2022/08/04 – Como cada semana compartimos el ciclo “Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia”, junto al padre Javier Soteras.
Estamos recorriendo los principales documentos del Concilio Vaticano II y continuamos con la Constitución Pastoral “Gaudium et spes” sobre la Iglesia en el mundo actual, cuyo capítulo V se titula: “El fomento de la paz y la promoción de la comunidad de los pueblos”.
En la introducción al mismo leemos:
“En estos últimos años, en los que aún perduran entre los hombres la aflicción y las angustias nacidas de la realidad o de la amenaza de una guerra, la universal familia humana ha llegado en su proceso de madurez a un momento de suprema crisis. Unificada paulatinamente y ya más consciente en todo lugar de su unidad, no puede llevar a cabo la tarea que tiene ante sí, es decir, construir un mundo más humano para todos los hombres en toda la extensión de la tierra, sin que todos se conviertan con espíritu renovado a la verdad de la paz. De aquí proviene que el mensaje evangélico, coincidente con los más profundos anhelos y deseos del género humano, luzca en nuestros días con nuevo resplandor al proclamar bienaventurados a los constructores de la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9)” (77)
Sobre este punto, el padre Javier recordó que es el contexto del final de la Segunda Guerra Mundial en que surge el documento y éste ha sido de tal gravedad que las consecuencias aún siguen.
Por su parte, el texto “Cruzando el umbral de la Esperanza”, demostró que el siglo estaba atravesado por los totalitarismos que encarnaron diabólicamente, explicó el padre, tiempos de oscuridad para la humanidad.
“Detrás de cada acción bélica, hay negociados de millones de dólares para la muerte de la humanidad. Como decía Juan XXIII, estamos en presencia de una acción diabólica con caracteres totalitarios”, resaltó el padre Javier.
En el punto 78 continúa le documento:
“La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia (Is 32, 7). Es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia, han de llevar a cabo. El bien común del género humano se rige primariamente por la ley eterna, pero en sus exigencias concretas, durante el transcurso del tiempo, está cometido a continuos cambios; por eso la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer. Dada la fragilidad de la voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por la paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad legítima.
Esto, sin embargo, no basta. Esta paz en la tierra no se puede lograr si no se asegura el bien de las personas y la comunicación espontánea entre los hombres de sus riquezas de orden intelectual y espiritual. Es absolutamente necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar.
La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el propio Hijo encarnado, Príncipe de la paz, ha reconciliado con Dios a todos los hombres por medio de su cruz, y, reconstituyendo en un solo pueblo y en un solo cuerpo la unidad del género humano, ha dado muerte al odio en su propia carne y, después del triunfo de su resurrección, ha infundido el Espíritu de amor en el corazón de los hombres.”
Al respecto, el director de Radio María dijo que no es que hay paz porque no hay guerra:
“En el contexto de la Guerra Fría, había tensión porque existía un conflicto mundial entre la Unión Soviética y el desarrollo del Neoliberalismo por parte de Estados Unidos, es decir, dos corrientes ideológicas que se amenazaban entre sí para ver cuál de las dos se imponía”, señaló el padre Javier.
Asimism dijo que, en los años duros de Argentina, desde 1974 hasta la llegada de la democracia, se pensaba que, bajo la presencia totalitaria de un régimen militar que ocupó el poder, se mantenían las cosas en orden: “No sucedió eso, sino todo lo contrario: la acción terrorista del Estado”, enfatizó el padre Javier.
Para que haya paz, tiene que haber un orden justo social, “hay algo que es superior a la justicia social: la capacidad de amar”, expresó el padre Javier y continuó: “la paz puede desarrollarse en el don de la fraternidad. La paz y la fraternidad van de la mano”.
“Este texto pone en el centro a Jesús como artífice de la paz: el mensaje de la paz, como se lo reconoce al Mesías”.
Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio que acompaña esta nota