20/10/2018 – 📖𝗘𝗻 𝗲𝗹 𝗘𝘃𝗮𝗻𝗴𝗲𝗹𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗵𝗼𝘆, 𝗟𝘂𝗰𝗮𝘀 𝟭𝟮, 𝟭-𝟳, Jesús nos advierte acerca de la levadura de los fariseos, es decir, la hipocresía; por fuera aparentan algo, pero por dentro son otra cosa, se dicen justos, observan la ley pero en el fondo solo buscan sus intereses. Jesús nos previene de una doble vida, de llamarnos cristianos sin llegar a serlo de verdad.
Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido.Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más.Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese. ¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos.Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.” San Lucas 12,1-7
En el capítulo 12 de Lucas tenemos una recopilación de dichos que Jesús pronunció en diversas ocasiones. Comienza el texto con un aviso de Jesús a los discípulos: “Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía”.
La palabra de Jesús, que ahora alcanza un círculo reducido, se difundirá ampliamente gracias a sus discípulos que continuarán su misión, recibida de él.
Este cometido al servicio de la verdad no les va a resultar fácil a los apóstoles, como tampoco lo fue para Cristo mismo. No faltarán quienes quieran cerrarles la boca con amenazas y persecuciones. Por eso les previene Jesús: “Amigos míos, no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más… Teman al que puede matar y después echar al fuego”.
Jesús exhorta a los suyos al valor por dos razones: porque la persona es inviolable y porque Dios no se olvidará de ellos. No hay que temer a los que matan la vida física. No hay más que un temor justificado: a Aquel que puede condenar al hombre en cuerpo y alma a la perdición eterna.
Dios se comporta con los hombres como un padre que cuida de sus hijos en todos los detalles. Si él no se olvida de los pájaros, cuánto menos de sus hijos los hombres. “Hasta los pelos de nuestra cabeza están contados. Por tanto, no tengan miedo: no hay comparación entre ustedes y los gorriones”.
Es normal el miedo ante el peligro que supone la persecución, y es explicable la angustia ante el riesgo que supone la persecución, y es explicable la angustia ante el riesgo que corre perder posiciones, e incluso la vida, el que testimonia la verdad del evangelio frente a la mentira e hipocresía del mundo.
La victoria sobre el miedo, la vergüenza y el respeto humano es la raya divisoria que marca la diferencia entre el discípulo verdadero de Jesús y el que es cristiano solamente de ocasión, mientras las cosas le corren bien.
Pero el temor no puede vencerse sino a base de amor. Tal ha de ser nuestra respuesta al cariño que Dios nos tiene y que debe suscitar en nosotros una fe y una confianza total, como en el caso de Abrahán que creyó contra toda esperanza. Aunque seamos débiles, la mano poderosa del Señor nos sostendrá en sus caminos si acudimos a él en la oración.
Según Jesús, el discípulo suyo que quiera vivir conforme a su fe encontrará dificultades con toda seguridad. Pero la adversión del mundo es señal de la autenticidad de su seguimiento de Cristo.La conducta cristiana choca necesariamente, como una denuncia, con el estilo de un mundo entregado a “las pasiones del hombre terreno, la conscupiscencia de la carne y la arrogancia del dinero” (1 Jn 2,16). Jesús nos lo previno: “Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Como no son del mundo, por eso los odia el mundo” (Jn 15,18 s).
Al mismo tiempo que señal de autenticidad, la persecución que repetidamente anuncia Jesús puede ser también un aviso de fidelidad.
Esta oposición es evidente cuando la persecución proviene del poder establecido, que se siente incómodo con la voz que recuerda la justicia y los derechos humanos de los sin voz. Lo cual viene a avalar la fidelidad de los cristianos al reino de Dios, que es amor y fraternidad, liberación del pobre y solidaridad con el oprimido.
Homilía de S.S. Francisco, 9 de noviembre de 2014:
Los fariseos por fuera aparentaban algo, pero por dentro eran otra cosa. Se decían justos y observaban la ley, pero en el fondo sólo buscaban sus intereses. Cristo, en el Evangelio de hoy, nos previene de una doble vida, de llamarnos cristianos sin seguirlo de veras.
Lo contrario a la hipocresía es la coherencia de vida. Una persona coherente tiene convicciones firmes por dentro que se manifiestan en decisiones por fuera. Si realiza una buena acción, lo hace sin pensar en otros intereses o en dar una buena imagen.
Un cristiano coherente vive su fe por fuera y por dentro. Es alguien de una sola pieza y, si se considera seguidor de Cristo, lo hace con todo su corazón, en las buenas y en las malas. Ser cristiano así puede dar miedo. Es un camino exigente, y la cruz está siempre incluida. Incluso hoy en día hay muchos cristianos en la cárcel, torturados o que mueren por su fe. Creer en Cristo nunca ha sido fácil. Pero Dios vale la pena y la confianza. Él se merece un amor auténtico, valiente, en serio.
“La coherencia en la vida, entre la fe y el testimonio. Aquí debemos ir adelante y realizar en nuestra vida esta coherencia cotidiana. Este es un cristiano, no tanto por lo que dice, sino por lo que hace. Por la forma en la que se comporta, esta coherencia que nos da vida. Y es una gracia del Espíritu Santo que debemos pedir”.