¿Te estás dejando contagiar del fuego de Jesús?

jueves, 21 de octubre de 2010
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Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.  Lc 12 – 49 – 53
Jesús dijo a sus discípulos: "Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".

Palabra del Señor.


Saludo y bienvenida
    Hola buen día, como les va, nuevamente nos encuentra la frecuencia de Radio María Argentina, si la que entra a tu casa en la frecuencia de tu ciudad, de tu pueblo, o de tu vecino, la que te acompaña en el auto mientras vas al trabajo, o volvés de dejar a los chicos en la escuela, a vos que tal vez nos estas escuchando desde el campo en este tiempo de tanto trabajo rural, que lindo saber que la Palabra de Dios, la presencia de nuestra Madre María, esta siempre junto a nosotros, junto a vos, junto a mí, de manera especial en estos días que me regala la posibilidad de estar compartiendo la catequesis.

    Mi nombre Padre Gabriel Camusso, compartiendo en este día la catequesis, desde la parroquia ntra. Sra. de la Merced, en Arroyito, Diócesis de San Francisco.
   
Saludo a P. Javier, allí en este camino misionero, por el sur argentino, que lindo sentirlo tan cerca, la radio nos acerca a tantos hermanos que están en todo el país. Este tiempo en el sur. Camino a Río Gallegos, allí acompañado por Diego.

Comenzamos nuestra mañana con la catequesis poniéndonos en la presencia de Jesús, nuestro hermano, que nos lleva y muestra el rostro amoroso del Padre.

Oración: pedimos a nuestra Madre, prepare nuestros corazones. Luego imploramos al Espíritu Santo, ilumine ya acompañe.

¡Oh Purísima Virgen María!, que en tu inmaculada concepción fuiste hecha por el Espíritu Santo Tabernáculo escogido de la Divinidad, ¡ruega por nosotros!

¡Oh Purísima Virgen María, que en el misterio de la encarnación fuiste hecha por el Espíritu Santo verdadera Madre de Dios, ruega por nosotros!.

¡Oh Purísima Virgen María, que estando en oración con los Apóstoles, en el Cenáculo fuiste inundada por el Espíritu Santo, ruega por nosotros!

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu, para darnos nueva vida.
Y renovarás la faz de la tierra.

Oremos.

Dios, que iluminas los corazones de tus fieles con las luces del espíritu santo, danos gustar de todo lo recto según el mismo Espíritu, y gozar para siempre de sus consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.  Lc 12 – 49 – 53

Jesús dijo a sus discípulos: "Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
Palabra del Señor.

Primer momento:
El Evangelio hoy pone en labios de Jesús, expresiones, afirmaciones, por demás paradójicas, prender fuego a la tierra, parar por un bautismo de muerte, no ha venido Jesús a traer la paz sino la guerra, la división, el desencuentro. ¿Quién entiende?
El fuego del que habla aquí Cristo no es, ciertamente, el fuego destructor de la vegetación en nuestras sierras cordobesas, o en las islas del Paraná, o el fuego que consume una fábrica. No es el fuego que Santiago y Juan querían hacer bajar del cielo contra los samaritanos, no es tampoco el fuego del juicio y del castigo de Dios, como solía ser en los profetas del AT.
Está diciendo con esta imagen tan expresiva que tiene dentro un ardiente deseo de llevar a cabo su misión y comunicar a toda la humanidad su amor, su alegría, su Espíritu. El Espíritu que, precisamente en forma de lenguas de fuego, descendió el día de Pentecostés sobre la primera comunidad.
Lo mismo pasa con la paz y la división. La paz es un gran bien y fruto del Espíritu. Pero no puede identificarse con una tranquilidad a cualquier precio, no es no tener problemas. Cristo es -ya lo dijo el anciano Simeón en el Templo- "signo de contradicción": optar por él puede traer división en una familia o en un grupo humano.
A veces son las paradojas las que mejor nos transmiten un pensamiento, precisamente por su exageración y por su sentido sorprendente a primera vista.
El Bautista anunció, refiriéndose a Jesús: "yo los bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo: él los bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Lc 3,16). El fuego con el que Jesús quiere incendiar el mundo es su luz, su vida, su Espíritu. Ése es el Bautismo al que aquí se refiere: pasar, a través de la muerte, a la nueva existencia e inaugurar así definitivamente el Reino.
Ésa es también la "división", porque la opción que cada uno haga, aceptándole o no, crea situaciones de contradicción en una familia o en un grupo.
Decir que no ha venido a traer la paz no es que Jesús sea violento, que incite a la división, al desencuentro. Él mismo nos dirá: "mi paz les dejo, mi paz les doy".
La paz que él no quiere es la falsa: no quiere ánimos demasiado tranquilos y acomodados al momento. No se puede quedar uno neutral ante él y su mensaje. El evangelio es un programa para fuertes, y compromete.
Si cada vez que un cristiano habla, sólo le aplauden y vitorean, y es palabra que a todos agrada,  ¿Es ése el fuego que Jesús ha venido a traer a la tierra, la evangelización que nos ha encargado?
Jesús aparece manso y humilde de corazón, pero lleva dentro un fuego que le hace caminar hacia el cumplimiento de su misión y quiere que todos se enteren y se decidan a seguirle. Jesús es humilde, pero apasionado. No es el Cristo acaramelado y dulzón que a veces nos han presentado. Ama al Padre y a la humanidad, y por eso sube decidido a Jerusalén, a entregarse por el bien de todos.
¿Nos hemos dejado nosotros contagiar ese fuego? Cuando los dos discípulos de Emaús reconocieron finalmente a Jesús, en la fracción del pan, se decían: "¿no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?".
Cada vez que participamos de la Eucaristía, que escuchamos la Palabra de Dios, ¿nos calientan en ese amor que consume a Cristo, o nos dejan apáticos y perezosos, en la rutina y frialdad de siempre? Su evangelio, que a veces compara con la semilla o con la luz o la vida, es también fuego.
Nos vamos a ir al encuentro de la música, pero te dejo una pregunta para la reflexión, para meditarla a la luz de la intrigante Palabra que la liturgia de la Iglesia nos regala hoy: ¿Te estás dejando contagiar del fuego de Jesús?¿Cuánto hace que lo sentís a ese fuego de Jesús, que arde, y hace brotar palabras y actitudes cristianas?.
   
Te animas a compartirnos ¿Cuál es el fuego apostólico que está quemándote en estos días? Digo, por allí, en el compartir nos damos cuenta por donde está queriéndonos llevar el Espíritu de Jesús y no nos damos cuenta. ¿Qué es lo que está ardiendo en tu corazón, que es lo que Jesús quiere que hagas? ¿O te pide tu comunidad, tus hermanos?

Con la música, recordando nuestra línea de encuentro 0351 4 200 700, SMS 0351 152 0000 40 o nos dejas tu comentario en facebook.


Segundo momento

    El teléfono de la radio 0351 4 200 700.     Mensaje de texto al 0351 152 0000 40   

    En toda la Biblia, el fuego es símbolo de Dios; en la zarza ardiendo encontrada por Moisés, en el fuego o rayo de la tempestad en el Sinaí, en los sacrificios del Templo, donde las víctimas eran pasadas por el fuego, como símbolo del juicio final que purificará todas las cosas:
– Jesús se compara al que lleva en su mano el bieldo para aventar la paja y echarla al fuego (Mateo 3, 12).
– Habla del fuego que quemará la cizaña improductiva. (Mateo 13, 4O).
– Pero Jesús rehúsa hacer bajar fuego del cielo sobre los samaritanos. (Lucas 9, 54).
– La Iglesia, en lo sucesivo, vive del "fuego del Espíritu" descendido en Pentecostés. (Hechos 2, 3).
– Ese fuego ardía en el corazón de los peregrinos de Emaús cuando escuchaban al Resucitado sin reconocerlo… (Lucas 24, 32).
Cuando Jesús, en las páginas precedentes nos recomendaba que nos mantuviéramos en vela y en actitud de servicio, nos invitaba a una disponibilidad constante a la voluntad de Dios. El mismo Jesús dio ejemplo de esa disponibilidad, de ese deseo ardiente de hacer venir el Reino de Dios.
Los cristianos tenemos  que ser fuego que purifica y luz que ilumina las tinieblas en que la corrupción y la injusticia envuelven al mudo. Debemos ser muy entusiastas de su trabajo y convencidos de su misión.
No rehuir el inevitable conflicto que se genera en las familias y en las comunidades. Pues, el Espíritu de Dios nos llama a dar un testimonio a favor de Dios y en contra de todas las opresiones, incluso de aquellas que anidan al interior de nuestras propias familias.
Los cristianos inevitablemente también afrontaremos las interminables ambigüedades de la naturaleza humana, que experimentaremos en nosotros mismos y en todos los hermanos. Pero lo haremos no desde la debilidad de la consciencias, sino desde el Espíritu de fortaleza que Dios nos da.
Esta reflexión nos hace tomar conciencia de que nuestro bautismo no queda estancado en las aguas del pasado, sino que fluye como agua vivificadora de todos los proyectos de humanización.
El supremo anhelo de Jesús fue llevar a término la misión encomendada a él por el Padre. Por ello presenta su misión como la de Aquel que vino a traer fuego a la tierra y como la de Aquel que vino a recibir un bautismo. El motivo fundamental de su venida no puede ser otra que completar la obra comenzada, ya que la naturaleza propia del fuego es la encender lo que toca y el bautismo, por su propia dinámica, debe llegar a su consumación.
Esta misión de Jesús no puede realizarse en el ocultamiento de conflictos y, por ello, no puede ser adecuadamente expresada con el término de "paz". La paz prometida y pretendidamente realizada por los detentores del poder enmascara y oculta las graves tensiones en que una sociedad está inmersa. Llamar paz a tal realidad es continuar la práctica de los falsos profetas que aplauden lo que a Dios desagrada.
Por ello los seguidores de Jesús deben prepararse para tomar sobre sí los conflictos y aceptar la carga dolorosa de la división que la misión produce y que ellos deben cargar sobre sus débiles hombros.
Dicha división toca al discípulo en todos los órdenes de su vida. Por eso su misma tranquilidad familiar desaparece y la aprobación de las personas de los ámbitos más cercanos se convierte en hostilidad.
Llamado a repetir las condenas de Dios respecto al egoísmo humano sabe que el silencio en este punto sería una traición fundamental a la Palabra divina. Ella lo impulsa a desenmascarar la maldad escondida en acciones y palabras.
Aquí vale una advertencia, muchas veces mal comprendemos este texto, y esta división que provoca el anuncio de Jesús a los demás, especialmente este texto de la división en la familia.
No todo conflicto, es garantía que estamos anunciando bien, antes de regocijarnos por las divisiones que provoca nuestra denuncia, tenemos que revisar nuestra caridad. Nuestro amor. El anuncio mayor de Jesús no vino sólo por la palabra, sino de manera particular por el testimonio, el testigo, el martirio.
Así lo vivió la primera comunidad, los primeros cristianos, mártires, derramaron la sangre por ser testigos de la verdad de Jesús. Hoy uno de esos signos de contradicción por lo que pasamos cuando nos mostramos cristianos es muchas veces la indiferencia, la ironía, tantas maneras de provocar división. Pero ojo, no busquemos la división para tranquilizar nuestra misión, buscamos amar, hablamos para crecer en el amor, testimoniamos el amor supremo, el de Jesús en la cruz, y aún allí pidiendo perdón por quienes se burlaban y lo estaban matando.
Te recuerdo la pregunta con la que nos dejamos interpelar en esta mañana por el Evangelio,  ¿Te estás dejando contagiar del fuego de Jesús?¿Cuánto hace que lo sentís a ese fuego de Jesús, que arde, y hace brotar palabras y actitudes cristianas?
   
Te animas a compartirnos ¿Cuál es el fuego apostólico que está quemándote en estos días? Digo, por allí, en el compartir nos damos cuenta por donde está queriéndonos llevar el Espíritu de Jesús y no nos damos cuenta. ¿Qué es lo que está ardiendo en tu corazón, que es lo que  Jesús quiere que hagas? ¿o te pide tu comunidad, tus hermanos?

       

Tercer momento
   
    A la luz del Evangelio que hoy nos convoca en esta catequesis, podemos de pronto, destacar lo que Jesús claramente nos quiere hacer comprender y descubrir:
   
•    Jesús, el Hijo de Dios, vino al mundo porque nos amaba
•    Vino al mundo con ansias de transformarlo, de prender fuego en nuestros corazones, el fuego del amor, la caridad, la justicia, la misericordia, el perdón, y cuántos otros fuegos que vos estás pensando.

•    Y eso le iba a costar muchas horas de angustia, hasta la muerte en cruz. Pero todo lo asumía desde la convicción de que el sentido de su encarnación era cumplir la voluntad del Padre y la voluntad del Padre es que todos los hombres se lleguen a conocer su amor y se salven, esto llevo a Jesús a la cruz.

    Pero Jesús, sabe, todo esto, toda esta transformación del mundo, todo este cambio en el corazón del hombre, toda esta sed de vida nueva en Cristo, va a originar irremediablemente divisiones entre los hombres, entre los redimidos, entre los hijos y Dios.

    Por medio de Cristo Dios ha enviado fuego para purificarnos y probar la fidelidad de nuestro corazón.

    Por medio del Bautismo de Cristo, recibido en su pasión y muerte, nosotros hemos sido liberados de la esclavitud al pecado. Quienes nos sumergimos en su muerte participamos del perdón que Dios nos ofrece en su Hijo, que nos amó hasta el extremo.

    Y al resucitar junto con Él, participamos de su Victoria sobre el pecado y la muerte, y vivimos hechos justos y convertidos en una continua alabanza de Dios.

    Muchos le aceptarán y muchos, al rechazarlo, nos rechazarán también a nosotros, cumpliéndose aquello que hoy nos anuncia el Señor, de que hasta los de nuestra misma familia se levantarán en contra nuestra a causa de nuestra fe en Él.

    Así se cumple también la profecía del anciano Simeón: este niño está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, como signo de contradicción, quedando al descubierto las intenciones de muchos corazones.

    Que el Señor nos conceda ser fieles a nuestra unión con Él a pesar de todos los riesgos que, por su Nombre, tengamos que afrontar.

   
Te recuerdo la pregunta con la que nos dejamos interpelar en esta mañana por el Evangelio,  ¿Te estás dejando contagiar del fuego de Jesús?¿Cuánto hace que lo sentís a ese fuego de Jesús, que arde, y hace brotar palabras y actitudes cristianas?
   
Te animas a compartirnos ¿Cuál es el fuego apostólico que está quemándote en estos días? Digo, por allí, en el compartir nos damos cuenta por donde está queriéndonos llevar el Espíritu de Jesús y no nos damos cuenta. ¿Qué es lo que está ardiendo en tu corazón, que es lo que  Jesús quiere que hagas? ¿O te pide tu comunidad, tus hermanos?

   
    Despedida:
   
   
    Que Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, los bendiga y los haga felices en este día.