La santidad segun Brochero

domingo, 18 de septiembre de 2011
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“Señor, de quien procede todo don perfecto,

Tú dispusiste que José Gabriel del Rosario fuese

Pastor y guía de una porción de tu Iglesia,

y lo esclareciste por su celo misionero,

su predicación evangélica y una vida pobre y entregada.

Te suplicamos que completes tu obra glorificando a tu siervo

con la corona de los santos.

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.”

 

En la catequesis de hoy vamos a tomar un texto del padre Julio Merediz (S.J.), Vicepostulador de la Causa de Canonización de José Gabriel del Rosario Brochero: La santidad según el Cura Brochero

 

"Ser Santo" es identificarse con la misión
 

Un sacerdote sobre una mula no es nada, pero si lo impulsa la fuerza del amor puede hacer verdaderos milagros de cariño en sus fieles. Brochero decía: "El sacerdote que no tiene mucha lástima de los pecadores es medio sacerdote. Estos trapos benditos que llevo encima no son los que me hacen sacerdote; si en mi pecho no llevo el amor, ni a cristiano llego.”

La caridad es lo que lleva a Brochero a ser lo que llega a ser, y ahí está su secreto. Esta caridad lo lleva a sentirse amigo de todos: sus paisanos y feligreses, y también de sus hermanos sacerdotes.

Brochero tiene clara conciencia de que su unión con Cristo pasa no solamente por la vida de oración, sino que ésta debe estar íntimamente unida con la acción apostólica. Sabe que la vocación sacerdotal implica que Dios lo quiere "contemplativo en la acción" y que precisamente en la acción apostólica es donde él desarrolla su camino de unión con Cristo y de transformación interior. Es vivir en la sencillez de lo cotidiano la fe, la esperanza y la caridad lo que marca ese rumbo. Ahí está todo. En definitiva, cuando hablamos de los santos, hablamos de esta presencia de fe en obras, de amor con entrega y la esperanza en Jesús con la firme constancia y la certeza de que el Señor completará la obra que Él mismo ha comenzado. Brochero, en este sentido, y todos los santos que hemos seguido en estos días, son testigos de este quehacer de Jesús en sus vidas.

 

El llamado a la plenitud y a la santidad es el llamado a identificarnos con la misión que Dios nos tiene preparada. Somos santos en la medida en que adherimos a esta misión que en el corazón de Dios es para mí el camino que me lleva a la plenitud. Cuando encuentro mi sitio, me meto de corazón y de alma en mi misión, se me hace carne la plenitud de Dios en mi vida. Y entonces encuentro el camino.

 

Es santo desde la pastoralidad
 

Para el Cura Brochero, la santidad está en su pastoreo. Es santo desde la pastoralidad. Ahora bien: el ser pastor tiene una raíz, que hace confluir todas las fuerzas del impulso que guían al corazón del pastor en su centro. Y esa raíz es la caridad pastoral.

La caridad pastoral es el punto de partida desde donde el pastor encuentra sus motivos más profundos para ejercer su ministerio y llevar adelante su misión. Decía Juan Pablo II en Pastores dabo vobis, N° 23: “La caridad pastoral es el principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero”, siendo su contenido esencial “la donación de sí, la total donación de sí a la Iglesia, compartiendo el don de Cristo y a su imagen (…). No es sólo aquello que hacemos, sino la donación de nosotros mismos lo que muestra el amor de Cristo por su grey. La caridad pastoral determina nuestro modo de pensar y de actuar, nuestro modo de comportarnos con la gente. (…) Esta caridad pastoral del sacerdote no sólo fluye de la Eucaristía, sino que encuentra su más alta realización en su celebración, así como también recibe de ella la gracia y la responsabilidad de impregnar de manera “sacrificial” toda su existencia. Esta misma caridad pastoral constituye el principio interior y dinámico capaz de unificar las múltiples y diversas actividades del sacerdote”.

 

Testimonio impactante del amor pastoral

 

El padre José María Bustamante, Superior de la Misión Jesuítica de Córdoba, nos ha dado testimonio impactante del amor pastoral del Cura Brochero: “El Señor Brochero, que sabe por experiencia qué grande es la eficacia de los Santos Ejercicios para comunicar la verdadera luz del Cielo a las inteligencias y hacer que la gracia triunfe en los corazones más rebeldes, no vaciló un instante en adoptar esta arma poderosa para la santificación de los fieles encomendados a su cuidado. Muchos, aunque no tan pobres, pero a pretexto de su pobreza u otras razones aparentes, se excusaban de ir a los Santos Ejercicios. Él, entonces, les daba cuanto necesitaban y les allanaba todas las demás dificultades, deshaciendo así los ardides del demonio y triunfando de los corazones más obstinados. Débese notar, además, que a estos sacrificios unía también otros actos heroicos de virtud de una constancia inquebrantable. ¡Cuántas veces se le vio de rodillas a los pies de ciertos pecadores, que duros a sus paternales amonestaciones y lágrimas, se resistían a recibir el bien que – en nombre del Santo Cristo que tenía en sus manos – les ofrecía!».

¿Qué lo mueve a Brochero a hacer todo esto? Este corazón de pastor, esta caridad pastoral que unifica todas las fuerzas de su misionalidad.

 

Brochero era un Cristo para los suyos

 

En la sinagoga de Nazareth, Jesús quien "siendo rico se hizo pobre" (2Cor.8, 9)­ se aplica la profecía de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí… Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres" (Is. 61, 1-2, cf. Lc 4, 18), Y entre los signos mesiánicos que Jesús da a los enviados de Juan Bautista enumera que "el Evangelio es anunciado a los pobres" (Lc 7, 22).

Brochero era un Cristo para los suyos. Pero no porque sí, sino porque de verdad, al Evangelio, él lo anunciaba entre los pobres.

 

Para el Cura Brochero su opción por los más necesitados no fue una postura ideo­lógica ni estereotipada. Vivió austeramente y murió pobre, entregando la mayor parte de su tiempo a la atención de los enfermos, a ayudar a los indigentes y a buscar a los pecadores. Su ejemplo trae luz a quienes hoy desean seguir las huellas de Cristo pobre.

 

En este sentido, el camino de Brochero se hace elocuente, cuando al final de su vida, poniendo los pocos bienes que posee en manos de quienes los van a administrar, da la recomendación de que vendan todo y den a los pobres; pero que el primer dinero que les entreguen sea para que se compren lo que quieran, porque no muchas veces lo van a poder hacer. A ese punto llega la caridad pastoral de Brochero.

 

 

Decía Juan Pablo II en Redemptoris Missio que “el testimonio evangélico al que el mundo es más sensible, es el de la atención a las personas y el de la caridad para con los pobres y los pequeños, con los que sufren. La gratuidad de esta actitud y de estas acciones, que contrastan profundamente con el egoísmo presente en el hombre, hace surgir unas preguntas precisas que orientan hacia Dios y el Evangelio”.

El Cura Brochero fue, con su actitud de facilitar todo para que los pobres pudieran llegar a Jesús, una pregunta al corazón mismo del tiempo liberal que se abría como ideología de progresismo indefinido por aquellos años. Y estas mismas preguntas le trajeron la ayuda y colaboración de muchos de los de su tiempo para que se sumaran a sus proyectos de promoción y de evangelización.

 

 

La misión que cada uno recibe

 

En la misión que cada uno recibe se cifra esencialmente la forma de santidad. Esa misión, esa manera cómo ha de entregarse cada uno a la comunidad, depende del Espíritu y hay que preguntárselo para ir encontrando ese sitio y ese modo desde donde Dios quiere que yo ame y sirva: si lejos o cerca, si sano o enfermo, si triunfante o perdedor, si hablando o callando. A través de la oración, de su inspiración, del discernimiento, de los acontecimientos de la vida, el Señor me irá ubicando. Condición previa para esto es la renuncia evangélica, la "indiferencia" como la llama San Ignacio, el estar dispuesto a "venderlo todo y seguirlo", y ”entrar por la puerta estrecha", como nos enseña Jesús en el Evangelio.

 

La petición más radical del hombre que cree, se resume en que sea la gloria de Dios y por ella, todo. Y en este lugar es donde se juega la vida de los que dejan una marca de Cristo en el corazón de los hermanos como testigos de la voluntad de lo divino sobre lo humano.

 

Testigo amigo de Dios y de los hermanos

 

El Cura Brochero es eso justamente, es un testigo amigo de Dios y de los hermanos. Deja la huella de su mula Malacara, pero por sobre todas las cosas de la presencia de Cristo en el corazón de los serranos y al mismo tiempo deja en el corazón divino las traslasierras con su Curato de San Alberto, para que todo aquel lugar bendecido por su paso santo sea ya un anticipo de la Patria que nos espera. Así es como un santo deja marcado también un pueblo con el rostro divino. Y por eso lo celebramos en conjunto, porque nos lleva a Dios, nos pone de cara a Él, nos acerca el cielo y deja la marca del cielo en el corazón de los que buscamos, por un camino o por muchos caminos, la plenitud a la que aspiramos.

 

El santo, y Brochero santo, nos muestra que el que está llamado a vivr en la plenitud (o sea, todos), cuando respondemos a esa llamada, toda la vida es en Dios. Como dice Pablo, en Él sentimos que vivimos, nos movemos y existimos, respiramos, nos cansamos; en Él reposamos, en Él nos reentusiasmamos, en Él cargamos el peso de nuestros fracasos y en Él celebramos las alegrías de la vida.

El Cura Brochero así expresaba esta plenitud, hacia el final de su vida: "En fin mi amigo, yo y usted y todos los hombres somos de Dios en el cuerpo, y en el alma. Él es el que nos conserva los cinco sentidos del cuerpo, y las tres potencias del alma: el mismo Dios es quien inutiliza algunos o todos los sentidos del cuerpo, y lo mismo hace con las potencias del alma. Yo estoy muy conforme con lo que ha hecho conmigo relativo a la vista y le doy muchas gracias por ello. Cuando yo pude servir a la humanidad me conservó íntegros y robustos mi sentido y potencia: hoy que ya no puedo, Dios Nuestro Señor me da la ocupación de buscar mi último fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin del mundo."

 

El testimonio de Brochero Pastor no muere, porque según dice “he podido pispear que vivir por siempre en el corazón de muchos de nosotros es posible, porque la vida de los muertos está en el recuerdo de los vivos”.

Los santos al final de su vida siempre terminan reconociendo que Dios les permitió hacer mucho bien entre los hombres y que si así fue aquí, mucho más harán desde allá. A esto lo decía claramente el padre Pío: me voy, habiendo hecho mucho bien entre los hombres, habiendo sido un misterio con Cristo, pero desde allá, haré tanto o más bien que el que acá Dios me permitió hacer. Brochero parece guardar también esta conciencia, que la vida de los muertos está en el recuerdo de los vivos. Y la verdad es que así es. Se siente su presencia amiga, compañera, que sostiene en el andar a muchos que descubrimos en su santidad a un testigo actual del Evangelio de Jesús encarnado entre sus paisanos.

 

Padre Javier Soteras