El Sacramento de la Sonrisa

lunes, 16 de mayo de 2011
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Ayer me acercaron un texto muy lindo de Martín Descalzo que se llama el Sacramento de la Sonrisa y resolví cambiar el tema de la catequesis de hoy para tratar este tema. Se encuentra en la página de la Oleada Joven en www.oleadajoven.org.ar .

Además estuve mirando un video de Juan Pablo II (también se encuentra en la misma página) que se llama los Secretos de un Santo, donde describe la relación del Beato Juan Pablo II con la Virgen, hoy es el día de la Virgen de Fátima, la virgen tenía un impacto especial sobre la vida de Juan Pablo II y el relator de la causa de beatificación dice que el vínculo con la Virgen a partir del atentado en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981 tiene una fuerza particular.

 

La consigna sería: ¿Dónde crees que podés despertar una sonrisa en el día de hoy? ¿Dónde crees que a este Dios oculto lo podés hacer presente con tu sonrisa? ¿En que lugares hace falta tu sonrisa? Hay lugares en las realidades humanas donde uno dice: acá hace falta una sonrisa.

Dónde Dios te invita a ser presencia sonriente y feliz que permita  a quienes lo necesiten encontrarse con el Dios vivo a partir de tu buen espíritu, de tu ánimo puesto en Jesús que quiere sonreírle a la realidad y encontrarle un costado distinto por donde afrontar lo que a veces tan duro se nos presenta.

 

Les pedimos al Señor y a la Virgen de Fátima que nos acompañen en este deseo profundo que hay en el corazón de cada uno de nosotros de sonreír como Dios quiere a la luz y bajo el designio de su resurrección.

 

Después de esto, Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud al ver los signos que hacía curando a los enfermos.

Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”. Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.

Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”.

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:”Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”.

Jesús le respondió: “Háganlos sentar”.

 

Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres.

Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.

Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”.

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.

Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo”.

Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.” Palabra del Señor

 

Hay una necesidad, hay hambre, los que están alrededor de Jesús sienten que ese hambre de los que siguieron el camino de predicación de Jesús tiene que ser saciado y nada mejor que mandarlos para comprar lo que hace falta. Jesús los detiene y les dice les demos nosotros de comer, y entonces con muy poco Jesús es capaz de cubrir las necesidades y que les sobre.

Si nosotros traducimos esto a lo que es hoy motivo de nuestro encuentro, Descalzo plantea muchas veces en sus escritos de la soledad, de tristeza, de angustia, de sinsentido que rodea a la sociedad en que vivimos, cuantas enfermedades sin respuestas, cuantas crisis que tienen mas preguntas que soluciones, cuantas situaciones dolorosas de la vida familiar, cuánto falta de alegría en el mundo de hoy, cuanta sonrisa plástica, cuanta ausencia de sonrisa verdadera, qué hacemos con tanta tristeza, cómo cubrimos la necesidad de sonrisas en el mundo de hoy con la poca sonrisa que tenemos nosotros y la queremos compartir. Por eso queremos asumir el compromiso de despertar una sonrisa en los que la están necesitando.

No podés hoy quedarte con los brazos cruzados, hace falta que te encuentres con las tristezas que rodean tu ambiente y animarte a regalar una sonrisa. ¿Dónde es el lugar de tu realidad que hoy espera de tu presencia alegre, gozosa?

 

El sacramento de la sonrisa es un texto que hoy nos va a guiar.

El primer punto de nuestro encuentro es pedir el don de la sonrisa como un lugar por donde volver al paraíso. Dice Descalzo:

 

Si yo tuviera que pedirle a Dios un don, un solo don, un regalo celeste, le pediría, creo que sin dudarlo, que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de las expresiones humanas.

 

Hay, ya lo sé, sonrisas mentirosas, irónicas, despectivas y hasta ésas que en el teatro romántico llamaban «risas sardónicas». Son ésas de las que Shakespeare decía en una de sus comedias que «se puede matar con una sonrisa». Pero no es de ellas de las que estoy hablando. Es triste que hasta la sonrisa pueda pudrirse. Pero no vale la pena detenerse a hablar de la podredumbre.

 

Hablo más bien de las que surgen de un alma iluminada, ésas que son como la fuente de un relámpago en la noche, como lo que sentimos al ver correr a un corzo, como lo que produce en los oídos el correr del agua de una fuente en un bosque solitario, ésas que milagrosamente vemos surgir en el rostro de un niño de ocho meses y que algunos humanos -¡poquísimos!- consiguen conservar a lo largo de toda su vida.

 

Cuando uno ve a una persona sonriendo auténticamente lo pone en sintonía con la edad de la infancia donde todo es sorpresa y causa alegría. En este sentido uno entiende que se trata de ese valor de ser como niños al que Jesús hace mención cuando dice si quieren entrar en el reino de los cielos tienen que entrar por esta puerta. Es la puerta de la sonrisa la que nos pone en contacto con lo eterno, con lo que permanece. Y que bueno es que si la hemos perdido, volver a la fuente y recuperarla. Nos hace falta a nosotros y le hace falta al mundo de hoy, recuperar una sonrisa auténtica.

 

Me parece que esa sonrisa es una de las pocas cosas que Adán y Eva lograron sacar del paraíso cuando les expulsaron y por eso cuando vemos un rostro que sabe sonreír tenemos la impresión de haber retornado por unos segundos al paraíso. Lo dice estupendamente Rosales cuando escribe que «es cierto que te puedes perder en alguna sonrisa como dentro de un bosque y es cierto que, tal vez, puedas vivir años y años sin regresar de una sonrisa».

 

Ojala nos encontremos con ancianos rostros sonrientes, gente grande que sigue sonriendo, porque eso nos permite ver que a pesar del paso del tiempo hay jovialidad y donde hay vida jovial, fresca, fuerte, hay presencia de eternidad, hay sintonía con el paraíso. Bellísima expresión la de Descalzo.

Que te parece si en este buscar desde lo mas íntimos de nuestro corazón lo que nos hace feliz, regalamos una sonrisa y ponemos a las personas en sintonía con lo eterno, con el paraíso.

¿Cómo se consigue una sonrisa? Dice Descalzo.

 

Pero la gran pregunta es, me parece, cómo se consigue una sonrisa. ¿Es un puro don del cielo? ¿O se construye como una casa? Yo supongo que una mezcla de las dos cosas, pero con un predominio de la segunda. Una persona hermosa, un rostro limpio y puro tiene ya andado un buen camino para lograr una sonrisa fulgidora. Pero todos conocemos viejitos y viejitas con sonrisas fuera de serie. Tal vez las sonrisas mejores que yo haya conocido jamás, las encontré precisamente en rostros de monjas ancianas: la madre Teresa de Calcuta y otras muchas menos conocidas.

 

Por eso yo diría que una buena sonrisa es más un arte que una herencia. Que es algo que hay que construir, pacientemente, laboriosamente. ¿Con qué? Con equilibrio interior, con paz en el alma, con un amor sin fronteras. La gente que ama mucho sonríe fácilmente. Porque la sonrisa es, ante todo, una gran fidelidad interior a sí mismos. Un amargado jamás sabrá sonreír. Menos un orgulloso.

 

Un arte que hay que practicar terca y constantemente. No haciendo muecas ante un espejo, porque el fruto de ese tipo de ensayos es la máscara y no la sonrisa. Aprender en la vida, dejando que la alegría interior vaya iluminando todo cuanto a diario nos ocurre e imponiendo a cada una de nuestras palabras la obligación de no llegar a la boca sin haberse chapuzado antes en la sonrisa, lo mismo que obligamos a los niños a ducharse antes de salir de casa por la mañana.

 

Nosotros deberíamos darnos una buena ducha de sonrisas antes de comenzar la mañana.

Descalzo muchas veces plantea que hay verdades avinagradas que son una gran mentira y hay verdades con sonrisa que son las que pueden ganar el corazón cuando uno quiere corregir. Esto que don Bosco decía con tanta claridad a la hora de corregir a uno de los jóvenes que tenía un comportamiento que merecía ser orientado, no lo hagas con dureza, hacelo con dulzura. Si la verdad está dicha con alegría tiene un fruto que no se consigue de otra forma.

 

Esto lo aprendí yo de un viejo profesor mío de oratoria. Un día nos dio la mejor de sus lecciones: fue cuando explicó que si teníamos que decir en un sermón o una conferencia algo desagradable para los oyentes, que no dejáramos de hacerlo, pero que nos obligáramos a nosotros mismos a decir todo lo desagradable sonriendo.

 

Aquel día aprendí algo que ha sido infinitamente útil: todo puede decirse. No hay verdades prohibidas. Lo que debe estar prohibido es decir la verdad con amargura, con afanes de herir. Cuando una sola de nuestras frases molesta a los oyentes (o lectores) no es porque ellos sean egoístas y no les guste oír la verdad, sino porque nosotros no hemos sabido decirla, porque no hemos tenido el amor suficiente a nuestro público como para pensar siete veces en la manera en la que les diríamos esa agria verdad, tal y como pensamos la manera de decir a un amigo que ha muerto su madre. La receta de poner a todos nuestros cócteles de palabras unas gotitas de humor sonriente suele ser infalible.

 

Y es que en toda sonrisa hay algo de transparencia de Dios, de la gran paz. Por eso me he atrevido a titular este comentario hablando de la sonrisa como de un sacramento. Porque es el signo visible de que nuestra alma está abierta de par en par a Dios, cuando genuinamente surge una sonrisa, estamos comunicando en el silencio el testimonio del Dios viviente.

 

Si queremos un modo de evangelizar contundente en la sociedad de hoy, dejemos que fluya como de su fuente, la alegría en lo mas profundo de nuestro ser y que los demás reciban de nosotros la sonrisa con la que Dios comunica vida.

 

Nos encontramos con una sorpresa mientras propone a la sonrisa como camino de nuestra catequesis y es que una oyente nos dice que hoy es el día de la Virgen de la Sonrisa.

Esta historia viene de un encuentro de Teresita de Jesús con la Virgen, después de un sufrimiento muy largo en su vida la Virgen la cura con una sonrisa. Lo que nos dice que la sonrisa que estamos intentando despertar en el corazón es una sonrisa mariana. Es el día de la Virgen de la Sonrisa y para todos los oyentes de Radio María pedimos la gracia de poder sonreír con María para ser curadores, sanantes en el dolor y en la desesperación de nuestros hermanos.

 

Te cuento la historia de cómo aparece la Virgen de la Sonrisa en la vida de Santa Teresita de Jesús :

 

Al morir la madre de Teresita, su hermana Paulina fue por elección de la propia Santa su segunda mamá. Pocos años después en 1882, Paulina entra en el Carmelo para convertirse en la Madre Inés de Jesús.

Esta partida Teresa la vive como un abandono y desde diciembre de ese año la niña cae con frecuencia enferma. La tarde de Pascua es atacada con temblores nerviosos que durarán seis semanas.

Al vivir durante seis meses con la angustia de estar abandonada por su segunda madre, cae en un comportamiento regresivo, deseando ser "mimada como un bebé".

Toda la familia se moviliza para obtener del cielo la curación de Teresa. Se hace celebrar un novenario de misas en el santuario parisiense de Nuestra Señora de las Victorias.

El 13 de mayo de 1883, en fiesta de Pentecostés, Teresa se vuelve hacia la imagen que se encuentra al lado de su cama.

 

"De repente la Santísima Virgen me pareció bella, tan bella que nunca había visto cosa tan hermosa, su rostro respiraba una bondad y una ternura inefables, pero lo que llegó hasta el fondo de mi alma fue la arrebatadora sonrisa de la Santísima Virgen.

En aquel momento todas mis penas se disiparon. Dos gruesas lágrimas brotaron de mis párpados y se deslizaron silenciosamente por mis mejillas, pero eran lágrimas de pura alegría…¡La Santísima Virgen, pensé, me ha sonreído!"

 

 

Le pedimos a la Virgen que interceda para que llene el corazón de los oyentes de la Radio de una amplia sonrisa en Cristo y podamos todos nosotros despertar alegría y sonrisas, un pedazo de cielo, un parte del paraíso, para que el mundo pueda parecerse mas a lo que Dios quería, un espacio de gozo y alegría. Oremos a la Virgen de la Sonrisa.