12/08/2022 – Junto al padre Francisco Palacios compartimos una vez más el ciclo “Los encuentros con Jesús”. Hoy nos detuvimos en el pasaje del Evangelio de San Lucas donde se nos relata la curación del siervo del centurión y cómo fue el paso de fe de este funcionario romano.
“Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga». Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo –que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes– cuando digo a uno: “Ve”, él va; y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “¡Tienes que hacer esto!”, él lo hace». Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguí, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe». Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano”. (Lc. 7, 1-10)
El padre Francisco, en su reflexión, explicó que el oficial romano no fue hasta Jesús por falta de humildad, sino todo lo contrario: los extranjeros guardaban distancia con el otro, no eran invasivos o atropelladores. Este centurión supo respetar el espacio de Jesús.
“Era un hombre práctico y reflexivo, que realizó un acto de fe profunda en Jesús cuando le dice “Basta que digas una palabra…”. Jesús es la Palabra. El oficial le pide a Jesús que se pronuncie, que diga su Palabra.
“Esto habla de la delicadeza del centurión que hace un gran acto de fe y Jesús se admira de la fe de un pagano. Pidió una palabra y recibió la salud de su siervo y él salvó su corazón y su alma”.
“¡Cual habrá sido el impacto de estas palabras del centurión que se han incorporado a nuestra liturgia!: cuando el sacerdote nos muestra a Jesús diciendo “Éste es el cordero de Dios” y la asamblea responde: «Señor no soy digno de que entres en mi casa; pero una Palabra tuya bastará para sanarme”.
Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio que acompaña esta nota