Tu ausencia me ha revelado lo importante que sos para mí. Desde que te conocí mi mundo se ha enriquecido infinitamente. Tu ausencia me ha revelado lo empobrecido que, desde ahora, se quedaría mi universo si no estuvieras. Deseo vivir una vez más la fiesta de tu presencia. Cada vez que te nombro apareces, siempre presente y vivo. Allí estás y allí te cuido. Tu sola presencia me cura, tu silencio me sana, alivia el alma, acaricia, descansa y consuela. Hay un sin fin de cosas que lo único que hacen es recordarme que te recuerde. Tu presencia está siempre amaneciendo. No me hace falta tu ausencia para descubrir cuánto estás presente. La ausencia en su dolor me trae el ofrecimiento de este regalo. Hay momentos en que te recuerdo en un abrazo de corazones. El solo pensamiento de saber que estás vivo me hace feliz. Has poblado tanto mis ausencias que ya no queda desierto alguno. Cuando peregrines en tus propios exilios me nombraras y allí estaré. El tiempo y la distancia no podrán. Te pido que sepas leer el lenguaje de la ausencia que me pronuncia. Yo no tengo promesas, sólo un corazón para dar. Dios nos mostrará el modo que tendremos para acompañarnos.