Amor incondicional

martes, 22 de marzo de 2011
image_pdfimage_print
AMOR INCONDICIONAL Vie 04-03-11  

Entrevista al sacerdote claretiano Konrad Pucher, rector del Centro de Estudios Filosóficos y Teológicos (CEFyT)

GL: En los sectores del pueblo instruidos en caminos espirituales –no solamente del cristianismo sino también de otras religiones- hemos mamado desde la primera catequesis la meta del amor incondicional. Ese mandato de Jesús “ámense como yo los he amado” o “no hay amor mas grande que dar la vida por el que ama”, allí están las metas, los horizontes y los objetivos para las personas que queremos andar ese camino religioso (no solamente cristianos), y en la marcha nos encontramos con grandes obstáculos. Por ejemplo, podemos amar incondicionalmente y nos damos cuenta de que el amado se abusa de nuestro amor, y que además de acostumbrarse y malcriarse a los beneficios y no crecer abusa de nosotros y nos lastima. Otra cosa que nos puede pasar es que en ese intento de amar sin condiciones nos vamos desnauralizando, incluso a veces somatizamos los gritos a veces silenciados o reprimidos que nos exigen también tener en cuenta nuestro propio interés, nuestras necesidades, no siempre poner el centro en el otro sino también aprender a cuidarse, a atenderse.

 

KP: Un amor incondicional genera una gran carga de energía. También probablemente responde a un deseo de absoluto, de una entrega total que es fuente de sentido para la propia vida. Pero aquí viene también, como en todas las experiencias humanas, la ambigüedad que atraviesa toda la condición humana en general. En articular yo me referiría a un término de Emanuel Levinás en una de sus obras. El habla de “el quijote” y de la tarea de deshechizar la conciencia. Es decir: la entrega incondicional genera una especie de hechizo, de enamoramiento profundo y total donde ya no se mide la propia entrega (y de ahí que esté vinculado también a fenómenos auto destructivos). Pero Dios nos ha dado la capacidad de objetivar las cosas, y si nosotros nos damos cuenta de que no podemos objetivarlas, habrá quien pueda ayudarnos en este aspecto.

Y yo diría que hay dos niveles. Un amor incondicional sería “yo estoy siempre contigo” –ya veremos en qué se funda esto-, y un segundo nivel que es “qué es lo que en este momento yo te puedo hacer o te puedo ayudar en el bien tuyo” esto sería: poder ponerse en el lugar del otro y ver qué significa amor incondicional en este momento. Es decir: sin que caiga este ‘amor total’, sin reservas, luego está también este amor ‘en estas circunstancias’, que a veces puede significar dejar al otro solo para que haga su camino.

 

 GL: en el ‘deshechizar la conciencia’ tenemos que profundizar mucho. Supongo que en este hechizo han intervenido las grandes religiones. Porque era amar sin condiciones y sin peros, sin relativizar, sin conocer las fronteras. Y la naturaleza humana es limitada en todos los aspectos: no tenemos un tiempo ilimitado, no tenemos poderes ilimitados, no tenemos energía ilimitada, por lo tanto tampoco podemos amar sin límites. Y por otro lado, hay una diferencia muy grande entre estas dos frases: “yo estoy siempre contigo”, y “qué es lo que yo puedo hacer en este momento que esté a mi alcance”

 

TEMA MUSICAL

“Tu amor en mi es como un río,tu amor, tu amor un rio en mi

 tu amor en mi es como el viento, tu amor el viento en mi…

 

KP: Lo que ha vivido Jesús es un amor incondicional por la humanidad, por las personas concretas con las que se encuentra. Pero vemos que en ese encuentro es muy importante esa otra persona: sus características propias. Lo que le pide y lo que El le va a dar siempre aparece a través de un diálogo donde hay una actividad del otro. Y después está lo que en el Evangelio de san Juan se llama ‘la hora’. Es decir: Jesús ¿cuándo va a la cruz? No en cualquier momento, no en cualquier situación, sino cuando ‘le ha llegado su hora’. ¿Cuándo un cristiano va a ir al martirio? No en cualquier momento y  por cualquier cosa, sino en el momento de dar testimonio. De la misma manera, en el amor: la entrega cotidiana con los matices: tal vez a nosotros más que a Jesús nos toca el discernimiento: el pensar, el reflexionar ¿por dónde va mi entrega, cómo ha de ser para no herir al otro y a su vez alimentarlo, hacerlo crecer desde la abundancia de ese amor incondicional?. Creo que porque hay un trasfondo de amor incondicional, hay una capacidad de gran libertad para elegir cómo encarnarlo, y el criterio para encarnarlo es el bien del otro. Y el bien del otro es qué es lo que le va a hacer bien, qué es lo que lo va a hacer crecer como persona, qué es lo que va a permitirle desarrollar sus dones, qué es lo que el otro va a poder liberar gracias a este amor. Es un amor interpersonal.

 

GL: ¿qué sería el amor incondicional desde esta mirada, y cómo se transita hacia esa dimensión?

KP: Creo que está relacionado con el crecimiento y con la educación. El amor no se improvisa. Nos hemos de educar en él, tanto mas cuanto que los cristianos sabemos que el corazón humano es limitado y además puede llegar a ser perverso. Creo que es un camino de descubrimiento que va gradualmente desde el sí mismo hacia el otro. Desde una posesión hasta una desposesión y generosidad creciente. Es el ponerme en el lugar del otro, el caminar con el otro, y que es un camino por el cual cada vez uno se olvida más de sí y se pone más en el otro pero en lo que al otro le va a hacer bien en verdad.

 

GL: ¿por qué tanta centralidad en ‘el otro’? Pareciera como desproporcionado. Todo en el otro ¿y yo?

KP: Por eso hablo de deshechizar la conciencia. Porque cuando un amor incondicional lleva a la autodestrucción o a la destrucción del otro, es porque no ha habido capacidad de desdoblarse con el otro, de romper una fusión con el otro. Una especie de yo que se traga al otro con su posesividad o también la figura opuesta: un yo víctima de lo que reclama el  otro. Lo que hay que sanar es el yo. Entonces la salida hacia el otro es un límite donde el otro es el otro, y yo soy yo.

Luego que se produce un vínculo, viene la libertad de las personas y el discernimiento de lo que se pone en común. Y como no estamos hablando del vínculo con Dios sino con otras personas, lo que ponemos en común son nuestras historias de vida, con sus dificultades y veces con sus enmascaramientos (porque nadie va a presentarse a su novio/a diciéndole ‘yo tengo un complejo de Edipo’, o ‘todavía mi mamá me baña’: eso lo ocultamos). Tenemos que trabajar adultamente las cosas. Todo eso tiene que ir saliendo, de hecho eso ocurre cuando las personas se enamoran, o cuando empieza a haber una amistad, etc… Cuando comienzan a aparecer estas dificultades hay que hablarlas, porque detrás de esas dificultades aparecen estas cosas que muchas veces las dejamos por miedo a perder al otro. Y lo que debemos hacer es plantearlas desde nuestra dignidad y desde la dignidad del otro en un diálogo que nos vaya haciendo madurar. Y si a través de todas esas dificultades continúa el amor incondicional, quiere decir que es un AMOR VOCACIONAL. Podríamos decir que es algo mágico en el sentido positivo, que nos va a ayudar a vivir (el amor de hechizo es el de las ‘brujitas’, mas bien con sentido negativo, la magia es de las ‘hadas’, positivo). Si uno tiene eso mágico, puede ir adelante contra todas las dificultades. Hay testimonios de personas, por ejemplo, que en su pareja enfrentaron la problemática de la infidelidad con tanta grandeza y respeto que han vuelto a enamorar a sus esposos. Los valores alumbran. Ella lo amaba tanto que hasta estaba dispuesta a perderlo. Ahí está la medida del ‘amor sin medida’, que permite en el otro darse cuenta de la calidad de ese amor. En este caso, el amor sin medida se plasmó en soltar, en la desposesión.

 

GL: Habías hablado hace un rato de un ‘desdoblamiento del yo’ ¿a qué desdoblamiento te referís?

KP: Digamos: estos encuentros tan profundos movilizan al yo con el riesgo de ya no ver que hay otro; o que también yo, como ‘otro’ del ‘otro’ estamos separados. Hay siempre en el corazón humano un espacio para la soledad, y esa soledad, nadie la va a ocupar. Y esa soledad es una realidad, como otras realidades, que si no se trabaja nos va a poner en brazos de cualquiera en la desesperación por estar con alguien. Si en cambio la trabajamos, será la soledad que hace a nuestro espacio interior y que nos hará ver la dignidad de lo que nosotros tenemos como personas, nuestro espacio de libertad. Entonces este desdoblamiento del yo significa que yo me de cuenta, me ponga delante de mí: quien soy, quien no soy, y quien es la otra persona. Pero como no tenemos una bola de cristal para ver eso, eso se hace a través de la palabra, del respeto. Puede haber inhibiciones, pero tarde o temprano las cosas tienen que salir a la luz y trabajarse en común.

Voy a poner un ejemplo de desdoblamiento del yo del ámbito religioso: un amor incondicional hace que yo me inmole en contra de los infieles. Eso es un amor consagrado a ese Dios que yo creo que no quiere a estos infieles, entonces me inmolo, me sacrifico. Y doy por descontado que Dios está de acuerdo conmigo. La psicología habla de ‘delirio místico’: uno ‘se traga’ a Dios y toma todas las potencialidades de ese Dios. (Algo de esto hubo también en las cruzadas.) Hay aquí una especie de omnipotencia. El yo y Dios son todo uno, y todo lo que no va con esto, como no puede ser digerido tiene que ser expulsado, negado. Hay como una confusión

 

GL: En el fanatismo, en el fundamentalismo, hay como una fusión con Dios, o con un idea

 

KP: En el caso de vínculos entre personas, si yo pienso que el otro necesita de mi y yo siempre tengo que estar ahí porque si no ¡pobre, qué va a hacer sin mi!, en el fondo estoy desvalorizando al otro. El otro también tiene sus valores, tiene su palabra que decir. Si se tematiza un amor absorbente, donde nada se puede relativizar, eso puede llevar a una suerte de locura.

 

GL: o sea: no hay que confundir amar sin condiciones con un ‘amor fanático’, con una ‘idea fundamentalista’, con una ‘pasión ciega’ que en el fondo puede ser una obsesión. Ahora. ¡qué duro descubrir, de la medianía de la vida para adelante, que lo que uno pensó que era un amor sin condiciones es en realidad una patología, es una incapacidad de amar, es un fanatismo, es una obsesión, ha sido una trampa de la psiquis!

 

KP: Es duro, pero por otro lado es salvador. Habíamos hablado de ‘segunda conversión’, o ‘segunda oportunidad’ que Dios nos da. A veces, la dureza de las experiencias que nos han tocado vivir son el camino por el que se nos dice ‘por aquí no hay que ir’. Y hay tiempo. El tiempo es una de las grandes gracias que Dios nos da. Todavía tenemos vida, todavía tenemos otras personas al lado nuestro, y podemos entonces todavía darle a nuestra vida una nueva dirección que no lleve a la autodestrucción, a la autoinmolación sin propósito, ni impida en este vínculo con los demás el mutuo crecimiento

 

“CONTRA VIENTO Y MAREA”

Contra viento y marea desafiemos la sombra a la luz de una idea
con el alma encendida hay que andar por la vida contra viento y marea.
Y aunque el mar sea adverso y estemos inmersos en aguas muy feas
continuemos el viaje que a nuestro coraje la fe lo acarrea.
Contra viento y marea cada sol se repite, cada día alborea
y florece a porfía un jardín de poesía contra viento y marea
si llevamos ardientes la estrella en la frente igual que una tea
entre un monte de pinos se abrirá algún camino contra viento y marea.
Contra viento y marea la sonrisa de un niño es la gran panacea
y una mano tendida la ternura crecida contra viento y marea.
El amor tiene un duende que ríe, que enciende, que crea y recrea
y aunque al diablo le pese retoña y florece y al mal lo voltea.
Contra viento y marea hay montones de manos para hacer la tarea
y esas pilas de ganas de llegar a mañana contra viento y marea
lo que importa es la gente del sur y del norte de allí donde sea
y ganar la partida porque triunfe la vida contra viento y marea.
Contra viento y marea propongamos sin miedo una gran asamblea
donde allí se proclame que la gente se ame contra viento y marea
desterrar la codicia, tirar la injusticia desde una azotea
y colgar un letrero que diga te quiero y todos lo vean
contra viento y marea avancemos con todo sin mancharnos con brea
si hace falta en la piedra plantaremos la hiedra contra viento y marea.
Esta fue mi propuesta, tal vez lo que resta y todos desean
es estar donde vibre la ansiedad de ser libres contra viento y marea.
Quiera Dios que así sea.

Participan los oyentes

¿ES POSIBLE AMAR Y DESTRUIR? ESO HACE MI ‘EX’ Y DICE QUE ME AMA’

KP: Las experiencias humanas son bastante ambiguas. Daría pie a dos comentarios. Por un lado el asunto del amor que se transforma en odio. Cuando no se puede poseer al otro, entonces esa atracción y demás se transforma en una negación del otro (generalmente a nivel inconsciente). Una especie de placer de poseer al otro a través del sufrimiento .Es medio masoquista, pero sucede. En este amor, el que ama no se ha liberado de sí mismo, de su narcisismo, y entonces dice ‘ya que no poseo a esta persona como yo lo deseo, la voy a poseer a través de la destrucción’. La impotencia de poseer al otro lleva a la prepotencia y se transforma en violencia. Otra respuesta podría ser el sufrimiento inherente a una relación donde tenemos que esperar al otro, tener paciencia, teniendo esos dos niveles: un amor incondicional de fondo, y ese amor que se concreta en un discernimiento, donde hay condiciones, donde los dos deben madurar en actitudes, maneras de ver y aceptar al otro, purificar ideas, conceptos del amor, y vincularnos a la bondad de Dios, a una bondad que es superior a nosotros, que es gracia. Dejarnos ganar por un amor que sea bueno, porque entonces automáticamente uno ve si está enamorado del bien o si daña al otro

 

GL: se ha arraigado mucho sobre todo en la cultura judeo-cristiana el concepto de que ‘amar es sacrificarse por el otro’, o eso de que no es posible medir hasta dónde es genuino el amor hasta que no haya una importante dosis de sacrificio. Durante muchas décadas se pidió a la mujer sacrificarse por la casa , por el marido, por los hijos. Todavía hoy se escucha mujeres que siendo maltratadas, victimizadas, acuden a un ámbito religioso donde se les dice que tienen que aguantar, tener paciencia porque ella es el alma de la familia. Una asociación entre el amar y el sacrificio que a veces termina enfermando a las personas. ¿Qué pensas de eso?

KP: Hay una ambigüedad permanente. Creo que habría dos niveles.

Uno sería: yo ‘me subo a la cruz’, y sufro, y no me reconocen. Hay una especie de victimización que es una manera de reclamo, de pedir ayuda, amor. Y también son mezclas, simbiosis de cosas y de personas. Aquí está faltando un encuentro real con el otro, con sus propias necesidades, pero también con sus propias capacidades. Está bien que como madre uno tenga una vocación de entrega, pero esa entrega no siempre va a pasar por el sacrificio. Por el misterio de la libertad, hay que dejar ser al otro. Uno como padre-madre debe dar buenos ejemplos, criterios, pero después ya corre la libertad del hijo en lo que hace con lo que uno le dio. Y ya los padres deben quedar en paz y no meterse en la vida del hijo a arreglarle sus decisiones tal vez equivocadas. Entonces ahí, en esas madres que se ponen en papel de ‘inmoladas’ por sus hijos, esa postura puede ser peligrosa. Jesús –ya lo dijimos- no se fue a la cruz en cualquier momento sino cuando había llegado su hora, cuando valía la pena la entrega de la vida.

Y acá está es otro aspecto del sacrificio: tarde o temprano llega el sacrificio, y ahí es el momento de la entrega, de la autodonación, pero como dice Jesús en el Evangelio de Juan “Yo doy la vida porque quiero, nadie me la quita”. Es decir: no somos víctimas sino servidores. Y en esa abundancia del amor viene la entrega vocacional, donde es importante que ese otro experimente un amor incondicional que será para él una experiencia fundante.