28/07/2021 – Esta semana en “Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia” comenzamos con el capítulo 8 de la Exhortación Apostólica «Cristo Vive» del Papa Francisco dedicada a los jóvenes.
En este capítulo el Papa Francisco nos habla acerca de la vocación. “La palabra “vocación” puede entenderse en un sentido amplio, como llamado de Dios. Incluye el llamado a la vida, el llamado a la amistad con Él, el llamado a la santidad, etc. Esto es valioso, porque sitúa toda nuestra vida de cara al Dios que nos ama, y nos permite entender que nada es fruto de un caos sin sentido, sino que todo puede integrarse en un camino de respuesta al Señor, que tiene un precioso plan para nosotros.”
Junto al Padre Javier Soteras nos detuvimos en los puntos que van desde el 248 al 255. El padre nos dijo que “todo el documento está pensado como lugar en donde se encuentran las búsquedas diversas de cómo acompañar y ayudar a potenciar la vida juvenil en clave de sentido de vida, de proyecto de vida. Lo que lleva a encontrar ese lugar de proyecto, es reconocer que todos somos portadores de un llamado, de algo que nos trasciende”. Aclarando que “el llamado tiene diversas aristas y habrá que ordenarlas en torno a ese proyecto al que Dios nos convoca”.
En el punto 249 el Papa dice “En la Exhortación ‘Gaudete et exsultate’ quise detenerme en la vocación de todos a crecer para la gloria de Dios, y me propuse hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades.
El Concilio Vaticano II nos ayudó a renovar la consciencia de este llamado dirigido a cada uno: «Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (Lumen gentium).”
“El llamado es el llamado a la santidad, plenitud que encontramos en Cristo que se encarnó para hacerse uno de nosotros queriendo devolvernos los rasgos que perdimos a causa del pecado”, dijo el padre Javier.
“En este trabajo que hay que hacer con los jóvenes en el camino de discernimiento, lo que hay que buscar es la gracia de la disponiblidad o lo que llamamos santa indiferencia, es un estar dispuesto a una vida larga como a una vida corta, a tener dinero como a no tenerlo, no importa lo que sea, lo que sea, que sea lo que Dios quiera. Y lo que Dios quiere declarar es el don de la amistad”, dijo el padre Javier.
Sobre este tema nos detuvimos en los puntos 250 al 252:
250. Lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad. Ese es el discernimiento fundamental. En el diálogo del Señor resucitado con su amigo Simón Pedro la gran pregunta era: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,16). Es decir: ¿Me quieres como amigo? La misión que recibe Pedro de cuidar a sus ovejas y corderos estará siempre en conexión con este amor gratuito, con este amor de amistad.
251. Y si fuera necesario un ejemplo contrario, recordemos el encuentro-desencuentro del Señor con el joven rico, que nos dice claramente que lo que este joven no percibió fue la mirada amorosa del Señor (cf. Mc 10,21). Se fue entristecido, después de haber seguido un buen impulso, porque no pudo sacar la vista de las muchas cosas que poseía (cf. Mt 19,22).
Él se perdió la oportunidad de lo que seguramente podría haber sido una gran amistad. Y nosotros nos quedamos sin saber lo que podría haber sido para nosotros, lo que podría haber hecho para la humanidad, ese joven único al que Jesús miró con amor y le tendió la mano.
252. Porque «la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno. Esa vida no es una salvación colgada “en la nube” esperando ser descargada, ni una “aplicación” nueva a descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas de autosuperación.
Tampoco la vida que Dios nos ofrece es un “tutorial” con el que aprender la última novedad. La salvación que Dios nos regala es una invitación a formar parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse.
Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio al inicio de esta nota.