25/04/2023 – Hoy es la fiesta de San Marcos. En el comienzo del texto evangélico Jesús aparece hablando, mejor dicho Marcos aparece diciendo “Evangelio de Jesucristo, hijo de Dios”. Y todo el texto evangélico va a estar marcado por esto, hasta el capítulo 8 Marcos intenta mostrar a un Cristo que se manifiesta como Mesías, pero cuida, Jesús, en el evangelio de Marcos, no ser confundido con cualquier tipo de liderazgo sino con aquel que él ha venido a traer como novedad al mundo, el del servicio, de la entrega, de la ofrenda , el del abajamiento. El del que se identifica con los que más sufren y con los que menos tiene.
Entonces les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.”El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán”. Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.
San Marcos 16,15-20
El evangelio de Marcos, tiene 16 capítulos y comienza así: “comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo (Hijo de Dios)”.
Desde el versículo uno la temática que plantea el texto es sobre la identidad mesiánica de Jesús. El contexto sociopolítico en el cual aparece el Señor es de presencia del imperio romano en todo el mundo por entonces conocidos, motivo por el cual, las expectativas de un mesías salvador, eran.
El Maestro de Galilea conocedor de ese contexto, cuida muy bien que no se confunda su obra mesiánica con una dimensión solo temporal y circunscripta a su pueblo. Por eso a cada milagro que Jesús obra impone un silencio: “no lo digan a nadie”. Esa expresión se llama secreto mesiánico, tiene una sola finalidad evitar que se identifique su mensaje con la de un poderoso.
Su mesianismo es el de la cruz y la humildad. El texto que revela esta posición de Jesús en el evangelio de Marcos, es el dialogo en Cesárea de Filipo. Allí Jesús plantea el tema del evangelio: “la identidad”: ¿Quién dice la gente que soy yo” . Ellos intentan recoger lo que se dice de Jesús y luego el Señor pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo” Ahí Pedro no sabe que está siendo movido por el Espíritu Santo y responde en nombre de todos. “ Tu eres el Mesías”.
Esta respuesta atraviesa el corazón de un Pedro que no está convertido a los modos humildes y pobres de Jesús. Cuando el Señor explica su estilo mesiánico dice: “el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, que sería condenado a muerte y resucitaría a los tres días. Jesús hablaba de esto con mucha seguridad.”
La identidad de Jesús su condición de Mesías, ejerce su poder desde la Cruz. De acá en adelante el que quiere seguirlo debe emprender ese camino discipular: “«El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga. El que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará. ¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo?
Ahora la identidad de Jesús se proyecta sobre los que lo siguen: la cruz.
Previo al dialogo de Cesarea de Filipos Jesús cura a un ciego. Para que se produzca el milagro Jesús tiene que intervenir en dos oportunidades:
“Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le pidieron que lo tocara. Jesús tomó al ciego de la mano y lo llevó fuera del pueblo. Después le mojó los ojos con saliva, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? El ciego, que empezaba a ver, dijo: «Veo como árboles, pero deben ser gente, porque se mueven. Jesús le puso nuevamente las manos en los ojos, y el hombre se encontró con buena vista; se recuperó plenamente, y podía ver todo con claridad.”
El texto es revelador en cuanto al proceso de claridad por parte del que no ve. Lo mismo pasa con los discípulos. Ellos aproximan quien es Jesús según la gente y a la segunda pregunta del Señor Pedro acierta.
Decía el Papa Francisco en la fiesta de la Exaltación de la Cruz: ¿Qué es la cruz? ¿Un objeto de devoción, un símbolo de identidad cultural que hay que blandir, una bandera que hay que izar?
El Papa recuerda que algunos santos la han comparado con un libro que, para ser conocido, debe ser abierto y leído. No basta con echarle un vistazo cuando lo compramos y luego ponerlo a la vista en nuestras casas. No se cuentan los crucifijos de nuestras plazas e iglesias, no se cuentan los crucifijos que llevamos al cuello o en el bolsillo. Pero no sirven de nada si no fijamos nuestra mirada en el Crucifijo, si no nos dejamos conmover por Él al mirar sus heridas abiertas para nuestra salvación. No sirven de nada si no aceptamos la cruz como lo que realmente es.
“El crucifijo no genera ninguna discriminación. Es silencioso… El crucifijo es el signo del dolor humano. La corona de espinas, los clavos, evocan su sufrimiento. La cruz que consideramos en lo alto de la montaña es el signo de la soledad en la muerte. No conozco ningún otro signo que transmita tan poderosamente el sentido de nuestro destino humano. El crucifijo forma parte de la historia del mundo”. Una mirada capaz de captar lo esencial.
Llegado el mediodía, la oscuridad cubrió todo el país hasta las tres de la tarde, y a esa hora Jesús gritó con voz potente: «Eloí, Eloí, lammá sabactani», que quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Al oírlo, algunos de los que estaban allí dijeron: «Está llamando a Elías.» Uno de ellos corrió a mojar una esponja en vinagre, la puso en la punta de una caña y le ofreció de beber, diciendo: «Veamos si viene Elías a bajarlo.» Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. En seguida la cortina que cerraba el santuario del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. .Al mismo tiempo el capitán romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.»
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