero lo normal es que los duelos, hasta llegar a la aceptación, pasen por muchas instancias por lo cual duran mucho tiempo. No es deseable que más de dos años.

 

Participan los oyentes

                      La New age, hace un lavado de cerebro, donde le pone a las personas toda la culpa de no lograr sus metas porque no definen bien qué es lo que quieren. Cuando desconocen la multicausalidad de por qué no van a poder lograr por mas que definan bien su objetivo, queda toda la frustración a cargo del joven y niegan la responsabilidad de todas las otras instancias, todas las otras instituciones que boicotean los sanos proyectos y sueños de los jóvenes.

GL:  la New Ag es la contrapartida de como el del pueblo de Dios cruza 40 años el desierto: esta es la historia, esta es la realidad: allí pasa de todo: quejas, vicisitudes, angustias, revelaciones de Dios, consuelo compañía… El Exodo es un libro para la vida. La New age propone muchas veces soluciones mágicas. E invertimos gran cantidad de dinero y de energía y de tiempo, y hacemos nuevas expectativas e ilusiones. Y a veces pasan muchos años hasta que nos damos cuenta de que hemos perdido el tiempo, la plata y la energía. No hay soluciones mágicas

 

– El valor para ser honestos consigo mismo es una cualidad que podemos cultivar para que nos ayude en nuestro crecimiento espiritual. Se necesita un compromiso honesto para admitir que alguien a quien amamos tiene un problema con la bebida. El alcoholismo y muchas otras cosas están fuera de nuestro control. Existe una fuente de ayuda superior a nosotros y necesitamos el cuidado de ese Poder superior. La honestidad permite vernos a nosotros mismos, compartir nuestros descubrimientos con Dios y con otros, ser lo suficientemente humildes. Debemos admitir que necesitamos ayuda espiritual para progresar reparando los errores del pasado

 

– Tengo un hijo alcohólico, pero se resiste a hacer bien el tratamiento. Llega a casa y continúa tomando. No sé que hacer como mamá, y ando enferma a raíz de ese tema

GL: ¿Qué puedes hacer para qué? ¿Para que el otro cambie? Nada. Ahí entramos nuevamente en esta no aceptación del problema, en este engancharnos en un pensamiento mágico que pulula, en pensar que puede haber una solución rápida, simple, eficaz, que nos evite un largo recorrido a veces inestable, otras veces complejo, otras lleno de incertidumbres. Lo que puedes hacer es sugerir un acompañamiento. Siempre es una gran cosa transitar los túneles oscuros de la vida de la mano de otro. En este caso, familiares de alcohólicos anónimos es un ámbito más que adecuado donde se encuentra buen consejo, buena experiencia, y sobre todo qué cosas que nosotros podemos hacer ayudarían o acelerarían la toma de conciencia por parte del alcohólico de su problema.

 

-Hace unos años descubrí que mi marido consumía droga. Fue algo que me paralizó: sentí que me hundía. En su momento no supe qué hacer. Pasaron como 4 años y recién pedí ayuda. Estoy con ayuda psicológica. El no quiere aceptar que tiene un problema, y yo no puedo aceptar que él no quiere aceptar que tiene un problema. Y me paso el día pensando qué hacer para vivir con este problema. Es difícil vivir con una persona que tiene los elementos, porque conocemos de Dios, y conocemos personas que nos pueden ayudar y sin embargo no quiere

GL: Te sugiero un libro. Se llama “Liberate de la co-dependencia”, de Melody Dic. Ella fue primero esposa de un adicto, y después ella se convirtió en adicta justamente por esa co-dependencia. Tu situación puede correr el riesgo de una co-dependencia. El problema es del otro, pero vos lo tenés, y estás todo el día pensando, y el problema cada vez crece más, y vos es como que te fueras enfermando con él, y a veces más que él. Tal vez él tiene los recursos para sobrellevar su problema pero vos no podés tener recursos para sobrellevar un problema que es del otro. Y ahí comienza una intoxicación del cerebro y de la voluntad, porque hace esfuerzos para reunir recursos para resolver un problema de otro. A cada uno, cuando le toca vivir una situación, puede pedir a Dios el que le asista con los recursos propios para esa situación que uno tiene que vivir, pero no para la del otro. Y en este sentido la naturaleza es dura: le da a cada uno lo que le toca.

 

– ¿Tengo que aceptar seguir al lado de una persona que no quiere cambiar? ¿O realmente llega un momento en que tenemos que valorar nuestra vida? No aguanto más. Me estoy enfermando no solo psicológicamente sino también físicamente.

                GL: Nuevamente acá el tema de la aceptación: lo que es, es. Esto es lo que hay que aceptar: No aguanto más. Y el cuerpo muchas veces dice a gritos lo que es. En este momento estás somatizando. Ignoro qué cantidad de ingredientes pone cada uno para llegar a una situación que a vos te resulta tan conflictiva. Antes de preguntarle a Dios, antes de preguntarme a mí, a un cura, a un psicólogo, lo primero que hay que hacer es aceptar esto: no aguanto más, mi cuerpo se está enfermando, me está diciendo que he llegado al límite de mis recursos. Una vez que se ha aceptado eso, se comienza a pensar las posibles decisiones. Por ejemplo: ¿será posible que mis recursos aumenten, cambien? ¿podré sembrar más recursos? Sí, pero no de un día para el otro. De manera que entonces hay que pensar una transición. Si la elección tuya va a ser buscar mas recursos para tolerar lo que hoy no estás tolerando porque lo querés o por las razones que fuera, hay que pensar la transición, es decir, cómo vas a hacer la transición de estos ‘no recursos’ a los ‘posibles recursos’ que tal vez mas tarde puedas tener. A mi me da la impresión de que todavía estás esperando que él cambie, y por eso estás atrapada en un callejón sin salida. Tocás fondo, y eso significa que es un buen comienzo: darse cuenta de que los cambios comienzan por casa