La visita de los pastores

miércoles, 30 de marzo de 2011
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1.- Consigna: los signos sencillos con los que Dios nos habla. A veces nos habla sencillamente en el despertar del día, otras veces sentimos que nos habla en el abrazo del esposo, esposa, en la sonrisa de un niño, en el compartir el mate con el amigo, con la amiga, en el sentarnos con nuestra tarea sentimos que en quehacer de todos los días Dios está con nosotros. Las cosas simples, sencillas, que nos hablan de la presencia de Dios. Como reciben así los pastores la señal del cielo: Ustedes encontrarán a un niño envuelto en pañales. Las cosas de Dios vienen sencillamente envueltas en algo concreto, bien sencillito. Nosotros también queremos, en esta mañana, descubrir las cosas simples que nos hablan de la presencia de Dios. Estamos intentando descubrir como Dios nos dice que nos ama en cosas simples y sencillas, que por serlo, a veces no las percibimos con tanta detención y se nos pasan de largo. Y en los detalles se hace la vida. Detenernos en los detalles del amor de Dios e intentar descubrir allí cómo el se comunica con nosotros. Así como a los pastores se les dijo por boca de los ángeles que encontrarán un niño envuelto en pañales, también nosotros, Dios viene a regalarnos su presencia envuelta ¿de qué manera?

 

2.- Interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo

 Estamos en la segunda semana de los ejercicios y en ellos queremos adentrarnos pidiendo la gracia de estos ejercicios que vamos a hacer hoy de la visita de los ángeles a los pastores, y los pastores que visitan al niño recién nacido. En la segunda semana lo que pedimos, como lo venimos haciendo desde el día lunes: “El interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para que conociéndolo lo ame y amándolo lo sirva”, esto que con tanta claridad nos ha compartido el padre Salvador en días pasados, este interno conocimiento, como también lo hemos trabajado con el padre Ángel Rossi, lo hemos compartido en los comienzos de los ejercicios, es un conocimiento del corazón, es un conocimiento desde el sentir interior, es un conocimiento del alma, donde se produce el encuentro entre Dios y nosotros a través de la mediación que sea. Los pastores tuvieron mediados en su conocimiento por lo que los ángeles dijeron, por la indicación del signo, por ir hacia el encuentro, y en ese momento, en el encuentro del niño envuelto en pañales, ellos descubrieron el misterio. La mediación de los pañales, podríamos decir, vivieron ellos. Así también el interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo se da a través de algunas señales, signos, que nos ponen en contacto con él. Allí nosotros queremos buscar la voluntad de Dios. Lo primero que hacemos ahora antes de comenzar con la lectura y traer a la memoria la historia, va a ser orar y pedirle al Señor que derrame sobre nuestros corazones las gracias que necesitamos para poder descubrir con qué señales simples él sale a nuestro encuentro para hablarnos de su presencia salvadora.

 

Oración Inicial

En tu presencia Señor, y en el gozo de tu amor queremos recibir tu mensaje, sencillo, simple, contundente, que viene envuelto en la fragilidad y en la debilidad de lo humano, tu Palabra eterna, el Hijo, que se hace hombre, se queda en medio nuestro, se comunica en su balbucear y en su vestimenta tan sencilla, en pañales, y en brazos de su madre, acompañado de José, su padre, en el calor de los animales en el pesebre. Nosotros también en esta mañana queremos descubrir esa presencia de amor que nos envuelve el corazón, que nos permite notar y anotar lo simple y sencillo con lo que te comunicas y vienes a nuestro encuentro cada día.

María, Madre del Señor, San José, su papá, Ignacio de Loyola, les confiamos nuestro encuentro.

 

Lucas 2, 8-19

“Había en la región algunos pastores que dormían bajo el cielo y vigilaban por turno bajo la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, y la Gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: No teman, les anuncio una alegría que lo será para todo el pueblo. Hoy ha nacido en la ciudad de David un salvador, que es el Cristo Señor, y esto les servirá de Señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quién se complace. Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros, vayamos hasta Belén y veamos lo que ha sucedido, y el Señor nos lo ha manifestado. Y fueron a toda prisa y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que se había dicho acerca del niño, y todos los que los oyeron se maravillaban de lo que los pastores decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando a Dios y alabándolo por todo lo que habían visto y oído conforme a lo que les habían dicho.”

 

3.- Traer la historia

Lo primero que hacemos, después de hacer nuestra oración preparatoria, esto es el ejercicio, es leer detenidamente el texto. En lo que se llaman EE de San Ignacio, en el número 102, traer la historia, se trata de reconstruir la historia de lo que contemplamos a partir de los datos. Ayuda anotar, cuando leemos varias veces el pasaje, se nos va grabando la escena en el corazón. Esta es la primera parte del ejercicio, para que cuando lo hagamos, ir preparando el corazón desde este lugar.

Para ir a la oración hay que hacerlo con algo preparado. Lo que hacemos ahora, esto de traer la historia, es como llevar las cosas preparadas para el coloquio, encuentro. Traemos la historia y anotamos las cosas más importantes.

Una primera aproximación al texto que compartimos de Lucas es hacer una lectura paralela con el relato de la anunciación de Zacarías a María o con muchos pasajes del Antiguo Testamento como es la anunciación a Abraham, Moisés, Gedeón, y el anuncio de nacimiento de Sansón. En todos estos anuncios se hallan los siguientes elementos:

1.-Presentación del sujeto que recibe el mensaje, en este caso los pastores.

2.-La aparición del ángel

3.-Una turbación que experimenta el sujeto, María quedó conmovida.

4.-El mensaje comunicado por el ángel

5.-La pregunta que expresa una duda: ¿Cómo puede ser esto si yo no convivo con ningún hombre?

6.-Respuesta que da el mensajero

7.-Partida del mensajero

 

En el caso de la aparición del ángel a los pastores se dan casi todos estos elementos, pero falta el quinto, y entre el quinto y sexto elemento se inserta como una secuencia con la aparición sorprendente de un ejército del cielo de los ángeles, y el himno angélico que es como una ruptura con este modo de presentar la anunciación. Quiere decir que estamos frente a un acontecimiento particular si se quiere. Al mismo tiempo hay como una modificación del séptimo elemento porque tiene que ver con la partida del ángel. Ya no se trata de la partida de un ángel sino de los ángeles que parten. Por lo tanto, podemos nosotros contemplar esta escena evangélica, teniendo en cuenta sobretodo las características de lo que se nos relata, que no se da en otras anunciaciones, sean tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y en el sentido ignaciano del término, la contemplación que hemos hecho con anterioridad en estos mismos ejercicios o en otro, nos invitan a dejarnos sorprender por lo que ocurre. Ya de por sí son sorprendentes algunas diferencias que aquí aparecen respecto de esta anunciación con otras. El ángel trae a los pastores una buena nueva, del nacimiento de un salvador, que es Cristo, que les ha nacido en la ciudad de David. Ya hay un anuncio con mucha precisión. Este lenguaje nos recuerda de una manera sorprendente el estilo con que en las cortes de Grecia se anunciaba el nacimiento de un príncipe real, tiene mucha particularidad, muchas cosas en común este modo de anunciar en Grecia el nacimiento de un príncipe real con este estilo con el que la Palabra de Dios nos presenta el nacimiento de Jesús. Pero este paralelismo no es tan preciso por lo que se está anunciando, si bien hay cosas en común, hacer una comparación exacta entre un acontecimiento y otro. Aquí lo que sorprende es que el mensajero indica que hay un signo que habla de lo nuevo que está ocurriendo. Y sobre ese signo llama la atención lo poco elocuente que es el mismo, es un signo que llama la atención por su pobreza. “Encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Esto les servirá de señal de que hoy les ha nacido en la ciudad de David un salvador, que es el Cristo”. Nosotros en realidad estamos acostumbrados a otro tipo de signo o señal, por ejemplo el que le da el ángel a María para confirmarle en lo que acaba de decir: “el Espíritu Santo vendrá sobre ti” le dice “mira, también tu parienta Isabel ha concebido un niño porque ninguna cosa es imposible para Dios”. Isabel, recordamos, era anciana y estéril, con lo cuál el ángel está diciendo que si Isabel que es anciana y estéril, Dios ha obrado con prodigio, también esto te sirve para creer que el Espíritu Santo descenderá sobre ti, va a producir aquello que te estoy comunicando, que serás la madre del Señor. El signo o señal que reciben los pastores se parece a los que acompañan la misión de los apóstoles después de la resurrección y en Pentecostés, que son señales y prodigios que vienen por la fuerza de la palabra, de la predicación. Las conversiones que se generan alrededor de la predicación kerigmática de los apóstoles está más en el poder de la palabra que en los prodigios que se obran alrededor de lo que predican. Es como si el autor del tercer evangelio nos estuviera diciendo que el poder del signo está en quien viene del signo, que es la palabra la que está envuelta en pañales, es la fuerza de la palabra la que va a revelar el misterio de lo que se les ha anunciado. Así también nosotros en el signo que estamos buscando en el cuál Dios nos habla, es más importante descubrir que ahí Dios nos habla que el signo mismo, porque el signo puede ser muy frágil, muy pequeño: me despierto cada mañana y mi sentir es que la vida se me abre, abrir los ojos es un signo elocuente de la presencia de Dios para alguien que comienza la jornada. Comparto un mate con mis amigos y de repente siento, como todos los días, que hay una presencia misteriosa de Dios en medio de nosotros. El mate no trae nada en particular, abrir los ojos tampoco, lo particular es esa manifestación oculta y concreta, cierta, real, de una presencia escondida de Dios que en lo simple y sencillo se comunica con nosotros.

 

4.- El signo, una certeza en el corazón

Eso es lo que trae justamente el anuncio de los ángeles a los pastores, una certeza en el corazón, que ante el contacto de un signo simple y sencillo es como si se abriera más e iluminara más lo comunicado. A este anuncio le llamamos kerigmático, tiene que ver con la centralidad del misterio del nacimiento de Jesús a lo cuál se le suma también la fuerza que se esconde en la cruz, como Pablo lo dice: Nosotros predicamos a Cristo crucificado a los llamados lo mismo judíos que griegos, un Cristo fuerza y sabiduría de Dios. El otro signo contundente que la Palabra nos trae en el Nuevo Testamento donde es elocuente su fuerza es el de la cruz, dice Pablo. Acá estamos ante las dos realidades más elocuentes de la predicación: el pesebre y la pascua. Estos dos signos son muy pobres y son contundentes. Son muy sencillos, austeros, frágiles, pero contundentes en su expresión, por lo que contienen, por lo que viene detrás del signo, por lo significado en el signo. Esto que decimos de la cruz nos hace entender mejor por qué a los pastores les fue dado un signo: el pesebre. Porque justamente junto a la cruz, el signo más eficaz es el llamado de Dios de la misericordia que tanto amó al mundo que le dio a su hijo único, dice Juan 3, 16. En el signo del pesebre, del paso del creador a hacerse hombre, y en la cruz, de la vida eterna a la muerte temporal que nos viene a liberar de la muerte a nosotros. La primera predicación de Dios a los hombres, los pastores, en Lucas, es hecha por ángeles. Dios les predica a los pastores por ángeles a través de un signo, pero según el modelo de lo que será luego la predicación o el kerigma de los apóstoles, esta predicación viene acompañada siempre por una señal. Los signos que ofrecen la predicación de los ángeles y de los pastores, no supone la fe, como los que había hecho el Señor en Mateo 8, 10, Mateo 13, 58, donde el Señor no podía hacer milagros en Nazareth porque no tenían fe, sino que la aumenta en el oyente. Es decir, el signo de la predicación aumenta la fe en el oyente, el vínculo del que recibe el anuncio con lo anunciado, porque no va dirigida a la cabeza, va dirigido al corazón. Cuando se recibe la predicación, cuando los ángeles les predican a los pastores, los pastores se convierten, ellos mismos, al recibir el anuncio, cambian. Deciden ir al encuentro y se hacen predicadores también, se hacen predicadores del misterio, y una de sus oyentes es María. Dice la Palabra de hoy: Por su parte María guardaba estas cosas en su corazón. Y aquí nos detenemos para contemplar sobre el poder de la predicación, capaz hasta de impactar en el corazón inmaculado de María y generar en ella un registro que lo guarda para siempre en lo más profundo de su interioridad.

 

5.- Nosotros como parte de la escena

Pero hagamos ahora el segundo ejercicio juntos. Después de ver la escena, recogerla, detenernos particularmente en los signos, de ver como el signo en su pobreza es elocuente por lo que contiene, de comparar el signo del niño envuelto en pañales con la cruz, de hablar del kerigma, de detenernos en los pastores como anunciados y anunciadores, ahora nosotros nos metemos en la escena. Como dice Ignacio en su invitación a la contemplación del misterio: “Como estando yo allí presente”, esto que venimos viendo a lo largo de todos estos días. Es lo que llamamos la composición de lugar. Ya no a traer la historia sino la composición de lugar. Tengo que componer la escena, recrearla, reconstruirla desde los datos de la escritura y como estando yo allí presente, en el punto quinto, reflectir y sacar algún provecho, con una petición concreta que puedo hacer. Esto significa dejarme mirar por la escena, ubicarme en ella, aquí me implico en ella como si presente me hallara. Es decir, nos veamos allí en una noche templada, con un firmamento del cielo bellísimo, con tantas estrellas en el cielo, y al mismo tiempo de repente nos vemos sorprendidos por una presencia de luz, de gracia, estamos con otros que están con nosotros contemplando ese cielo y de golpe nos sentimos llenos de una nueva presencia, y algo se mueve dentro de nosotros, y sentimos en el corazón que nos lleva esto al encuentro de algo muy esperado, deseado, buscado, por nosotros. Es un anuncio que se nos está diciendo que hacia allá tenemos que ir, y el anuncio tiene que ver nada más y nada menos con que Dios se hace presente de una manera nueva en nuestras vidas, y hacia allá vamos, y podemos imaginarnos a la cosa nuestra de todos los días, a nuestro trabajo, estudio, yendo desde donde estamos nosotros con los nuestros, sorprendidos por esta indicación, yendo al encuentro de nuestros amigos, en nuestro lugar de recreación, podemos estar compartiendo la tarea apostólica, pero hay algo nuevo que ocurre, tiene que ver con lo que se nos ha dicho, que ha nacido el salvador, y que viene envuelto en nuestras cosas de todos los días y entonces podemos orar después con las cosas de todos los días, con lo cotidiano, con lo nuestro, y desde ese lugar conversar con el Señor que está allí presente. Se diría como una composición de lugar con cierta transpolación. Podemos hacer primero la composición de lugar yendo al pesebre y después la composición de lugar yendo a lo nuestro, porque en el pesebre y en el niño envuelto en pañales se está indicando que también, en lo cotidiano, en lo nuestro de cada día, Dios está presente.

Ordenamos un poco más lo que quiero compartir. Primero hacemos el ejercicio como si estuviéramos allí presente con los pastores, junto a otros que están con nosotros, amigos, familiares, compañeros de trabajo, de estudio, con otros pastores, y de repente viene un ángel y después una multitud de ángeles para hablarnos de la Gloria de Dios y vamos lanzados todos al encuentro y llegamos al pesebre y encontramos a María, a José, y al niño envuelto en pañales. Y ahí nos detenemos, lo adoramos y bendecimos, alabamos, damos gloria a Dios y le agradecemos que esté ahí con nosotros y sin poder hablar nos dice tanto este que está allí escondido detrás de los pañales y en ese jadeo de niño, Y nosotros que le contamos a María y a José lo que nos despierta la presencia de este niño en el corazón y lo que Dios nos ha suscitado por el anuncio del ángel de su nacimiento. Y sentimos que María recibe lo que le decimos con alegría, como que se aumenta su fe, esa fe vivida también en la sombra y en la oscuridad desde que todo comenzó a ser nuevo en la vida de ellos, la confirma en la fe, nos confirmamos mutuamente en la fe con María y nos sentimos abrazados por la familia de Nazareth los que estamos allí. De golpe como un racimo de vida alrededor de La Vida, que nos reunimos y ese abrazo, ese encuentro, se hace toda una adoración y una alabanza. Sería como un primer modo de composición de lugar. Pero nosotros, en nuestro sentir interior, nos damos cuenta en el momento de ir al encuentro que en realidad esto tiene que ver con las cosas de todos los días, porque como venimos reflexionando, el niño envuelto en pañales es toda la realidad envuelta en la presencia de Dios y por lo tanto cada lugar, cada espacio compartido puede ser un lugar para encontrarnos con el Dios escondido, eso que hace que no dispongamos a orar y a ir al encuentro de la oración con el Señor rezando con las cosas nuestras de todos los días, con los pañales nuestros de cada día, donde la vida está todos los días envuelta en la presencia de Dios y ahí detenernos, y particularmente en aquellos lugares donde Dios en la vida, en el pañal de la vida donde se haya querido envolver de una manera particular, tiene algo para decirnos en el silencio, detenernos, escucharlo, conversar con él. Sería ya entrar de la contemplación y del reflectir interior, siguiendo las mociones que el Espíritu nos va poniendo, al coloquio, al diálogo con el Señor.

 

6.- La centralidad de Jesús

En este compartir que vamos haciendo paso a paso en los EE sin duda se nos va abriendo una perspectiva nueva desde donde la espiritualidad se concentra en el misterio central de Cristo, y en este orden los ejercicios son realmente una vuelta a Dios por el camino de Jesús. Es la centralidad de Jesús el elemento fundante de los ejercicios. Si hay algo que los ejercicios ignacianos tienen es justamente esa posibilidad de cristianizar nuestra espiritualidad, de darle contenido cristológico a nuestro camino, y qué bueno poder estar haciéndolo hoy desde el realismo de la presencia de Dios en la cosa nuestra de todos los días a partir de esta indicación que la palabra hoy nos hace diciéndonos que el niño envuelto en pañales sigue envuelto en medio de nosotros en las cosas simples con las que se ha querido quedar en medio de nosotros, y a partir del poder redescubrir la vida de todo los días en Jesús, percibir que realmente toda nuestra vida está llamada a ser en Cristo. En el nos movemos, vivimos, existimos, dice Pablo. Toda la realidad está envuelta en la presencia del Señor, todo el mundo, todo el cosmos, ha quedado afectado por la presencia del Dios que se encarnó, dice el texto del Concilio Vaticano II, en Gaudium et Spes. Todo el cosmos ha quedado afectado por la presencia del Dios hecho hombre, de manera tal que todo nos habla de Dios, si estamos atentos, si estamos sencillamente bien dispuestos. Eso nos ayuda mucho para vivir una espiritualidad encarnada y para vivir en la cosa de todos los días con la sobrenaturalidad sencilla con la que Dios quiere que la vivamos. Podemos sobrenaturalizar los vínculos, el trabajo, darle carácter de sobrenaturalidad a la enfermedad, como a la alegría, a la vida que nace o al que va partiendo, Podemos sobrenaturalizar el descanso porque todo nos habla de la presencia de Dios que ha venido a abrazar, con la encarnación, toda la realidad. En realidad, el niño envuelto en pañales es Dios que envuelve la realidad con su presencia nueva. Que esto nos ayude para poder adentrarnos en el misterio de la encarnación de Cristo con esa fuerza de liberación que da la conciencia de que Dios todo lo ha tocado de una manera nueva con su presencia y a todo lo ha transformado y que está escondido en tantos lugares, muchas veces para nosotros a veces dolorosos, duros, difíciles, incomprensibles. Está allí Dios presente, hablándonos también en lo escondido y aún en los lugares menos habitable aparentemente para lo humano. También Dios allí está, por ejemplo en una enfermedad difícil, en un dolor grande, donde nos parece que todo es ausencia de gozo y alegría, también Dios puede estar allí presente para comunicarse y para hablarnos.

 

6.- Recomendaciones para los ejercitantes

Quisiera puntualizar algunas cuestiones a los que están haciendo los ejercicios. Por un lado, el compromiso asumido, sostenerlo, aunque nos parezca por momentos que no tenemos fuerza o que nos falta tiempo, seguir el ejercicio, en el hacerlo vamos a encontrar la gracia que Dios nos tiene preparada. Evidentemente va a haber dificultades para que lo hagamos, la propia naturaleza se resiste. Hacerlo, pelearla, no dejar, no aflojar en el compromiso. También el espíritu del mal busca la manera de sacarnos, de distraernos, de ponernos otras cosas para que no lo hagamos. Estar atentos y pelear también allí. No abandonar, no bajar los brazos.

 Por otra parte también recordar de anotar las cosas que van surgiendo. Hay algunas personas que parece que hicieran el ejercicio cuando hacemos la catequesis y la catequesis sirve para tomar elementos que nos ayuden pero a hacerlos después, en algún momento del día, siguiendo los pasos que están indicados de cómo hacerlo. Tenemos que tener un momento para estar a solas con el Señor y orar con él, encontrarnos con él. Y en ese orar y encontrarnos con la materia del ejercicio, después en cinco minutos anotar lo que el Señor nos está poniendo en el corazón, las mociones interiores que hemos recibido al respecto.

El fin de semana, lo que hacemos es lo siguiente, el domingo descansamos, pero el sábado retomamos alguno de los ejercicios que hemos hecho durante la semana, que puede ser el texto de rey temporal, rey eternal, de la anunciación, de la visitación, del nacimiento y la visita de los pastores. El lunes seguimos con la segunda semana, aunque sea la tercera semana real de los ejercicios, es segunda semana en San Ignacio la que vamos a continuar por unos días más. Entonces, en el día de mañana yo diría que ustedes repitan algunos de los ejercicios que hemos hechos. ¿Con qué criterio se repite? Se repite porque se lo hizo bien, y Dios habló y hay algo más que hay que buscar entre las cosas que el quiso decir, o porque uno siente que se distrajo, no lo hizo tan bien y hubo una gracia que se estuvo peleando, se me estuvo escondiendo, lo hacemos para ir a encontrarnos con eso que por ahí se nos pudo haber quedado por el camino.

Padre Javier Soteras