Andar a contracorriente

miércoles, 29 de noviembre de 2023
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29/11/2023 – En el evangelio de Lucas 21,10-19, Jesús aparece invitándonos a sostenernos en fidelidad en los tiempos de prueba y saber que la misma será probada cuando tengamos que dar testimonio frente a otros de las convicciones que tenemos.

Supone la capacidad de no tener miedo de ir contracorriente. No se trata de oponerse porque sí, sino de querer sostener nuestras propias convicciones más allá de la opinión de turno, de lo que dice la mayoría.

Las convicciones pasan por un sentido profundo que anida en el corazón, con el que hay que encontrarse. Que puedas animarte a ser vos mismo, vos misma.

“Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

Lc 21,10-19

Este camino de contradicciones en que el cristianismo se encuentra en la gracia de ir contracorriente, nos acompaña desde el momento mismo en que Jesús al llamarnos a hacer un mundo diferente nos dijo que el camino suponía la cruz. Esto que al final del evangelio dice Lucas con tanta claridad “el que persevera hasta el fin “. Es dejar que Dios conduzca en medio de las dificultades y sobrellevando las cargas con la presencia de Dios, y nos damos cuenta que en medio de las sombras y las dificultades, Dios crea y recrea.

Al hombre de cada siglo le salva un grupo de hombres que se oponen a sus gustos. Esta frase de Chesterton es una ley histórica que hoy tiene más sentido que nunca. Y es más difícil, porque nunca fue tan fuerte la corriente que nos empuja a ser como los demás. En nuestro mundo no hay tiempo por el ritmo por el que la masa arrastra, para ponerse a pensar si es la corriente en la que quiero ir o no.

¡Es tan sencillo, tan fácil y agradable entregarse en las manos del conformismo! ¡Tan duro, en cambio, atreverse a ser lo que se es y a creer lo que se cree no por el tonto afán de “ser diferentes”, sino por fidelidad a nuestra propia alma! Es tiempo de ir contracorriente, tiempo de comenzar a decir que no solamente así no van más las cosas sino que hay que arremangarse para hacerlas de una manera distinta. Es tiempo, hoy es el día. Y Jesús nos advierte que nos pondrán en el banquillo de los acusados y tendrán que explicar lo que al conjunto le resulta insólito. No se preocupen. Dios nos da lo que necesitamos en el momento justo, y sin darnos cuenta vamos yendo a donde Él nos quiere llevar. En el mar así como hay corrientes de agua, así también en el conjunto, el ir contracorriente no es tanto remar en contra sino encontrar la corriente de gracia que contracorriente nos hace ir por encima de lo que el conjunto diría “es lo normal, es lo que corresponde, es lo que la realidad dicta”. Le pedimos al Señor que nos inserte en esa corriente de vida que viene a hacer del mundo un lugar diferente.

Es asombroso pensar que Dios «fabrica» las almas una a una, dándole a cada cual una personalidad propiamente suya e intransferible y que, a los pocos años, el mundo ha conseguido ya uniformar a la mayoría de modo que parezcamos más una serie de borregos que una comunidad de seres hermanados pero diferentes. No es ya que todos tengamos los mismos horarios, vayamos tras mismas distracciones o vistamos de la misma manera, sino que -además- pensemos y sintamos idénticos, como salidos todos de un solo cajón.

Creemos ser libres, pero lo cierto es que todas las noches y a la misma hora todos vemos en la «tele» el mismo programa, lloramos o reímos en el mismo momento. «Acata la moda o abandona el mundo» es una de las leyes de nuestro siglo, en el que se ha realizado ya a la perfección lo que presentía el clásico latino: «Desgraciadamente, la opinión tiene más fuerza que la verdad». Es cierto: la gran diosa de nuestro siglo es la opinión pública, y ya se sabe que la opinión gobierna al mundo con la misma técnica con la que un ciego guía a otro ciego.

En esto de dar testimonio del Señor delante de los demás y confiar en que no va a faltar ni la fuerza ni la gracia para poder hacerlo, se juega una parte importante del camino que espera la nueva humanidad. Y para eso hay que animarse no solamente a decir “así la cosa no va más” al leer en el diario cosas que no queremos, sino que no alcanza, es necesario animarse a despertar las posibilidades que están escondidas dentro nuestro. Es donde el evangelio nos dice, no se preocupen sobre lo que dirán: Entréguense y confíen. Como quienes andan en parapente que necesitan encontrar corrientes favorables y correrse de las que van en contra. Cuando uno encuentra la corriente adecuada, se deja llevar. Necesitamos encontrar las corrientes que nos lleven a lo alto, al cielo, y dejarnos conducir por esa fuerza de gracia que nos conduce.

Desprenderse del conformismo

La propuesta de hoy no se trata de me opongo porque me opongo, o de ser el contra solo por serlo. Se trata de darnos cuenta que en un determinado modo de organización social vamos siendo adormecidos en la posibilidad de que las cosas sean distintas para ser mejores. Es necesario animarse a caminar sobre el terreno de salir del conformismo para crear una realidad distinta.

Y el problema más grave es que este riesgo -que han padecido todos los siglos- parece hoy más intenso que nunca. Von Balthasar decía: “A medida que progresa la organización técnica del mundo moderno, la verdad va cayendo cada vez más infaliblemente en el terreno de la organización, de sus medios y sus métodos, y por lo mismo, el conformismo se convierte en regla universal tanto para los cristianos como para los demás. Y, así, vemos cómo va desapareciendo, a un ritmo acelerado, la raza de los espíritus libres que constituían, hace sólo dos siglos, el fenómeno normal de la personalidad cristiana.”

En una sociedad racionalista cientificista y tecnicista todo se puede explicar y todo entra dentro de los parámetros de lo calculable y lo medible. Es verdad que la técnica y la ciencia han avanzado sobre el mundo de lo humano con grandes beneficios, pero también es cierto que la razón la técnica y la ciencia no han logrado encontrar el modo como el hombre es capaz de humanizarse en la convivencia. El mundo pensado y técnicamente programado se ha constituido en un mundo sólo para algunos. Hay algo en el corazón humano que se escapa de esta lógica y se mueve con otros paradigmas. El corazón humano necesita ser encauzado para que todos puedan ser beneficiados por estos bienes que son para todos. Si esto no ocurre las personas comienzan a tener categorías en donde algunos son descartables. Este tipo de concepción de la humanidad es un mundo estrecho y sólo para unos pocos. No sólo se lo vive así sino que se lo termina por programar de ese modo: así los ancianos pueden ser desechables y si los niños no cierran también.

Ir contracorriente supone construir un mundo en donde haya lugar para todos. Y para que eso sea posible necesitamos romper con lo establecido, con lo que tenemos endiosado y necesitamos encontrarnos con la verdad en todo su esplendor y con toda su fragilidad, como en Belén y como en la cruz.

Claro que ser fieles a nosotros mismos es algo que siempre se paga caro. Napoleón decía que «la independencia es una isla rocosa, sin playas». No es fácil desembarcar en un alma independiente. La personalidad es siempre arisca y un tanto solitaria. Pero un hombre debería atreverse a ser diferente si eso es necesario para seguir siendo fiel a su alma.

Porque, además, a la larga son los profetas los que se imponen. Es la sal la que da a los guisos su sabor. ¿Y para qué sirve la sal que se ha vuelto insípida, la sal que se ha «adaptado» y ha perdido su personalidad?.

Confíen, al dar testimonio de mí confíen, sean libres, no tengan miedo de los condicionamientos que a su alrededor van a aparecer. No es el ser libres por la libertad misma, ni el que histriónicamente se presenta distinto para ser distinto, sino con la libertad que da el poder dar testimonio de Jesucristo. No hay que bajar los brazos, hay que seguir peléandola. Es cierto que temprano cuando comenzamos el día sentimos que rápidamente nos quieren robar el sueño de construir un mundo nuevo. ¿Cómo sostener el ideal en este contexto? Ciertamente no es resignándose sino poniéndolo más en lo alto y trabajando por ello en contracorriente, que no es remar en dulce de leche, sino encontrar esa corriente de gracia que va más arriba y en dirección opuesta. Dios nos de la gracia y la elocuencia para ser sus testigos.