Los nudos comunicacionales de la inmadurez y el orgullo

martes, 29 de junio de 2021
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29/06/2021 –  En “Familia, caminos de esperanza”, la psicóloga Carla Gerbino continuó desatando los nudos que aparecen en la comunicación. “En el programa anterior, que fue tan interesante, enfatizábamos sobre los nudos más comunes como “de eso no se habla”, “mejor no hablar de ciertas cosas”, “él o ella es así, no va a cambiar”, “yo soy así” o “no hay nada que se pueda hacer”. El “no ver al otro” nos sumerge en el “a quién” de la comunicación, uno de los puntos centrales de la comunicación asertiva y positiva dentro de las familias. No es lo mismo comunicarse con un bebe recién nacido, que con un adolescente, un joven, el esposo, un amigo. Por más que cronológicamente vayamos creciendo, madurativamente se puede quedar fijado en una etapa infantil o adolescente. Cuando no se asumen las heridas del pasado, se puede seguir proyectando en el presente diferentes problemáticas”, aseguró Gerbino.

“Hoy nos adentraremos en un nudo que puede dejar muchas consecuencias en las familias: la inmadurez emocional. Esto queda claro en el punto 239 de la exhortación apostólica “Amoris Laetitia” del papa Francisco: “Es comprensible que en las familias haya muchas crisis cuando alguno de sus miembros no ha madurado su manera de relacionarse, porque no ha sanado heridas de alguna etapa de su vida. La propia infancia o la propia adolescencia mal vividas son caldo de cultivo para crisis personales que terminan afectando al matrimonio. Si todos fueran personas que han madurado normalmente, las crisis serían menos frecuentes o menos dolorosas. Pero el hecho es que a veces las personas necesitan realizar a los cuarenta años una maduración atrasada que debería haberse logrado al final de la adolescencia. A veces se ama con un amor egocéntrico propio del niño, fijado en una etapa donde la realidad se distorsiona y se vive el capricho de que todo gire en torno al propio yo. Es un amor insaciable, que grita o llora cuando no tiene lo que desea. Otras veces se ama con un amor fijado en una etapa adolescente, marcado por la confrontación, la crítica ácida, el hábito de culpar a los otros, la lógica del sentimiento y de la fantasía, donde los demás deben llenar los propios vacíos o seguir los propios caprichos”. Esto que dice el papa es muy elocuente”, dijo Carla.

“No podemos cambiar al mundo, ni a nuestras parejas, hijos, ni a los gobernantes; sólo podemos cambiarnos a nosotros mismos, y cuánto cuesta. Sabemos que debemos ser realistas. Los cambios verdaderos implican un proceso paulatino, profundo y gradual, que sólo puede hacerse con cambios concretos, simples y sencillos, cotidianos, muy pero muy pequeños. Día a día, sólo por hoy”, propuso la especialista. “Muchas desilusiones son producto de tres puntos importantes. Una es proyectar la culpa afuera: por ejemplo, echarle la culpa al otro, al contexto, a la pandemia o a la esposa o esposo. Un segundo punto es no afrontar el problema: no ver en la verdad. Y un tercer punto es promover cambios utópicos: necesitamos ver la verdad para poder reconocer que cambios necesitamos realizar.”, agregó.

“El próximo nudo que desencadena este punto anterior es el del orgullo. Como decía santa Teresa: la humildad es ver en la verdad. La batalla del ego, quien tiene la razón, quien la empezó, quien sabe más, puede entorpecer la comunicación positiva en la familia. La palabra comunicación viene de la palabra: común unión. Ese es el objetivo, el para qué, que necesitamos recordar permanentemente. ¿Para qué nos comunicamos? Para encontrarnos, para crecer en la comunión familiar. Es como la sangre que corre por las venas, y si se obtura, puede producir como un acv, provocando los nudos más difíciles de desanudar en las familias. Necesitamos aprender a reconocer nuestros errores, sin juzgar ni condenar. Hacer un trabajo de autoconocimiento en la humildad para ayudarnos a crecer juntos, cada uno desde su rol, función, según sus capacidades y limitaciones”, sostuvo Gerbino.

El perdón una vez más es la clave para atravesar las distancias y cualquier nudo. El rencor  puede ser otro nudo que intoxica la comunicación. La humildad, el poder reconocer los errores, y el perdón abren paso a sortear cualquier obstáculo familiar. Muchos secretos familiares, temas difíciles, heridas traumáticas pueden desanudarse con un trabajo de perdón. La Licenciada habló sobre la diferencia del castigo y la venganza, hacia el final del programa, y como este  otro  nudo de los secretos familiares,  puede entorpecer la vincularidad en las familias. Hizo un llamado alentador y esperanzador en la posibilidad de cambio permanente desde la aceptación del límite y la promoción de los cambios concretos, simples y realizables. Podemos elegir siempre, la libertad es un gran don. Lo que no elegimos es en qué familia nacemos. Dios elige en que familia vamos a nacer, y si bien no podemos cambiar el pasado, si podemos resignificarlo. Día a día podemos elegir transformar la historia traumática en nuevas historias de salvación”, destacó la logoterapeuta.