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Principio y fundamento
viernes, 11 de mayo de 2007
El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan – para nosotros – es fuerza de Dios.
Porque está escrito:
Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los inteligentes.
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el hombre culto? ¿Dónde el razonador sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo es una necedad?
En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación.
Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría,
nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos,
pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos.
Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres.
1 Corintios 2, 18 – 25
El que nos está abriendo un camino de seguimiento de Jesús es Ignacio de Loyola.
En el comienzo de los ejercicios ignacianos, se propone lo que Ignacio da a llamar Principio y Fundamento, que básicamente consiste en meditar acerca de la razón de ser, de la creación, del hombre, del motivo por el cual el hombre ha venido a este mundo.
El hombre, dice Ignacio de Loyola, ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios, nuestro Señor; y mediante esto salvar su vida y las otras cosas, dice Ignacio: “han de estar ordenadas para el hombre y éste debe usar de ellas en tanto y en cuanto lo conducen a este fin”.
Muy interesante el planteo que hace Ignacio al comienzo, porque es un planteo que orienta la vida del que hace los ejercicios a reformar su propio camino para encontrarle rumbo a la historia, que es historia de salvación.
San Ignacio se propone demostrar esto, hace falta ubicarse en el comienzo del camino y establecer las bases, los principios y los fundamentos de ese camino.
Tirar las líneas de una planificación que permita después recorrer el camino con claridad, con certezas, con el gozo y con la alegría que hace falta para afrontar la lucha de todos los días, es lo que brinda particularmente, dice el Padre Fiorito, el primer aspecto de principio y fundamento, donde Ignacio de Loyola plantea las razones de saberse un acto creador y amoroso de Dios, en torno al cual vuelven todos los ejercitantes su mirada para encontrarse con lo primero, con lo que verdaderamente importa.
A veces lo primero que se concibe, lo primero que se ve, lo primero que se contempla, es lo último que se alcanza.
Es muy importante detenernos reflexivamente frente a nuestra vida, y desde ese lugar de contemplación, de mirada reflexiva y atenta, animarnos a recorrer los senderos por donde Dios nos quiere llevar.
Para poder recorrer estos senderos, el hombre, que ha sido creado para hacer reverencia y servir a Dios, nuestro Señor y desde este lugar alabarlo y bendecirlo, tiene que valerse de todo, dice Ignacio de Loyola, porque todo a sido creado para el hombre, éste para Cristo y Cristo para Dios, el Padre, como dice el apóstol Pablo.
Todas las cosas están subordinadas al hombre, y éste, al hacer uso de las mismas, debe administrarlas, es decir, aprovecharlas, para poder alcanzar ese fin para el que fue hecho.
Esto es moverse con libertad, con libertad interior de todo.
No sirven planes de vida aplicados rigurosamente sobre las personas, de nada te sirve que a la hora de llevar una vida mejor, de mayor calidad, digas que de ahora en adelante en lo física, en lo espiritual, en lo psicológico, en lo afectivo y en lo relacional, vas a modificar una larga lista de propósitos que nada tienen que ver con las posibilidades reales de alcanzar aquello que te estás proponiendo.
Está muy bueno tener ideales, y corresponde verdaderamente visionar con claridad que tiene que ver con esto que vos entendés que debe ir tu vida, según el modelo de plenitud que podes ir descubriendo a medida que se te da la posibilidad de decir “tengo que vivir mejor”, pero en realidad, esa posibilidad de vivir mejor en calidad integralmente, pone a toda tu persona en un camino de mayor plenitud, esto solo es posible si lo vas viendo paso a paso, poco a poco y de acuerdo a tus posibilidades.
En este sentido trabaja la pedagogía de los ejercicios ignacianos, y respecto al don de la sabiduría, Ignacio dice:
”hay que pedir, porque es un don de Dios”,
y Fiorito, en el comentario de los ejercicios insiste que esto es lo que nos habilita como hombres a usar todo lo creado para alcanzar su fin, en tanto y en cuanto ese fin sea la santidad, la plenitud.
El fin es alcanzar un estado y una calidad de vida de alto nivel, al nivel donde Dios pone a las personas cuando toma su vida y las conduce.
El texto que sigue sobre lo que hemos dicho, de principio y fundamento, nos va ayudar a entender el don de discernimiento, que tenemos que aplicarlo desde la sabiduría, debemos valernos de este don de discernimiento para alcanzar la plenitud, la santidad.
Es menester, dice Ignacio de Loyola, hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad y a nuestro libre albedrío, de manera que no prioricemos nuestra salud mas que la enfermedad, nuestra riqueza interior, mas que la pobreza, nuestro honor que el deshonor y una vida larga en la fe mas que una vida corta.
Padre Javier Soteras
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