Foto: Padre Diego Fares, sacerdote jesuita
24/04/2020 – Para el sacerdote jesuita Diego Fares, que vive en Roma desde hace algunos años, en este tiempo difícil, de mucho dolor, más que nunca hay que buscar a Jesús y quedarse con Él. Dijo que eso sólo se consigue con oración, lectura de la Palabra y actos de fe. Y que el Señor siempre responde con amor y misericordia.
“Para mí la fe es siempre una respuesta”, dijo el padre Diego Fares, en el programa Diálogos de Actualidad. “Las iniciativas para los pasos que voy dando en la fe son siempre de Jesús: mi fe es respuesta al amor de Jesús, a su misericordia, a la calidad humana de sus enseñanzas. Veo en mi vida infinidad de cosas que Alguien preparó con amor para mí y eso me despierta la alabanza. Veo en mis incontables faltas en las que me siento tratado con misericordia y perdonado y eso despierta mi agradecimiento. Y todo el Evangelio me despierta admiración, siempre hay alguna palabra, algún gesto de Jesús que tiene que ver con lo que me pasa hoy, que responde a mis preguntas. La atracción viene de ver que Él siempre va adelante, siempre propone algo nuevo, concreto, que se puede compartir con los demás. Creo y confío en Jesús porque constato su presencia en mi vida: siempre que pongo en práctica alguno de sus consejos me va bien, me consuela, me bendice, vuelve fecunda mi vida, me conecta con tanta gente buena que también cree en Él”.
Esta “confesión de fe” del padre Diego es sólo una parte de la larga y riquísima charla que tuvimos con él, para hablar de la fe, de cómo tenemos que vivirla en esta cuarentena; de si se puede ser discípulo y misionero “encerrado” en casa o en la soledad de un hospital; y de cómo afrontar este período sin los sacramentos, entre otros temas.
Durante la conversación, Fares destacó el testimonio de una médica argentina que por estar atendiendo a sus pacientes con Covid-19 en el norte de Milán, tuvo que separarse de su familia y quedarse en cuarentena con los pacientes. En una entrevista reciente, la médica dijo que ella estaba en cuarentena, pero que su fe no lo estaba. “Si de alguien no tenemos que estar distanciados hoy –dijo el padre Diego- es de Jesús. Con Él, con Jesús, no hacen falta ni barbijos, ni mascarillas, ni guantes. Con Jesús no hay necesidad de lavarnos las manos, porque Él, con gusto, nos lava hasta las ‘patas’ sucias. Este tiempo es propicio para acercarnos mucho al Señor”.
Dijo, además, que “este tiempo es de incertidumbre. Es duro para todos y para los más pobres, durísimo, porque no solo es el virus sino las otras pandemias: la desnutrición, la soledad, las adicciones, la violencia familiar… Y creo que nadie se puede hacer el guapo. Es un tiempo en el que cada uno se enfrenta a lo que somos, porque lo que tenemos y lo que querríamos hacer, está frenado, es incierto”.
Acerca de cómo lo afectan las cosas que están pasando, el sacerdote jesuita respondió: “A mí me pasa que en este tiempo el ánimo sube y después decae, los sentimientos, los pensamientos, van y vienen. Pero, la oración… un momentito o un rato de oración, siempre me trae consuelo. Y me digo: tengo que abrazarme a la oración en este tiempo”.
“Por tanto –concluyó-, no es momento para dar vueltas: hay que partir de Dios. Hay que pedir la gracia al Espíritu Santo para que cese o aminore la pandemia y para ir adelante cada uno cada día. En este tiempo, el Espíritu siempre responde con algo concreto para rezar o hacer por los demás. Este tiempo nos invita a relacionarnos con Dios a nivel básico: a nivel de «abrazar espiritualmente a Jesús -la comunión espiritual-», a nivel de «escucharlo en el impresionante silencio que invadió el mundo», a nivel de «respirar al Espíritu que es nuestro oxígeno espiritual». En este tiempo la relación con Dios no es «pensar cosas teológicas» o «asistir a ceremonias litúrgicas». La relación con Dios es a nivel vital, familiar, caserito, en el rinconcito que uno pueda, con la oración que sepa o que le salga”.
En este sentido, dijo que la pandemia “nos puso ‘la frente contra el suelo’, rostro en tierra, que es como hace bien comenzar el día, tocando el suelo con la frente y adorando al Padre que nos da la vida: creo, adoro, espero y te amo, como la Virgen le enseñó a rezar a los pastorcitos de Fátima. La pandemia nos redujo a nuestro metro cuadrado, a lo que soy en mi metro cuadrado, ese del que no me puedo mover mucho, pero no encierra mis sueños y concreta lo que sí puedo hacer”.
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar | Incrustar
Suscríbete: RSS