El que siempre está

lunes, 6 de septiembre de 2021
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06/09/2021 – El Señor está siempre, en todo lugar,  él lo llena todo. Dedicaremos un espacio especial a este punto porque es sumamente importante para nuestra relación con el Señor. Omnipresente. El Señor que no puede ser contenido por nada, sin embargo está íntimamente presente en cada lugar y en cada cosa. Él “lo penetra todo y está en todos” (Ef 4, 6). San Agustín decía: “Tú estás en todas las cosas, estás en ellas de una manera total”. Por eso nunca podemos preguntar dónde está él ni sentirlo lejano: “¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde huiré de tu presencia? Si subo hasta los cielos, allí estás tú, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro” (Sal 139, 7s).

Cercano e íntimo. Este Dios que nos contiene “no está lejos de cada uno de nosotros,  porque en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 27s). Dios lo trasciende y lo supera todo, pero sin embargo es el que está más presente y más íntimo. Decía santo Tomás que si Dios está dando el ser, que es lo más íntimo de cualquier cosa, entonces él debe estar allí, en lo más íntimo: “El ser es lo más íntimo de cada cosa… Por consiguiente es necesario que Dios esté en todas las cosas, en lo más íntimo de ellas. Y si en el mundo hay muchos lugares Dios está en todos esos lugares” (ST I, 8.14). El Señor penetra y habita todo el universo y cada una de las creaturas porque está en ellas dándoles el ser, sosteniéndolas en la existencia, de tal modo que se él se ausentara de un lugar ese lugar sencillamente se esfumaría, dejaría de existir. Entonces no hace falta esperar que venga a nosotros sino descubrirlo allí, en tus propias entrañas: “¿Por qué pedirte que vengas a mí? Cuando en verdad yo no existiría si tú no estuvieras en mí. O más bien, yo no existiría si no estuviera en ti”.  Él es “más íntimo que mi misma intimidad”.

En ti vivimos. Pero en realidad, más que decir que él está en nosotros, tendríamos que decir que nosotros estamos en él. Es bueno reconocer que existimos en Dios, vivimos en él, caminamos en él. Por eso el Señor le decía a Abraham: “Camina en mi presencia” (Gn 17, 1). Nosotros estamos en él, por pura misericordia. No estamos en él por algún derecho nuestro o por alguna obra que hayamos hecho, sino por puro regalo. Por eso la Biblia suele decir que somos como forasteros en la tierra de Dios. Somos peregrinos que sólo podemos acogernos a él que nos ha dado un lugar en este mundo y en su presencia: “Porque forasteros y huéspedes somos delante de ti” (1 Cro 29, 15). “Soy un forastero junto a ti, un peregrino igual que mis padres” (Sal 39, 13). “¡Que yo sea siempre un huésped en tu Carpa y pueda refugiarme al amparo de tus alas” (Sal 61, 5). Sabiendo que estoy en su constante presencia de amor puedo decir: “Soy feliz a la sombra de tus alas” (Sal 63, 8).  “Sólo en Dios descansa mi alma” (Sal 62, 2). Bendito seas Señor, que siempre estás.