27/06/22- “La avaricia se da en todas las edades. En su etimología la palabra avaricia proviene del latín avere que significa desear con ansias, con un apetito desordenado. Los antiguos representaban la avaricia como un lobo hambriento. El lobo mata y no come; esto representa el deseo desordenado de acaparar, retener, amontonar y acumular”, dijo el Padre Mateo Bautista, sacerdote camilo, en el programa “Acortando Distancias”.
El avaricioso es una persona muy complicada porque ya tiene en sí un cierto trastorno de personalidad, porque todas las raíces de los pecados capitales están dentro de uno.
En la dimensión emocional el avaro no es una persona distendida. Es una persona desaliñada, para no gastar. Es una persona muy estresada.
En la dimensión emocional el avaricioso es materialista, está agitado constantemente, es apegado. La persona es ansiosa y al final puede terminar en una depresión por el continuo estrés. El avaro tiene mucho miedo, miedo de perder lo que está guardando. Además, no pude disfrutar. La persona avariciosa es una persona profundamente infeliz.
En la dimensión mental el avaricioso es mentalmente insatisfecho, por eso esta maquinando continuamente.
En la dimensión ética el avaricioso miente, estafa, roba.
En la dimensión relacional es avaricioso termina en una profunda solitariedad.
En la dimensión espiritual el avaricioso no entrega su fe, su experiencia, su conocimiento de Dios.
Es avaro aquel que escatima tiempo para los demás: para la escucha, para un acto solidario, para consolar, para visitar un enfermo, para estar con sus hijos.
Es avaro quien no regala una sonrisa, una nota de humor, una mirada benevolente.
Es avaro quien no comparte sus saberes.
Esto se da porque el avaricioso quiere acaparar desordenadamente y nunca piensa en los demás. El “yo” se inflama y se ensimisma.
La avaricia es una esclavitud. En cambio, la entrega y la generosidad es libertad de espíritu.
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