Velar, estar despiertos en Dios para el encuentro

martes, 15 de febrero de 2011
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Evangelio del día
San Marcos 8, 14-21
Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: "Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes". Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: "¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida.  Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?". Ellos le respondieron: "Doce".  "Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?". Ellos le respondieron: "Siete".  Entonces Jesús les dijo: "¿Todavía no comprenden?".

Reflexión
P. Gustavo Gatto  Encargado de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Villa María
 
 
Después de haber multiplicado los panes, Jesús está con sus discípulos y les hace una advertencia un poco extraña, pero ¿qué tiene que ver con esto que venimos reflexionando en esta semana, de esta molestia de Jesús y de su tal hipocresía, no? Jesús les dice a sus amigos: “Tengan cuidado con la levadura de los Fariseos y de Herodes”.
Quiero invitarte a que bueno, que descifremos, que pensemos un poquito que quiere decir esta advertencia de Jesús para nuestra vida. En el contexto de la fiesta de la Pascua de los judíos, la levadura significaba la causa de la corrupción, ya que la Pascua se celebraba con panes sin fermentar, con panes ácimos. Entonces en ese contexto, la levadura significa aquello que corrompe, signo y causa de corrupción. Por lo tanto la Pascua era la fiesta de la novedad, era renunciar a lo viejo, era esta búsqueda del hombre, de un Dios que signifique novedad.
Y Cristo entonces, nos muestra, se nos aparece entonces como el pan ácimo, como el ácimo por excelencia, Él es el hombre nuevo. Y acá entonces entra, podemos empezar como ya a descifrar esta advertencia de Jesús: “Cuídense de la levadura de los Fariseos”.
El Señor nos quiere hacer hombres nuevos, hombres y mujeres nuevos, jóvenes nuevos. En corintios San Pablo dice, aléjense de la vieja levadura, para llegar a ser masa nueva. O sea que ustedes son ácimos, celebren entonces la fiesta no con el fermento antiguo de la maldad y de la falsedad, sino con los panes ácimos de la pureza y la verdad. Es decir que el Señor nos advierte, ¿no? La levadura es este poquito, este poquito de levadura que puede hacer que la masa, o salga bien, o salga mal.
Ojala que nosotros los jóvenes, ya que nos hemos encontrado con Jesús, ya que te has encontrado con Jesús, puedas ser en tu ambiente, en tu lugar siempre puedas ser una levadura que fermente la masa, ¿no? También me hace acordar a este texto que Jesús dice “El reino de los cielos es como un poquito de levadura que se pone en la masa, para que fermente la masa”.

Cuidado entonces con la levadura de nuestra búsqueda del poder, con nuestra hipocresía, con tener máscara, con nuestra búsqueda a lo mejor de nosotros mismos, que nosotros siempre podamos poner la levadura de la pureza, de la verdad, de la justicia, del amor, en todo lo que hagamos.

Catequesis temática: La Oración
P. Javier Soteras

Velar, estar despiertos en Dios
Oración inicial
Que el esplendor de tu Luz y de tu Verdad, Señor, brille en nuestros corazones y tu presencia luminosa nos guíe en el camino, nos permita tener los ojos abiertos para descubrir los caminos y para que nuestro corazón, en el peregrinar, se eleve a tu presencia.
Anhelamos y deseamos que brille tu rostro en nosotros.
Danos la gracia de despertar a tu Gracia, Señor.
María Reina de la Paz, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.

 
En   Marcos 13, 33-37   encontramos un texto que nos orienta para la enseñanza de la catequesis temática en el día de hoy. En este seguir el camino de una espiritualidad orante queremos particularmente centrarnos en una enseñanza de Jesús en los evangelios en donde El nos invita a “Velar, a estar despiertos en Dios”. 

“Estén atentos no saben cuándo vendrá el dueño de la casa. Estén despiertos, vigilantes, no saben ustedes cuándo llegará el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea encargando al portero que vigilara, que estén atentos porque no saben cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo, no sea que venga inesperadamente y los encuentre dormidos”

1.- Dios toma la iniciativa

En este estar despiertos, es bueno primero considerar que  en todo el camino de la oración, también en este de “velar”, la iniciativa es Divina. La presencia de Dios nos viene dada, no está plasmada o alcanzada por el hombre con sus propias fuerzas, de ahí se entiende la expresión del Salmo 139 “Señor tú me examinas, me conoces, sabes cuando me siento, me levanto. De lejos penetras mis pensamientos, tú adviertes si camino o si descanso. Todas mis sendas te son conocidas. No está aún la palabra en mi lengua y tú Señor ya la conoces. Me envuelves por detrás y por delante y tus manos me protegen.”
La presencia del Señor es envolvente, es penetrante, es anticipada, es con iniciativa de encuentro, no está en nosotros el ir a buscarlo sino más el de dejarnos encontrar. Solamente lo buscamos cuando hemos sido alcanzados. Solamente podemos despertar a la búsqueda del Dios viviente una vez que hemos sido visitados por su presencia que todo lo puede, todo lo penetra, todo lo transforma. En otras palabras, al Dios de la revelación bíblica, que no es objeto de nuestra búsqueda sino que tiene iniciativa, que es el sujeto, al Dios viviente, se le da la bienvenida, se lo recibe, y para darle la bienvenida hay que estar despiertos, es El quién el que busca establecer un diálogo con nosotros, es El, quién desde el Génesis hasta el Apocalipsis viene, busca, llama, interpela, pidiendo sencillamente ser escuchado, ser bienvenido. El Dios que nos amó primero, dice Juan, en la primera de sus cartas, en el capítulo cuarto, en el verso diecinueve, el es el que inicia el diálogo. Nosotros, frente a esta presencia de Dios que se revela, que se da a conocer, reaccionamos, respondemos desde la alabanza, la acción de gracias, la oración, la petición, la confesión de nuestra pobreza. La iniciativa divina encuentra en nosotros una respuesta por el camino de la oración, un camino de oración que busca sencillamente corresponder a lo que Dios trajo como iniciativa, esto es amar, y amar a el por sobretodo y a los hermanos buscando abrazarlos a todos, sin que nadie quede excluido de lo más profundo de nuestro ser. Nuestro deseo es querer darle la bienvenida a Dios que se nos manifiesta, que se nos revela en la historia, en la vida cotidiana, que nos sale al encuentro, que viene a nuestro encuentro, que encuentra modos de despertarnos a su presencia. Hay situaciones, momentos, lugares, que hacen a la historia en donde vos decís: acá Dios tomó la iniciativa, él me hizo despertar de donde estaba y me llamó, clamó en mi interior como dice San Agustín y despertó todo lo que en mí estaba dormido.
Cuando Dios te despertó, ¿qué produjo en tu vida?, ¿cómo fue que te despertó?, ¿cómo fue que llamó, clamó, hizo sentir su presencia y de golpe vos fuiste saliendo de ese estar como adormecido  y encontrándote que habías vivido sin vivir y que comenzabas a vivir de una manera nueva y distinta? Este Dios que nos despierta toma la iniciativa, lo hizo en un momento en que claramente marcó la diferencia entre el estar como zombi, el estar respirando, dándose cuenta que uno estaba vivo, y lo hace todos los días el Dios que nos despierta.

2.- La vida se renueva desde la oración

Cuando nos renovamos desde la oración deseamos darle la bienvenida a Dios, escucharlo, descubrir su presencia viva y constante entre nosotros. Se despierta el anhelo de establecer un diálogo con Dios dejando que el sea el protagonista de esta comunicación, que sea el quien lleve la iniciativa, el quien nos manifieste donde y cómo hoy está presente, como nos habla y nos comunica vida. Dios no comunica mensajes, Dios, en lo que dice comunica la vida que nos quiere regalar y que nos quiere comunicar para transformarnos. El orante es capaz de descubrir esto y de ver más allá, de ver en profundidad. Nosotros queremos ser orantes, capaces de ver a Dios donde otros a veces sólo ven una casualidad, o procesos históricos, o ecuaciones económicas, queremos experimentar la realidad como una gran parábola de Dios, como la gran obra de Dios detrás de una ecuación económica, detrás de un proceso histórico, o detrás de algo que aparentemente fue como caído del cielo, como llovido sin sentido. Queremos descubrir, respirar su presencia, queremos ver anticipada su Gloria. Esto es posible desde este lugar de renovación en la oración, desde ahí podemos descubrir que todo es gracia, que todo es don de Dios y que El se hace misericordia en las entrañas del corazón humano. En el orante la oración tiende a hacerse vida, impregna toda la existencia creyente y se puede cantar con el salmista “Yo soy oración”, ya no rezo sino que me he convertido en un orante porque la vida se transforma desde este lugar, la vida se renueva desde el camino de la oración y mientras tanto Dios busca siempre renovar su iniciativa. En realidad la posibilidad de orar de manera renovada y transformar la vida toda desde esta experiencia fundante del encuentro con Dios es una iniciativa divina muchas veces no percibida por la falta de atención a cómo Dios, sin hacer bulla, sin hacer ruido, con sencillez y simpleza, sigue tomando la iniciativa.

3.- Tiempos diversos de la oración

    “Estén atentos, estén despiertos, no saben ni el día ni la hora”. Para esto estamos trabajando en la catequesis juntos, para ayudarnos mutuamente a despertar, a darnos cuenta que en ese despertar Dios tiene la iniciativa en el camino por el cuál nos lleva a velar, a estar atentos al encuentro que brota de nuestra respuesta de estar atentos por el camino de la oración. La oración es el lugar de la renovación al esplendor de Dios que se nos manifiesta en su infinito amor y misericordia tomando siempre el la delantera y nos invita desde ese lugar a cambiar y a empapar toda la vida de su presencia, pero hay tiempos, y tiempos de oración este tercer bloque de nuestra catequesis. Los tiempos diversos de la oración en este espacio reflexión de la catequesis.

    Cuando vamos orando y en la oración vamos tomando conciencia de la presencia que nos habita, la divina, va creciendo este estar en el, este permanecer en Dios. En este sentido es interesante lo que el Catecismo de la Iglesia Católica dice: “La oración es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros olvidamos al que es nuestra vida y nuestro todo y El se encarga de recordárnoslo y está siempre allí en la puerta para llamarnos y para clamar, para despertarnos.”  Los padres espirituales en la tradición del Deuteronomio y de los Profetas insisten en la oración como un recuerdo de Dios, un frecuente despertar la memoria del corazón. “Es necesario, dice San Gregorio Nacianceno, acordarse de Dios más a menudo que de respirar”, esto que nosotros hacemos con la memoria mecánica del sustento de la vida, que es el respirar para oxigenarnos, debería ocurrirnos aún con mayor asiduidad que el mismo hecho de respirar, el orar, pero no se puede orar en todo tiempo si no se ora con particular dedicación en algunos momentos. Son los que el catecismo llama, y muchos autores espirituales hablan de, los tiempos fuertes de la oración cristiana, en intensidad y en duración. Fuerte por lo intenso del encuentro con el Señor, fuerte por el tiempo que le dedicamos a estar con el. Teresa de Jesús lo dice: “La oración es estar muchas veces a solas con el que nos ama”.  Muchas veces, tiempo, a solas con quién nos ama es intensidad. En una verdadera oración fuerte  tienen que estar presente estos dos elementos, intensidad y tiempo. La tradición de la Iglesia propone unos ritmos de oración destinados a alimentar la oración continua, que es esta la de orar como si respiráramos, permanecer en Dios sería. Hacernos connatural en el. Vivir en comunión con el en espíritu orante. Algunos de estos tiempos son diarios, por ejemplo la oración de la mañana, de la tarde, nosotros decimos Laudes, Vísperas, los Salmos, también un momento para estar con el Señor a solas en torno a la Palabra en la Lectio Divina, en este compartir nuestro también de la catequesis que es una experiencia orante, es una experiencia de escucha del Señor y de diálogo con él. La oración antes de comer, bendecir la mesa, después de comer, agradecer los alimentos. La oración de la Liturgia, la dominical, la de las oras, la eucaristía. También la oración, para nosotros, en este espacio de comunicación que es Radio María, la oración mariana, la oración del Rosario, la insistencia en ella como una devoción que nos lleva al encuentro permanente con los misterios centrales de la vida de Jesús. El Señor va conduciendo a cada persona por distintos caminos, de la manera que el quiere, y en este sentido no hay una norma establecida de qué hacer y cómo hacerlo. Sí hay una búsqueda de Dios de llevarnos a plenitud de encuentro con él y a darse él todo a nosotros y a que todo nosotros le demos a él todo que se nos da como ningún lugar en la Eucaristía, la bienvenida. Yo diría que todo proceso orante debe conducirnos al encuentro con la Eucaristía en donde Dios ya no da algo de sí mismo sino que se da el mismo. Es el cúlmen del proceso de la vida del cristiano empapada por Dios y es el principio de una vida nueva el encuentro con Dios que se entrega como alimento haciéndonos uno con él en la comunión.

 La enseñanza de la Iglesia de todos los tiempos ha conservado tres expresiones principales de la vida de la oración. La oración vocal, la meditación, y la oración de contemplación. Mañana vamos a detenernos en esta enseñanza de la Iglesia particularmente en torno a la oración vocal, la oración de meditación y la oración de contemplación. Los tres modos de orar tienen un rasgo fundamental, el corazón recogido, el corazón en Dios. Esta actitud a la que hoy queremos hacernos, despertare a ella, la que el catecismo llama la actitud vigilante, que es conservar la palabra y permanecer en la presencia de Dios. Las tres expresiones orantes, tanto la vocal, la meditativa, la contemplativa, deben guardar esta conciencia de la presencia de Dios que nos habita, este estar despiertos en el.

4.- Estar despiertos y orar para el momento del encuentro

    Este no saber a qué hora llega el Señor y por eso hay que estar despiertos es que hay que estar despierto cuando llegue, estar despiertos para el encuentro. Este es el sentido del orar y de permanecer en la oración, estar despiertos para el encuentro, la invitación constante de Jesús a no dormirse, a velar, tiene un sentido, estar atentos porque en todo momento puede darse el encuentro. El estado de oración nos mantiene alertas, atentos al encuentro con Dios que siempre está viniendo. Solo el corazón familiarizado a los gemidos interiores del Espíritu puede advertir esta presencia de Dios escondido, sencillo y cotidiano en la vida de todos los días. Al final de su vida, en Getsemaní, Jesús les pide a los discípulos que permanezcan despiertos, que no se duerman. Algunos espirituales han llegado a reemplazar el sueño por la oración. Oliver Klend habla del Obispo Juan, de San Francisco, que dormitaba sólo un poco a la noche para vivir despierto en Dios. El que no ha encontrado la oración perpetua debe dormir. El sueño es un estado de éxtasis, dice Jean Lafrance, cuando entramos en el como en un santuario en el que Dios nos quiere visitar.  Cuando oramos constantemente la oración va penetrando en el inconciente y el inconciente se hace experiencia orante  y lugar de comunicación de Dios y por eso Dios también nos habla en los sueños. El peregrino ruso relata su experiencia de oración continua: “Me acostumbré a la oración de tal manera que no la abandonaba nunca, la sentía resonar dentro de mí, no sólo cuando estaba despierto sino también en el sueño, sin interrumpirse por un instante, cualquiera que fuesen mis ocupaciones”, pero para esto, para que la oración se haga estado de vida en nosotros, es bueno recordar lo que decíamos en el bloque anterior, hacen falta tiempos prolongados e intensos de encuentro con el Señor.

Padre Javier Luis Soteras