Abiertos a la acción del Espíritu Santo para sanar

lunes, 23 de enero de 2023
image_pdfimage_print

23/01/2023 – Junto al Padre Matías Burgui, sacerdote de la Diócesis de Bahía Blanca, compartimos la catequesis del día en torno a la reflexión del Evangelio del día:

 

Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: “Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios”. Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: “¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?  Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre”. Jesús dijo esto porque ellos decían: “Está poseído por un espíritu impuro”.

San Marcos 3,22-30

 

Humildad

Comienzan los enfrentamientos entre las autoridades del Templo y Jesús. Los escribas estaban convencidos de poseer la “verdad absoluta”, y se lanzan contra Jesús acusándole de estar endemoniado. Llama la atención que Jesús hace frente a la situación, estableciendo un diálogo con ellos y argumentando ante su rígida y ciega postura. Si nuestro corazón no está abierto a la posibilidad de dejarnos asombrar por Dios, abierto a la sorpresa de su acción sanadora y creadora, entonces no podremos encontrarnos plena y verdaderamente con Él y su proyecto. Si nos cerramos obstinadamente a la actuación del Espíritu que anima la predicación del Evangelio, si rechazamos el perdón y la salvación que Dios nos ofrece, si no nos sentimos necesitados de salvación alguna, nuestra actitud se parece mucho a la de las autoridades del templo.

Asombro

Un conocido dicho, como todo buen dicho, dice una gran verdad: ¨No hay peor ciego que el que no quiere ver¨. Así mismo, otro dicho en la misma línea nos recuerda: ¨Para no ver, no hay mas que cerrar los ojos¨.

Por el contrario, si nuestro corazón está abierto a la posibilidad de dejarnos asombrar por Dios, abierto a la sorpresa de su acción sanadora y creadora, entonces nos podremos encontrarnos plena y verdaderamente con Él y su proyecto. Pidamos hoy al Señor que no rehuyamos las situaciones problemáticas; que seamos capaces de contemplar la realidad con los ojos de Dios y nos abramos a su acción salvadora.

No hace mucho leí una frase sobre el metal que me llamó la atención: “Nadie puede destruir el hierro, pero su propio óxido sí”. Estuve investigando un poco. Bueno, en realidad, lo que daña el material no es el óxido, sino la corrosión. Pero, a los fines prácticos, lo dejamos en “óxido”. Pensaba que, a lo mejor, llegados a esta parte del año, nos puede ayudar pensar en la “oxidación espiritual”.

Hay millones de objetos de metal, con distintas formas, tamaños y funciones. Pero, a veces el paso del tiempo pasa factura y, como con los metales, a nosotros nos puede pasar lo mismo: oxidarnos.

Cuando un metal empieza a corroerse o a oxidarse, pierde su brillo inicial, se debilita, incluso deja de cumplir su función: se va destruyendo por dentro. A nosotros medio igual: las articulaciones duelen, la vista empieza a menguar, el oído se complica, etc. Bueno, hay algo más difícil aún: cuando el óxido es espiritual. Si nos dejamos estar en la vida de fe, aparece esta misma corrosión. Hay muchas cosas que nos van oxidando en lo espiritual. Las faltas de perdón, la ira, el resentimiento, la poca esperanza, el egoísmo, la tristeza, la pereza, el desgano. Perdemos el sentido, la ilusión, las ganas de amar.

Por suerte el gran antioxidante es la gracia de Dios, una gracia que llega de muchas maneras: el servicio, la comunidad, los sacramentos, la apertura a la misericordia de Dios. Cuando volvés a dejar entrar a Jesús en tu vida no solamente se te va el óxido, sino que quedás más fuerte que antes. Eso es lo importante, dejar que la resurrección del Señor tenga que ver con nuestra vida.

¿No será un buen momento para revisar si estamos oxidados? Dejá que Dios te renueve.

Tolerancia

Hoy nos podemos preguntar: ¿Caemos en la trampa de la ofensa cuando sentimos que alguien pisa nuestro terreno? ¿Condenamos en lugar de abrirnos a la escucha y comprensión del otro? ¿Nos resistimos a la acción del Espíritu Santo?

Qué lindo que es reconocer que Dios siempre está presente, que siempre estuvo y que se manifiesta de muchas maneras en nuestra vida, ¿no? Es bueno y es necesario entonces abrir bien los ojos para poder encontrarlo, para reconocerlo, eh. En el Evangelio de hoy, lunes de la tercera semana del tiempo ordinario, vemos que aparece gente que sigue hablando mal del Señor, no podían entender que Jesús estuviera lleno de la gracia y que alguien ame como Jesús amaba. Por eso él hacía milagros, por eso predicaba. Entonces la gente hablaba mal de él, murmuraba, chusmeaba, trataban de serrucharle el piso. Decían que estaba poseído por un espíritu impuro. Qué triste ver el mal donde no lo hay, qué triste cuando nuestros ojos quedan enceguecidos por el mal, por el odio, por la envidia. Mirá, a lo mejor alguien te tiene envidia efectivamente, alguien te tiene bronca o no te quiere. Bueno, qué le vas a hacer, si el mismo Cristo lo sufrió, por qué vos te vas a poner mal si alguien por ahí no te traga. Hay que responder amando, como dice Jesús y, por dónde se empieza, rezando por aquellas personas que a lo mejor no te desean lo mejor, que se alegran quizás por tus fracasos. Rezá por ellos. Tal vez sabés sus nombres, tal vez no. Acordate que menos es más por más, aunque te cueste, por más que te violente, tratá de nombrarlos, pedí que Dios los acompañe para que puedan cambiar eso.

Dice la Palabra que un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Satanás no puede hundirse a sí mismo, pero justamente “diablo” significa eso, “el que divide”. Diábolos es eso, el que anda sembrando divisiones. Fijate cómo a veces vos y yo somos medio “diablos”, eh. Andamos sembrando divisiones por ahí, cuando pensamos mal, cuando queremos separar por nuestras ideas, por nuestras decisiones, cuando hablo, cuando critico. ¿Viste cuando te piden opinión y a veces lo primero que sale es hablar mal? Qué fácil que es subirse al tren de la crítica, eh. Eso creo que es un pecado que todos tenemos, en mayor o menor medida, ¿te diste cuenta? Por eso te propongo un desafío para hoy: tratar de no hablar mal de nadie, por más que sea verdad, eh. Por más que te cueste, ponete un filtro: que lo que vayas a decir sea bueno, sea verdadero y sea útil. Te lo repito bueno, verdadero y útil. Si no pasa por eso, mejor hacé silencio. Qué triste cuando a veces en la misma iglesia nos despellejamos. Todo lo que genera división no es de Dios, por más que tengas razón, por más que sea verdad. Siempre hay que buscar la manera de permanecer unidos, en el trabajo, en la familia, en la parroquia, en donde uno esté. Buscar siempre la unidad. Trabajar entonces por la unidad. No hay pasar por tontos o ser relativistas donde parece que todo está bien o sufrir injusticias porque, si no, no es vivir de acuerdo a la acción del Espíritu Santo. Por eso el Señor dice “les aseguro que todo será perdonado a los hombres, todos los pecados y cualquier blasfemia que digan, pero que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, es culpable de pecado para siempre”. Qué fuerte esto. ¿Pero cuál es el pecado contra el Espíritu Santo? Cerrar el corazón, esa cerrazón del corazón cuando pensás que nada tiene solución y ni siquiera Dios mismo aunque venga puede solucionarlo, cuando no te dejás perdonar, cuando no aceptas la misericordia de Dios ni para vos ni para los demás estás blasfemando contra el Espíritu Santo. Cada vez que vos pensás que sos Dios, eh. Pero el que se deja guiar por el Espíritu Santo va transformando su vida, es el que brilla por su humildad, el que brilla por su simpleza, el que brilla por su docilidad, eh. Por eso dejá que Dios te guíe y que puedas buscar siempre la presencia de Dios en tu vida, rezar por el que te critica, buscar siempre la unidad y ser dócil al Espíritu.

Paz

Hay que animarse a reafirmar que la paz es posible, que necesitamos no sólo respetar y tolerar las diferencias sino apreciarlas yendo más allá de la superficie conflictiva y mirando a los demás en su dignidad más profunda.

El Espíritu Santo, como vemos, no se anda con chiquitas, si lo dejamos habitar nuestras vidas seguro habrá grandes novedades para nosotros. Pidamos entonces para nosotros también, un nuevo Pentecostés. Pidamos ser como María, hombres y mujeres que nos dejemos habitar por el Espíritu Santo, hombres y mujeres que dejemos soplar al Espíritu de Dios en nuestras vidas. Seguro que, habitados por Él, también nosotros expulsaremos demonios, también nosotros sanaremos enfermos, también nosotros anunciaremos la buena nueva de Jesucristo hasta los confines de la Tierra y de la historia.