Sanaciones en Genesaret

viernes, 11 de febrero de 2011
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Terminada la travesía, tocaron tierra en Genesaret y atracaron.
Cuando desembarcaron, la gente lo reconoció. Recorriendo toda la región, le fueron llevando en camilla todos los enfermos, hasta el lugar donde habían oído que se encontraba. En cualquier pueblo o ciudad por donde pasaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejara tocar al menos el borde de su manto, y los que lo tocaban se sanaban.

                                                                                       Marcos 6,53-56

Jesús y sus discípulos atravesaron el lago, llegaron a la playa en Genesaret y atracaron. En cuanto salieron de la barca la gente les reconoció y corrieron hacia El. El milagro de la multiplicación de los panes que acababa de producirse va a suscitar un entusiasmo popular, da la impresión que Jesús y sus discípulos están como jugando a las escondidas con la muchedumbre, tratan de atravesar el lago, en un sentido y en otro tratando de distanciarse de esa multitud, pero cada vez que Jesús lo intenta, la muchedumbre los encuentra. Jesús y con Jesús sus discípulos no pueden escapar de la gente. Para Jesús está claro, es necesario ocuparse de ella, el descanso será para más tarde.
Volvamos sobre este momento de la vida de Jesús, vienen de la misión los discípulos, necesitan de un lugar tranquilo, atraviesan el lago, pero la muchedumbre está allí, se las arreglan para salir desapercibidos, pero es inútil, la gente los ha alcanzado de nuevo, la gente lo volvió a encontrar a Jesús y Jesús está siempre disponible.
Danos Señor esa disponibilidad para el hermano y no es cualquier gente, son las personas, aquellos que viven en los contornos, en la periferia, en el suburbio, llevaban a los enfermos para que al menos, pudiesen tocar la orla del manto de Jesús, de esa manera se curaban, al menos tocar la orla del manto de Jesús, nos dice el Evangelio de Marcos.
Hoy nosotros debemos pensar, que quizás la fe de aquellas personas tenía algo de magia, tocar y quedar curados y es posible que para muchos haya sido así, sin embargo en la sencillez de aquella gente habían intuido algo importante, se habían dado cuenta y esto porque, porque eran los postergados, los sencillos, eran los pobres, eran aquellos que justamente por estar excluidos, tenían tiempo para ir detrás de un maestro. Que habían comprendido, que solo el contacto directo con una persona, nos permite conocerla o sentirnos afectado por ella, por eso lo buscan a Jesús, se había extendido su buena fama, pero querían verlo, querían por lo menos tocar su mano, saben de la necesidad del contacto con la persona, creo que podemos ir descubriendo es esta mañana, aquello que Jesús tiene para decirnos, es que sin duda todos los cristianos tendríamos que aprender a tocar a Jesús, a no perder de ninguna manera el contacto directo con Él, porque Él es la fuente de lo que somos, Él es el que da sentido a nuestra vida, lo mismo que tocando la orla de su vestido, aquellas personas quedaban curadas, solo tocando hoy a Jesús encontraremos la fuerza para seguir adelante, para seguirlo por los caminos de nuestra vida, no es imposible tocarlo, te lo vuelvo a repetir, no es imposible tocarlo hoy a Jesús.
Ciertamente no es una persona como un cuerpo como el nuestro, pero hay dos caminos muy claros para encontrarnos con Él y para tocarlo, para salir a su encuentro, para estar con la certeza que no lo molestamos, al contrario, está esperando.
Sin duda que uno de los caminos es a través de la eucaristía y de la escucha atenta de la palabra de Dios, de hecho lo estamos haciendo es esta mañana, estamos escuchando la palabra y la queremos meditar en el corazón, la eucaristía y la palabra de Dios, momentos y lugares donde nos encontramos con Jesús, tal y como fue, tal y como quiere ser hoy para nosotros y para nuestro bien.
Hay otra manera de acercarnos y de tocarlo a Jesús y es acercándonos a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres, a los desamparados, a los que sufren, aquellos con quienes Jesús se encontraba y en este momento de su vida se está encontrando, ellos son hoy sacramento viviente de la presencia de Jesús en medio de nosotros.
El contacto físico, el contacto real, el contacto de todos los días con nuestros hermanos, especialmente los más necesitados, nos hará experimentar sin duda la humanidad viva y real de Jesús que nos cura de nuestras enfermedades.
Aquellos que percibieron la manera de ver de Jesús, son los que no se reservaron nada para sí, aquellos que se dieron cuenta por donde iba Jesús, qué es lo que quería decir, qué es lo que quiso enseñar, quienes comprendieron esto se entregaron a cuanto los rodeaba, esos fueron y esos son los santos.
Jesús que acababa de multiplicar los panes compadeciéndose de la multitud, les va a dar después a sus discípulos otro susto, otra advertencia, una vez que se les pasó el miedo de haber visto a Jesús caminando sobre las aguas, una vez que tocan tierra de nuevo, se encuentran nuevamente con esta personalidad de Jesús.
Una multitud que los esperaba, en cuanto bajo de la barca, le reconocieron y corrieron a Él.
Jesús es la fuerza de los santos, Jesús es la fuerza de Dios.
Esta experiencia que también la hacemos nosotros, esta experiencia de este Jesús vivo que estamos invitados a ser permanentemente.
Tal vez cada día al terminar nuestra jornada de trabajo, al volver de tu trabajo, anhelando encontrarte con tus seres queridos y disfrutar de la paz del hogar, este espacio que necesitamos todos y que significa también tener un momento de descanso, este momento que tantas veces lo cuidamos y lo defendemos, la serenidad de nuestro hogar, Jesús no lo quiso tener en esta oportunidad, no se detuvo a contemplar ni su cansancio ni el de sus discípulos, no se detuvo a ver si estaba cansado o no, no se detuvo a ver si estaba en el horario de trabajo o no, no se detuvo a ver si le iban a dar alguna extra o no, simplemente se detuvo a compartir con generosidad ese tiempo con aquella multitud, se entregó a ellos.
Le traían enfermos, deseaban al menos tocar la orla de su vestido para ser curados.
A nosotros Dios no nos pide seguramente que de manera directa curemos enfermos o hagamos todo tipo de milagros, tal vez esto no esté al alcance de todos, pero si podemos dar una palabra de aliento a un compañero de trabajo, una sonrisa a aquel que comparte nuestro camino al trabajo, una atención y un recuerdo en la oración para quién nos pide ayuda en la calle.
La alegría, el detalle, la expresión de cariño de los esposos, de los padres con los hijos, de los hijos con los padres, a pesar de la tensión acumulada en el trabajo, son signo de este cuidado generoso que tiene Jesús con nosotros, cosas sencillas, pero que a los ojos de Dios tienen un valor inmenso.
Los grandes Santos lo han sido en base a estos pequeños pero valiosos actos de amor y de generosidad, podríamos decir que estamos esperando para ser felices imitando la generosidad de Jesús.
Qué esperas para ser feliz si la felicidad la encuentras pasando por aquí.
Decíamos hace un momento, de la necesidad de tocar a Jesús, de la necesidad de hacer experiencia viva de este Jesús resucitado, de este Cristo pascual, necesidad de tocar a Jesús como aquella multitud.
Te invito a hacer memoria, a recordar, a agradecer las veces que te acercaste a Jesús y lo tocaste, las veces que te diste cuenta que Jesús te toco, que lo sentiste vivo, que lo sentiste poderoso en tu vida, que lo sentiste generoso.
Qué hermoso es descubrir esta presencia que sigue siendo actual de Jesús, y no es que nos la han contado, la hemos experimentado. Esta presencia tan particular, tan especial. Allí en el Sagrario, allí en el Santísimo, allí junto a Jesús eucaristía, la presencia real de Jesús y que se manifiesta también en aquello que nos va pasando en la vida, que nos va sucediendo, que vamos viviendo.
En qué momento de tu vida tocaste a Jesús y te sanó. ¿Alguna vez te sentiste este instrumento de Jesús?
Este evangelio de hoy nos presenta también la realidad de la exclusión, de la opresión en que vivían los pobres del tiempo de Jesús. Hoy nos encontramos con Jesús que visita la región de Genesaret, y allí se encuentra con aquellos que estaban en el margen, los marginales, los enfermos, los que vivían excluidos por el sistema legalista de aquel momento. Sí, es que los enfermos de alguna manera estaban muertos espiritualmente, condenados públicamente, eran pecadores y si no lo eran ellos, lo abrían sido sus padres. Con estas curaciones el evangelista Marcos nos muestra el efecto más notable del anuncio del Reino de Dios, la gracia. Jesús, en el acto de liberar hace que todos estos excluidos entren también en el plan maravilloso del amor del Padre. Jesús con estas curaciones, con este detenerse con aquellos que venían desde fuera, desde la marginalidad, hace descubrir el amor gratuito de Dios Padre para con todos los hombres. Amor gratuito, es que Dios quiere que todos los hombres se salven y experimenten su amor. Este amor de Dios no puede ser comprado, no puede ser exigido, no es respuesta a los méritos que alguien cree tener acumulados, yo me porto bien, tengo que experimentar este amor por Dios, sin embargo Dios se da gratuitamente. Frente a esta vida gratuita de Dios, anunciada y vivenciada por Jesús, de alguna manera para llamarlo al sistema religioso de su tiempo, la manera de vivir la religión en la época de Jesús, que se basaba en la acumulación de méritos, está entrando en crisis frente a esta idea nueva. Todo lo que Jesús trae es gratis, es don, exige solamente la apertura del corazón. Los pobres, los miserables de aquel modelo de vida van a ser los mayores beneficiados por la propuesta de Jesús, sí, aquellos que vivían en las afueras de los poblados son los que disfrutaron de esta presencia salvadora, que sana de Jesús. Por eso para los evangelios, en especial para el evangelio de San Marcos, son los excluídos los más atentos receptores del amor gratuito que Dios quiere manifestar. Vale la pena insistirlo porque muchas veces cuando nos sentimos solos, cuando el dolor toca en corazón, cuando el sufrimientos nos hace tantas veces sordos y ciegos a esta voz de Dios, lo primero que se nos ocurre es Dios se olvidó de mí, no me cuida, y cuando pensamos así estamos poniéndonos al margen del camino. Qué bueno hoy descubrir que Dios no se olvida de nosotros, que Jesús tiene una mirada particular, especial, de predilección con aquellos que están al borde del camino. Con este milagro como con los otros milagros que durante estos días la liturgia de la iglesia nos venía presentando, podemos darnos cuenta del empeño de Jesús por rescatar una nueva idea, un nuevo concepto de gratuidad. Tal vez en aquella época desde un sistema religioso que se basaba en el mérito, si yo hago, si yo cumplo, si yo le doy a Dios, Dios me va a dar, por esos aquellos que no tenían salud eran pecadores, no se habían dado a Dios. Tal vez hoy fuimos sanando esta idea, pero el mundo que nos rodea, la sociedad en la que estamos cada uno de nosotros, también ha ido grabando en el corazón esto de que nada es gratis en la vida. Cuantas veces lo escuchamos. El amor de Dios es gratuito y Jesús lo viene a manifestar y por eso la multitud se acerca, lo busca, se encuentra, quiere experimentarlo personalmente, por lo menos quiere tocar su manto, quiere tocar su poncho.  Los enfermos de Genesaret al tocar a Jesús se curaron uno a otro, porque el amor del padre se desborda en el nazareno. En Jesús, en el acercarse, en el tocarlo se humanizan, viven plenamente su dignidad. Aunque Jesús llega con los discípulos hasta la orilla del lago, sin embargo es como que los discípulos desaparecen de la escena, el centro es Jesús, el centro es esa muchedumbre, esa multitud de gente que sabe que en Jesús se encuentra salud, pero también encuentra una enseñanza con autoridad. Jesús no está en este momento recorriendo las sinagogas, los lugares de encuentro con Dios, Jesús no está en busca de los fariseos, aquellos que eran los expertos en la palabra de Dios en el momento, aquellos que habían declarado públicamente su odio, Jesús va por la periferia, Jesús está dando vueltas y buscando aquellos que están más lejos.
Si te sentís lejos tenés que saber que Jesús te está buscando. La gente respetuosa con Jesús se da cuenta de la presencia de alguien distinto, de un hombre de Dios, por eso no quiere arrebatarle la curación, hay un ejemplo en el evangelio de alguien que robo esa sanación, esa curación, pero hoy el evangelio nos dice que los enfermos, aquellos que llevaban y ponían cerca de Él, les rogaban que les deje tocar aunque sea solo el borde de su manto, porque estaban convencidos de que con solo tocar el manto quedarían curados y la fe de aquella gente sencilla operara la curación, lejos de la manera oficial de vivir la fe, fuera del tiempo sagrado del sábado. Los enfermos, los que vienen de aldeas y de pueblos experimentan que con solo buscarlo a Jesús sienten la salud.

                                                                                      

Padre Gabriel Camusso