Foto: Theodore McCarrick
26/11/2020 – En el Capítulo 2 del Evangelio de San Juan podemos contemplar el enojo de Jesús con los “mercaderes” del templo, quienes habían convertido la casa de oración en un mercado, en una casa de cambio, una cueva financiera. Tal fue el disgusto del Señor –expresa el texto- que armó un látigo y les desparramó las monedas y les derribó las mesas o los mostradores que los mercaderes habían armado. Entonces, algunos de los que estaban allí le reclamaron a Jesús por su actitud y le pidieron explicaciones. Y Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar».
El evangelista aclara inmediatamente que, más tarde, los discípulos comprendieron que, cuando se había referido a la destrucción del templo y a su reconstrucción, Jesús hablaba de su muerte y de su resurrección, hablaba de su Cuerpo… y sabemos, desde que nos lo enseñaron en la Catequesis, que la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo, tan santa por los méritos de Jesús y tan pecadora, en ocasiones, por los pecados de quienes también la conformamos.
Hoy vamos a hablar de un caso concreto que implica estas características de nuestra Iglesia, de cómo la empañamos con nuestros pecados, de cómo a veces la convertimos en un antro, en un lugar de corrupción, pero también de cómo la gracia del Señor y su misericordia la reconstruyen una y otra vez, para seguir siendo levadura en la masa.
Se trata del caso McCarrick, del sacerdote, obispo, arzobispo y Cardenal de Washington, Theodore McCarrick, a quien el Papa Francisco, en una decisión sin precedentes, en julio de 2018, le quitó el título de cardenal y luego lo expulsó del sacerdocio. Todo esto como consecuencia de que se confirmó que décadas atrás había violado a un adolescente de 16 años y estaba acusado de otros tantos abusos sexuales y de poder.
El tema es que ante semejante noticia muchos dentro de la Iglesia y fuera de ella nos preguntamos cómo podía ser que una persona capaz de hacer tanto mal, había llegado a ser sacerdote, obispo, arzobispo y cardenal.
Por estas razones, hace dos años, el papa Francisco ordenó que se hiciera una investigación minuciosa acerca de todos los procesos que permitieron que McCarrick, un abusador sexual y de poder, llegara a ocupar esos cargos pastorales.
El informe final se publicó hace algunas semanas, y en él se exponen, sin tapujos, las omisiones, subestimaciones y decisiones que nos hacen pensar, rezar y pedirle al Señor que ayude al Papa y a los obispos a cambiar lo que se debe cambiar para que la Iglesia sea más santa y menos pecadora.
Para hablar de este tema, dialogamos con el obispo de San Francisco, Monseñor Sergio Buenanueva, a quien le escuchamos decir, en alguna red social, que este informe debería ser leído por todos los que formamos parte del cuerpo místico de Cristo, la Iglesia.
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