09/03/2022 – Continuamos esta semana adentrándonos en el documento Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, junto al padre Javier Soteras en “Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia”. En esta oportunidad, nos detuvimos en leer los puntos dedicados al “Índole Ecatológico de la Iglesia Peregrinante y su Unión con la Iglésia Celestial” , en el capítulo 7.
El punto 48 del documento Lumen Gentium expresa: “La Iglesia, a la que todos estamos llamados en Cristo Jesús y en la cual conseguimos la santidad por la gracia de Dios, no alcanzará su consumada plenitud sino en la gloria celeste, cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas y cuando, junto con el género humano, también la creación entera, que está íntimamente unida con el hombre y por él alcanza su fin, será perfectamente renovada en Cristo”
Sobre lo anterior, el padre Javier dijo que, “el modelo que Dios ha venido a generar de humanidad, encuentra en la Iglesia el sacramento, es decir, la señal precisa que muestra el rumbo de hacia dónde Dios nos conduce”. Asimismo, el sacerdote agregó: “Dios nos pensó en familia. El ser familia en Dios es rasgo identitario del ser de cada uno de nosotros. El camino de plenitud al que vamos, incluye a la Iglesia como comunidad creciente –como expresa el Concilio- atrayendo a otros que buscan este proyecto”.
Sobre la plenitud de la salvación, el padre Javier dijo: “En nosotros está marcado por las características del tiempo que corre, mientras tanto, estamos pariendo el ser plenamente Iglesia”. Agregó también: “Vamos caminando hacia esa plenitud, esa salvación que ya está aconteciendo, pero no podemos hacerlo ingenuamente porque hay alguien que no quiere la obra de Dios plena en nosotros y atenta contra ella, ese es el enemigo de Jesús: el demonio”.
Más adelante compartimos la lectura del punto 49: “Así, pues, hasta que el Señor venga revestido de majestad y acompañado de sus ángeles y, destruida la muerte, le sean sometidas todas las cosas, de sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; otros, finalmente, gozan de la gloria, contemplando «claramente a Dios mismo, Uno y Trino, tal como es»; mas todos, en forma y grado diverso, vivimos unidos en una misma caridad para con Dios y para con el prójimo y cantamos idéntico himno de gloria a nuestro Dios” (…).
Al respecto, el padre Javier expresó: “Hace referencia a las tres dimensiones de la Iglesia: la peregrina, la purgante y la celestial: todos formamos parte de una misma Iglesia en un proceso distinto, de acuerdo a la etapa del camino en la que cada uno se encuentra”.
Compartimos, además, el punto 50 que expresa: “La Iglesia de los viadores, teniendo perfecta conciencia de la comunión que reina en todo el Cuerpo místico de Jesucristo, ya desde los primeros tiempos de la religión cristiana guardó con gran piedad la memoria de los difuntos y ofreció sufragios por ellos, «porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados». Siempre creyó la Iglesia que los Apóstoles y mártires de Cristo, por haber dado el supremo testimonio de fe y de caridad con el derramamiento de su sangre, nos están más íntimamente unidos en Cristo; les profesó especial veneración junto con la Bienaventurada Virgen y los santos ángeles e imploró piadosamente el auxilio de su intercesión. A éstos pronto fueron agregados también quienes habían imitado más de cerca la virginidad y pobreza de Cristo y, finalmente, todos los demás, cuyo preclaro ejercicio de virtudes cristianas y cuyos carismas divinos los hacían recomendables a la piadosa devoción e imitación de los fieles.
Acerca de este punto, el director de Radio María afirmó que hace referencia a la Comunión de los Santos. “Es un vínculo de amistad con los amigos de Cristo -que ya están en el cielo- en la que el Padre Dios nos da a nosotros en el Espíritu Santo la gracia de ir caminando hacia esa plenitud de unidad con Cristo”, finalizó.
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