Hay una suerte de profanación de nuestra intimidad. Creo que hay una cierta incomprensión de nuestra parte del por qué nuestra intimidad se está convirtiendo en un espectáculo: se exhiben públicamente hechos íntimos filmados con celulares o con cámaras ocultas. Esto que ha sucedido en reiteradas oportunidades entre adolescentes y jóvenes y que en primera instancia es tomado como una picardía, trae consecuencias a veces muy graves tanto en para psiquis como en el cuerpo social de las personas (nuestra fama, nuestro buen nombre)
Hay programas (top schow) en que las personas van a dirimir sus conflictos íntimos frente a una pantalla de televisión, cuando tendría que ser al revés: cuando uno tiene que resolver una situación que duele, que enoja o que toca núcleos de la sensibilidad muy fuertes, mas bien busca hacerlo en la intimidad. Hoy parece que todo está dado vuelta.
Vamos a conversar ahora sobre esta tendencia, esta necesidad de abrir la intimidad, ventilarla, y ligarse desde allí al resto del espacio público.
GL: ¿Cómo introducirnos en este tema de la espectacularización de la vida, fenómeno que ha cobrado tanta fuerza en estos tiempos?
PS: Yo lo considero fundamentalmente un problema histórico. Se van produciendo cambios en las variables económica, política, social, cultural, moral, y lo que llama la atención es que pareciera no haber mas pudor. Esa era como una ‘barrera’ que protegía ciertas cosas, lo que considerábamos como intimidad se ha ido perdiendo. ¿Por qué? ¿Cuál es el sentido de esos cambios en esta sociedad? Creo que tiene un sentido històrico. Nuestra sociedad está configurándose a partir de una serie de cambios. Hay cambios que comenzaron en los años 60 y están cristalizándose en estos últimos años, y que demandan a las personas una serie de habilidades, de valores, de creencias, de capacidades, que no son las mismas que exigía el mundo del siglo XIX, cuando se configuró esta idea de intimidad que ahora nos deja perplejos porque se está ‘evaporando’. Parece que estos cambios –que todavía nos sorprenden a los que somos un poco mas viejos- están ocurriendo ahora y no por una falla, sino porque el mundo que estamos construyendo a partir de decisiones políticas, económicas, socioculturales, etc, pide eso: que la gente se muestre, para ser alguien hay que mostrarse. Se da valor al mostrarse. Si nadie me ve, tal vez no sea nadie.
Esto tiene una serie de motivos. Uno es que la serie de medios de comunicación audio visuales: cine, televisión, mas recientemente Internet, que permiten aparecer en las pantallas, y todo el glamour que tienen los medios audiovisuales, se transformaron para nosotros en ‘referencia’, mucho más que los textos escritos que eran el medio típico de expresarse en el siglo XIX. Cada vez más la imagen es importante para nosotros, y el saber mostrarse pasó a ser una habilidad fundamental, acompañada también del saber ‘venderse’. Ahí entró a tener un papel fundamental el mercado, donde la personalidad también pasa a ser un valor que se compra y se vende –como el cuerpo-.
GL: Antes se llamaba a esto ‘megalomanía’ y se lo consideraba una patología, una suerte de excentricidad. Vivíamos en una sociedad extremadamente rígida, donde cada uno tenía que pensarlo dos veces si quería salir con un par de zapatos amarillos por mucho que le gustaran, porque uno iba a tener que soportar que lo miraran, soportar ser el centro de las miradas. Vivíamos en una sociedad repleta de normas de ‘invisibilidad’: de recato, de pertenencia a determinadas normas. Ahora estamos en el polo opuesto.
PS: Pero si vemos que los zapatos amarillos nos quedan bien, probablemente lo haremos
GL: Pero no sé si me pongo los zapatos amarillos porque me gustan o porque quiero llamar la atención de los demás. Y no sé si siendo yo la protagonista, no sé si alguien lo sabe. Porque básicamente el sentido de la identidad de lo que yo quiero, de lo que me gusta, o el ‘yo soy así’ es lo que está tan extremadamente ligado a la exhibición del yo, que se hace difícil creer a una persona cuando dice “lo hago porque me gusta”,y ese ‘me gusta’ es algo totalmente excéntrico que sabemos tiene que ver con la mentira. ¿Esto no tiene algo de patológico? Patológico-social, pero patológico al fin.
La revista “New York time” una vez por año elige la personalidad del año, y esto tiene que ver con la cantidad de veces que su nombre ha sido nombrado en ese impresionante ‘magma’ de información mediática para todo el globo. En 1979, por ejemplo fue, Ayatolá Komeini, en 2004 fue Busch. En 2006 le dio su veredicto ¿saben a quien?: a vos. A todos nosotros. No es que quiso decir “la personalidad del año es la ‘gente común”. Quiso literalmente satisfacer nuestro narcisismo y de alguna manera decirnos que habíamos ascendido al podio del poder mediático ¿qué reflexión te merece esto?
PS: Hasta hace poco estaba mal visto el querer llamar la atención. Era criticable esto, como también el mostrarse en público. En cambio ahora se nos pide justamente eso: que constantemente tratemos de cambiar, de ser diferentes, distintos, especiales. Estos cambios históricos que hemos ido fabricando, tienen que ver con conflictos socioculturales –también económicos, etc- . Este mundo que hoy protagonizamos necesita de esto para funcionar. En ese sentido, no sería patológico. Sí es patológico, propio de una sociedad que anda enferma, por ejemplo esos matrimonios que van a la televisión a ventilar sus conflictos personales
GL: Pero fijate hasta qué punto llega esta moda, o esta costumbre, o estos hábitos, que se llega a filmar cómo un grupo de médicos –profesionales que han sido formados en una cierta ética- extraen de una persona una botella que le han introducido por el ano. son capaces de romper barreras de pudor de las más elementales.
PS: por eso creo que por un lado es patológico: acá hay algo que anda mal, pero por otro lado no lo es porque en esta sociedad todo es funcional: está de acuerdo con cierta lógica del mundo contemporáneo. Obviamente, nosotros podemos no estar de acuerdo con esa lógica. Podemos no justificarla e intentar cambiarla. Pero me parece que para entender tenemos que preguntarnos ¿por qué está pasando esto? No es porque no sabemos qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Es porque ese sentir está cambiando, porque están cambiando los valores.
GL: Hablemos entonces de estas lógicas, estas inteligencias que dan explicación a este fenómeno
PS: Estos cambios que se han ido gestando comenzaron a verse cada vez con más rapidez. Y no solo a nivel ‘macro’. A partir de los años 60 comenzamos a notar cómo está cambiando la familia, la forma de relacionarnos, junto también con la imagen, los medios audiovisuales, y la importancia creciente del mercado en nuestras vidas. Toda una serie de fenómenos que se van encadenando y van generando cambios en nuestros valores, en nuestras creencias. En el siglo XIX y principios del XX había una diferencia muy marcada entre el espacio público y el privado. Esa barrera se puede simbolizar con las puertas y ventanas de las casas: antes se cerraban y el espacio de afuera era el público y el de adentro el privado. Lo público era excluyente de lo privado, y era importante que fuera así, que se respetaran esas diferencias. En cada uno de esos espacios había una serie de reglas y una forma de comportarse. Había que ‘parecer normal’ y para eso no se debían transgredir los límites. Ahora “hay que ser uno mismo” y “hay que ser distinto”.
GL: Y todas las publicidades, especialmente las dirigidas a los jóvenes, están dirigidas en tono imperativo, a una sola persona: una interpelación personal: ‘sé vos mismo’, ‘animate’. Como un mandato, como una orden, y como si el lector fuera realmente uno solo y exclusivo.
PS: esto también es importante: una sociedad cada vez más individualista, que perdió ciertos sueños colectivos.
La sociedad que hemos dejado atrás tenía un espacio público donde había que ser normal significaba ser recatado, evitar la excentricidad. Ahora cada vez más se defienden estas formas de llamar la atención. Y el espacio privado era donde sí se podía ser uno mismo y cada uno tenía libertad para poder expresarse, donde uno podía expandir su yo –cerrando puertas y ventanas-. Ahora el espacio público tiene reglas menos claras con respecto a la normalidad y al pudor y al decoro. Y el espacio privado sigue siendo importante si nos fijamos, los barrios cerrados, en las casas y autos blindados que tratan de preservar el espacio privado, pero a su vez hay cada vez más posibilidades de ‘infiltrarse’ en ese espacio privado con canales mediáticos y tecnológicos sobre todo, desde el teléfono y la televisión, hasta Internet con las cámaras que permiten mostrar lo que pasa dentro de casa a cualquiera, y mucha gente lo hace. Lo mismo pasa con las redes sociales: cuando uno cuenta todo lo que hace en Facebook o Twister o sube fotos o videos. Todo eso es una forma de filtrar hacie el espacio público lo que sucede en el espacio privado.
GL: Posiblemente esta nueva cultura tendrá cosas que decirle a la cultura anterior, donde había tanto pudor y tanto recato, pero hacia el mundo privado ¡válgame Dios las cosas que ocurrían también! Lo que no encuentro mucha explicaciónes lo que pasa -por ejemplo- con el programa “Gran hermano”, con gran éxito de audiencia –o al menos eso dicen-, No termino de entender qué atractivo tiene ver a una persona haciendo su rutina cotidiana –cepillarse los dientes, ponerse las medias, dirigirse al toilete, etc etc etc-. Se supone que en un medio de comunicación un espectáculo alguna diferencia con la vida cotidiana tiene que tener: desde el punto de vista periodístico tiene que ser noticiable, desde el punto de vista artístico tiene que ser alguna ficción que tenga algún grado de simbolización o entretenimiento o recreación… Pero ver a una persona en silencio haciendo lo que yo hago todos los días ¿dónde está el impacto? ¿qué es lo que genera semejante rafting de audiencia?
PS: Yo comparto esta perplejidad tuya. ¿qué pasa que esto se ha tornado tan interesante, siendo incluso que ya no es una novedad? Y lo mismo podríamos decir de los blogs o de los photoblogs. Algunos no tienen ningún interés: no muestran ni cuentan una vida extraordinaria sino justamente una vida común, de ‘cualquiera’. A veces parece que cuanto más común, mejor. Por ejemplo, cuando uno piensa cual es el criterio para elegir a los participantes de “Gran hermano”: por supuesto que visualmente tienen que tener algo, pero en el tema de personalidades u otras características, parece que cuanto menos irrelevante mejor. ¿por qué?
GL: En este caso sería ¿por qué lo vemos? Porque habíamos estado hablando de ‘por qué me muestro’: por esta necesidad de hacerme visible: soy en tanto me ven.
PS: Las dos preguntas son interesantes: por qué tanta gente quiere mostrarse, y por qué a tente gente le resulta atractivo ver esa ‘nada’. Una posible respuesta: yo suelo recurrir a la película “El show de Truman”: es una película de 1998, y en su momento fue muy polémica. Cuenta la historia de un personaje que fue adoptado al nacer por una cadena de televisión, y toda su vida transcurrió en un escenario: una ciudad escenográfica, llenas de cámaras de televisión donde el único que no sabía que estaba siendo filmado era él: Truman (que en inglés es un juego de palabras: hombre verdadero, hombre normal). Truman también era una persona común. Su vida no tenía nada interesante. No protagonizaba grandes aventuras ni tampoco tenía una frondosa interioridad. Sin embargo despertaba mucho interés y estuvo en el aire durante mucho espacio. Cuando este personaje comienza a sospechar que algo raro pasa –porque está encerrado, no lo dejan salir-, cuando empieza a pensar que detrás del espejo hay una cámara, que la gente no es tan sincera como él pensaba, se da cuenta que su vida es mero espectáculo, se desespera. Le parece terrible ser un personaje audiovisual. Ahí sí se desarrolla toda una epopeya heroica: se pelea con el creador, quiere salir de esa burbuja… pero sale y se va.
GL: la tragedia, o el drama en todo caso con un final muy interesante de Truman es justamente ese esfuerzo que él hace por vencer todas las trabas. Poniéndose en la piel del personaje uno se imagina lo que puede estar ocurriendo en su cabeza con el solo sospechar que todo, -comenzando por sus padres-, lo que ha conocido en su vida, es falso, es ficción. Uno puede ponerse en ese lugar de lo que significa escapar de la mentira, del engaño o de la ficción propiamente dicha.
PS: Ahora: algo cambió mucho realmente en los últimos 10 años, porque lo paradógico es que ahora hay miles y miles de personas que ‘quieren’ ser solo un personaje. Se desesperan por ser ‘comunes’, por entrar en esa burbuja. Y otro cambio enorme es que ahora no hay cómo salir. Por ejemplo, los que participan en gran hermano, cuando salen se desesperan porque no hay un ‘afuera’. No hay cómo mantenerse en la visibilidad. El afuera es justamente el olvido.
GL: Esto tiene que ver-creo es lo que comentás en tu libro- con el pánico a la soledad y con el eclipse de la interioridad. Si el ‘ser mirado’ es lo que me permite ‘ser’, estoy permanentemente dependiendo de la mirada del otro. Mientras Sartre decía “la mirada del otro es el infierno”, acá decimos “la mirada del otro es el cielo”, es “la salvación”. De manera que no tengo una mirada propia o un sentido de la interioridad que me permita aunque sea mas o menos sentir que existo estando en soledad.
NO ME VES Alejandro Filio
No me ves, será que no me muestro. no me ves, será que no me encuentro no me ves, detrás de cada sueño, detrás de cada intento, tú no me puedes ver
No me ves, cotidiano fantasma, no me ves, de noche y tras tus alas no me ves desenredando a solas, perdido entre la sombra, tú no me puedes ver
Qué trino te atrapó después amanecer para buscar mi voz y darte hasta las diez qué hechizo te alejó después
Yo me ves, al borde de otro abismo, no me ves, juntando mis vestigios no me ves feliz de brazo a brazo y a salvo del naufragio, tú no me puedes ver
No me ves equilibrado y bueno tranquilo entre tus senos, tú no me puedes ver
GL: sería bueno que después discutamos si todo esto es bueno o mas o menos bueno, si es malo o mas o menos malo, o en todo caso, cuáles son los riesgos, sobre todo a nivel mundial
PS: Creo que nadie quiere –ni puede- volver ni a la edad media ni al siglo XIX. : Creo que es indudable que hay muchas conquistas. Ahora podemos decidir quién queremos ser, podemos cambiar –esto también es una conquista reciente si se quiere, porque si recordamos lo que dijimos de las rigideces en los patrones, las reglas sociales, la represión de ciertas costumbres que se debían conservar y ser fieles a sí mismos impedían el cambio, incluso en las cuestiones más banales como cambiar el color de cabello estaba mal visto. Había que respetar cierta esencia: uno era lo que era: podía trabajarlo, elaborarlo, pero no cambiar radicalmente porque eso era fingir, cambiar era no ser fiel a la esencia. Todos estos cambios son conquistas. Ahora el problema es el riesgo, es decir ¿qué hacemos con esto? Yo diría que el riesgo más grave es la fragilidad. Somos muy vulnerables. Esa frase de Sartre que citaste antes “la mirada del otro es el infierno”. Esa frase no solo puede pertenecer a otro momento histórico al cual Sartre pertenecía, cuando la soledad, la privacidad y el silencio eran fundamentales para constituir un sujeto.
Esa idea de que uno puede y debe preservarse dentro de sí mismo, estamos perdiéndolo también. Tal vez por un lado sea una conquista, pero también es una pérdida: el hecho de que uno pudiera refugiarse dentro de sí mismo, esa fortaleza, esa ancla interior, ese espacio oculto, invisible, misterioso lo estamos perdiendo en el sentido de que cada vez más ‘somos lo que se ve’. Por ejemplo, la idea de belleza interior es algo que suena cada vez más anticuado. La respuesta de este siglo sería: si tenés algún valor, que se vea. Todo eso nos da la pauta de que no solo estamos perdiendo el espacio físico de la privacidad, sino que también se está transformando la forma en que nos pensamos a nosotros mismos, como seres constituidos por una interioridad, por un espacio secreto no visible que es nuestra esencia .Es esa una definición que fue casi hegemónica durante el siglo XIX y buena parte del XX, que aunque seguimos teniéndola es cada vez menos fuerte. En esta cultura de la visibilidad, del espectáculo, corremos el riesgo de que no exista la virtud que no se muestra. Y es también difícil vivir así, porque si bien hay una liberación, también hay una serie de culpas. Y el cambio, si bien es bueno que sea posible, cada vez podemos más cambiar, cortar lazos íntimos, podemos transformandos y reinventarnos constantemente pero también tenemos que cambiar: actualizarnos, renovarnos, cortar con lo que nos hace mal, borrar todo lo que nos molesta. Pero también nos volvemos muy frágiles, porque dependemos de la mirada del otro, y dependemos de esa apariencia, de ese aspecto, hay que tener una serie de cualidades que responden a esos stándares mediáticos. Y se nos juzga por eso: por lo que se ve. Cada vez es más difícil decir ‘yo tengo esta fortaleza interna’
GL: o esa capacidad para resistir y decir ‘yo tengo la fuerza para no vivir siempre sobre una pasarela’, tengo la fuerza de no vivir todo el tiempo exhibiéndome. Y también la capacidad de soportar la invisibilidad en los momentos en los que me toque. Porque en algún momento vamos a tener que soportar esa soledad que nos da pánico y por lo tanto los mandatos de los que nos hemos liberado son todavía mas fuertes, porque creo yo operan más desde el pánico, desde el miedo a dejar de existir más que de una censura social. Por ejemplo, a mi me dicen muchas veces ‘si no estás en Factbook no existís’. Y esa es una sentencia que uno tiene que soportar
– Después de dos cursos de eneagrama comencé a descubrir quién soy yo, y me guardo a mi mismo. La gente me lo menosprecia
GL: creo que lo que este oyente está insinuando es que cuando uno tiene espiritualidad se ‘guarda’ a si mismo y encuentra dificultades para engancharse con los demás, donde está circulando otra corriente
– Creo que mostrarse tiene que ver con pertenecer a un grupo a una elite, a una secta. Es diferenciarse, es ser distinto de todo y de todos
GL: Lo que dice este oyente son dos cosas reales pero contradictorias. Por un lado un fuerte sentido de pertenencia, y por el otro la necesidad de diferenciarme ¿cómo se explica esta contradicción? Es decir: tengo que ser diferente, por eso me pongo los zapatos amarillos, pero me muero si no me ven
PS: Se explica justamente porque esta coyuntura del mundo capitalista post industrial y neoliberalista de este siglo, nos pide eso: nos pide cosas contradictorias. Por eso es tan difícil ser contemporáneo. Es un mundo que hiper estimula. Hay estímulos constantes, muchos de ellos contradictorios, y sobre todo hay demasiados estímulos. Y tenemos que estar a la altura de todo eso: tenemos que mostrarnos, tenemos que ser lindos, jóvenes, felices, activos, exitosos. Tenemos que ser profundos, tenemos que ser superficiales… tenemos que pertenecer a un grupo, tenemos que ser distintos, tenemos que ser iguales, y en fin… es muy difícil
– Creo que hay una necesidad adolescente muy fuerte de insertarse en la sociedad. Me acuerdo que una vez leía a la psicóloga Aberasturi y me pareció muy fuerte cuando decían que la lucha del adolescente más que una lucha psicológica es una lucha por insertarse en una sociedad adulta que no lo quiere recibir. Y muchas veces este reconocimiento y este ingreso tiene que ver con esa cuestión adolescente
-Creo que los jóvenes apelan al mundo de la imagen porque tal vez en su círculo de amigos, en la escuela, en la universidad, en la misma calle, están como aburridos de escuchar siempre la misma versión, y llevan a los medios las fotos, etc creo que para afirmarse en su personalidad. Otros tal vez para esto mismo acuden a la droga o al alcohol y se van aislando.
– Somos alumnos de un colegio de La Plata. Tenemos 13 años. Queremos preguntarles ¿por qué necesitamos mostrarnos para sentirnos bien?
GL:Ya a los 13 años se dan cuenta de este elemento que ya una oyente lo asocia como una ’droga’: si no tengo esta vivencia que me viene de afuera –como el alcohol o la droga-, si no soy visto, me siento mal
PS: Me parecen muy interesantes todas las participaciones de los oyentes, porque muestran que esto que estamos viendo no es lo único que pasa, porque hay ciertas resistencias, hay incomodidades respecto de estos nuevos valores, hay ganas de hacer otras cosas y de cambiar este cuadro. Creo que este ‘miedo a la soledad’, el ‘por qué necesitamos mostrarnos’ tiene que ver con esta demanda contemporánea por ser famoso como un valor en sí. Antes se decía por ejemplo ‘un escritor famoso’, ‘una actriz famosa’ ‘un político famoso’… ahora se dice ‘un famoso’: no importa el por qué, el motivo, y de hecho, hay muchos que son famosos por ser famosos, cuando tal vez habría mucha gente que debería ser famosa porque hace algo interesante, y el mundo no los premia por lo que hace, pero lo hacen porque tienen sus fortalezas internas, sus ganas, sus necesidades. Este mundo que construimos, con muchos conflictos y con muchas cosas que se nos fueron de las manos, nos pide que seamos eso: personajes visibles, famosos porque sí.
GL: famosos para ser amados u odiados, porque hay quienes se dedican por ejemplo a criticar a Ford, y él chocho porque todo el mundo se dedica a hablar de él, y ya no importa
PS: lo que pasa es que mientras hablamos de él, él existe. Pero volviendo a la pregunta de los chicos: ¿qué significa ser un personaje visible? El ‘personaje’ es alguien que nunca está solo, está siempre a la vista. Si nadie lo ve, no existe. La ‘persona’ puede estar sola, aunque nadie lo quiera tiene su interioridad, se tiene a sí mismo. Si el mundo nos pide que seamos ‘personaje’ es muy problemático porque estamos perdiendo la dimensión de ‘uno mismo’, de tener interioridad con quien estar aún en soledad
GL: Ante estos fenómenos tan complejos, detrás de esta gran movida que a veces es turbia y no podemos detectar cuáles son las fuerzas que están moviendo estas tendencias, yo no veo el sujeto ideológico o anónimo con claridad, pero ¿a quién beneficia todo este proceso de pérdida de identidad, de pánico a la soledad, de necesidad de visibilización casi con urgencia, esta crisis de lo real, ese paso a lo ficcional?
PS: Algunos oyentes mencionaron el consumismo, la industria cultural, cierta desmovilización política. Si esto es una consecuencia compleja de lo que comenzó a gestarse en los años 60-70, también había allí un entusiasmo, un protagonismo de la historia: gente que estaba haciendo historia, cambiando el rumbo de la historia. Ahora parece que esos valores inaugurados en esa época se anquilosaron, y eso tiene que ver con el consumismo, etc. Una especie de ‘dejar las cosas como están’. Y es una cosa para pensar, porque es una ilusión también. El hecho de que las cosas están quietas, paradas, algo que también afecta mucho a los jóvenes: pensar que ahora las cosas no se pueden cambiar. Hay una sensación de inmovilidad. Como máximo, lo que va a cambiar es la tecnología: va a haber avances. O si no, va a haber una catástrofe ecológica. Hoy parece que lo único que podemos hacer es estar en face book, consumir, mostrarnos, ser famosos, tener plata, pero no podemos hacer mucho más que eso. En los años 60 estaba muy claro que éramos ‘sujetos de la historia’, protagonistas. Y esto es un tema a pensar y discutir, porque seguimos siendo protagonistas de la historia, pero tenemos la sensación de que no, de que la historia pasa por encima, de que se detuvo, que tenemos un presente y lo único que podemos hacer es mostrarnos, divertirnos, comprar. Es una ilusión esto de que la historia se detuvo. La historia sigue, y nosotros podemos tomar decisiones de todo tipo: culturales, políticas económicas, y también sobre nuestra vida, nuestra espiritualidad, nuestra interioridad. No digo que sea fácil, porque estamos sometidos a una serie de presiones que llevan a crear una fragilidad por lo que nunca estamos a la altura de lo que el mundo nos pide y perdemos mucho tiempo tratando de estar a la altura.
GL: La década del 60 se caracteriza por valores que de alguna manera son ‘la otra cara de esta luna’: valores que tienen que ver con una identidad muy fuerte, con un proyecto hacia futuro muy fuerte, con una personalidad pública, con utopías colectivas, con la proyección de la personalidad al servicio del bien común sea cual sea el espectro ideológico en el cual la gente se insertaba. Futuro era la palabra del presente: vamos a cambiar el mundo.
Hoy no existe futuro ni tampoco pasado. Hoy es el presente permanente en el que hay que tratar de permanecer a flote a través de la visibilidad
Hay un cuento donde se le pregunta a alguien cómo se imagina el fin del mundo, y él responde: “me lo imagino como un gran circo donde de pronto acontece un incendio. El incendio va creciendo, los encargados del área de seguridad no alcanzan a apagar el fuego con sus propios recursos y envían al payaso a que le diga a la gente que por favor vengan a colaborar con baldes. El payaso sale a escena y grita pidiendo esa ayuda, porque además todos corrían el riesgo de perecer quemados allí. La gente comienza a reírse y a aplaudir, y cuanto más desesperadamente el payaso hace todo lo que fuera posible para convencer a la gente de que era urgente la colaboración para apagar el incendio, más se reía la gente y mas lo aplaudía. En el final del cuento, todos mueren quemados, convencidos de que estaban presenciando un magnífico espectáculo”
La historia sigue, a pesar de que nosotros pensamos que ‘estamos en un limbo’ donde estamos presenciando una ficción. La pregunta es ¿quién va a apagar el incendio? A veces me parece que somos muchos ojos ‘encandilados’ por las mismas ficciones que creamos
Hay una obra de teatro de Luiggi Pirandello de 1921 titulada “seis personajes en busca de un autor”. Desde el punto de vista literario, se encuentran rasgos en algunos pensadores y escritores que para esa época creo fueron visionarios: adivinaron aquello que estaba por venir y lo plasman en una obra. En esta obra hay 6 personajes desesperados buscando un autor a quien contarle sus dramas, sus situaciones. Mientras tanto vagan, y hasta tanto no lo encuentran, su existencia está amenazada. Creo que esta obra simboliza muy bien lo que ahora está pasando. Ahora no somos seis: somos millones los personajes que estamos buscando un escenario donde poder actuar, donde poder escuchar el aplauso –o al menos la condena- del público, donde poder observar que las miradas nos revisten de identidad, nos hacen ser, nos hacen existir.
Yo quería ser el ingeniero, creador de un puente colosal que de Buenos Aires llegue hasta Montevideo… Pero ni acabé el Colegio Nacional.
Yo quería ser el delantero del último gol en el mundial, pero mi torpeza me obligó a jugar de arquero, para regocijo de cualquier rival.
Soy… Esto que soy, pero al final creo que no está tan mal, por donde voy puedo mirar con la frente alta… Entre risa y lágrimas, se cómo avanzar… No soy presa fácil para cocinar.
Soy… Esto que soy y nada más, pero salgo a trabajar y todo doy y un poco más. Nadie me regala nada y nada debo ya y nada faltará si la fuerza de tu amor me puede acompañar.
Yo quería ser aventurero, explorar por cielo, tierra y mar… Justo en el momento que te propuse casamiento y hace un siglo vivo en el mismo lugar.
Soy lo que yo quiero, no vendo el alma mía, hago lo que puedo y puedo mucho todavía. Soy lo que yo quiero y aunque viva al día, si naciera de nuevo, creo que el mismo sería.