El ABC de Jesús (3º parte)

martes, 11 de octubre de 2011
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            El verdadero cristianismo tiene que revisarse a la luz de este ABC: ver si las ramas que ha desplegado son fieles al tronco y a las raíces que es la experiencia del Dios viviente, el Dios que nos acompaña.  

Hoy vamos a acercarnos a los enfermos de la Galilea de Jesús. Cuando los discípulos de Juan el Bautista, sorprendidos por las actitudes y sobre todo por el posicionamiento de Jesús en la sociedad de su tiempo porque esperaban otro tipo de mesías, le preguntan si es El el que ha de venir o deben esperar a otros, Jesús les responde “vayan y díganle a Juan ‘los ciegos ven, los paralíticos caminan…’: estos son los signos de que Yo soy el que estaban esperando”.

            A veces suele confundirse la acción de Jesús que cura enfermos con una ‘milagrería’ y no es ese el mensaje esencial de Jesús.

            En el tiempo y lugar en el que Jesús desarrolló su misión, la enfermedad no era solo un hecho biológico. En el modelo social de aquella sociedad era interpretada como una exclusión, como un castigo divino. Y este es el punto clave para entender los milagros de Jesús. Los enfermos vivían su enfermedad como una incapacidad para vivir como los demás hijos de Dios, y por tanto, al ser víctimas de una enfermedad, la pregunta que formulaban es ‘¿por qué Dios no me bendice como a los demás con una vida digna?’ Les preocupaba lo que ese mal significara, es decir, era vista la enfermedad también como un problema religioso. Se hacían preguntas para las que nunca iban a encontrar respuesta. ‘¿Por qué el Dios de la vida me está retirando su Espíritu vivificador? ¿por qué me está dando esta señal de que me abandona?’

            Para la mentalidad semita, Dios está en el origen de la vida y en el origen de la salud y en el origen de la enfermedad. Por eso entienden que una vida fecunda, fuerte, sana, es una vida bendecida por Dios. En cambio una vida enferma, estéril, era una verdadera maldición: una vida mutilada, lisiada.

            En esa época en que no había médicos para esta gente, la Galilea estaba llena de enfermos, tullidos, que por su ceguera perdían contacto con la realidad, no podían ver ni valorar las cosas, ni a veces descubrir la perspicacia de la malicia de los que lo rodeaban, sordo mundos con incapacidad para comunicarse, paralíticos sin sillas de ruedas que necesitaban moverse arrastrándose por el piso con los codos, leprosos –que en realidad eran todo tipo de enfermedades visible de la piel- que tenían que llevar la ropa desgarrada e ir gritando ‘impuro’, avisando para que la gente se apartara de su camino, y vivir fuera de la ciudad. Ser impuro era ser maldito. Significaba que Dios había quitado su bendición sobre él ‘por algún motivo’: en su esquema, alguien tenía que tener la culpa, porque Dios era justo, por tanto, si estar enfermo era justo, la culpa de la enfermedad debía estar en el enfermo o en sus antepasados.

            En concreto: hay un sentido religioso muy estigmatizante en el enfermo, que además de sentir el desgarro en su cuerpo siente la vergüenza y la humillación social, y encima en su espíritu sentirse abandonado de Dios. Es decir: había 3 zonas dañadas cuando había un enfermo: la física, la social y la espiritual. Jesús vino para revertir eso, y para mostrar el verdadero rostro de Dios.

CARA A CARA José luis Reyes

 

ya no puedo esperar ni un minuto mas, contarte lo que he vivido Dios

 que sepas cuanto te extraño, los minutos se hacen largos

cuando juntos no estamos, necesito estar contigo ahora

y tenerte cara a cara perderme en tu mirada

sentir que ya no hay prisa se me enamora el alma

amarte en silencio,  llorar sin decir nada, sentirme como un niño

 cuando tu me abrazas

 

se que no voy a encontrar un lugar mejor que estando bajo tus alas envuelto en tu amor

y aun que el viento sople fuerte,   tu mano me sostiene y me da fuerza tu voz

 

 

 

 

¿Qué debían hacer los enfermos de aquellas aldeas para recuperar su salud? Había algunas alternativas, algunas fuera del alcance de los pobres. Lo que hacían en primer lugar era rezar, pedirle a Dios, examinar su vida, confesar sus pecados y pedirle la curación. Podríamos imaginar un tipo de oración como la del publicano. También recitaban los salmos –muchos de ellos han sido compuesto por enfermos-. La oración frecuente era “Señor, sáname. He pecado contra el cielo y contra ti”. La familia atendía al enfermo hasta donde podía, y también los vecinos y amigos le ayudaban en el ámbito religioso a que reconociera sus pecados. La medicina científica ya se había extendido bastante desde el año 400 a.C. y se cree que había llegado a ciudades como Tiberíades o Decápolis, pero no a las aldeas de Galilea. Pero allí era vista con cierto recelo, porque solo Dios era fuente de salud. Pero también había templos como el de Esculapio, dios de la medicina, o el santuario de Isis que era una divinidad sanadora, también había piscinas con aguas consideradas terapéuticas donde iban a bañarse. Allí iban los enfermos, se bañaban y luego pasaban la noche en el pórtico del templo esperando que la divinidad sanadora los visitara o les diera en sueños el mensaje de cuáles eran los remedios apropiados –unguentos, vendajes, dietas-, y los servidores del templo les proveían esas instrucciones. Pero los enfermos de Galilea no podían aventurarse a tan largo viaje ni pagar las ofrendas que eran muy costosas. Y por sobre todo, el pueblo judío veía como una herejía someterse a la entrega de un Dios pagano.

            Andaban muchas veces ‘curanderos populares’: exorcistas, magos, hombres santos famosos por el poder de su oración, que sanaban por su estrecha relación con Dios (ellos solo oraban, y por su santidad su oración parecía ser más escuchada) o porque tenían algunas técnicas terapéuticas.

            Cuando Jesús comienza con su misión curativa, no fue algo extremadamente raro porque había curadores de gran prestigio, y El fue visto como uno más.

            Pero pronto comenzó a asombrar la fuerza curadora y exorcista de Jesús. Por tanto también se ponía el acento en las técnicas que Jesús empleaba, que en algunos casos se aproximaba a las de los curadores populares, pero en otros se diferenciaba. Cuando El cura al sordo mudo metiéndole los dedos en sus oídos y tocándole la lengua con su propia saliva, hace barro con su saliva y unta los ojos del ciego con ese barro: esto recordaría las acciones de algunos curanderos o magos. Sin embargo, a diferencia de los curanderos, Jesús nunca intentó manipular fuerzas invisibles, nunca trató de forzar a ninguna divinidad pagana con algún pago como lo hacían los paganos, nunca confió en técnicas especiales, no utilizó amuletos, ni hechizos, ni encantamientos, ni fórmulas secretas. Jesús solo curó el sufrimiento y la enfermedad. Nunca actuó por intereses económicos sino movido por su amor compasivo y por su decisión de anunciar el reino de Dios.

            Para obrar el milagro de la curación, Jesús tampoco hace esperar a las personas. Utiliza su poder, el poder del Espíritu Santo, dando una orden y realizando un gesto. No es su oración sino su persona la que obra el milagro. Jesús contagia salud y vida. De El emana esa fuerza curativa. La gente no acude a él a buscar recetas o remedios ni técnicas, ni le pide oración, sino que quiere encontrarse con él. Su amor apasionado a la vida, su acogida a cada enfermo, su fuerza para regenerar a la persona desde su raíz, su capacidad para contagiar su fe en la bondad de Dios, su poder para despertar energías de esperanzas y energías desconocidas en el ser humano que creaban las condiciones que hacían posible la recuperación de la salud (por eso en la mayoría de las curaciones Jesús dice “tu fe te ha salvado”). Lo que emanaba Jesús era fe, esperanza, salud, vida. Sus curaciones no son mas que un signo humilde pero real de un mundo nuevo, con seres humanos de pie, conscientes de su dignidad de Hijos de Dios, un mundo que proclama a un Dios que nos quiere a todos, donde reina un Dios que no castiga a nadie y donde nadie es culpable de tal o cual enfermedad. La raíz de esta fuerza curadora que inspira toda su acción es el amor compasivo por el que sufre. Y ese sufrimiento en algunos casos lo conmueve por la enorme distancia que hay entre el sufrimiento de hombres, mujeres y niños hundidos en la enfermedad y la muerte, la distancia entre esa realidad y la utopía, el sueño de Dios, lo que Dios había pensado y proyectado para nosotros.

TE EQUIVOCAS

si sientes que no puedes seguir, que han dañado tu vida

que eras vela encendida y alguien sin importarle soplo

si sientes que no puedes seguir, que han pasado los años

que fue tanto el engaño piensas que ya no podrás olvidarlo

 

te equivocas, porque hay Alguien que mira tus penas

y de ellas hace cosas buenas, y nuevamente encenderá tu vela

te equivocas, porque aunque te hayan dañado

El hoy te sana con sus dulces manos

y para siempre estará a tu lado

 

 

 

Jon Carlo

 

 

            Jesús tiene su propio estilo de curar. Lo hace con la fuerza de su palabra, con sus gestos y con sus manos. Jesús toca y se deja tocar en una cultura que establecía leyes muy rígidas respecto de quien podía o no ser tocado según su pureza o impureza.

            Quiero recalcar el hecho de que Jesús nunca pide nada para sí mismo. Es más: El no busca que los milagros sean el centro de su anuncio. Por eso muchas veces pide secreto, reserva: para que la gente no se convierta por esa fe milagrera. Estos son humildes gestos de la llegada del Reino de Dios: el Reino de Dios es gratuito, por lo tanto Jesús no busca fama, no busca seguidores, no busca formar un grupo a quienes transferir de alguna manera los secretos de cómo actuar en el mundo de lo invisible. Tampoco tiene una clientela que acude a Él como si fuera un curador exclúyete. Tampoco nunca murmura cosas por lo bajo, no dice cosas inentendibles. Al contrario: cura a plena luz del día, todos lo pueden escuchar, no da amuletos, ni remedios, ni pide continuidad de algún tipo para que la obra de la curación continúe. Lo más que hace es indicar que se vaya al templo a agradecer a Dios. Esto tiene una importancia clara a la hora de diferenciar distintas búsquedas de sanidad espiritual que las personas a veces hacen.

            Y fundamentalmente hay una cosa importantísima y es el tema de la fe. Lo que Jesús hace no es solo aportar una mejora física, sino que al mismo tiempo cura estas áreas: el área espiritual, el área social y el área física. Porque Jesús busca al hombre íntegro. De manera que la curación del organismo queda englobada dentro de una sanación más integral de la persona: reconstruye al enfermo desde su raíz, lo arranca de la desesperanza, del aislamiento, lo libera del pecado y lo devuelve al seno del pueblo de Dios y le abre un futuro de vida más digno y más saludable. Por eso el diálogo que mantiene el leproso es impecable porque lo que ahí se ve es la dignidad que ha adquirido ese hombre para responder y confrontar con los fariseos.

            Jesús comienza con reavivar la fe, lo cual no es nada fácil. La fe pertenece al proceso mismo de curación. Jesús no cura para despertar la fe, sino que pide la fe para que sea posible la curación. Y FE ¿EN QUÉ? En el Reino de Dios. Por eso hay un grito de un padre que pide curación para su hija. “creo, pero AUMENTA MI FE”. El enfermo se sentía llamado a esperar algo que parece superar los límites de lo posible. Jesús le pide que cruce una barrera, que perfore un miedo, que perfore una indignidad, y que se abandone en sus brazos. Por eso Jesús abraza y se deja tocar, impone las manos. Hay una integración, una fuerza que emana de su persona, y al mismo tiempo, hay una necesidad de fe. Pareciera como si en algún momento Jesús y el enfermo se funden en una misma fe que emana de esa persona, que el enfermo ya no se siente solo, abandonado sino acompañado y sostenido por Jesús. Y esta es la acción curativa de Jesús que en definitiva no hace otra cosa que transmitir a través de esto el anuncio del Reino. Lo importante acá es el Reino con sus premisas.

            Jesús reconcilia también a los enfermos con la sociedad. Ya la enfermedad no puede ser causa de marginación. “vete a tu casa con tu familia y anúnciale todo lo que el Señor hizo por ti. Preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés” Está diciendo: la sociedad no ha de temerle a sus enfermos, sino acogerlos. No ha de excluirlos de su comunidad. Hay que eliminar las barreras de los excluidos, de los impuros, de los leprosos. Sus gestos dicen: está llegando el Reino de Dios. Hay que construir la vida de otra manera: los impuros deben ser tocados; los excluidos, acogidos; los enfermos, mimados sin miedo, con compasión, como los mima Dios.

 

¿qué tramas, mi Señor, con tan enloquecedor silencio?

¿qué trama, mi Señor, es la que estás entretejiendo?

Tus modos son extraños, pero ¡tan perfectos!

Esa eterna costumbre de tus sendas misteriosas pero impregnadas de Pascua

Sí, de pascua.

 

QUÉ DIFÍCIL SE ME HACE VER CUANDO AL HILO CONTRAHÍLO NO LE ENCUENTRO SU SENTIDO

QUÉ DIFÍCIL SE ME HACE CREER, PERO SÉ QUE SOY TU HIJO

Y QUE TODO LO QUE HACES ESTÁ BIEN.

 

Libérame del miedo de no ser yo quien lo haga

y decime de nuevo que no tema, que no desvíe mi mirada

Sí, de tu mirada.

 

Dios de preguntas, Dios que liberas, Dios de éxodos, Dios de Pascuas, Dios de desiertos,

Dios que desafías, Dios inexplicable, Dios que haces todo nuevo, Dios que está y que siempre está.

Dios, sencillamente Dios. Pablo Martinez

            Jesús no vino a hacer milagros. Vino a instalar el Reino. El Reino tiene leyes, criterios, tiene una atmósfera donde la vida respira. El milagro es un signo, un emergente, es una chispa de la hoguera, y para eso no hay que ser personas especiales: todo lo contrario: Jesús vino para los mas comunes de los comunes. Y hay que abrir el corazón para recibir su amor y creer en El. Por eso decía: Jesús no hace milagros ara aumentar la fe sino que necesita la fe para hacer milagros. Jesús fue a su propia aldea, a Nazaret, y no pudo hacer milagros allí por la poca fe que había. No es que los nazarenos sean malos, pero les costaba mucho introducir en sus mentes la noción de quien había crecido junto con ellos era el Hijo de Dios, era el mesías.

            Fijémonos entonces cuanto polvo le agregamos a veces a nuestro culto, a nuestra fe, a nuestros sueños. haciendo grandes sacrificios. Pero esa no es la levadura que Dios pide. Dios no pide sacrificios de ese modo, que apuntan a obtener milagros. No quiere un comercio de intercambios. Lo que está tratando de decir a través de los milagros es: “los quiero sanos! Orgánicamente, socialmente, y espiritualmente” Hoy ser sano orgánicamente es cuidar la salud, ir a los médicos, cuidarse, atenderse, porque nuestros cuerpos son amados por El. Cuidar nuestra salud social es crear ámbitos de justicia, de compasión, de misericordia, de apertura, de pluralidad donde todos sean amados con sus diferencias. Y crear un ámbito de salud espiritual es renunciar definitivamente a la imagen de un Dios comercial, justiciero y castigador, y recuperar la imagen de ese Dios Padre. No es fácil. Cuando uno inicia el viaje hacia lo profundo de su corazón se da cuenta hasta qué punto se han sentado las bases de sociedades que durante siglos han sido jerarcas, autoritarias, violentas, comerciales, que todo lo dividen en mas y menos, arriba y abajo. No es fácil sacarnos del corazón esas premisas. Una clave para ver y entender esto es compararse con los viñadores de la parábola, que todos cobran lo mismo. Ahí saltan todos los resortes y comenzamos a pensar que “este Dios no me parece muy atractivo”. El nombre de Jesús era aquel ante el cual toda rodilla inclinará su soberbia.

            Dios quiera que Jesús renueve nuestra fe, amplíe nuestro corazón, y seamos capaces de recibir su inmenso e incondicional amor

“Yo te amo, Señor, mi fuerza, mi roca, mi fortaleza, mi liberador, el peñasco donde me refugio, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. Las olas de la muerte me envolvieron, me aterraron torrentes devastadores, me cercaron los lazos del abismo, las redes de la muerte llegaron hasta mi, pero en mi angustia invoqué al Señor, grité a mi Dios pidiendo auxilio y El escuchó mi voz desde su templo. Mi grito llegó hasta sus oídos y se conmovió a causa de mi dolor”