El desafío de compartir

viernes, 21 de abril de 2023
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21/04/2023 – El evangelio de hoy es realmente revolucionario: Jesús, que es Maestro, Verdad y Vida, nos enseña lo más importante para cualquier comunidad humana, que es el misterio del compartir.

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darles de comer?» Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?» Jesús le respondió: «Háganlos sentar». Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo». Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

San Juan 6, 1-15


Jesús siente compasión por esa muchedumbre que tiene hambre y le pregunta a los discípulos cuánto tienen para comprar y darles de comer.

Esto desconcierta a los discípulos. Ellos, que sí tienen garantizado el pan cotidiano, se sorprenden frente al desafío de Jesús. La intención de los discípulos seguramente es la de asegurarse el pan ellos y despedir a la multitud, como insinuándoles, que son ellos los que tienen que arreglárselas solos. Algo así como que cada uno por su propia cuenta se garantice el sustento.

Jesús reacciona frente a esto. Jesús no puede permitir que haya algunos que tengan garantizado el pan mientras otros pasan hambre. Por lo menos en la lógica del Reino esta actitud no tiene lugar.
Por eso el verdadero milagro de Jesús es que los panes y peces se multiplican no por arte de magia, sino por la conversión de corazones que se animan a compartir, no a dar de lo que les sobre sino a dar lo que tienen y lo que son: poner en común esos cinco panes de cebadas y esos dos peces abrió el corazón de muchos, que viéndolo y entendiendo el mensaje de Jesús tomaron conciencia que hay verdadera comunidad cuando se comparte y se pone en común que cuando se guarda mezquinamente para uno como queriéndose salvar la vida.

Quizás nosotros nos acostumbramos a creer en un Dios mago que tiene que solucionar como “gran mago” y por “arte de magia” los problemas de la humanidad.

¡Y cuánta hambre hay en el mundo de hoy!

Hambre de pan, paz, salud, trabajo, de sentido de la vida, esperanza, fe, consuelo, amor, tanta hambre de Dios. Sobra hambre en el mundo de hoy y falta pan. Y es por este motivo que somos nosotros los que nos tenemos que hacer responsables los unos de los otros para saciar esta hambre.
Hoy más que nunca llamados a sentirnos hermanos de todos los hombres, de los siete mil setecientos millones que caminamos diariamente nuestro mundo, para salir al encuentro de ellos y darnos desde la verdad de lo que somos para saciar el hambre. Sólo así será posible el milagro. No por un Dios al que tenemos que hacer responsable de que en el mundo haya hambre, sed, dolor, sufrimiento e injusticia, sino porque sentimos que el Espíritu de Jesús nos hace comunidad y comunión para darnos desde la originalidad de nuestra vocación.

De esa manera ocurre el milagro: no porque “caiga pan del cielo” todos podrán comer hasta saciarse, sino porque cada uno renuncia al pretendido derecho sobre su propio pan y sentándose en ronda, se anima a compartir.

Porque al final será más milagro un corazón que se destrabe y ablande, se conmueve por el otro, se deja encontrar por la Ternura y Misericordia de Jesús y entonces así comparte, que caiga pan del cielo mágicamente.

Iglesia que se arremanga, se embarra, se ensucia, se la juega por amor. Iglesia de Jesús, para ser creyentes, pero por sobre todas las cosas, ser creíbles.