06/07/2021 – En “Familia, caminos de esperanza”, los psicólogos Carla Gerbino y Gastón del Río ayudaron a desarmar los ciclos de violencia que afectan a nuestras familias. “Las situaciones límites pueden sacar lo mejor de nosotros mismos y a veces, también lo peor”, afirmó el doctor Del Río. Gerbino comenzó hablando del significado de la palabra violencia: “Desde su etimología, del latín, la palabra significa vis que es fuerza y olentus que es abundancia. Viene del verbo latus, llevar o transportar, y ferus, que es furia. La violencia tiene que ver con esa fuerza abundante que se dirige a algo, alguien o a nosotros mismos. En su sentido etimológico significa “llevar la fuerza a algo o alguien”. Esta fuerza, según la intensidad puede ser bronca, ira, furia, más pasajera o duradera, más implosiva o explosiva, según los distintos tipos de personalidades “.
Gastón nos presentó diferentes teorías que explican sobre el origen de la violencia. “Pudiendo reconocer el lugar de las teorías instintivistas que sostienen que la violencia es algo propio de la persona, de su ser instintivo. Y las otras teorías no instintivistas, que sostiene que la violencia es un comportamiento aprendido, un subhumanismo, que el actuar violentamente no se expresa lo más profundo de la persona”. También compartió la mirada de Viktor Frankl, quien consideraba que “la violencia es una manifestación del vació existencial, de no encontrarle sentido a la vida”.
Carla enfatizó que “ante alguna ofensa, contrariedad, todos necesitamos protegernos. Muchos se protegen con la distancia, otros se paralizan y otros atacan. El miedo puede emprender circuitos trágicos y desencadenar tragedias de desesperación, ira o violencia. El miedo y el enojo pueden encender ciclos de violencia muy destructios. El enojo, que en sí mismo es una emoción positiva y necesaria para el cambio (para reaccionar ante las injusticias o las mentiras) nos pone en movimiento para hacer justicia, para aprender a poner límites. Es una fuerza necesaria para movilizarnos hacía un cambio. Pero tantas veces, el miedo, el enojo, el rencor o la envidia son pasiones más fáciles de bloquear, generalmente, por no ser socialmente aceptados; por ende, muchas veces no se elaboran adecuadamente. Es necesario aprender a identificar los puntos débiles y aprender a pedir ayuda”.
“El poder detenernos, reflexionar y pedir perdón, el decir ” me equivoqué” o “te veo preocupado” o “cómo te puedo ayudar” o ” que sentís” es bueno. Se debe aprender a registrar las emociones para detener las escaladas violentas. Cuando faltó el sostén, cuando no pudo instalarse el triángulo que ordena puede instalarse más fácilmente el ciclo de la violencia. La entrada del tercero adecuado, es fundamental para ordenar las diadas violentas. Lo mejor es la psicoeducación para prevenir, porque una vez que se enciende el botón de la desesperación, el aparato puede desbordar muy fácilmente”, agregó Gerbino.
Gastón Del Río complementó compartiendo que “el reconocimiento de las emociones y la expresión saludable de los mismos se aprende en la familia. Reconocer el enojo y expresarlo saludablemente, sin llegar a la violencia, es algo que podemos aprender en el ámbito familiar. Al actuar violentamente perdemos de vista a la persona del otro y lo tratamos como una cosa, no reconocemos su individualidad” . Carla destacó que “la violencia puede llevar a las más grandes guerras, las hay más ruidosas, con bombas y las más silenciosas, como son las intrafamiliares. La armonía en el hogar es fundamental para crear lazos sólidos, poder estudiar, explorar, conocer y fortalecer la autoestima”.
Entre los distintos tipos de violencia ambos destacaron la llamada pasiva: “Quizás es de las más difíciles, porque no es concreta. Muchas veces el mutismo, las ausencias, la falta de límites adecuados, la negligencia y omisiones, los abandonos, desamparos que pueden repercutir gravemente en la identidad. La indiferencia puede ser el peor de los males. También cuando se distorsionan los roles, lugares, funciones, desaparece el padre por ejemplo y el niño intenta ocupar su lugar; también lo vemos en alianzas”. Dijo la especialista: “Hay una pasión del alma que no suele ser muy reconocida conscientemente por ser considerada mala, dañina, y quizás de las peores, es la envidia. Puede ir generando cadenas de odio y violencia, competencias feroces en la pareja, con los hijos, con los suegros o con otros. Muy pocos pueden aceptar que la sienten. Cuando la envidia permanece inconsciente va lastimando a la propia persona, y cuando se le da rienda suelta, lastima a quien la siente y al otro también. “Lo que resistes, persiste”, dice el refrán. Es necesario poder identificar nuestros puntos débiles para poder cambiar”.
En el final, Gastón aportó sobre la necesidad de aprender la tolerancia, que se va desarrollando. “Es una decisión, podemos aprender a perdonar”. Aclaró que “seguiremos profundizando el próximo lunes sobre los distintos tipos de violencia y como seguir iluminando estas realidades tan difíciles que viven las familias, siempre con el objetivo de llevar esperanza”. Y Carla cerró diciendo que “la violencia tantas veces encubre el vacío y tristezas profundas que necesitan sanación. Los 3 puntos cruciales en estos circuitos dañinos son el miedo, el secreto y no reconocer el punto débil”. Ambos psicólogos señalaron la necesidad de aprender a pedir ayuda y como seguir trabajando en una comunicación positiva para generar el encuentro con el otro. “Aprender a detenernos y recalcular”, aseveraron.
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