10/09/2021 – En el ciclo “Iglesia, Palabra y Misión”, fray Jorge Scampini se refirió a la unidad de la Iglesia. “Recapitulando decimos que la Iglesia es misterio y paradoja. Es misterio porque pertenece en su realidad más profunda a Dios que quiere la salvación de la humanidad. Y es paradoja porque la realidad eclesial se da en la humanidad que frágil y pecadora. Esto genera ciertas contradicciones y hasta a generar algunos escándalos. La Iglesia es objeto de fe y es sujeto creyente también. En cuanto a la unidad de la Iglesia hay que comprenderla a la luz de su realidad de misterio, paradoja, como objeto de fe y como sujeto creyente. Las afirmaciones sobre la unidad y santidad de la Iglesia ya están atestiguadas en las sagradas escrituras”, sostuvo el fraile dominico.
“En Pentecostés se invierte el dinamismo que se relató en Babel en el antiguo testamento. En Babel, el pecado y la diversidad les hace perder el entendimiento y la comprensión entre ellos, dispersándolos. En Pentecostés, se acoge la unidad en la diversidad, desde la Palabra de Dios. El Espíritu Santo unge a los apóstoles y les da una misión universal. Jesús pide a Dios Padre que todos sean uno para que el mundo crea. La unidad de los discípulos de Jesús es condición de credibilidad del mensaje de la Iglesia. La unidad no es un tema eclesial secundario, sino fundamental. Si la Iglesia es el cuerpo de Cristo, como dice san Pablo, en ella se reflejan las realidades más profundas del Señor. La Iglesia es una porque existe un solo mediador, que es Jesucristo. La Iglesia es santa porque a través somos establecidos en comunión con el Señor”, indicó Scampini.
“La catolicidad y la apostolicidad fueron agregados por la tradición de la Iglesia. Esta comunidad que es Pueblo de Dios no fue fundada para si misma, sino que tiene que anunciar la Palabra de Dios y hacer presente la alegría de Jesús resucitado, es su misión. La Iglesia es una pero también es única. La unidad eclesial no significa homogeneidad, sino que es diversa y plural. Esto pone de manifiesto la riqueza de la obra de Dios. También la Iglesia es una signo profético de lo que Dios quiere”, dijo el teólogo.