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Un rostro renovado para María
lunes, 11 de septiembre de 2006
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!. ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?. Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”
.
Lucas 1, 39 – 45
Queremos hoy comenzar a recrear el rostro de María, Virgen, Madre de Jesús y madre nuestra también, queremos pedirle a la Virgen que te visite en tu casa, que llegue hasta donde te encontrás en tu trabajo, que se sume al comienzo de tu jornada de estudio, que forme parte de tus libros, que esté sentada con vos cuando das un examen, que la presencia de María colme tu corazón si es que estás enfermo, enferma, en cama, también que Ella te regale la gracia de encontrar nuevos espacios de libertad se sentís que la privación de la libertad te ha robado una parte importante de tu vida, que María, compañera de camino, Señora nuestra, Señora de la paz, de la alegría y del gozo sea la que nos llene el corazón mientras compartimos la vida con ella.
Lo primero que salta a la vista de este texto que acabamos de compartir, es la sobrenaturalidad en el vínculo entre estas dos primas, familiares cercanas entre si por una relación sanguínea que ven como esta relación, este vínculo crece desde una dimensión nueva, la que el Espíritu ha creado entre ellas a partir de la obra que Dios va haciendo tanto en Isabel cuanto en María.
Isabel es estéril, ha quedado embarazada en su vejez, ella ha engendrado en su seno al que va a ser el precursor de Jesús, a Juan el Bautista, el que va a abrir el camino, el que va a gritar en el desierto que hay que preparar un sendero nuevo y volver hacia Dios en conversión.
El relato narra el encuentro entre el último profeta del Antiguo Testamento, el primero del Nuevo Testamento que está ya, desde su seno, brincando cuando Jesús se acerca con María, esto se manifiesta en el texto de una manera formidable, y María, por otro lado, que ha recibido de parte del Señor una gracia, el anuncio del Ángel de ser la Madre del Redentor.
Es a partir de esta intervención de Dios que estas dos mujeres permiten que crezca el vínculo, la relación que ellas tienen por consanguinidad, desde el Espíritu. “
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno, bendita tu, por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”,
Isabel, con esta expresión, y aquella otra que muestra toda su sorpresa por la visita de Dios y de la Madre de Dios, dice:
“¿Quién soy yo
?” queda como metida adentro del misterio con el que Dios está haciendo algo nuevo en medio de ellas, “
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?”,
no dice: ¿quién soy yo para que María, mi prima, venga a mi casa?, es el Espíritu Santo el que ha tomado su expresión y le ha revelado que aquella que viene, su prima, que ha caminado mas de sesenta kilómetros para encontrarse con ella en el servicio, trae en su seno al mismo Hijo de Dios; “
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?”
.
La disponibilidad interior que el Espíritu Santo genera en una y en otra es de admiración ante la obra de Dios, y a partir de allí, de alabanza y glorificación de la obra de Dios en medio de ellas. “
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.
Y María, a posteriori, canta la grandeza del Señor, y su Espíritu bendice, alaba, glorifica, a Dios, su Salvador. La obra del Espíritu, moviéndose en la sencillez de este vínculo, tan familiar y tan cercano entre ellas, las abre sobre la grandeza de Dios y la obra de Dios en medio de sus vidas.
Ojalá que nosotros podamos entrar en esta dimensión de sobrenaturalidad en el vínculo, dejándonos llevar por la obra del Espíritu. Si somos hombres y mujeres del Espíritu, si vamos siendo hombres y mujeres del Espíritu, seguramente podremos ir cambiando nuestra perspectiva de mirar sobre nosotros mismos y sobre los demás al modo como Dios nos mira, y como quiere que aprendamos a contemplarnos y a vernos.
María e Isabel se ven desde Dios, porque han tenido una experiencia profunda en Dios, salen de un lugar de naturalidad y se empiezan a vincular, o crece su vínculo de sobrenaturalidad en la relación.
Ojalá también tus vínculos con tus compañeros de trabajo, de estudio, con tus amigos, con tu vecino, con tus hermanos de comunidad, con quienes vas, con tu novio, con tu novia, con tu esposo, con tu esposa, con tus hijos, puedan ir tomando esta dimensión: ver al otro y verte a vos mismo, a vos misma como Dios quiere.
Esto es lo que nos regala, como en una primera instancia, el diálogo entre estas dos mujeres, se ven desde Dios, desde Él se contemplan, en Él bendicen la obra que está realizando, y nos invitan a nosotros a entrar en esta dimensión de sobrenaturalizar las relaciones y los vínculos.
Sobrenaturalizar los vínculos no es espiritualizarlos de tal manera que nos aparte del compromiso en la relación con los demás, en lo concreto que el otro está necesitando de nosotros como servidores de Jesús, el Señor, muy por el contrario, sobrenaturalizar los vínculos nos hace mas encarnados del servicio a los demás.
De esto da testimonio María, que con el secreto en su corazón de haber engendrado en el Espíritu, por el anuncio del Ángel, al mismo Hijo de Dios, va hacia su prima Isabel para asistirla en el tiempo de su embarazo, por tres meses, hasta que de a luz a quien va a ser el precursor de su hijo Jesús, a quien ella lleva en su seno.
Cuando nosotros decimos que estamos llamados a sobrenaturalizar los vínculos y las relaciones entre nosotros, a verlas como Dios las ve, a contemplarlas desde donde Dios las contempla, estamos sencillamente diciendo que lo cotidiano, lo nuestro de todos los días, lo que hacemos, lo que nos pide Jesús de servicio, lo vivamos y lo hagamos en Él, en Dios.
Cuando es así, el servicio y particularmente la atención a los demás y los gestos de caridad se multiplican, crecen, y así se deleita Dios en nuestro propio corazón y en nuestra vida, instalándose en el corazón del mundo.
Hablamos de sobrenaturalizar los vínculos, y hay que aclarar que no es espiritualizar las cosas de tal forma que nos constituimos como en ángeles, volátiles, y poco tienen que ver con la verdadera gente del Espíritu, nada que ver.
Cuando hablamos de sobrenaturalizar los vínculos lo hacemos desde esta mirada concreta y esta actitud de servicio encarnado de María, que se dirige al encuentro de la necesidad de su prima y por tres meses se instala en su casa, para darle lo mejor de sí, el servicio.
Esta María que aparece a lo largo de los Evangelios, como aquella que se nos presenta de modelo: “Feliz el vientre que te llevó y el seno que te amamantó”, “Felices mas bien, dice Jesús, en Lucas 11; 27-28, los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, no como oyentes olvidadizos, va a decir Santiago, sino como aquel que habiendo recibido la Palabra , hace, según la expresión del Evangelio en la Parábola del Sembrador, que produzca mucho fruto, treinta, sesenta, ciento por uno, según cuanto sea que la Palabra ha arraigado en su corazón.
María es modelo de oyente no olvidadizo, sino práctico de la Palabra.
Es estos días queremos abrir el corazón a una nueva escucha de la Palabra en la vida, en lo concreto, en lo de todos los día, con Ella, pudiendo confrontar entre lo que vivimos cotidianamente y lo que la Palabra de Dios nos invita a vivir desde Dios en una escucha atenta y en una puesta en práctica concreta del misterio de la Palabra de Vida en nuestra vida.
“Feliz el vientre que te llevó y el seno que te amamantó”, “felices mas bien los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, esto es sobrenaturalizar la vida.
El encuentro entre María e Isabel está lleno de gozo y de alegría, el niño salta de gozo dentro del vientre de Isabel ante el saludo de María, Isabel dice: “Bendita entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”, y María canta la grandeza del Señor.
Si habría que sintetizar el encuentro salvador entre estas dos primas en el Espíritu, el contexto sería la alegría, la síntesis es la alearía, con lo cual María nos está dejando todo un camino a recorrer en ella.
Cuando nos invita a poner el corazón en el camino de servicio a los hermanos, y de servicio hecho en el Espíritu, sobrenaturalizando los vínculos, lo que la Madre de Dios nos está llamando a hacer es a hacerlo con gozo y con alegría. “El niño salta de alegría”, María canta la grandeza del Señor, todo es alegría, todo es gozo.
Cuando Dios está presente, el poner por obra la Palabra y hacerla carne en nosotros, en lo concreto de todos los días, en gestos de servicio, es de Dios verdaderamente cuando genera gozo y alegría, cuando no, será una obligación impuesta, un compromiso ya asumido, un gesto rutinario, pero no tanto obra del Espíritu en nosotros; porque puede haber dolor en el sacrificio del servicio y en la entrega a los demás, pero no puede faltar el gozo, no puede faltar la alegría. Se descubre que una obra es del Espíritu, dice el Apóstol Pablo en Gálatas 5, cuando en el Espíritu vivimos en gozo, paz y alegría. Estas dos mujeres del Espíritu, concretas en su quehacer materno y en su servicio mutuo, están unidas en el Espíritu, y esto se expresa en la alegría que hay en el encuentro.
¿Cómo se puede saber si las relaciones entre nosotros van tomando carácter sobrenatural en lo concreto de todos los días?, se sabe, se descubre, se palpa, cuando estamos siendo conducidos por el gozo y por la alegría.
Juan Pablo II, hablando acerca de la visitación de María a su prima Isabel, dice: “el misterio de la visitación es preludio de la misión del Salvador”. Si es preludio de la misión del Salvador, entonces hay que decir que la misión del Salvador es la alegría y el gozo, no podemos imaginar la salvación, considerando este preludio, si no lo hacemos dibujando una sonrisa, expresada en un rostro radiante, hecha compromiso de amor con los más pobres desde Jesús, como con un halo de luz, de gozo, de alegría y de paz.
No hay lugar para la tristeza, mucho menos para el rostro compungido, no hay espacio para el sacrificio entendido como un ufa existencia, solo hay espacio y lugar para el gozo y la alegría del Espíritu de aquel que es Evangelio del Padre, Buena Noticia para nosotros, y nos invita a ser con Él, Buena Noticia para nuestros hermanos.
Si querés descubrir si en vos está realmente presente la obra de Dios y si realmente sos testigo de esa obra de Dios, fijate que cara te devuelve el espejo y palpá cuanta alegría hay en vos, si no la hay, orá en el Espíritu, para que pueda venir la fuerza del Evangelio de Jesús a encarnarse en lo concreto de todos los días, en un gesto de amor comprometido que pueda ser además con mucho gozo y con mucha alegría.
Además de la Palabra respecto de María, esta lo que nos acerca la tradición viva de la Iglesia , tenemos que recordar que las verdades sobre la Virgen no están solo en la Escritura , también las encontramos en nuestra tradición cristiana. La fe no se transmite solo por lo escrito en la Palabra de Dios, también se transmite de una forma oral, popular, de generaciones en generaciones, como Ella en cierto modo lo profetiza: “Todas las generaciones me llamarán feliz”.
Un solo motivo hay en esto, que el Poderoso ha hecho obras grandes en María y las quiere seguir haciendo a través de Ella. De allí se desprende la invitación de estos días de poner nuestra vida en manos de María, queremos ayudarte a cantar las grandezas del Señor en tu vida, con María, con Isabel, y con todos los protagonistas que alrededor de la Palabra y del testimonio nos dejamos contagiar por esa fe incondicional de María, por ese espíritu de servicio de Ella, por esa capacidad suya de estar atenta a los detalles de lo que los demás necesitan. Esta mirada a través de María es para transformar nuestra vida y vivirla como Ella, un modelo de vida semejante a la de Ella, que sigue a Jesús como la primera y la mas fiel discípula.
La tradición que es la comunicación a través del tiempo, en el Espíritu, de las grandezas de Dios en María viene a nuestro encuentro, nosotros queremos unirnos a todos los que han cantado las grandezas de Dios en la vida de María, siendo María un instrumento para poder ellos mismos abrirse a dejar que Dios obre maravillas en sus propias vidas. Vidas de tantos santos vinculadas tan profundamente al corazón de María, como lo son tantos hombres y mujeres que en este tiempo viven cercanos a María, la Señora de este tiempo, la Mujer vestida de sol que anuncia la novedad de Jesús para el nuevo milenio que hemos iniciado, y que nos introduce, con la Iglesia como maestra, hacia el mar adentro que nos espera en la proclamación de la Buena Noticia.
Ojalá que estos días compartidos con María nos pongan en contacto con el Señor que hace grandes obras en las vidas de las personas de nuestro tiempo. Pongamos de cara a Dios nuestro sentir, nuestro anhelo de transformación de la propia vida y de la vida de los demás, desde este lugar cercano a María en este tiempo.
Hay un bello himno compuesto sobre este episodio del encuentro entre María e Isabel que quiero compartir con ustedes:
haga clic aquí
Padre Javier Soteras
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