El sacramento del matrimonio

martes, 20 de marzo de 2007
Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo”.
Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.
Y los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra”. Y continuó diciendo: “Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan fruto con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde”. Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.

Génesis 1, 26 – 31

 

Cuando recorremos de una punta a otra la Sagrada Escritura nos encontramos con este misterio de alianza entre Dios y su pueblo, expresado en el amor esponsal entre el hombre y la mujer.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que la Escritura abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios en este texto del Génesis, las Sagradas Escrituras cierran con las bodas del Cordero en Apocalipsis 19, 7.

A lo largo de toda la Escritura el vínculo de Dios y su pueblo es un vínculo esponsal, el matrimonio es signo y realidad de cómo Dios quiere vincularse con los hombres, a los que ha elegido para sumarlos en alianza a su misterio de amor, en este sentido el matrimonio refleja el modo y el estilo de vínculo que Dios quiere con los hombres, es en ese estilo como Dios quiere la relación de los hombres con Él y de los hombres entre si, es un misterio de alianza y de vínculo cercano en clave esponsal, esto es de mutua entrega, de intimidad, de confianza.

De un extremo al otro la Escritura habla del matrimonio y de este misterio de su institución y del sentido que Dios le dio, del origen y el fin del vínculo matrimonial, de su realización a lo largo de las distintas etapas de la vida, de las dificultades nacidas de la fragilidad humana, de la renovación de este misterio en la persona de Dios que se acerca al pueblo para regalarle el don de un vínculo esponsal y de ahí renovar el vínculo esponsal en la vida matrimonial, todo esto en perspectiva de nueva alianza, en orden a mostrar el misterio de la nueva alianza entre Dios, en la persona de Cristo, y su pueblo.

El camino del matrimonio es un camino de amor de pareja y de amor de Dios. Dios es el que regala la gracia en la tarea del amor y en la tarea de la evangelización de la familia de poder transmitir el mensaje de siempre, tan antiguo como el Evangelio, tan nuevo como ese modo cotidiano que tiene Dios de meterse en las cosas nuestras hasta hacerse pan nuestro de cada día, sueño nuestro de cada noche, despertar nuestro de cada mañana, abrazo, beso, caricia de toda jornada, Dios en medio nuestro, Dios instalándose en nuestra casa como en su casa, es este amor de Dios que queremos pedirle al Señor lo renueve en los matrimonios que mas lo necesitan, es este amor de Dios que quiere reflejarse en el sí que se dieron los esposos y que en Dios tiene una fuerza única, indisoluble, para siempre.

En la cultura en la que nosotros vivimos esto parece imposible, que haya vínculos de amor entre las personas que tengan perennidad, es decir, que sean para siempre, creemos en el amor para siempre, el de Dios, el que eternamente en el misterio trinitario, misterio de alianza primero, se establecen solo vínculos de amor desde siempre.

El para siempre del amor matrimonial tiene un único fundamento, Dios en medio del vínculo que sostiene a las personas desde ese estilo en el que se dan las relaciones hacia adentro del misterio trinitario, son vínculos de amor eternos, así Dios quiere que el matrimonio permanezca unido para siempre, sostenido por esta presencia del amor de Dios, no es solo un acto voluntario ni heroico, ni capaz de superar las crisis, ni sostenido en la lucha por fidelidad a la palabra dada, no es ese el fundamento de lo que permanece para siempre, es un misterio de Dios comprometido en el amor humano que hace ese estilo que tiene Dios de amar sea el estilo que nosotros adquirimos para amar, Dios eternamente es amor, así se vinculan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y así el hombre y la mujer, la familia cuando se meten en Dios y Dios se mete en ellos hace que vivan ese mismo estilo por encima de toda circunstancia dura, difícil, crítica, de ruptura, de conflicto, de desafío, de lucha. Dios está, permanece y viene a tu encuentro, se mete en tu casa y te invita a abrir la puerta de tu matrimonio para comenzar a vivirlo en una clave distinta, en la clave de su amor.

La presencia del amor de Dios en la vida matrimonial es una presencia que conduce a la unidad, por eso el varón deja a su padre y a su madre, se une a su mujer, y la mujer se une al varón y los dos llegan a ser una sola carne, dice la Palabra.

El matrimonio es una de las experiencias humanas que se transforman en verdaderos signos de unidad para el mundo, y que impresionante es ver a personas tan distintas compartiendo la vida desde hace tiempo viviendo en unidad y entendiéndose a pesar de tener temperamentos tan diversos y experiencias de vida tan diversas, sueños y expectativas distintas y ahí están juntos peleándole palmo a palmo a la vida.

Que lindo es descubrir parejas que uno conoce que las personas vienen de historias tan diversas, educaciones de familia tan distinta y cómo lo distinto puede constituirse en una única realidad.

Quién lo hace posible, es el amor el que hace que las personas sean la una para la otra y estén capacitadas para adaptarse según el otro, es el milagro adaptativo que el amor cuando es genuino entre dos o mas se amolda, se acomoda, es el amor el que nos capacita para ser para los otros, dejándose así mismo aprende uno a ser para los demás amando, mucho mas en este ámbito donde el amor se hace tan exigente que el uno al otro se entregan buscando lo que el otro sueña, lo que el otro espera, por lo que el otro lucha, trabaja, por lo que tiene que curar en su vida, por lo que debe transformar en su historia, como servidores mutuamente en el amor de lo que es lo mas saludable para el otro, cuando es así entonces es cierto que se puede llegar a ser una misma carne, se puede formar parte de una misma historia de un mismo camino, de un mismo proyecto.

El matrimonio es un llamado a construir la humanidad, “Y los bendijo Dios diciéndoles: Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra, sométanla”, a esto uno lo descubre en familias numerosas pero también se lo descubre en familias no tan numerosas en los vínculos de carne pero numerosas a la hora de abrir las puertas para que otros participen de esa fuente de vida que es la gracia familiar y particularmente la gracia matrimonial, la gracia de alianza. La fecundidad que brota de la vida del matrimonio se expresa en los hijos y también mas allá de los hijos en los servicios que la familia da a la comunidad, ofrece puertas abiertas mas allá del ámbito propiamente familiar, es presencia del amor de Dios que hace que el matrimonio y la familia se constituyan en constructores de una nueva humanidad, también el matrimonio es un llamado a realizar la felicidad personal y conyugal, dice el relato de la creación “Entre ellos no encontró la ayuda adecuada para el hombre después de haber creado todo y de haber creado al hombre, Dios se dispuso a sacar algo del mismo hombre para darlo a luz, entonces el Señor hizo caer sobre el hombre un profundo sueño y cuando este se durmió tomó de su costilla y cerró con carne el lugar vacío.

Luego con la costilla que había sacado del hombre el Señor Dios tomó una mujer y se la presentó al hombre, el hombre exclamó esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne, se llamará mujer”.

A partir de ahí el hombre y la mujer se buscan en complementariedad, hay algo en la mujer que el hombre necesita y hay algo en el hombre que la mujer necesita, esta necesidad de complementariedad Dios la ha querido para mostrarnos que en lo distinto y en lo diferente es donde está el paso que debemos dar para madurar y crecer personalmente. La mujer es un otro tan distinto para el hombre lo cual exige que el hombre adapte su psicología, su modo de ver la realidad, su modo de abordarla para compartirla con una otra que en este caso tiene un modo diverso de percibirla, de entenderla, de abordarla, y a la mujer le toca lo mismo. En este compartir complementariamente el hombre y la mujer se suman en unidad para vivir la realidad que nos toca vivir al modo como Dios quiere que se viva, como lo vive Dios dentro del misterio de si mismo, el Padre es distinto al Hijo y, el Padre y el Hijo son distintos al Espíritu, el Espíritu es diverso al Padre y al Hijo, sin embargo en este vínculo eterno de amor el misterio de Dios se complementa en una única unidad que hace de este Dios en tres personas un único Dios, así de manera semejante es el vínculo entre el hombre y la mujer unidos en misterio matrimonial de complementariedad, en la complementariedad por el amor el hombre y la mujer que llegan a ser uno se constituyen en constructores de humanidad abiertos al amor mas allá del ámbito propiamente familiar.

Cómo se puede vivir mejor la vida matrimonial, solo en Dios se puede entender el misterio de la vida matrimonial, busca a este Dios que quiere renovar tu vínculo de complementariedad con tu esposo, con tu esposa, que le preguntes a este Dios cómo se hace siendo distintos poder ser uno, Dios conoce desde siempre esto y quiere revelártelo en este tiempo.

Cuando contemplamos lo que ocurre en la ceremonia del sacramento del matrimonio percibimos como se proyecta en la construcción de la historia común, si fijamos la mirada en la ceremonia de inicio hay que distinguir entre lo externo, lo que nuestros ojos ven y lo profundo, aquello que se revela a través de los signos, en esto podemos observar con dos ojos diferentes, en primer lugar con los nuestros y posteriormente con los de la fe, si vemos con nuestros ojos posiblemente nos distraiga un poco el modo como estamos vestidos y todo lo que rodea a una celebración que por allí ha tomado ribetes de demasiado social y va como siendo desacralizada en algún sentido, es una costumbre pero no deja de ser riesgoso la ausencia de sentido, qué vemos con nuestros ojos, un templo con mas arreglos que los de costumbre, tal vez mas iluminado, varias flores, bastante gente, clima de alegría, la entrada de la novia con el padrino, y en medio de la ceremonia se escucha el sí que confirma lo que está en el corazón de los esposos, el querer pertenecerse mutuamente para siempre, ellos son el centro. Y los ojos de la fe qué ven, si somos capaces de trascender el ámbito de lo que allí se manifiesta mas fuertemente podemos ver que el matrimonio es un sacramento, Dios interviene de una manera nueva en la vida de estos dos ya que como sacramento es un suceso de salvación, un acontecimiento, un hecho de gracia. Muchas veces cuando hablamos de historia sagrada pensamos en aquellos hechos sublimes que tuvieron lugar en otro tiempo, pensamos en la gesta del Pueblo de Dios saliendo de Egipto liberado por Moisés, atravesando el Mar Rojo, pensamos como Dios los asistió con el maná, como con la columna de fuego los guiaba durante la noche, como con la nube durante el día, como Dios protegía a su pueblo y vencía cuando Moisés levantaba los brazos en la lucha contra los que atentaban contra él, pero no nos damos cuenta que hay otras grandes obras que Dios hace en lo cotidiano, sobre todo cuando un hombre y una mujer deciden amarse para siempre.

En el sacramento el novio y la novia dicen: “En la salud y en la enfermedad, en las tristezas y en las alegrías, hasta que nos separe la muerte”. Santo Tomas de Aquino dice que en la eternidad compartiremos el gozo y la alegría con aquellas personas a las que amamos, si la eternidad es el goce y el disfrute definitivo de lo que ya hemos empezado a disfrutar aquí no puede estar ausente en la eternidad el gozo de la persona a la que mas hemos amado, la esposa y el esposo.

La esposa y el esposo serán parte de la eternidad, ni la muerte los separa cuando el amor es genuino, ocurre cuando uno ve a dos personas que han compartido toda su vida juntos cuando se va uno el otro empieza a querer partir también a donde el otro está para encontrarse con él, porque no puede vivir sin él.

Los ojos de la fe ven un amor que Dios funda para siempre, que se hace eterno en un sí pobre, sencillo pero que tomados de las manos de Dios como todas las cosas pequeñas en las manos de Dios se hacen grandes, de allí que no es lo mismo casarse por Iglesia que no, no es un tramite mas, es un transito de Dios por la historia de los que se casan que se instala en el corazón de los novios dándole firmeza a la decisión humana de querer compartir la vida con otro, siempre es frágil, vulnerable, aparece como herida porque los que se juntan no son perfectos, ni lo que tiene para ofrecerse con amor por mas ganas que tengan de hacerlo les va a salir siempre del todo bien a no ser que se abran a la asistencia de Dios y con Él construyan sobre roca su propio hogar, su propia familia.

           Padre Javier Soteras