28/04/2023 – Jesús nos invita a ser uno con Él, como familia, a comulgar para recibir el pan de la Vida. “El que come de este pan tiene vida para siempre”. El pan que habla Jesús es su propio cuerpo, su carne, en donde nos ha incorporado a todos haciéndonos uno con Él, cocorporeos con Cristo, como dicen los padres de la Iglesia. Por lo tanto cada vez que comulgamos ha de ampliarse la gracia de la fraternidad.
Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”.Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”.Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.
San Juan 6,52-59.
“Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes”.
De que vida se trata? De la que Cristo ha venido a traer y es fruto del vínculo de amor fraterno y que al final de su vida deja como herencia en el mandamiento del amor Comer la carne de Jesús es participar de una espiritualidad de comunión, es hacerse uno con el Cristo que vive en mis hermanos y así sus alegrías sean las mías y sus dolores me pertenezcan. Uno solo es el pan, aún siendo muchos un solo cuerpo somos, todos participamos del mismo pan 1Cor 10,17. La Eucaristía que comemos nos hace uno en Cristo, Cirilo de Alejandría lo recuerda “para fundirnos en unidad con Dios y entre nosotros y para amalgamarnos unos con otros, el Hijo unigénito inventó un medio maravilloso, por medio de un solo cuerpo haciendo a los fieles cocorpóreos con Él y entre ellos.”
El uno que estamos llamados a ser es el que nos da vida y se alimenta y fortalece cada vez que comemos su carne eucarística. En la Eucaristía el resucitado nos hace uno con El y con el Padre en el Espíritu. En la unidad realizada por la Eucaristía y vivida en el amor recíproco Cristo toma el fin del modelo de al humanidad un solo Padre en un proyecto de fraternidad.
“Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan “(1 Co 10, 16-17). San Juan Crisóstomo comenta:” ¿Qué es, en efecto, el pan? Es el cuerpo de Cristo. ¿En qué se transforman los que lo reciben? En cuerpo de Cristo; pero no muchos cuerpos sino un sólo cuerpo. En efecto, como el pan es sólo uno, por más que esté compuesto de muchos granos de trigo y éstos se encuentren en él, aunque no se vean, de tal modo que su diversidad desaparece en virtud de su perfecta fusión; de la misma manera, también nosotros estamos unidos recíprocamente unos a otros y, todos juntos, con Cristo”
Cuenta Jean Maria Vanier en Comunidad Lugar de Perdón y Fiesta :”cuando veo a los pueblos africanos, constato que a través de sus ritos y tradiciones, viven profundamente la vida comunitaria. Cada cual tiene la convicción de pertenecer a los otros, el que es de la misma etnia o pueblo es verdaderamente un hermano. Me viene a la memoria Monseñor Agré, obispo de Man que se encontró a un aduanero en el aeropuerto de Abidjan; se abrazaron como si fueran hermanos eran del mismo pueblo. De cierta manera se pertenecía el uno al otro. Los africanos, agrega Vanier, no tienen necesidad de hablar de comunidad la viven intensamente.A demás cuenta el fundador del Arca: “los aborígenes en Australia no apetecen ningún bien material salvo los coches que les permiten ir a visitar a sus hermanos para ellos lo único importante son los lazos de amistad que los alimentan. Hay al parecer, cuenta Vanier, tal unidad de vínculo entre ellos que saben cuando muere alguno, lo sienten en sus entrañas.
Rene Lenoir cuenta de los indios en Canadá: “Si ante un grupo de niños se promete un premio al primero que responda una pregunta, todos se ponen a buscar la solución juntos y cuando están de acuerdo gritan todos al mismo tiempo. Para ellos sería intolerable que ganara uno y perdiera la mayoría. El que ganara se separaría del resto de sus hermanos. Habría ganado el premio pero perdería la solidaridad.”
En un mundo erosionado en su raíz de comunión por el individualismo y el sálvese quien pueda Juan Pablo II nos invitaba a un programa pastoral que tiene como fundamento una espiritualidad de comunión. Nos decía: “Ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como « uno que me pertenece”, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un « don para mí », además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber « dar espacio » al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento”
Decía Francoise Nguyen van Thuan: “tratemos de comprender: ¿en que consiste la novedad de una sólida espiritualidad de comunión? Pienso está en tomar conciencia que la comunión fraterna, cuando está fundada en el Evangelio es el lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Es este uno de los temas fundamentales de los escritos joánicos: “A Dios nadie lo ha visto nunca; Si nos amamos unos a otros Dios mora en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a la perfección” 1 Jn 4,12. Y agrega van Thuan, hace unos años di con un texto que me impresionó mucho como expresión de esta nueva visión inspirada en la relación de la comunión trinitaria: “Dios que está en mi, que ha plasmado mi alma que habita en ella como Trinidad (con los santos y con los ángeles), está también en el corazón de los hermanos. No es razonable que lo ame solo en mí. Así mi celda (como dirán a Dios las almas íntimas) es el nosotros; mi cielo está en mi y como en mi en mis hermanos.El hermano no solo no es un obstáculo para la santidad sino un camino para ella
El anhelo de comunión que es un grito que nace del individualismo de este tiempo encuentra en la Eucaristía una respuesta. Decía Cirilo de Alejandría: “Para fundirnos en la unidad con Dios y entre nosotros, y para amalgamarnos unos con otros, el Hijo unigénito inventó que por medio de su propio cuerpo, Él santifica a los fieles en la mística comunión, haciéndolos concorpóreos con Él y entre ellos”
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