17/01/24- El 30 de septiembre de 2019 con motivo de los 1600 años de la muerte de San Jerónimo, el Papa Francisco instituyó el III Domingo del tiempo ordinario como el Domingo de la Palabra de Dios mediante la Carta “Aperuit Illis”, que en el nº 3 dice:
Es fundamental que no falte ningún esfuerzo para que algunos fieles se preparen con una formación adecuada a ser verdaderos anunciadores de la Palabra, como sucede de manera ya habitual para los acólitos o los ministros extraordinarios de la Comunión. Asimismo, los párrocos podrán encontrar el modo de entregar la Biblia, o uno de sus libros, a toda la asamblea, para resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina.
Si bien “Palabra de Dios” y “Biblia” no son simples sinónimos, lo cierto es que la “porción” de la Palabra de Dios que más a mano tenemos es la puesta por escrito (la Biblia), y por eso es que usamos casi ide forma idéntica ambos términos. Las palabras del Papa que acabamos de citar parecen ir en esa dirección. Sobre el final del párrafo 3 dice: “resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina”. El Santo Padre nos pide una particular consideración a la Lectio Divina.
Para muchos, esto de la Lectio Divina es una cosa conocida, pero para otro no lo es. De ella tenemos algunos rastros ya en el siglo II pero entonces era más un método de estudio. A lo largo del tiempo se ha ido modificando y en la actualidad es una forma de rezar cada vez más conocida. Podemos encontrar diferencias metodológicas en los pasos entre 2 y 8 pasos, pero esencialmente son los mismo, unos contienen a otro. Hoy les proponemos 4 pasos orientados en 4 preguntas:
Antes de comenzar, como bien lo dijimos, la Lectio es un modo de oración, por lo que debemos disponernos para tal fin. Esta disposición debe ser interior y exterior. Podemos prepara un altar, una imagen de la Virgen o algún santo al que le tengamos devoción, una vela, todo lo necesario para poder tener “ESE MOMENTO”; obviamente, preparamos nuestra Biblia. Si bien lo podemos hacer solos, siempre es enriquecedor rezar con alguna otra persona para poder compartir libremente lo que el Espíritu va suscitando.
Una vez listo el ambiente exterior para este encuentro con Dios es necesario “ambientar” nuestro interior. Un momento de silencio o una canción para serenar el corazón y, por supuesto, una invocación al Espíritu Santo. Es Él el que inspiró lo que cada autor sagrado debía dejar por escrito, es Él el que nos tiene que conducir interiormente para que este encuentro sea plenamente fructífero. Ahora sí, podemos comenzar.
Vamos a tomar un texto de las Sagradas Escrituras, si bien podemos rezar con cualquier pasaje, quizás lo más conveniente, principalmente cuando damos los primeros pasos con la Lectio Divina sea iniciar con los textos del Evangelio Dominical. De este modo hacemos un “2×1”, Rezamos con la palabra de Dios y preparamos la Eucaristía Dominical ya que muchas veces nos enteramos de qué tratan los textos cuando nos sentamos en el banco y comenzamos a escuchar.
En este primer paso vamos a responder a la pregunta: “¿Qué dice el texto?”. Aquí luego de una primera lectura vamos a dejar reposar por unos segundos e iniciar una segunda lectura más detenida donde vamos a comenzar a responder esta pregunta. Podemos ir haciendo sucesivas lecturas para responder a qué dice el texto mientras vamos prestando atención a distintos aspectos. Prestemos atención en primer lugar a los verbos, cuáles son o cómo se usan, quién los realiza. Luego podemos pasar a los sustantivos y posteriormente a los adjetivos.
En este paso también es lindo y útil dejar volar la imaginación y meternos en la escena. Podemos imaginar la geografía, el clima, los personajes, las caras, los sentimientos, podemos ocupar el lugar de alguno de los personajes o mantenernos a distancia. Hay que leer y releer el texto dejando que los distintos aspectos vayan apareciendo.
Luego pasamos a preguntarnos: “¿Qué ME dice el texto?”. Esta pregunta es bien personal. Sabemos que la Palabra de Dios es viva y eficaz más cortante que espada de dos filos (Cf. Hb 4,12). Este es el momento de dejarnos atravesar por Dios. Ahora debemos dejar a Dios que nos hable en el aquí y ahora de nuestra vida concreta. Él habla en mi vida familiar, laboral, fraternal, me habla con mis preocupaciones y alegrías, sueños y tristezas. Le habla a esta persona concreta que ríe, llora, sueña, proyecta, tropieza y se levanta con miedos y valentías…
Dios no me va a hablar de otra o “a” otra persona. Esta comunicación es personal de Él con nosotros, no busquemos que le hable a los demás, para eso ellos tendrán que disponerse y entrar en diálogo. Ahora es mí turno con Él y nada más, Necesitamos sinceridad y apertura para que Dios hable al corazón.
Como la oración es un “diálogo” con Dios, para que esto no sea una sumatoria de “monólogos” donde él habla y yo le respondo lo que ya “sabía que le tenía que responder” es necesario escucharlo, asimilar lo que dice y responder en consecuencia. Así como lo que dijo en el paso anterior es totalmente personal porque brota de mi aquí y ahora total, la respuesta a la pregunta “¿Qué LE digo al texto?” también lo debe ser.
Aquí las respuestas pueden ser de distinto tipo: silencio contemplativo, acción de gracias, pedido, suplica, alabanza, el rezo de alguna oración conocida o significativa, etc. Debe ser respuesta de diálogo y no de monólogo compartido.
Por último, respondemos al “¿qué más?”. ¿A qué apunta esta pregunta? A la acción concreta. Siempre en encuentro con Dios nos mueve a la acción, de este diálogo con Él a través de la Palabra sacamos un propósito.
Debemos prestar atención al tipo de propósito, estos deben ser realizables a corto plazo de tiempo, hoy o a más tardar, mañana pero no más de eso. Algunas veces llegan personas que se han hecho propósitos muy nobles pero que por la duración y nuestra fragilidad se hacen imposibles. En lugar de un solo propósito de 30 días es mejor hacerse 30 propósitos de 1 día. Así vamos caminando.
Pbro. Lic. Cristian Basterrechea